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Torre de Babel Ediciones

PROPIEDAD – Vocabulario de la economía

Propiedad

Es, en el sentido económico, la relación que el hombre mantiene con las cosas de la Naturaleza para aplicarlas a la consecución de su destino.

La propiedad es una relación muy compleja, como que expresa la total comunidad en que viven ambos términos; pero la economía la considera únicamente en cuanto la Naturaleza sirve para el fin del hombre.

El fundamento de la propiedad está en las condiciones del sujeto y del objeto: el hombre no tiene dentro de sí todo lo que necesita para existir y desarrollarse; ha menester el auxilio de los objetos exteriores, y debe asimilárselos: las cosas de la Naturaleza son también limitadas, por regla general; su utilidad no puede satisfacer más que un cierto número de necesidades y requiere la apropiación, la aplicación exclusiva a algunas de ellas. Por eso la propiedad no recae sobre las cosas llamadas de uso inagotable, que todos pueden utilizar al mismo tiempo como el aire, el mar, etc., sino solamente sobre aquéllas cuyo aprovechamiento exige una relación particular y determinada.

El hombre, como término activo, es el que establece y dirige la relación de propiedad: los actos que para ello ejecuta son los que constituyen el trabajo económico. El trabajo no es, por consiguiente, el fundamento de la propiedad; pero sí condición indispensable para que exista en tanto que las cosas de la Naturaleza no nos sirven espontáneamente, no se hallan en nuestro dominio, sino que es necesario traerlas a él. El trabajo no es siquiera el único origen de la propiedad, considerada individualmente, porque en virtud de la organización social, por la donación, el cambio, etc., nos hacemos dueños de objetos sobre los cuales no hemos obrado directamente.

Siendo la propiedad el recurso con que el hombre cuenta para hacer frente a su necesidad de los bienes materiales, será el medio económico por excelencia y la institución fundamental y más importante de este orden de la vida. Dedúcese también del objeto de la propiedad que no puede consistir en la facultad de usar y abusar de las cosas, supone su aplicación a los fines racionales, y tiene como límite el de las necesidades legitimas.

Por otra parte, si la propiedad es relación esencial para nosotros, todos los hombres habrán de ser propietarios sin que esto quiera decir que hayan de serlo todos del mismo modo. Al contrario, precisamente porque son varias las necesidades en que la propiedad se funda y distintos los esfuerzos que se emplean para adquirirla, cada cual debe poseer bienes diferentes en especie y cantidad. Por donde se muestra en la propiedad una esfera personal en la que la elección del objeto, la forma de la relación y su disfrute, todo es individual, y así ha podido decirse que la propiedad es la extensión o el reflejo de la personalidad en el mundo físico. Pero como el medio sigue la condición del fin y el hombre tiene fines sociales, al lado de la esfera individual ha de haber para los bienes materiales tantas otras como sean los círculos o entidades de la vida humana; y la familia, el municipio, la nación y la humanidad serán también sujetos de propiedad, a cuyas necesidades ha de atenderse por medio de una organización que, manteniendo el aspecto individual, afirme los caracteres sociales de la propiedad y la haga contribuir a los fines colectivos, de igual manera que cada uno de los miembros de esas asociaciones concurre personalmente a su objeto, sin menoscabo de su libertad o independencia.

No ha habido sistema ni doctrina que niegue realmente el fundamento de la propiedad, por más que existan escuelas que, desconociendo en ella unas el carácter individual y otras el elemento social, combaten con empeño algunas de sus formas e instituciones. El comunismo pretende que la propiedad sea exclusivamente colectiva; el socialismo quiere las facultades del propietario estén sometidas a la dirección y el dominio eminente del Estado, y los individualistas sostienen que no hay más sujeto de propiedad que el individuo, con poder discrecional y disposición libérrima. El error de tales sistemas se comprueba sin más que tener en cuenta cómo es imposible realizarlos. El régimen comunista más estrecho, aquél en que la alimentación y el vestido de los ciudadanos, por ejemplo, corran a cargo de la colectividad, no puede impedir que de algún modo aparezca la disposición y la esfera individual, porque una vez repartidos la ración o el uniforme, cada uno es dueño del suyo; se servirá de él o dejará de usarle, le utilizará de manera diferente y podrá hacer con él un cambio o un regalo; será, en fin, verdadero propietario. Por su parte, los individualistas más radicales tienen que admitir todos con la necesidad del impuesto el fin social de la propiedad y la intervención en ella del Estado, que algunos acentúan más todavía defendiendo la prohibición de amortizar, y llegando hasta la expropiación forzosa por utilidad pública. En cuanto al socialismo, que mira como contrarios los intereses particulares y los colectivos, intenta luego concordarlos de una manera artificial y mecánica, imponiéndoles por medio del Estado continuas transacciones, y da lugar a sistemas de propiedad puramente arbitrarios y violentos.

El comunismo, para lograr la igualdad, destruye la variedad, que no es incompatible con aquélla; el individualismo sacrifica a la libertad el elemento común, y el socialismo, arrastrado por la lógica de la comunidad, es impotente para conseguir el orden donde comienza por establecer la contradicción. Para llegar a la armonía es necesario reconocer que con la propiedad debe de cumplirse el fin humano, y ha de haber en ella, por lo tanto, una esfera puramente individual, cerrada a toda ingerencia extraña, que corresponda a las necesidades personales, y otra, constituida también libre y espontáneamente, no por la fuerza del Estado, que haga posible la satisfacción de las necesidades sociales. El Estado no es más que una de las instituciones que forman la sociedad, y aunque puede reclamar los medios materiales que le son precisos, no está llamado a dirigir la propiedad; su misión se reduce a rodear de garantías y formas jurídicas esa organización a que han de contribuir todos los demás elementos sociales. Ofrece, sin duda, grandes dificultades la demarcación de esas dos órbitas, la fijación del punto hasta que llegan y en que se enlazan la acción individual y la social; pero es necesario adoptar el principio de su coexistencia como criterio para resolver todas las cuestiones relativas a la propiedad.

Desde el punto de vista económico, ya hemos visto que la propiedad es el objeto a que la actividad se dirige. Las operaciones productivas son de adquisición de la propiedad, el cambio, la transmisión de la propiedad, el consumo, su empleo o aplicación a las necesidades. Todo lo que favorece la propiedad es un estímulo para el trabajo; todo lo que la perjudica, un obstáculo que impide el aumento de la riqueza y su distribución equitativa, el bienestar y el progreso.

Vocabulario de la Economía – Nomenclatura y principales conceptos de economía (editado: 5-11-2007)                                    PROPIEDAD
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