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Torre de Babel Ediciones

MONEDA – Vocabulario de la economía

Moneda

Se llama así el producto que sirve de intermediario general del cambio y al cual se refieren todos los precios.

Las condiciones de los metales preciosos han hecho que se los prefiera a los demás productos para desempeñar ese oficio. El oro y la plata son homogéneos, de la misma calidad en todas partes; su valor es universalmente reconocido, y, aunque sujeto a alteraciones, tiene cierta fijeza; se dividen con facilidad para proporcionarse a las necesidades del cambio, y se transportan cómodamente porque encierran mucho valor con relación a su volumen y peso; su dureza, además hace que sean permanentes y que se deterioren muy poco con el uso.

Es, por consiguiente, la moneda una porción de oro plata, acuñada en forma de disco, con un sello que garantiza su cantidad y calidad. No siendo posible fraccionar esos metales tanto como exigen los pequeños cambios, que son, por otra parte, muy frecuentes, se fabrica también moneda de cobre o bronce con el carácter de auxiliar y un valor de convenio, que excede en mucho al efectivo.

Con la intervención de la moneda al cambio directo o permuta sucede la compra-venta o cambio indirecto, llamado así porque uno de los productos que se truecan no se aplican directamente a las necesidades, y cada operación de cambio se descompone en dos partes, una para convertir en dinero los productos que sobran, y otra para emplearle en la adquisición de aquéllos que hacen falta y han de ser aplicados al consumo. La circulación, sin embargo, se simplifica y adquiere gran rapidez con esos procedimientos; para que tenga lugar la permuta no basta que el productor encuentre persona dispuesta a recibir su mercancía; es necesario al mismo tiempo que a él le convenga tomar la que se le ofrece en cambio, y todavía la transacción será imposible, estando de acuerdo acerca de la naturaleza de los artículos, si no coinciden también en las cantidades que respectivamente poseen y desean. La moneda evita esas dificultades, porque es un producto que se recibe sin inconveniente y satisface a la oferta de todos los otros: en este régimen el industrial ofrece el valor que pudiéramos llamar de consumo, y el consumidor demanda siempre con el valor de cambio.

No es menos importante el servicio que presta la moneda siendo el metro o tipo común en que se expresan todos los valores, pues sin ella, para fijar el precio de un producto sería necesario compararle con todos los restantes. Pero la moneda es al cabo una mercancía, y como tal se halla expuesta a oscilaciones; su valor sube o baja, según la situación que tiene en el mercado, de suerte que la fijeza que da a los precios no puede ser absoluta. Este mal es irremediable, porque habiéndose de tomar un valor para medir los valores, es imposible que la medida sea inalterable, y los metales preciosos son los que están menos expuestos a variaciones frecuentes y repentinas.

Como la moneda no se adquiere definitivamente sino para cambiarla de nuevo, puede ser reemplazada por medio de un signo sin valor intrínseco y que le tenga puramente nominal: pero éste circulará tan sólo en cuanto su representación sea efectiva y se convierta en moneda a voluntad del que le recibe.

La acción de la oferta y la demanda proporciona a cada país la cantidad de moneda que necesita, la cual está en razón directa del valor y el número de los cambios e inversa de la rapidez de la circulación. Cuando sobra moneda, el oro y la plata se exportan y se funden, convirtiéndose en objetos de adorno, muebles, etc., y cuando escasea aquélla, se importan y se acuñan los metales que sirven para formarla.

La moneda es un producto y un instrumento del cambio; nace, pues, de la industria, sirve para ella exclusivamente y debiera ser obtenida por la acción del trabajo privado y libre, como todos los otros medios económicos. Sin embargo, lo común es que los Gobiernos fabriquen la moneda, y esto quiere justificarse alegando que su intervención es necesaria para evitar la adulteración y la diversidad de las monedas. El Estado no ha correspondido a esa confianza que inspira, porque él mismo ha violado frecuentemente las leyes monetarias, y no consigue tampoco impedir las falsificaciones; la unidad de la moneda tendría, por otra parte, suficiente garantía en las exigencias del consumo y en el interés de los fabricantes particulares. Los Gobiernos están obligados, sin duda alguna, a vigilar la acuñación y a reprimir los fraudes que en ella se cometan; pero ese deber no les autoriza para reservarse el monopolio.

Las cuestiones relativas al desgaste de la moneda han de decidirse según el principio que para la acuñación se haya adoptado. Si ésta se halla a cargo del Estado, las monedas defectuosas deben ser recogidas y completadas a costa del presupuesto; si la fabricación es libre, la moneda seguirá la condición de los demás productos, y el quebranto del desgaste le sufrirán los particulares que de ella hagan uso. (V. Ley monetaria y Unidad monetaria).

Vocabulario de la Economía – Nomenclatura y principales conceptos de economía (editado: 5-11-2007)                                         MONEDA
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