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Torre de Babel Ediciones

Biografía de Platón – Diógenes Laercio – Vidas de los filósofos ilustres

Diógenes Laercio – Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres                            PLATÓN – Libro Tercero

BIOGRAFÍA DE PLATÓN

Biografía de Platón1. Platón, hijo de Aristón y de Pericciona o Potona, fue ateniense. Dicha su madre descendía de Solón, pues Dropidas, hermano de éste, tuvo un hijo, Cricias, y de Cricias nació Calescros. De Calescros nació Cricias, uno de los treinta tiranos (195) y padre de Glauco. Hijos de éste fueron Cármides y Pericciona, y de ésta y Aristón nació Platón, al sexto grado de descendencia con Solón. Descendía éste de Neleo y de Neptuno. Dicen también que su padre Aristón descendía de Codro, hijo de Melanto, los cuales eran asimismo descendientes de Neptuno, según Trasilo. Espeusipo en el libro titulado De la cena de Platón, Clearco en el Encomio de Platón y Anaxalides en el libro II De los Filósofos dicen que en Atenas había tradición de que, siendo Pericciona muy hermosa, quiso Aristón violentarla, pero que no lo ejecutó, absteniéndose de esta fuerza por haber tenido en sueños una visión de Apolo, y desde entonces hasta el parto la conservó pura de unión carnal.

2. Nació, pues, Platón, como dice Apolodoro en sus Crónicas, en la Olimpíada LXXXVIII, el día 7 de Targelión (196), en cuyo día dicen los delios que nació también Apolo. Murió, según Hermipo, el año primero de la Olimpíada CVIII, comiendo en un convite nupcial el año ochenta y uno de su edad. Neantes afirma que murió de ochenta y cuatro años. Así es que fue seis años posterior a Isócrates, pues éste nació siendo arconte Lisímaco, y Platón siéndolo Aminias, en cuyo tiempo murió Pericles. Antileo en el libro II De los tiempos dice que Platón nació en el lugar de Coluto; otros quieren naciese en Egina, en casa de Fidiades, hijo de Tales, según escribe Favorino en su Varia historia (197), habiendo sido enviado allí su padre a formar una colonia, de donde regresó a Atenas cuando los lacedemonios, auxiliando a los eginenses, los echaron de Egina.

3. Dio Platón a los atenienses unas fiestas teatrales, cuyos gastos pagó Dión, como refiere Atenodoro en el libro VIII De los Peripatos (198). Tuvo dos hermanos, Adimanto y Glaucón; y una hermana llamada Potona, que fue madre de Espeusipo. En las letras fue discípulo de Dionisio, de quien hace memoria en sus Anterastes (199). Se ejercitó en la palestra bajo la dirección de Aristón Argivo, maestro de lucha, el cual, por la buena proporción del cuerpo, le mudó en el de Platón el nombre de Aristocles que antes tenía, tomado de su abuelo, según dice Alejandro en las Sucesiones. Otros son de sentir fue llamado así por lo amplio de su locución (200), o bien porque tenía la frente ancha, como escribe Neantes. Dicen algunos que luchó en los juegos ístmicos; lo que afirma también Dicearco en el libro I De las Vidas. Ejerció asimismo la pintura, y compuso primero ditirambos, después cantos y tragedias. Timoteo Ateniense dice en las Vidas que Platón tuvo la voz delgada.

4. Refiérese que Sócrates vio en sueños un polluelo de cisne que plumaba sobre sus rodillas, el cual, metiendo luego las alas, se elevó por los aires y dio dulcísimos cantos, y que habiéndole sido llevado Platón el día siguiente, dijo: «He aquí el cisne». Empezó a filosofar en la Academia (201), y después en unos jardines junto a Colono. Así lo dice Alejandro en las Sucesiones, citando a Heráclito. Habiendo después de entrar en un certamen trágico, oída primero la composición de Sócrates, quemó las suyas, diciendo:

Oh, ven aquí, Vulcano;

Platón te necesita en el momento.

Desde entonces se hizo discípulo de Sócrates, estando a los veinte años de edad. Muerto Sócrates, se pasó a la escuela de Cratilo, discípulo de Heráclito, y a la de Hermógenes, que seguía los dogmas de Parménides.

5. A los veintiocho años de edad pasó con otros socráticos a Megara a oír a Euclides, según lo escribe Hermodoro. De allí se fue a Cirene y se hizo discípulo de Teodoro, matemático, de donde pasó a Italia a oír los pitagóricos Filolao y Eurito. De allí, finalmente, partió a Egipto a oír a los adivinos, adonde dicen lo acompañó Eurípides. Que allí enfermó, y lo curaron los sacerdotes bañándolo en el mar; por lo cual dijo:

Lava el mar las dolencias de los hombres

Como también con Homero: «Que los egipcios eran todos médicos». Había todavía determinado pasar a conversar con los magos; pero se lo estorbaron las guerras de Asia. Volvió por fin a Atenas, y habitó en la Academia, la cual es un gimnasio suburbano con arboledas, llamada así de cierto héroe nombrado Academo, según escribe Eupolis en su drama Los exentos de la milicia, por estas palabras:

En los paseos dulcemente umbrosos

del dios que apellidamos Academo.

Timón, igualmente hablando contra Platón, dice:

Entre ellos paseaba muy erguido

Platón, de cuyo labio

dulzuras procedían, semejantes

a las del canto igual de las chicharras,

sentadas en los árboles frondosos

del floreciente bosque de Hecademo.

Antes se llamaba Ecademia, no Academia.

6. Platón era amigo de Isócrates, y Praxifanes describió cierta disputa que ambos tuvieron acerca de los poetas, hallándose Isócrates hospedado con Platón en una casa de campo. Aristóxenes dice que militó en tres ocasiones: la primera en Tanagra, la segunda en Corinto, y la tercera en Delio, adonde peleó valerosamente. Hizo una especie de miscelánea filosófica de las opiniones de los heraclíticos, pitagóricos y socráticos. En las cosas sensibles o sujetas a los sentidos filosofaba con Heráclito, en las intelectuales con Pitágoras, y en las políticas o civiles con Sócrates. Sátiro y otros dicen que escribió a Dión, que estaba en Sicilia, para que le comprase de Filolao tres libros pitagóricos, por precio de 100 minas. Podía entonces ejecutarlo, habiendo recibido de Dionisio más de 80 talentos (202), según escribe Onetor en el libro titulado Si conviene o no que el sabio procure hacerse rico

7. Sirvióse mucho del poeta cómico Epicarmo, del cual copió muchas cosas, como dice Alcimo en los cuatro libros que dedicó a Amintas. En el primer libro dice así: «Consta que Platón toma muchas cosas de los escritos de Epicarmo». Dice Platón: «Se ha de considerar qué cosas sensibles son aquellas que nunca permanecen en un estado mismo en cualidad ni en cantidad, sino que se mudan y corren continuamente. Al modo que si de una suma se quita un número, no quedará la misma en cantidad ni en cualidad. Y éstas son las cosas cuya generación no se interrumpe; pero nunca vemos nacer la sustancia. Las inteligibles son aquellas a quienes nada se añade o quita. Así es la naturaleza de las cosas eternas, que siempre es una misma». Y Epicarmo, acerca de las cosas sensibles e intelectuales, dice expresamente:

-Los dioses existieron

siempre, sin que de ser jamás dejasen:

Y lo que siempre fue, siempre es lo mismo,

puesto que existe por esencia propia.

-Pero dicen que el caos

fue engendrado el primero de los dioses.

-¿Cómo, si no es posible

sea el primero quien proviene de otro?

Así que no hay primero ni segundo.

Pero en aquellas cosas que a nosotros

competen, establezco lo siguiente:

Quien al número par o impar añada

una parte o la quite, ¿por ventura

quedará el mismo número primero?

-No quedará, por cierto.

-Y si uno añadiese a la medida

de un codo, otra medida fija y cierta,

o bien la sustrajese,

tampoco quedaría el codo mismo:

¿No es así? Ahora bien, pues considera

con atención los hombres,

verás que uno creciendo, otro menguando,

todos están en mutación continua;

y aquello que se muda,

según naturaleza,

y en un estado mismo no persiste,

va siendo diferente de lo que era.

Aun tú y yo fuimos otros

ayer, mas hoy ya somos diferentes,

y aun otros mañana. Así, que nunca,

por la dicha razón, somos los mismos.

8. Además de esto, dice Alcimo lo siguiente: «Los sabios afirman que el alma percibe unas cosas por medio del cuerpo, v.gr.: oyendo y viendo; y otras las advierte por sí misma, sin ministerio del cuerpo. Y asÍ, de todo lo que tiene ser, unas cosas son sensibles y otras intelectuales; por lo cual decía Platón que los que quieren comprender los principios de todas las cosas primeramente dividen entre sí mismas las especies que llaman ideas, a saber, la Semejanza, la Unidad, la Multitud, la Magnitud, la Quietud, el Movimiento. En segundo lugar, consideran en sí misma la idea de lo honesto y lo bueno; de lo justo y lo injusto. En tercer lugar, advierten las ideas que tienen conexión entre sí, v.gr., la Ciencia, la Magnitud, la Dominación; y consideran también que las cosas que existen en nosotros suelen hacerse equívocas por su mutua coherencia. Por ejemplo, digo que son justas las cosas que participan de lo justo: honestas las que participan de lo honesto. Que cada una de estas especies es eterna, la percibe el entendimiento y está libre de toda confusión; por lo cual, dice, las ideas existen en la naturaleza como ejemplares; y otras cosas semejantes a éstas

9. Ahora, pues, Epicarmo, acerca de lo bueno y de las ideas, dice:

-¿Es el son de una flauta

acaso alguna cosa? -Ciertamente.

-¿Luego son de una flauta será el hombre?

-De ninguna manera.

-Vamos a demostrarlo:

¿Un flautista quién es?, ¿por quién lo tienes?

Por un hombre, ¿no es cierto? -Sin disputa.

-¿Y no sientes lo mismo de lo bueno?

¿No es lo bueno existente por sí mismo?

Y hace bueno a cualquiera que lo aprende,

como flautista se hace

quien a tocar la flauta se dedica,

bailarín quien al baile,

tejedor el que teje,

otras cosas como éstas:

Pero el hombre no es arte, sino artista.

 

10. Platón en su sentir sobre las ideas dice: «Que habiendo memoria, las ideas permanecen en los que las tienen, puesto que la memoria lo es de cosa quieta y permanente; y que nada permanece sino las ideas. Porque, ¿cómo, dice Platón, habían los animales de atender a su conservación, si no hubiesen recibido la idea y el instinto natural? Hace mención de la Semejanza y del alimento acostumbrado, demostrando que todos los animales tienen una idea innata de la Semejanza, por la cual sienten las cosas que son de una misma especie». ¿Y qué dice acerca de esto Epicarmo?

 

Oh Eumeo, no imagines

que la sapiencia exista en uno solo:

antes todo viviente

tiene conocimiento o advertencia.

La gallina no pare, si lo notas,

sus polluelos con vida;

sino que fomentando con su cuerpo

los huevos, los anima.

Este saber es sólo conocido

de la Naturaleza que la instruye.

Y después:

No hay que admirarse que esto yo así diga;

ni de que los polluelos ya nacidos

a sus madres agraden,

y hermosos les parezcan;

pues también hermosísimo parece

a un perro un otro perro; un buey a otro;

el asno al otro asno; el cerdo al cerdo.

Estas cosas y otras semejantes escribe Alcimo en sus cuatro libros, indicando lo que Platón se aprovechó de Epicarmo. Y que el mismo Epicarmo no ignoraba su saber, puede notarse de que dice, como vaticinando que tendría quien le imitaría:

Pues como yo imagino,

o por mejor decir, lo estoy ya viendo,

tiempos vendrán en que estas mis palabras

anden en la memoria de los hombres:

habrá quien de estos versos haga prosa;

y engalanando el todo variamente

con púrpura y ornato,

se hará invencible superando a todos.

11. También parece fue Platón quien llevó a Atenas los libros de Sofrón, poeta cómico, hasta entonces poco estimados; que sacó de ellos su moral, y los hallaron bajo de su cabeza (203). Navegó tires veces a Sicilia: la primera a fin de ver la isla y observar el Etna, en cuya ocasión, siendo tirano de la misma Dionisio, hijo de Hermócrates, lo coartó a que comunicase con él. Habiendo, pues, entonces Platón hablado sobre la tiranía, y díchole que «no era lo mejor aquello que era conveniente a él solo, si no se conformaba con la virtud»; enojado Dionisio, le dijo: «Tus razones saben a chochez». «Y las tuyas a tiranía», respondió Platón. Indignado de esto el tirano, quiso quitarle la vida. No lo ejecutó, habiendo intercedido por él Dión y Aristómenes; pero lo entregó a Polido Lacedemonio (que entonces era allí embajador) para que lo vendiese; el cual se lo llevó y lo vendió en Egina. Acusólo a la sazón como reo de muerte Carmandro, hijo de Carmandrides, al tenor de la ley que habían puesto de que muriese sin esperar sentencia de juez el primer ateniense que entrase en la isla; la cual ley les había puesto él mismo (204), como dice Favorino en su Varia historia. Pero como uno dijese por chanza que el que había entrado era filósofo, le dieron libertad.

12. Otros dicen que fue llevado al tribunal; y como lo viesen que nada decía en su defensa y que estaba pronto a recibir cualquiera suerte que le tocase, no lo juzgaron digno de muerte, y determinaron venderlo por esclavo. Redimiólo Anníceris (205) Cireneo, que se halló allí casualmente, por el precio de veinte minas o, según algunos, de treinta; y lo envió a Atenas a sus amigos. Remitiéronle éstos luego el coste del rescate; pero Anníceris no lo recibió, diciéndoles que «no eran ellos solos los que tenían cuidado de Platón». Otros afirman que Dión fue quien envió el dinero, y que no lo quiso recibir sino que compró para él un huertecillo en la Academia. Dícese, además, que Polido fue vencido por Chabrias y después sumergido en el mar de Hélice, perseguido del Genio (206) en venganza del filósofo, como lo dice Favorino en el libro I de sus Comentarios. Ni aun Dionisio pudo quietarse habiéndolo sabido; y escribió a Platón diciéndole no hablase mal de él; a lo que respondió que «no tenía tanto ocio que se acordase de Dionisio».

13. La segunda vez que pasó a Sicilia fue para pedir a Dionisio el joven tierra y hombres que viviesen según la república que él había ordenado; si bien éste, aunque se lo prometió, no llegó a cumplirlo. Algunos dicen que corrió gran riesgo por la sospecha de haber inducido a Dión y a Teotas a que libertasen la isla; pero Arquitas Pitagórico lo defendió por una carta que escribió a Dionisio y lo salvó, enviándolo a Atenas. La carta es ésta:

«ARQUITAS A DIONISIO: SALUD

»Todos los amigos de Platón enviamos a Lamisco y a Fotidas a fin de que les entregues, como se ha estipulado, aquel varón. Bien lo ejecutarás si te acordares de la diligencia con que nos pediste a todos la ida de Platón a ti; que lo exhortásemos al viaje, prometiéndole que tú lo recibirías dignamente, y le permitirías quedarse o volverse libremente. Acuérdate también de lo mucho que apreciaste este su viaje, y de que lo amaste desde entonces cual a ninguno de los otros que están contigo. Y si se ha movido entre vosotros alguna rencilla, conviene obres con humanidad, y nos lo envíes sin daño alguno. Haciendo esto, obrarás con justicia y nos harás cosa grata».

14. Pasó tercera vez a Sicilia a fin de reconciliar a Dión con Dionisio; mas no consiguiéndolo, se los dejó, y se volvió a la patria. Nunca quiso entrar en el gobierno de la república, por más inteligente que era en gobernar, como consta de sus escritos. La causa que tuvo fue que el pueblo estaba imbuido de costumbres muy diversas. Dice Pánfila en el libro XXV de sus Comentarios que, habiendo los arcades y tebanos edificado Megalópolis, lo llamaron para que les viniese a poner leyes; pero como supiese que no querían igualdad (207), no quiso pasar a ella. Dicen que siguió a Chabrias cuando este general huyó de Atenas, habiendo sido condenado a muerte; lo cual no se atrevió a hacer ningún otro ciudadano. Cuando con Chabrias subía al alcázar, ocurriéndole el sicofanta Cleobulo, le dijo: «Tú vienes aquí en auxilio de otro. ¿Sabes que todavía queda para ti de la cicuta de Sócrates?» A que respondió: «Cuando por la patria seguí la milicia me expuse a los peligros: ahora sufriré cuanto convenga por un amigo».

15. Fue Platón el primero que introdujo el escribir en diálogos, como dice Favorino en el libro VIII de su Varia historia, y el primero que enseñó a Leodamante Tasio a responder a las cuestiones por análisis, o sea, disolución. También es el primero que en la filosofía hace mención de antípodas, primer principio, dialéctica, poemas, de la longitud del número, de la superficie plana entre las extremidades, y de la providencia de Dios. Fue asimismo el primer filósofo que contradijo la disertación de Lisias, hijo de Céfalo, exponiéndola palabra por palabra en su Fedro. Y finalmente, el primero que examinó la fuerza de las voces gramaticales. Suele preguntarse por qué no hizo mención de Demócrito, habiendo contradicho a casi todos los que le precedieron. Cuenta Neantes Ciziceno que habiendo Platón concurrido a los juegos olímpicos, todos los griegos se volvieron hacia él; y que luego tuvo plática con Dión, que trataba de hacer guerra a Dionisio.

16. En el libro I de los Comentarios de Favorino se dice que Mitrídates Persa puso en la Academia la estatua de Platón con la inscripción siguiente: «Mitrídates Persa, hijo de Rodobato, dedicó a las musas esta imagen de Platón que hizo Silanión». Dice Heráclides que Platón, aún siendo joven, fue tan vergonzoso y modesto, que nunca rió sino moderadamente. Esto no obstante, fue motejado de los poetas cómicos, pues Teopompo en su Heduchare (208) dice así:

Uno no llega a uno,

según Platón afirma;

y aun dos a formar uno apenas llegan.

También Anaxandrides dice en su Teseo

Cuando aceitunas, cual Platón, tragaba.

No menos Timón lo zahiere en paranomasias o trovas (209):

Portentos fabulosos,

como Platón urdía diestramente

Alexis, en su Meropida

Tú vienes oportuna;

mas yo arriba y abajo voy violenta,

sin hallar, cual Platón, cosa ninguna

que pueda llamar sabia,

cansándose mis piernas vanamente.

Asimismo en su Ancilión dice:

Tú nos hablas de cosas ignoradas,

como Platón, corriendo.

Conocerás el nitro y las cebollas.

Amfis en su Anfirates

-El bien, señor, que conseguir esperas

por ésta, me es tan poco conocido

como el bien de Platón. – Pues de él te guarda.

Y en su Dexidemida

Oh Platón, nada sabes

más que andar con el rostro

cubierto de tristeza, y levantando

esa ceñuda frente,

tan arada de arrugas como concha.

Cratino, en su Falso supuesto

Eres hombre por cierto, y tienes alma.

Y aunque apenas lo entiendo

según Platón lo dice, así lo juzgo.

Alexis, en su Olimpiodoro

Feneció, y quedó seco

lo que en mi cuerpo fue mortal, caduco;

mas lo que fue inmortal voló a los aires.

¿No es esto la platónica doctrina?

Y en su Parásito

O, cual Platón, parlar conmigo mismo.

17. Búrlase no menos de él Anaxilias en las piezas tituladas El Botrilión, La Circe y Las Ricas. Aristipo, en el libro IV de las Delicias antiguas, dice que amó mucho a un joven llamado Estrella que estudiaba con él la astronomía, y a Dión, del cual hicimos ya memoria. Algunos dicen que amó también a Fedro. Indicio de ello son los epigramas que escribió en alabanza de los mismos.

Cielo quisiera ser, Estrella mío,

cuando los astros miras,

por poderte mirar con muchos ojos.

Y el otro:

Antes entre los vivos alumbrabas,

oh Estrella, como estrella matutina;

pero ahora, ya muerto, resplandeces

lucero de la tarde entre los muertos.

A Dión hizo éste:

Los hados enemigos

verter hicieron lágrimas perennes

a Hécuba y a las vírgenes troyanas;

mas a ti, celebradas mil victorias,

ilustre Dión, los dioses inmortales

eternas alabanzas te prometen.

Te celebra tu patria;

y tus conciudadanos

atestiguan tus glorias con honores.

¿Qué amor es éste, pues, Dión amigo,

con que mi mente perturbada tienes?

Dícese que este epigrama se escribió sobre su sepulcro en Siracusa. Todavía dicen que amó a Alexis y a Fedro, como ya dijimos, a los cuales hizo estos versos:

Porque no hay cosa alguna que merezca,

fuera del bello Alexis, ser mirada:

¿Por qué, ¡oh alma mía!,

a los perros el hueso manifiestas,

y lo escondes al punto?

¿No es cierto ya que a Fedro hemos perdido?

Usó también de la meretriz Arqueanasa, a la cual compuso los versos siguientes:

Poseo a Arqueanasa Colofonia

sobre cuya rugosa y senil frente

acerbo amor se esconde.

¡Míseros de vosotros que gozasteis

su juventud primera!

¡Oh cuán activo ardor sufrir debisteis!

Estos hizo también a Agatón:

Cuando a Agatón besaba,

entre mis labios mi alma se miraba;

y allí desfallecida,

del cuerpo se mostraba despedida.

Y aquellos otros:

Te arrojo una manzana: si me quieres,

recíbela, Agatón, y comunica

conmigo tu gallarda gentileza (210).

Si esto no puede ser, tú, sin embargo,

recibe la manzana, y considera

cuán brevemente pierde su hermosura.

Yo con esta manzana

te hiero, mi Jantipa; a mí me hiere

cualquiera que te quiera. Corresponde

a mi querer, Jantipa; pues entrambos

nos vamos consumiendo poco a poco.

Dicen que también es suyo el epitafio siguiente a los eretrienses, cogidos por asechanzas:

Nosotros eretrienses,

de Eubea originarios, junto a Susa

hemos sido enterrados; ¡ah, cuán lejos,

cuán distantes yacemos de la patria!

Suyo es también el epigrama siguiente:

Venus dice a las musas:

Honrad, niñas, a Venus, o Cupido

armado volará contra vosotras.

Mas ellas le responden:

A Marte puede ir con esas chanzas,

Venus, pues a nosotras

ese rapaz alado nunca llega.

Y aun éste:

Habiendo un hombre hallado

una gran suma de oro,

el dogal arrojó con que intentaba

acortarse la vida.

Otro que perdió el oro, no lo hallando,

halló el dogal, y se lo puso al cuello.

 

18. Molón, amigo de Platón, dice que «no era de maravillar que Dionisio estuviese en Corintio, sino Platón en Sicilia». Parece que Jenofonte no le fue muy benévolo, pues ambos escribieron de asuntos semejantes, como émulo uno de otro, v.gr., El Convite, La Defensa de Sócrates, Los Comentarios morales. Además Platón escribió De la República, y Jenofonte la Institución de Ciro, que Platón en sus libros De las leyes acusa de fingida, no habiendo sido Ciro como en ella se pinta. Asimismo, aunque los dos hacen memoria de Sócrates, no se citan mutuamente a excepción de una vez que Jenofonte nombra a Platón en el libro III de sus Comentarios. Dícese que deseando Antístenes leer a Platón uno de sus escritos, le instó a que lo permitiese; y como Platón le preguntase qué asunto quería leer, y respondiese: «De que no se debe contradecir», dijo Platón: «¿Y de ese argumento de que modo sientes?» Entonces Antístenes no sólo respondió que sentía contra él, sino que escribió después contra Platón un diálogo titulado Satón. Desde entonces fueron entre sí contrarios. Dicen que habiendo Sócrates oído leer el Lisis de Platón, dijo: «¡Oh, qué de falsedades escribe de mí este joven!» Ello es cierto que Platón escribió a Sócrates muchas cosas que éste nunca dijo.

19. También fue Platón enemigo de Aristipo, pues en el libro Del alma lo acrimina diciéndole que «no asistió a la muerte de Sócrates, hallándose en Egina, ciudad cerca de Atenas». Tuvo igualmente cierta emulación con Esquines, pues dicen que teniéndolo Dionisio en buen concepto, y habiéndose ido a él por hallarse necesitado, Platón lo menospreció y Aristipo lo alabó. Idomeneo dice que el discurso que pronunció Critón a Sócrates en la cárcel acerca de persuadirle de la fuga era de Esquines, pero que Platón, por el odio que le tenía, lo atribuyó a Critón. Ni Platón hace memoria de Esquines en ninguno de sus escritos, excepto en el libro Del alma y en la Apología. Aristóteles dice que el estilo de Platón es un medio entre el poético y el prosaico. Y Favorino afirma en sus escritos que solo Aristóteles estuvo escuchando a Platón cuando leía su libro Del alma; los demás se fueron todos. Dicen algunos que Felipe Opuncio copió las leyes de Platón, que estaban grabadas en cera. Atribúyenle también el Epinomis. Euforión y Panecio dijeron que el principio de sus libros De la República se halló mudado de muchas maneras. Y aun dice Aristójenes que esta República se halla casi toda escrita en las Contradicciones de Protágoras. Dicen que el primer libro que escribió es el Fedro. Y Dicearco nota de enfadoso todo su modo de escribir.

20. Se dice que habiendo Platón reprendido a uno que vio jugando a los dados, y respondídole éste que lo reprendía de poco, replicó: «No es cosa poca una costumbre». Preguntado de si quedaría de él algún dicho memorable como los de otros antiguos, respondió: «Primero conviene ganar nombre; después muchos habrá». Habiendo entrado una vez en su casa Jenócrates, le dijo: «Azota tú este esclavo, pues yo no puedo porque estoy colérico». Y a otro esclavo le dijo: «Ya hubieras llevado azotes a no estar yo airado». Habiendo una vez subido a caballo, se apeó al punto, diciendo que «temía lo notasen de aquel fasto y vanagloria caballar». Aconsejaba a los embriagados «se mirasen al espejo, y así se abstendrían de vicio tan feo». Decía que «nunca era decente beber hasta la embriaguez, excepto en las festividades del dios del vino». Desagradábale el dormir demasiado, pues en sus Leyes dice: «El hombre dormido es de ningún útil». Decía que «la verdad es la cosa más suave de cuantas oímos». Algunos son de opinión que lo dijo así: «El decir verdad, etc:». Y en sus Leyes dice de la verdad: «La verdad, oh amigo, es cosa bella y durable; pero no es fácil persuadirlo». Creíase digno de que de él quedase memoria en los amigos o en los libros. Algunos dicen solía mudar mucho de lugar.

21. Murió en el modo que dijimos, el año XIII del reinado de Filipo, como lo afirma también Favorino en el libro III de sus Comentarios. Y Teopompo dice que Filipo le reprendió algunas veces (211). Mironiano escribe en sus Símiles que Filón nombra el proverbio Los piojos de Platón como si hubiese muerto de esta enfermedad. Fue enterrado en la Academia, donde había filosofado por mucho tiempo, de lo cual provino el que su secta se llame académica. Celebraron su pompa fúnebre todos los que habitaban allí; habiendo testado en esta forma:

TESTAMENTO DE PLATÓN

ÉSTAS SON LAS COSAS QUE DEJÓ Y LEGÓ PLATÓN

«La hacienda hefestiadea, lindante por el aquilón con el camino que viene del templo de Cefisia, por el austro con el Heracleo de los hefestiades, por el oriente con tierras de Arquestrato Freario, y por el ocaso con las de Filipo Colideo. Y a nadie sea lícito venderla ni enajenarla, sino que será de Adimanto mi hijo en cuanto sea posible (212). Igualmente le dejo la heredad de los Eroiades, que compré de Calímaco, lindante por el aquilón con tierras de Eurimedón Mirrinusio, por el austro con las de Demostrato Xipeterón, por el oriente con las del mismo Eurimedón Mirrinusio, y por el ocaso con el Cefiso. Tres minas de plata. Una copa de plata que pesa 165 dracmas. Una taza que pesa 65. Un anillo de oro y una arracada también de oro, que ambos pesan cuatro dracmas y tres óbolos. El cantero Euclides me debe tres minas. Manumito a Diano; y quedan en servidumbre Ticón, Bicta, Apolionades y Dionisio. Déjole asimismo los muebles puestos en inventario, cuya copia tiene Demetrio. A nadie debo nada. Mis ejecutores testamentarios serán Sóstenes, Espeusipo, Demetrio, Egías, Eurimedón, Calímaco y Trasipo».

22. Pusiéronle en epitafio los siguientes epigramas:

PRIMERO

El divino Aristocles aquí yace,

que en prudencia y justicia

supo exceder a los mortales todos.

Si la sabiduría eleva a alguno

a loores excelsos, consiguiólo

éste, sin que la envidia lo siguiese.

OTRO

La tierra aquí en su seno

el cuerpo de Platón oculto guarda,

y el alma los alcázares celestes.

Aun desde las regiones más distantes

todo varón honesto

venera la memoria

del hijo de Aristón, deificado.

Y OTRO MÁS MODERNO

Águila que volaste

ligera por encima del sepulcro,

¿qué estrellada mansión estás mirando?

Soy de Platón el alma, que al Olimpo

hoy dirijo mi vuelo

y el térreo cuerpo en Ática se queda.

El mío es el siguiente:

Si no hubieras criado, oh padre Febo,

a Platón en la Grecia,

¿quién hubiera sanado con las letras

los males y dolencias de los hombres?

Pues como fue Esculapio

médico de los cuerpos,

curó Platón las almas inmortales.

Y otro sobre su muerte:

A Esculapio y Platón produjo Febo

para que de los hombres

aquél el cuerpo cure y éste el alma.

Queriendo celebrar nupcial convite,

a la ciudad partió que fundó él mismo

y que Júpiter puso en firme suelo.

 

DISCÍPULOS DE PLATÓN

23. Sus discípulos fueron Espeusipo Ateniense, Jenócrates Calcedonio, Aristóteles Estagirita, Felipe Opuncio, Hestieo Perintio, Dión Siracusano, Amiclo Heracleota, Erasto y Corisco Escepcios, Timolao Ciziceno, Eveón Lampsaceno, Pitón y Heráclides Enienses, Hipotales y Calipo Atenienses, Demetrio Anfipolites, Heráclides Póntico, y otros muchos; además, dos mujeres: Lastenia Mantineense y Axiota Fliasia, la cual iba vestida de hombre, como escribe Dicearco. Algunos dicen que Teofrasto fue también discípulo suyo. Camaleón añade al orador Hipérides y a Licurgo. Asimismo Polemón hace discípulo suyo a Demóstenes, lo cual también lo dice Sabino en el libro IV De la materia de las declamaciones, por testimonio de Mnesistrato Tasio, y es cosa probable.

LOS DIÁLOGOS DE PLATÓN (ESTILO, OBRAS Y ESCRITOS DE PLATÓN)

24. Y siendo tú con tanta razón amante de Platón, y que inquieres con suma diligencia los dogmas de este filósofo, he tenido por inexcusable escribir sobre la naturaleza de su estilo, el orden de sus diálogos y la serie de su doctrina, en cuanto mis fuerzas alcancen, tocándolo todo sólo elemental y sumariamente, de forma que no se carezca de una suficiente noticia de sus dogmas y de su vida que escribo; pues querer explicarte todas las cosas por menor seria llevar lechuzas a Atenas, como dicen (213).

25. Dícese, pues, que el primero que escribió diálogos fue Zenón Eleate. Y Aristóteles, en el libro I De los poetas, dice lo fue Alexameno Estireo o Teyo, lo que también afirma Favorino en sus Comentarios. Pero, en mi sentir, pulió Platón su forma y estilo de manera que no se le puede negar con justicia la gloria de la invención (214). El diálogo es un «discurso compuesto de preguntas y respuestas sobre cosas filosóficas y políticas, con decencia de costumbres en las personas introducidas en él y ornato en las palabras». La dialéctica es el «arte de disputar, por la cual refutamos o defendemos alguna cosa por medio de preguntas y respuestas entre los que disputan». El carácter del estilo de Platón en sus diálogos es de dos maneras, y en ambas excelente: uno interpretativo o expositivo, y el otro inquisitivo. El interpretativo se divide en otros dos caracteres: uno especulativo y otro práctico. Y aun el especulativo se divide también en dos, que son físico y lógico (215), y el práctico en moral y político. El inquisitivo también se divide en dos principales caracteres: uno gimnástico y otro agonístico (216). El gimnástico es institutivo (217) y de provectos (218), y el agonístico es acusativo y destructivo (219).

26. Sé que algunos distinguen de otra manera los diálogos de Platón, llámanlos a unos dramáticos, a otros narrativos y a otros mixtos; pero éstos dan una distinción de ellos más propia de la escena trágica que de la escuela filosófica. De estos diálogos, pues, unos versan sobre la física, como el Timeo; otros sobre la lógica, v. g., el Político, el Crátilo, el Parménides y el Sofista; otros sobre la moral, como la Apología, el Critón, el Fedón, el Fedro, el Convite, el Menéxeno, el Clitofón, las Epístolas, el Filebo, el Hiparco y el Anterastes; otros sobre la política, como son la República, las Leyes, el Minos, el Epinomis y el Atlántico. Otros versan sobre la institución, v. g., los Alcibíades, el Téages, el Lisis y el Laques. A los de provectos pertenecen el Eutifrón, Menón, el Ion, el Cármides y el Teeteto. Acusativo es el Protágoras, y el Eutidemo, los dos Hipias y el Gorgias son destructivos. Baste esto acerca de la naturaleza V diferencias del diálogo. Pero por cuanto anda muy controvertido si hay o no dogmas (220) en los de Platón, diré también de ello alguna cosa.

27. Al dogmatista, pues, toca establecer dogmas, como al legislador poner leyes. El dogma es en dos maneras, aquello de que opinamos y la opinión misma. La primera de ellas es la proposición, la segunda el parecer o estimación. Platón, pues, expone lo que aprende o percibe, refuta lo falso y en lo dudoso suspende el juicio.

28. Lo que Platón percibe lo expone por medio de cuatro interlocutores, que son: Sócrates, Timeo, un huésped ateniense y otro eleate. Por estos dos huéspedes no se entienden Platón y Parménides, como creen algunos, sino que son personas supuestas y anónimas. Cuando Platón hace hablar a Sócrates y a Timeo, entonces establece dogmas; y cuando refuta opiniones falsas, trae a Trasímaco, a Calicles, a Polo, a Gorgias, a Protágoras, a Hipias, a Eutidemo y a otros semejantes. En la conclusión de sus argumentos usa mucho de la inducción, no la simple, sino la doble. Inducción es «un discurso que de unas cosas ciertas va coligiendo e infiriendo otras a sí semejantes». Dos son las especies de inducción: una la que llaman a contrario, y otra la de consiguiente o consecuencia. La primera es cuando de la respuesta que da el preguntado se infiere lo contrario a ella, v. g.: «Mi padre o es otro que el tuyo, o es el mismo: si es otro tu padre que el mío, siendo otra cosa que padre, no será padre: si es el mismo que mi padre, siendo la misma cosa que mi padre, mi padre será sin duda». También: «Si el hombre no es animal, será piedra o leño; no es piedra o leño, puesto que está animado y se mueve por si mismo: luego es animal. Si es animal, y lo son también el perro y el buey, el hombre será animal, perro y buey». De esta inducción a contrario usa en sus controversias no para establecer dogmas, sino para refutar o redargüir.

29. La inducción de consecuencia es en dos maneras: una expone parcialmente lo que parcialmente se pregunta; la otra establece lo universal por medio de lo parcial o particular. La primera es de los retóricos, la segunda de los dialécticos. En la primera se inquiere: Si éste, v. g., ha hecho el homicidio, la razón es haberlo hallado ensangrentado al tiempo en que se perpetró. Esta especie de inducción es la propia de los retóricos; pues la retórica versa sobre particulares, no sobre universales. Inquiere, v. g., no de lo justo en general, sino de esta o la otra cosa justa en particular. La otra especie es de los dialécticos, y prueba lo universal por cosas particulares, v. g., cuando se pregunta Si el alma es inmortal, o si de los muertos, hay algunos que vivan; lo cual se prueba en el libro Del alma por un universal, supuesto que las cosas contrarias nacen de las cosas contrarias. Este mismo universal se compone de diferentes particulares, v. g., el sueño de la vigilia, y al contrario; lo mayor de lo menor, y al contrario. De esta especie de inducción usaba para probar lo que le parecía verdadero.

30. Como antiguamente en la tragedia había solamente el coro, después Tespis introdujo un actor a fin de que el coro descansase; luego Esquilo la dio dos actores, Sófocles tres, y de esta forma se fue perfeccionando la tragedia; así también la filosofía versaba solamente sobre una parte, que es la física; después Sócrates añadió la moral, y últimamente Platón inventó la dialéctica y acabó por perfeccionar la filosofía.

31. Trasilo dice que Platón compuso sus diálogos a imitación del cuadriloquio (221) trágico. Los poetas trágicos tenían sus certámenes dionisíacos, leneos, panateos y quitros. El cuarto de estos dramas debía ser satírico, y los cuatro se llamaban cuadriloquio. Los diálogos, pues, dice Trasilo, que son ciertamente de Platón, ascienden a 56. La República se divide en diez libros (la cual, dice Favorino en el libro II de su Historia varia, se halla toda extractada en las Contradicciones de Protágoras); sus Leyes en doce libros. Tiene nueve cuadriloquios. La República forma un volumen, y otro las Leyes. Pone por primer cuadriloquio los diálogos de argumento general o común a todos los otros, queriendo enseñar en él cuál debe ser la vida del filósofo. A cada libro pone dos epígrafes: uno contiene el nombre del diálogo, el otro indica su materia. Este primer cuadriloquio lleva por título Eutifrón o De la santidad. Este diálogo es de los que arriba dijimos, de provectos o de tentativa. El segundo es la Apología de Sócrates, diálogo moral. El tercero se titula Critón, y trata de lo que debemos obrar; también es moral. Y el cuarto, Fedón o Del alma,  moral.

32. El segundo cuadriloquio empieza por el Cratilo o De larecta razón de los nombres: es diálogo lógico. Luego el Teeteto o De la ciencia: diálogo de tentativa. El sofista o Del ente: diálogo lógico. Y El político o Del reinar: lógico. En el tercer cuadriloquio se contienen el Parménides o De las ideas: es diálogo lógico. Filebo o Del deleite: moral. El convite o De lo bueno: moral. El Fedro o Del amor: también moral. El cuarto cuadriloquio incluye el Alcibíades o De la naturaleza del hombre: diálogo institutivo. El segundo Alcibíades o Del ruego: también institutivo. El Hiparco o Del amor del lucro: moral. Y el Anteraste o De la Filosofía: diálogo moral. El quinto comprende al Téages o De la Filosofía: diálogo institutivo. Al Cármides o De la templanza: tentativo. Al Laques o Del valor: institutivo. Y al Lisis o De la amistad: también institutivo. En el sexto se contienen el Eutidemo o El contencioso: diálogo destructivo. El Protágoras o Los sofistas: diálogo acusativo. El Gorgias o De la Retórica: destructivo. Y el Menón o De la virtud: diálogo de tentativa. El séptimo comprende los dos Hipias, el primero de los cuales trata De lo honesto, y el segundo De la mentira: son diálogos destructivos. El Ion o De la Ilíada: tentativo, y el Menéxeno o el Epitafio: diálogo moral. El octavo comienza por Clitofón o Exhortatorio: diálogo moral. Sigue la República o De la justicia: diálogo civil. El Timeo o De la naturaleza: diálogo físico. Y el Cricias o El Atlántico: moral. Finalmente, el noveno cuadriloquio contiene el Minos o De la ley: diálogo político. Las leyes o Del modo de hacerlas: también político. El Epinomis o La asamblea nocturna, o sea, El filósofo: diálogo también político. Y trece Cartas, todas morales. (Sobre ellas pone por salutación Εΰ πράττειν, bene agere: obrar bien. Epicuro ponía Εΰ διάγειν, bene degere: vivir bien. Y Cleón Χαιρειν, gaudare: estar alegre). Una a Aristodemo; dos a Arquitas; cuatro a Dionisio; una a Hermias, Erasto y Corisco; una a Leodamante; una a Dión; una a Perdicas, y dos a los amigos y familiares de Platón

33. Así distribuye Trasilo, con algunos otros, los libros de Platón. Pero otros, de cuyo número es el gramático Aristófanes, dividen los diálogos en triloquios. El primero contiene la República, el Timeo y el Cricias. El segundo contiene el Sofista, el Político y el Crátilo. El tercero las Leyes, el Minos y el Epinomis. El cuarto el Teeteto, el Eutifrón y la Apología. El quinto el Critón, el Fedón y las Cartas. Los demás van separados y sin orden especial. Algunos empiezan, como ya se dijo, por la República; otros por Alcibíades mayor; otros por Téages; otros por Eutifrón; otros por Clitofón; otros por Timeo; otros por Fedro; otros por Teeteto, y otros, finalmente, empiezan por la Apología

34. Se tienen por espurios los diálogos siguientes: el Midón o Hipostrofo, el Eurixias o Erasistrato, el Alción, el Acéfalo o Sísifo, el Axioco, el Feaces, el Demódoco, el Quelidón, el Séptima (222) y el Epiménides, de los cuales el Alción parece es de un tan León, según afirma Favorino en el libro V de sus Comentarios. Usa mucha variedad de voces en sus obras a fin de que no sean entendidas de los ignorantes; no obstante, es de sentir que la sabiduría consiste propiamente en el conocimiento de cosas intelectuales, como el de Dios y el del alma separada del cuerpo. Da en particular a la filosofía el nombre de sabiduría, como que es un deseo o amor de la sabiduría divina; pero en común da también nombre de sabiduría a toda pericia o inteligencia, v. g., cuando llama sabio a un artista célebre.

35. Usa también de unas mismas voces para significar cosas diferentes, como, por ejemplo, usa de la voz φαΰλος (phaulos) para significar lo que άπλοΰς (haplous), igualmente que Eurípides la emplea con la misma significación, hablando así de Hércules en su Licimnio:

Sencillo, sin adorno, en todo bueno,

y que toda la ciencia circunscribe

en la obra, no versado en elegancias (223)

También usa Platón algunas veces de la misma palabra en vez de τοΰ χαλου (224) (tou calou), y aun por τουμιχρου (tou microu), pequeño. Y, por el contrario, usa muchas veces diversas voces para un mismo significado, pues para significar la Idea usa de las palabras especie, género, paradigma, principio y causa. No menos usa de voces opuestas en un mismo significado, llamando sensible a lo existente y a lo no existente: a lo existente por su generación; a lo no existente por innata mutación. Llama Idea a lo que ni se mueve ni está quieto, y una misma cosa a la unidad y a la pluralidad. Todo lo cual lo acostumbra hacer con mucha frecuencia.

36. De tres maneras se deben exponer sus escritos. Primeramente, conviene explicar qué cosa sea cada una de las que allí se dicen. Luego por qué se dice cada una de ellas: si como principal asunto, o como parte de algún símil; para establecer dogmas, o para convencer a su adversario. Y en tercer lugar, si las tales cosas están rectamente dichas.

37. Y por cuanto en sus libros se ponen ciertas señales o signos, diremos también de ello alguna cosa. La X se aplica a las palabras y a las figuras, según costumbre de Platón (225). El Diple (doble) = a los dogmas y opiniones propias de Platón. La .X. con un punto a cada parte se pone a las sentencias más selectas y hermosas. El diple con dos puntos (226) se pone donde se enmiendan algunas cosas. El obelo con dos puntos (227) en las cosas vanas e ineptas. La antisigma con los dos puntos (228) cuando pueden dos cláusulas servir igualmente en un pasaje mismo o para alguna traslación. El ceraunio (229) se pone en las cosas pertenecientes a la instrucción filosófica. El asterisco (230) cuando hay uniformidad de dogmas. Y el simple obelo (231) se pone cuando se reprueba algo. Estos son los libros de Platón y las notas que les ponen. De ellos dice Antígono Caristio, en su libro De Zenón, que recién publicados, si alguno quería leerlos, pagaba al que los poseía.

OPINIONES DE PLATÓN (LA FILOSOFÍA DE PLATÓN)

38. Sus opiniones son éstas: decía que «el alma es inmortal; que pasa de unos cuerpos a otros, y que tuvo principio numérico; pero que el cuerpo lo tuvo geométrico». Definía el alma diciendo que es «la idea de un espíritu esparcido por todas partes; que se mueve por sí misma, y que está dividida en tres partes; que la parte racional reside en la cabeza; la irascible en el corazón, y la concupiscible en el ombligo e hígado; que el alma, estando en el medio del cuerpo, retiene todas las partes de éste en rededor; que se compone de los elementos, y que, estando dividida al tenor de los intervalos armónicos, forma dos círculos unidos. Dividido en otros seis el círculo interior de estos dos, componen todos los siete círculos (232). Que dicho círculo yace retirado hacia la izquierda del diámetro, y el otro al lado, hacia la derecha, por cuya razón es único (233). El primero está dividido en lo interno. Que éste es propio de la naturaleza de Sí mismo o del Mismo, y los demás del Otro (234). Que el primero es el movimiento del alma, y el segundo el del universo y planetas».

39. «Estando, pues, hecha desde el medio la división de manera que se extiende y une a los extremos, conoce y comprende el alma las cosas existentes, puesto que tiene en sí misma los principios armónicamente. Que la opinión se hace por el círculo llamado Otro, y la ciencia por el llamado Mismo. Que los principios de todas las cosas son dos, a saber: Dios y la Materia, llamando a Dios Mente y Causa. Que la Materia es informe e infinita; pero de ella se forman y componen las cosas». Dice que «habiéndose movido sin orden en algún tiempo esta Materia, la fijó Dios y la unió en un lugar, teniendo por mejor el orden que el desorden. Que esta sustancia o materia se convirtió en los cuatro elementos o principios: fuego, agua, aire y tierra, de los cuales fue engendrado el mundo y cuanto hay en él. Solamente la tierra, dice, es inmutable: dando por causa la variedad de figuras en las partes de que constan los elementos que la componen. Las figuras de los principios de las demás cosas, dice, son homogéneas, a saber: compuestas todas de un triángulo prolongado; pero que la tierra tiene su figura propia. Las partes de que se compone el fuego son piramidales; las del aire, de figura octaedra (235); las del agua, de icosaedra (236), y las de la tierra cúbicas (237); por lo cual ni la tierra se convierte en los demás elementos, ni ellos en tierra. Que no cada cosa tiene su propio lugar separadamente, sino que la circunferencia, constriñendo y apretando hacia el centro, une las partes pequeñas y separa las grandes; así, que mudando de especie, mudan también de sitio».

40. «Que el mundo es uno solo, habiéndolo Dios criado sensible (238). Que está animado, puesto que lo animado es más noble que lo inanimado. Que este edificio del mundo está sujeto a la Suprema causa. Que fue creado único (y no limitado), por ser también único el original según el cual fue creado. Que es esférico, por serlo también su Criador. Y que aquél contiene los demás animales; éste las figuras de todos. Que es liso y sin órgano alguno en su circunferencia, por no serle de ningún uso (239). Que permanece sin acabarse, porque no se resuelve en Dios. Y que es Dios la Causa de toda generación, por ser cosa natural al bueno el hacer bien. Que la Causa de la generación del cielo es excelentísima; pues lo más bello de las cosas criadas debe ser producción de la más excelente de las cosas intelectuales; y por cuanto Dios es tal, el cielo, a este Ser excelentísimo semejante y en sí hermosísimo, no es semejante a ninguna criatura, sino sólo a Dios. Que el mundo consta de fuego, agua, aire y tierra. De fuego, para que sea visible; de tierra, para que sea sólido; de agua y aire, para que esté proporcionado, puesto que la rigidez de los sólidos se proporciona con los dos elementos medios para formar el universo. Y consta de todos, para que sea perfecto e inmortal. Que el tiempo fue creado a imagen de la eternidad: dura siempre, y es el movimiento del cielo: la noche, el día, el mes y semejantes son partes del tiempo. Así, que el tiempo no puede existir sin la naturaleza del universo, pues luego que hubo mundo hubo también tiempo, habiendo sido criados el sol, la luna y los planetas para formar el tiempo. Que Dios encendió la lumbre solar para que fuese patente el número de las horas y lo percibiesen aun los animales. Que la luna tiene su esfera sobre el círculo de la tierra; próximo al círculo de la luna está el del sol, y en los siguientes los demás planetas».

41. «Que el universo está animado, por ir conexo con el movimiento, que lo está. Que para que el mundo fuese perfecto y semejante a la Inteligencia animada, fue criada la naturaleza de los otros animales. Y como aquélla tuvo mente, fue conveniente la tuviese también el cielo. Que los dioses son de naturaleza ígnea. Que los demás animales son de tres géneros: volátil, acuátil y pedestre. Que la tierra es más antigua que los dioses que hay en el cielo (240). Que fue criada para que formase la noche y el día: y como ocupa el medio del universo, gira sobre el medio mismo». Dice que «siendo dos las causas de las cosas, se ha de decir que unas proceden por deliberación de la mente; otras por necesidad de la misma causa (241). Éstas son el aire, el fuego, la tierra y el agua; los cuales no eran perfectamente elementos, pero eran capaces de serlo. Que se componen de triángulos combinados (242), y en ellos se resuelven. Que sus principios son el triángulo prolongado y el isósceles. Que el principio y causa de las cosas son las dos referidas, cuyo ejemplar son Dios y la materia; el cual es fuerza sea informe, como las demás cosas capaces de forma. Que la causa de estas cosas es necesaria; pues produce las esencias según las ideas concebidas, se mueve por potencia disímil, y se mueven contrariamente las cosas por ella movidas. Que estas cosas al principio se movieron sin orden ni concierto alguno; pero después que comenzaron a componer el mundo, por su propia aptitud recibieron de Dios la conmensuración y orden».

42. «Que las causas antes de la creación del cielo eran dos: luego se agregó la generación, que es la tercera; pero no eran manifiestas, sino sólo como huellas y sin orden; bien que después de criado el mundo, recibieron también ellas el orden debido. Que el cielo fue criado de todos los cuerpos antes existentes». Es de sentir que «Dios es como incorpóreo, como también el alma; por cuya causa son incapaces de corrupción y pasiones». Pone las ideas, según dijimos, como ciertas causas y principios, «las cuales hacen que las cosas existentes por su naturaleza sean tales cuales son realmente».

43. De los bienes y los males decía que «el fin del hombre es la semejanza con Dios. Que la virtud es bastante por sí sola para la felicidad; pero necesita de los bienes del cuerpo como a instrumentos, v.gr., la fortaleza, la salud, la agudeza de sentidos y demás cosas semejantes. También necesita de los bienes externos, como son: las riquezas, la nobleza, la celebridad (243); pero aunque falten estas cosas, será no obstante feliz el sabio. Antes por el contrario, gobernará la república, contraerá matrimonio y no quebrantará las leyes puestas. Las dará también a su patria útiles en cuanto quepa; a no ser que las crea infructuosas por la indocilidad y corrupción del pueblo». Es de sentir que «los dioses atienden a las cosas humanas, y que hay espíritus» (244); y es el primero que dijo que «la noción de lo honesto va unida a la de lo laudable, de lo racional, de lo útil, de lo ilustre y de lo conveniente. Todas las cuales cosas encierran lo que por su naturaleza es racional y confesado por todos».

44. Disputó de la rectitud de los hombres; y estableció el primero la ciencia de responder y preguntar rectamente, usándola él mismo en sumo grado. En sus Diálogos establece por ley la justicia divina a fin de incitar con más vehemencia los hombres a la virtud y al bien obrar, para no padecer los malhechores las debidas penas en la otra vida. Por esto algunos lo tuvieron por mitólogo, ya que entretejía en sus escritos estos apólogos para contener los hombres, siendo incierto que después de la muerte suceden estas cosas (245). Hasta aquí sus opiniones.

45. Dividía, dice Aristóteles, las cosas en esta forma: de los bienes, unos existen en el alma, otros en el cuerpo y otros fuera de nosotros. Colocaba en el alma la justicia, la prudencia, la fortaleza, la fragilidad y otras semejantes. En el cuerpo la belleza, la buena constitución de partes, la salud y las fuerzas. Y entre los bienes externos ponía los amigos, la felicidad de la patria y las riquezas. De lo cual consta que son tres las especies de bienes: unos están en el alma, otros en el cuerpo y otros son exteriores. Que también son tres las especies de amistad: una es natural, otra social y otra hospital. Llamamos natural a la que tienen los padres a sus descendientes y a la que se tienen mutuamente los consanguíneos. Esta se extiende aun hasta los demás animales. Social llamamos a la que se engendra del vivir juntos y sin conjunción de parentesco, como la de Pílades y Orestes. La amistad hospital es la que tenemos con los huéspedes, proveniente de recomendación o cartas. Es la amistad, pues, natural, social, hospital. Algunos añaden una cuarta especie, que es la amorosa.

46. El gobierno civil es de cinco especies: democrático, aristocrático, oligárquico, monárquico y tiránico. El democrático es el de aquellas ciudades en las cuales impera el pueblo, eligiendo los magistrados y poniendo las leyes. La aristocracia es cuando ni gobiernan los ricos, ni los pobres, ni los ilustres, sino los que en la república son más buenos. La oligarquía es cuando los magistrados son elegidos por las clases o estados, pues los ricos son menos que los pobres. El gobierno monárquico es o por las leyes o por sucesiones (246). El de Cartago es según leyes y civil. El de Lacedemonia y Macedonia es de sucesión, pues suceden en el reino ciertas familias. Y la tiranía es cuando alguno se hace dueño del gobierno de un pueblo violentamente y por sorpresa. Así que los gobiernos civiles son: la democracia, la aristocracia, la oligarquía, la monarquía y la tiranía.

47. Tres son las especies de justicia: una acerca de los dioses, otra acerca de los hombres, y otra acerca de los difuntos. Los que ofrecen sacrificios según las leyes y cuidan de las cosas sagradas son, a la verdad, píos para con los dioses. Los que restituyen el mutuo y depósito son justos para con los hombres. Y los que cuidan de los monumentos lo son con los difuntos. Luego la justicia es acerca de los dioses, de los hombres y de los difuntos.

48. Tres son también las especies de ciencia: una práctica, otra poética y otra teórica. La edificación de casas y construcción de naves pertenece a la práctica, pues se ve la obra ejecutada, que es su resultado. La política, la pericia en tocar flautas, cítaras, etc., corresponde a la poética, pues cesado el acto, nada queda que ver, consistiendo todo en él, sea tocar la flauta, sea pulsar la cítara, sea gobernar la república. Y la geometría, la armónica y la astrología pertenecen a la teórica; ni hacen ni construyen cosa alguna, sino que el geómetra considera las líneas, el armónico los sones y el astrólogo los astros y el cielo. Las ciencias, pues, unas son teóricas, otras prácticas y otras poéticas.

49. Las especies de medicina son cinco: farmacéutica, quirúrgica, dietética, nosognomónica (247) y boetética (248). La farmacéutica cura las dolencias con medicamentos. La quirúrgica sana cortando y quemando. La dietética ahuyenta los males por medio de la dieta. La nosognomónica por el conocimiento de la enfermedad. Y la boetética destierra las dolencias con el auxilio pronto y oportuno. Luego las especies de medicina son: la farmacéutica, la quirúrgica, la dietética, la boetética y nosognomónica.

50. La ley se divide en dos: una escrita y otra no escrita. Aquella con que se gobiernan las ciudades es la escrita. La no escrita es la de costumbre, v.gr.; no salir desnudo a la plaza, no vestir los hombres de mujer. Estas cosas ninguna ley (249) las prohíbe; pero la no escrita manda no se haga esto. Así que la ley es escrita o no escrita.

51. Las especies de oración (250) son cinco. A la primera especie pertenecen las oraciones que dicen en los congresos los que gobiernan. Esta especie se llama política. A la segunda especie de oraciones pertenecen las que escriben los oradores en las demostraciones para alabar, vituperar, acusar. Esta especie se llama retórica. La tercera especie de oraciones es la que usan las personas privadas comunicando entre sí. Esta especie se llama privada. La cuarta es la que usan los que preguntan y responden, disputando brevemente en el asunto. Esta especie se llama dialéctica. Y la quinta especie es la que usan los artistas cuando tratan de cosas de su profesión, y se llama técnica (251). Así que dichas especies son cinco: política, retórica, privada, dialéctica y técnica.

52. La música se divide en tres especies: una de la boca sola, v.gr., el canto. Otra de la boca y manos, como el cantar y pulsar una cítara. Y la tercera de las manos solas, como la que da la cítara. Luego la música es: sólo de boca, o de boca y manos, o sólo de manos.

53. La nobleza es de cuatro especies: primeramente se llaman nobles los que nacieron de padres virtuosos, buenos y justos. Asimismo los nacidos de padres poderosos y príncipes. Igualmente, aquellos cuyos padres adquirieron nombre en la milicia o consiguieron la corona en los certámenes (252). Y la otra especie de nobleza es cuando uno tiene un alma noble, generosa y grande. Éste se llama noble, y su nobleza la mejor. Por tanto, una especie de nobleza viene de los ascendientes buenos, otra de los poderosos, otra de los ilustres y otra de la bondad y mérito propio.

54. La belleza se divide en tres especies: una es laudable, como la de un rostro hermoso. Otra útil, como la de un instrumento o causa, las cuales cosas, además de bellas, son útiles. La otra consiste en las leyes y estudios, pues estas cosas son bellas por la comodidad. Así, una belleza es laudable, otra útil y otra cómoda.

55. El alma encierra tres partes: una es racional, otra concupiscible y otra irascible. De ellas la racional es la causa y origen del consejo, del pensar, del consultar y demás semejantes. La parte concupiscible es la causa de apetecer la comida, el coito y semejantes. Y la parte irascible es la causa del ánimo, del deleite, del dolor y de la ira. Luego el alma es o racional, o concupiscible, o irascible.

56. Las especies de virtud perfecta son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. De éstas la prudencia es la causa de hacer rectamente las cosas; la justicia, de operar justamente en la sociedad y tratos; la fortaleza, de perseverar y no acobardarnos en los peligros y temores; y la templanza, de refrenar los apetitos desordenados y de no dejarnos cautivar de pasión alguna, sino que vivamos honestamente. Luego las especies de virtud son: una prudencia; otra justicia; la tercera fortaleza; y la cuarta templanza.

57. El gobierno se divide en cinco especies: legal, natural, de costumbre, hereditario y violento o tiránico. Los magistrados que en las ciudades son elegidos por los ciudadanos gobiernan legalmente. Por naturaleza domina la especie masculina no sólo entre los hombres, sino también entre los otros animales pues, por lo común, en todas partes imperan los hombres a las mujeres. El mando de costumbre es el que tienen los pedagogos con los muchachos, y los maestros con sus discípulos. El gobierno hereditario o de sangre es como el de los reyes de Lacedemonia, que obtienen el reino por descendencia, igualmente que el de los macedones, que también es por descendientes. Y cuando algunos imperan por violencia y engaño ciudades que lo rehúsan, se dice imperan tiránicamente. Así que el gobierno es o según las leyes, o según la naturaleza, o según la costumbre, o por descendencia o, finalmente, por tiranía.

58. Las especies de oratoria son seis: cuando se exhorta a hacer guerra o dar socorro a alguno; esta especie se llama exhortación. Cuando no se exhorta a hacer guerra ni dar auxilio, sino a estarse quieto, la oración se llama disuasoria. La tercera especie de oratoria es cuando uno manifiesta la injusticia que alguno le ha hecho y la causa de los males padecidos: esta especie se llama acusación. La cuarta especie de oratoria se llama defensa, y es cuando uno manifiesta no haber procedido injustamente ni haber cometido insolencia alguna: esta especie, digo, se llama defensa o apología. La quinta especie de oratoria es cuando el orador sólo dice bien del uno y lo demuestra bueno y honesto: esta especie se llama encomio. Y la sexta especie es cuando se demuestra que uno es malo: ésta se llama vituperación. Así que las partes de la oratoria son: el encomio, la vituperación, la exhortación, la disuasión, la acusación y la defensa.

59. El bien decir o disertar se divide en cuatro: uno es decir lo que conviene; otro decir cuanto conviene; tercero a quienes decir conviene; y cuarto cuando decir conviene. Decir lo que conviene es decir las cosas que han de ser útiles al que dice y al que oye. Decir cuanto conviene es decir lo que baste, ni más ni menos. Decir a quienes conviene es acomodar las palabras a la edad de aquellos a quienes se dice, ya sean ancianos, ya mozos. Y decir cuando conviene es que no sea demasiado presto ni demasiado tarde; pues, de lo contrario, se peca contra las reglas del bien decir.

60. La beneficencia es de cuatro modos: o con dinero, o con el cuerpo, o con las ciencias, o con las palabras. Con dinero, cuando uno socorre con él al necesitado que pide, en cuanto racionalmente puede. Con el cuerpo se ayudan mutuamente los hombres cuando se socorren contra quien los hiere. Los maestros, los médicos y los que enseñan alguna cosa útil benefician con las ciencias. Y cuando uno sube al tribunal de justicia para favorecer a otro, y efectivamente dice bien de él, beneficia con las palabras. Luego la beneficencia es o con dinero, o con el cuerpo, o con las ciencias, o con las palabras.

61. El fin de las cosas se divide en cuatro especies. Primeramente toman fin las cosas según la ley cuando se hace un decreto y la ley misma lo perfecciona o conduce al fin. Lo toman según la naturaleza, v.gr., el día, el año y las estaciones de éste. Tómanlo según el arte, como la arquitectura civil cuando uno concluye una casa, y la naval cuando una nave. Y lo toman según la casualidad o suerte cuando las cosas acontecen diversamente y no según uno esperaba. Luego el fin de las cosas es o según la ley, o según la naturaleza, o según el arte, o según el acaso.

62. El poder o potencia se divide en cuatro especies: una es mental, pues podemos pensar y opinar con la mente. Otra corporal, pues podemos caminar, dar, recibir, y otras cosas como éstas. La tercera es cuando somos poderosos a fuerza de soldados o de dinero; y de esta forma se dice puede mucho un rey. La cuarta especie de poder es que podemos padecer o hacer bien o mal, como estar enfermos, ser instruidos, sanar de las dolencias, y todas las demás cosas de esta clase. Así que una especie de poder reside en el ánimo, otra en el cuerpo, otra en las tropas y dinero, y otra en la acción y pasión.

63. La humanidad (253) es de tres especies: una es a manera de obligación, como cuando unos se encuentran a otros y se saludan, y dándose las manos se alegran mutuamente. Otra especie es cuando uno da socorro a los infelices. Y la otra es cuando son convidados a la mesa los amigos. Luego la humanidad se encierra en saludar a los amigos, en socorrerlos y en convidarlos a comer y estar con ellos.

64. La felicidad se divide en cinco partes: una es el buen consejo; otra la integridad de sentidos y sanidad del cuerpo; la tercera, la fortuna en el obrar; la cuarta, la estimación y gloria entre los hombres; y la quinta, la abundancia de dinero y demás cosas útiles a la vida. El buen consejo dimana de la educación y de la experiencia en muchas cosas. La buena constitución de cuerpo y sentidos procede de la aptitud de sus partes y órganos, como de los ojos si ve bien, de los oídos si oye, y de la nariz y boca si ejercen debidamente sus propios oficios. Ésta es la integridad de sentidos. La fortuna en el obrar depende de considerar y ejecutar rectamente las cosas y según corresponde a un varón diligente. La estimación y gloria humana nacen del buen concepto y opinión en que estamos. Y la abundancia es cuando está uno tan provisto de las cosas necesarias a la vida, que puede hacer bien a los amigos y darles abundantemente lo necesario. Quien tiene todas estas cosas es perfectamente feliz. Así que la felicidad consiste en el buen consejo, en la integridad de sentidos, en la sanidad del cuerpo, en la fortuna, en la estimación y gloria, y en la abundancia.

65. Las artes se dividen en tres clases: primera, segunda y tercera. De la primera es la metalúrgica (254) y la corta de madera: éstas son preparativas. De la segunda la metálica y la tectónica (255), las cuales son transformativas, pues del hierro la metálica hace armas, y la tectónica, de madera flautas y liras. Y la tercera clase es la que hace uso de las mismas cosas construidas, v.gr., el arte de montar a caballo, que usa los frenos; la bélica, las armas; la música, las flautas y liras. Divídese, pues, el arte en tres clases: primera, segunda y tercera (256).

66. Lo bueno es de cuatro especies, la primera de las cuales es cuando llamamos virtuoso a uno por poseer este bien. La segunda es la virtud misma y la justicia, a las cuales llamamos bien. La tercera, los alimentos, el ejercicio conveniente y las medicinas. Y la cuarta es el arte de tocar la flauta, la histriónica y otras semejantes. Así que son cuatro las especies de bien: poseer la virtud; la virtud misma; el alimento y ejercicio moderado, y la pericia en tocar la flauta, la histriónica y la poética.

67. De las cosas existentes, unas son malas, otras buenas, y otras indiferentes. De éstas llamamos malas a las que pueden dañar siempre, como la intemperancia, la imprudencia, la injusticia y otras así: las contrarias a éstas son buenas. Las cosas que a veces aprovechan y a veces dañan, como el pasear, el estar sentado, el comer; o bien las que nunca aprovechan ni perjudican, son indiferentes o neutras, puesto que ni son buenas ni malas. Luego de las cosas existentes unas son buenas, otras malas, y otras indiferentes o neutras.

68. El buen gobierno es de tres maneras: en primer lugar, cuando las leyes son buenas, decimos que el gobierno lo es. Secundariamente, si los ciudadanos se sujetan a las leyes establecidas. Y en tercer lugar, cuando no habiendo leyes se gobiernan bien los ciudadanos según algunas costumbres y máximas, pues también a éste llamamos buen gobierno. Conque el recto gobierno es haber buenas leyes, sujetarse a ellas los ciudadanos, y regirse por buenas máximas y costumbres.

69. El mal gobierno se divide en tres especies: la primera de ellas es cuando las leyes puestas son malas, no sólo para los forasteros, sino también para los ciudadanos. La segunda, cuando no se observan las establecidas. Y la tercera, cuando no hay ley alguna.

70. Las cosas contrarias son en tres maneras, como cuando decimos que los bienes son contrarios a los males, v.gr., la justicia a la injusticia, la ciencia a la ignorancia, y semejantes; que unos males son contrarios a otros, v.gr., la prodigalidad a la avaricia, el castigo injusto al justo, pues estos son males contrarios a otros males. Lo grave y lo leve, lo breve y lo tardo y lo negro y lo blanco son contrarios entre sí del modo que lo son las cosas neutras a las neutras. Así que las cosas contrarias lo son, una como las buenas a las malas, otras como las malas a las malas, y otras como las neutras a las neutras.

71. Tres son las especies de bienes: unos los poseídos, otros los participados, y otros los por sí subsistentes. Los poseídos son los que podemos tener: v.gr., la justicia, la salud. Los participados son los que no pueden en sí tenerse, pero podemos participar de ellos, v.gr., no podemos tener el bien mismo, pero podemos ser de él participantes. Los bienes subsistentes por sí mismos son aquellos de quienes ni podemos participar, ni los podemos en sí tener, pero conviene que estén en nosotros, v.gr., el ser diligentes y el ser justos, lo cual es un bien. Los bienes, pues, son poseídos, participados y por sí existentes.

72. El consejo se divide en tres partes: uno se toma de los tiempos pasados, otro de los venideros, y otro del presente. El de los tiempos pasados por medio de ejemplares, v.gr., qué es lo que padecieron los lacedemonios por guardar fidelidad. El del tiempo presente manifestando, v.gr., la flaqueza de los muros, la cobardía de los hombres, la cortedad de víveres. Y el de los tiempos futuros, como que no lleven las embajadas apariencia de injustas para que la Grecia no pierda su opinión y gloria. Luego el consejo es de los tiempos pasados, de los presentes y de los futuros.

73. La voz es de dos especies: una animada y otra inanimada. La voz animada es la de los animales; la inanimada son los sones y los ruidos. La voz animada o es docta o indocta: docta, la de los hombres; indocta, la de los animales. La voz, pues, es animada e inanimada.

74. De las cosas existentes, unas son divisibles, otras indivisibles. De las divisibles, unas son de partes semejantes, otras de partes desemejantes. Indivisibles son las que no admiten división ni se componen de nadie, v.gr., la unidad, el punto, el sonido. Divisibles, las que se componen de algo, v.gr., las sílabas, la sinfonía, los animales, el agua, el oro. De partes semejantes son las cosas que se componen de semejantes, y su todo no se diferencia de sus partes, sino en el número, v.gr., el agua, el oro y otras de esta especie. Desemejantes en partes son las cosas que se forman de partes desemejantes, v.gr., una casa y otras cosas así. Luego de las cosas existentes, unas son partibles, otras impartibles. De las partibles, unas son de partes semejantes, otras son de partes desemejantes.

75. De las cosas existentes, unas se llaman por sí mismas, otras para otro. Las por sí mismas son las que no necesitan de exposición: de esta clase es el hombre, el caballo, y demás animales, los cuales no admiten interpretación alguna. Las llamadas para otro, todas necesitan de explicación, v.gr., lo que es mayor que otro, lo más veloz que otro, lo mejor que otro, etc.; pues lo que es mayor lo ha de ser de lo que es menor; lo más veloz lo será de alguno. Y así, de los entes, unos se llaman por sí mismos, otros para otro. Así dividía Platón las cosas primeras y principales, como dice Aristóteles.

76. Hubo otro Platón, filósofo rodio, discípulo de Panecio, según escribe Seleuco Gramático en el libro I De la Filosofía. Otro, peripatético, discípulo de Aristóteles. Otro hubo discípulo de Praxifanes; y otro poeta de la comedia antigua.

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(195) Los treinta que dijimos en la nota 91.

(196) Abril.

(197) έν παντοδατή ίστορίχ.

(198) Acaso mejor, De los paseos, de ambulationum, como el intérprete latino traduce en la vida de Teofrasto, y en la de Demócrito el mismo libro όγδόψ περίπάτων.

(199) Es uno de los diálogos existentes de Platón, y significa Los Rivales. Platón lo titula Ερασταί, amatores

(200) διά τήν πλατυτπτα τής έρμηνείας.

(201) Más adelante explica Laercio cuál fuese este lugar y edificio llamado Academia, del cual tomaron su nombre las sectas académicas. Aun actualmente se honran con este nombre los cuerpos literarios, artísticos y otros, dedicados a cultivar y promover varias ramas de literatura, lenguas, facultades, bellas artes, etc.

(202) Un talento valía unos 1.000 ducados de vellón.

(203) Entiéndese cuando murió, como dicen Valerio Máximo, Quintiliano, Hesiquio y otros; bien que Suidas afirma que solía tenerlos debajo de la cabeza cuando dormía.

(204) El mismo Carmandro acusador.

(205) Véase la nota 132 a la vida de Aristipo.

(206) τνύ δαιμονίον μηνίσαντος άντώ, dœmonio eum persecuente.

(207) El gobierno de iguales, o digamos republicano.

(208) El texto lee Αντοχάρει. Casaubono, Aldobrandini, Menagio y demás ilustradores de Laercio lo corrigen en ΉδνΧάρει, como escriben Ateneo, Harpocración y Suidas.

(209) παράγραμματίζων άντον. Como si dijéramos: lo paragramatiza.

(210) τής σής παρθενίης μετάδος. La expresión griega tirar una manzana, μήλψ  βαλλεϊν, es lo mismo que amar. Usó de ella Virgilio, Egl. 3, v. 64. Malo me Galatea petit, etc.

(211) El texto está dudoso sobre quién reprendió a quién.

(212) είς τό δυνατόν: por cualquier modo, o de todos modos. Es fórmula testamentaria. Casaubono

(213) En este párrafo habla Laercio con una señora a quien dedica la presente obra. En el libro De la triaca, atribuido a Galeno, se dice que esta señora se llamaba Arria, y que era muy estimada y honrada de los emperadores romanos de su tiempo (que serían Septimio Severo y Caracalla, o bien Marco Antonio y Septimio Severo). Véase Reynesio, lib. II cap. XII, var. lect. Llevar lechuzas a Atenas, νλαϋχας είς Άθήνας, fue proverbio antiguo, semejante al nuestro, llevar agua al mar, porque en Atenas se crían muchísimas lechuzas, por ser lugar en que se coge cantidad de aceite.

(214) Véase el párrafo 15 de Platón

(215) O sea, natural y racional

(216) Uso de esta voz por no hallar otra equivalente a la griega άγωνιστιχός.

(217) También esta voz es nueva, aunque no su raíz. El griego es μαιευτιχδε.

(218) O de tentativa, πειραστιχός.

(219) A saber: o que acusa a uno, o disuelve los argumentos opuestos.

(220) άυτονδογματίξειν: si dogmatizó.

(221) τετραλογία.

(222) Έβδόμη.

(223) άπλοϋς es sencillo, o sea no doble. Lo mismo puede significar φαϋλος, aunque ordinariamente es ignorante, malo, perverso, etc. Véase la nota 98.

(224) Honesto, bello

(225) A las palabras y figuras nuevas que usa.

(226) San Isidoro, Orig., lib. I, cap. XX, lo figura así:>:

(227) Su forma era ésta: -. San Isidoro lo figura así: ‘-; y al obelo con dos puntos lo llama limnisqus

(228) Es figurado así: .). San Isidoro no pone más que la de un punto dentro. Llamábase έστιγμένον.

(229) El Ceraunio, o digamos Rayo, se figuraba de esta forma: V.

(230) Que era una estrella.

(231) Que se figuraba así: -.. San Isidoro pone muchos signos diferentes de éstos.

(232) Parece que quiere significar los siete orbes celestes de los siete planetas, puestos por intervalos armónicos, según la doctrina pitagórica. Que a su imitación arreglaban también el alma por intervalos armónicos, lo dice más abajo. – Platón, en su Timeo; Cicerón, en el libro De universo

(233) No está dividido en seis, como el antecedente.

(234) χαί τόν μήν, εϊναι ταύτού τούς δέ, θατέραυ, esto es, que el círculo no dividido es de sí mismo: los demás son del otro que no está dividido. Son estas locuciones muy oscuras y difíciles de comprender, cuanto más de explicar. Podrá leerse el mismo Platón en su Timeo, Plutarco en su Opúsculo de la procreación del alma, etc.

(235) De ocho lados o faces.

(236) De veinte faces.

(237) De seis faces.

(238) αισθητός, sujeto a nuestros sentidos

(239) Las palabras de Platón en su Timeo son: λεϊον δέ δή χύχλψ πάν, etc.; esto es, a este globo lo pulió y alisó sumamente en rededor, de modo que no tuviese ningunas eminencias ni hoyos. Más adelante sigue diciendo: ούδ΄ αϋ πινδς έπιδεές ην οργάνον σχεϊν, etc., a saber: ni tenía necesidad de instrumento alguno por donde recibiese alimento. Lo mismo dice en su Timeo Locrense, por estas palabras: λειότατον δέ όν ποτ΄ άχρί βειαν, etc. Estando, pues (el universo), sumamente liso y terso en su exterior, no ha menester los órganos mortales que a los otros animales se adoptan y acomodan para sus usos

(240) Los gentiles hicieron a la tierra no sólo diosa, sino madre de todos los dioses; y por consiguiente más antigua que ellos. Es de notar que el texto de Timeo, o de Platón, no pone aquí dioses, sino cuerpos, diciendo que la tierra es el más antiguo cuerpo de los celestes, πρεσ βύστα δέ έντί τών έντός ώρανώ σωμάτων; pero Laercio pone Οεών, dioses, y Cicerón, traduciendo el pasaje, dice deorum. Aun el mismo Platón en su primer Timeo escribe cuerpos, ςωμάωτν: bien que el intérprete latino traduce deorum

(241) Aquí parece haber padecido alguna alteración el texto laerciano. Sigo la corrección de Mer. Casaubono, que me parece la más fundada.

(242) συντιθένων, literalmente suena compuestos o agregados y unidos entre si.

(243) δλξης.

(244) δάίμονας.

(245) Habla aquí Laercio como gentil.

(246) χατάγένος, secundum genus, por sangre. Estas dos especies juzgo corresponden a lo que nosotros llamamos corona electiva, como fue la de los godos; y hereditaria, como es la presente de España. Véase el párrafo 57.

(247) La que procura el conocimiento de las enfermedades.

(248) Auxiliatriz.

(249) Escrita.

(250) La voz λόγος que usa aquí Laercio no sólo puede significar una oración retórica, sino cualquier razonamiento, sermón, discurso, plática, conversación, argumento, libro, etc. Véase el párrafo 56.

(251) Esto es, artística o facultativa

(252) Esta tercera especie de nobleza dada a los que eran coronados en certámenes literarios (de que sin duda trata Platón aquí, como lo demuestra la preposición άπό) parece análoga a la que en nuestros tiempos se adquiere por los grados que dan las universidades.

(253) φιλανθρωπία, el amor a los hombres

(254) A saber, la perteneciente a la primera preparación de los metales cuando salen de la mina, μεταλλευτιχή.

(255) O sea técnica, como en el pár. 51.

(256) Esto es, cada arte se puede considerar en tres grados o estados.

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