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Torre de Babel Ediciones

VALOR – Vocabulario de la economía

Valor

Es, según el Diccionario de la Academia Española, la calidad que constituye una cosa digna de estimación o aprecio

La acepción de esa palabra en el lenguaje de la economía no difiere de su sentido general, y buena prueba es de ello que a pesar de las enojosas discusiones que los autores sostienen sobre el concepto del valor económico, hállanse todos conformes en que significa una propiedad o relación de las cosas, siendo muy de notar que, no obstante esas oposiciones y divergencias, la mayor parte de los economistas se encuentran también de acuerdo cuando se trata de determinar cuáles son las cosas en que reside el valor.

Infiérese de aquí que si la cuestión del valor no se ha resuelto, es tal vez porque no se ha planteado en sus verdaderos términos. La dificultad nace, en nuestra opinión al menos, de que suelen involucrarse dos puntos que es necesario distinguir, estableciendo primero en qué consiste el valor económico, y examinando luego de qué depende o cuáles son las circunstancias que en él influyen.

Afirmamos que el valor económico es una cualidad, y nos sugiere ante todo la idea de lo útil —sólo vale aquello que sirve para algo—; pero la idea del valor excede a la de utilidad y expresa un grado superior o más elevado de ésta, porque no decimos el valor de todas las cosas útiles, —el aire, la luz, etc., no valen económicamente—, ni aun de aquéllas que particularmente entran en el orden de la economía, porque su utilidad requiere la intervención del trabajo —la tierra inculta y abandonada, los frutos espontáneos de la isla desierta tampoco tienen valor alguno—, sino que reservamos la afirmación del valor como propia únicamente de las cosas cuya utilidad se nos ofrece en toda la plenitud de su desarrollo, merced a la acción ejercida sobre ellas por el trabajo. Es decir, que el valor se refiere siempre a un resultado de la industria humana, que tiene por fundamento la utilidad y por condición el trabajo; es la cualidad esencial y distintiva de los productos económicos, y puede definirse como la utilidad apropiada, o bien el grado de utilidad que convierte a las cosas en riqueza

En esto vienen a parar, o de ello parten como supuesto, las numerosas teorías relativas al valor, aunque sólo algún economista lo establece claramente (1). Pero ¿de qué depende que el valor de unas cosas sea considerable, que otras le tengan escaso y se halle el de todas sujeto a continuas alteraciones? ¿Cómo se mide el valor económico? Por la utilidad que contiene el producto, dicen unos; por el esfuerzo que cuesta adquirirle, dicen otros; por su escasez en el mercado, añaden algunos; y aquí comienza la confusión y el laberinto de las opiniones.

Si el valor proviene, como hemos visto, de la utilidad y el trabajo, éstos serán los primeros elementos que en él influyan, sin perjuicio de que pueda haber otros con los que también se relacione.

La utilidad del producto puede aplicarse a las necesidades directamente para el uso, e indirectamente por medio del cambio: luego tiene dos aspectos y ambos contribuirán a la determinación del valor: así decimos que valen poco cosas que satisfacen las exigencias más apremiantes de nuestra naturaleza —el pan, la leña, etc.—, y reconocemos un gran valor en otras que por sí mismas no pueden procurarnos bien alguno —el tabaco, por ejemplo, para el que no fuma—. Ahora bien: este segundo carácter de la utilidad, que la refiere a las necesidades ajenas, se mide por el precio, o sea por la cantidad de otro producto que puede obtenerse a cambio de ellas. En este sentido ha podido decirse, y es seguramente cierto, que la abundancia y la escasez, las condiciones todas del mercado influyen en el valor económico.

El trabajo indispensable para formar un producto —nótese que no hablamos del empleado en cada caso, que puede ser muy distinto del necesario—; el trabajo, decimos, concurre también a fijar el valor económico. Vale más aquéllo que más trabajo cuesta, porque dada cierta utilidad, la producción depende en cantidad y calidad del trabajo empleado sobre aquélla, y tanto mayor será el valor que se obtenga cuanto más eficaz o mejor dirigido sea el esfuerzo; del mismo modo que dos trabajos iguales producirán valores diferentes si se aplican sobre utilidad distinta.

El valor está, pues, en razón directa de la utilidad y el esfuerzo que representa el producto. Pero esto sólo puede ser exacto tomando la utilidad no como relación puramente individual, sino en su doble aspecto de uso y de cambio, y el trabajo no como esfuerzo personal y de caso determinado, sino conforme a las condiciones formales de la industria.

No hay dos clases de valor económico, uno de uso y otro en cambio; el valor es uno, pero se fija mediante un juicio de que se computan la estimación propia y la estimación ajena de las cualidades del producto. Cuando el valor no expresa más que una relación de carácter exclusivamente personal, deja de ser económico, y el lenguaje común así lo advierte, distinguiéndole como valor de afección

La influencia que hemos reconocido al precio en la determinación del valor no supone la confusión de ambos términos. El precio consiste en la relación de dos valores, atiende sólo al cambio y en él únicamente se manifiesta, en tanto que el valor es anterior al cambio y se funda principalmente en las cualidades del producto. El precio no es más que un aspecto del valor, y se fija en virtud de causas muy distintas de las que obran sobre éste, y por eso no siempre coinciden: si el producto recibe todo su valor en comparación con otro, si hay equivalencia, se dice que el precio es justo; y cuando sucede de otro modo, decimos que vale aquél más o menos que el precio por que se cambia. Pudiéramos decir, según esto, que el valor es una determinación de la utilidad, y el precio una determinación del valor.

Que el valor es esencialmente variable y no hay una medida segura a que referirle, cosa en que también convienen los economistas, se explica sencillamente sin más que tener en cuenta que el valor expresa una relación entre términos sujetos a continuas alteraciones. Es la condición del medio económico, y éste se modifica al par de las necesidades a que se dirige y según cambian las condiciones del trabajo humano, que le da vida.

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(1) Carreras y González, Tratado didáctico de Economía política, lib. I, cap. VII, tercera edición.

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