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Torre de Babel Ediciones

Santo Tomás de Aquino – Filosofía Medieval y Cristiana – Fe – Artículo de Fe

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA- VOCABULARIO FILOSÓFICO

SANTO TOMÁS

Ejercicios  –  Textos  –  Resumen de su pensamiento

Influencias y repercusiones

Conceptos fundamentales explicados

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Artículo de fe

O dogma. Recibe este nombre toda verdad revelada al hombre por Dios y expuesta por el magisterio de la Iglesia.

FE

Virtud sobrenatural gracias a la cual el entendimiento cree en verdades relativas a Dios.

Hay dos cuestiones básicas en el tema de la fe: la determinación o caracterización de su esencia y la relación de la fe con otras formas de conocimiento. En cuanto a la caracterización de la fe, Santo Tomás nos dice que nuestro entendimiento puede aceptar o asentir a una verdad movido de alguna de estas tres maneras:

  1. porque ve inmediatamente la verdad, como ocurre con los primeros principios;
  2. porque deduce la verdad a partir de principios de por sí evidentes;
  3. porque es movido por la voluntad: la voluntad puede llevarnos a creer que es verdad algo de lo cual no tenemos una evidencia inmediata ni una demostración, como cuando queremos creer a alguien aunque no veamos que lo que dice es cierto. Decimos que le creemos porque queremos creerle, porque confiamos en él.

En el primer y segundo caso tenemos conocimiento racional, y la certeza que en ellos conseguimos está fundamentada en la evidencia. En el tercer caso no tenemos propiamente evidencia ni conocimiento racional, aunque la persona que acepta de este modo una verdad puede vivir con mucha intensidad la verdad en la que cree (con mucha certeza). El tercer caso es la creencia o fe

Respecto de la fe en Dios, los no creyentes la explican alegando que lo que mueve a alguien a aceptar una verdad que no ve verdadera, una verdad de la que no tiene evidencia ni inmediata ni mediata, es el prejuicio trasmitido por la mera costumbre y la educación, o el propio interés. Santo Tomás y toda la tradición cristiana se separan de esta interpretación asegurando que en el caso de la verdadera fe, lo que le mueve al creyente a creer es su propio querer creer, su propia voluntad, y ello como consecuencia de un acto de la bondad de Dios: la gracia. Dicho en términos más claros y simples: en la fe del creyente el responsable último es el propio Dios. No es extraño que esta interpretación del fundamento de la fe haya dado lugar a las versiones protestantes que consideran el don sobrenatural de la  fe (y por lo tanto la salvación) como algo que depende más de la gratuidad de la voluntad de Dios que de las acciones y voluntades de las personas. El punto de vista católico, y también el de Santo Tomás, quiere ser más equilibrado e intenta reunir tanto la legitimidad del acto de fe indicando que en último término tiene su origen en Dios, como la responsabilidad de cada persona en su salvación y en su creencia en Dios al considerar que la gracia puede estar presente pero depende de la bondad o maldad de cada uno que se manifieste o no (podemos apartarnos de la fe voluntariamente). La siguiente definición de la fe propuesta por Santo Tomás en la «Suma Teológica» describe precisamente las cuatro dimensiones básicas de la fe:

«creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia»

  • es un conocimiento (pues es un acto del entendimiento);
  • de las verdades relativas a Dios;
  • consecuencia de propia voluntad de creer;
  • de la cual es responsable último la gracia de Dios.

En cuanto a la cuestión de las relaciones entre la fe y otras formas de conocimiento, Santo Tomás aborda el problema distinguiendo los siguientes tipos de verdades:

  1. las que se alcanzan sólo por la razón no todos los conocimientos humanos interesan para la salvación, por lo que habrá muchas verdades que no se ofrecen ni a la fe ni a la revelación; aquí se incluyen la mayor parte de conocimientos científicos, por ejemplo los matemáticos;
  2. las que se alcanzan sólo por la fe el hombre no puede conocer exclusivamente con las fuerzas naturales todo lo relativo a Dios y necesario para la salvación, como por ejemplo que Dios es uno y trino;
  3. las que se pueden alcanzar por la fe y la razón la existencia de Dios y la inmortalidad del alma son verdades que se ofrecen a la fe, pero también es posible llegar a ellas mediante el ejercicio de la razón.

Dios tuvo que ofrecer a los hombres las verdades del tercer tipo también a la fe porque son esenciales para la salvación y no todos los hombres las pueden obtener con las meras fuerzas de su razón. Con la mera razón es muy difícil alcanzarlas, habría que ser filósofo o teólogo, y muchos no tienen ni tiempo, ni ganas, ni capacidad para ello. Además, el ejercicio de la razón no es muy fiable puesto que en muchas ocasiones mezcla la falsedad con la verdad, por lo que a muchos les parecerían dudosas verdades realmente ciertas.

Por otro lado, dice Santo Tomás, no hay incompatibilidad entre razón y fe, entre la esfera del conocimiento natural y la esfera de conocimiento sobrenatural. Esta última descansa directamente en Dios, pero la primera también descansa en Él, aunque indirectamente, pues Dios mismo nos ha dado la razón y la capacidad para comprender los primeros principios de la ciencia. Las verdades que poseemos por revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento natural. Si se da un conflicto entre ambas, Santo Tomás considerará que tal conflicto no es real: si la investigación racional se enfrenta a verdades que la tradición y la revelación consideran incontrovertibles, entonces lleva la peor parte la investigación racional pues el error estará en el mal uso de la razón. Este punto de vista influirá en el desarrollo de la ciencia pues tenderá a limitar la investigación científica y a ponerla bajo la tutela de la religión.

   Ver teología.

Santo Tomás – Esquema de su pensamiento – Resumen de la filosofía tomista para la preparación de la PAU (prueba de acceso a la universidad)

imageTEXTOS DE SANTO TOMÁS

Santo Tomás explica en el primer texto la fe como el asentimiento que el entendimiento otorga a la verdad sin que sea consecuencia de la evidencia; en el segundo nos ofrece una de las más claras definiciones de la fe, insistiendo en este caso en el carácter libre (y por tanto meritorio) que tiene el acto de fe. En el tercer texto se presenta una definición de la fe aún más completa, vinculando la creencia religiosa a la aspiración por la vida eterna. Finalmente, en el último texto, Santo Tomás explica los motivos que hacen imprescindible la fe aún en los casos en los que pudiéramos llegar con la razón a las mismas verdades.

          
     La fe implica asentimiento del entendimiento a lo que se cree. Por un lado, asiente movido por el objeto, que o es conocido por sí mismo, como ocurre en los primeros principios sobre los que versa el entendimiento, o es conocido por otra cosa, como en el caso de las conclusiones, materia de la ciencia. Por otra parte, el entendimiento presta su asentimiento no porque esté movido suficientemente por el propio objeto, sino que, tras una elección, se inclina voluntariamente por una de las partes con preferencia sobre la otra. Si presta ese asentimiento con duda y miedo de la otra parte, da lugar a la opinión; da, en cambio, lugar a la fe si lo presta con certeza y sin temor. Mas dado que se considera que hay visión cuando las cosas estimulan por sí mismas nuestro entendimiento o nuestros sentidos a su conocimiento, es evidente que no se da fe ni opinión sobre cosas vistas, sea por el entendimiento, sea por el sentido.

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 1, artículo 4

Según hemos ya expuesto (1-2 q.114 a.3 et 4), nuestros actos son meritorios en cuanto que proceden del libre albedrío movido por la gracia de Dios. De ahí que todo acto humano, si está bajo el libre albedrío y es referido a Dios, puede ser meritorio. Ahora bien, el de la fe es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios; se trata, pues, de un acto sometido al libre albedrío y es referido a Dios. En consecuencia, el acto de fe puede ser meritorio .

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 2, artículo 9

…Ahora bien, el acto de la fe, como ya hemos dicho (q.2 a.1 ad 3; a.2 y 9), es creer, y es, por lo mismo, acto del entendimiento determinado al asentimiento del objeto por el imperio de la voluntad. El acto, pues, de fe está en relación tanto con el objeto de la voluntad -el bien y el fin- como con el objeto del entendimiento, la verdad. Además, por ser virtud teologal, como también hemos expuesto (1-2 q.62 a.3), tiene la misma realidad por objeto y por fin. Es, pues, necesario que entre el objeto y el fin de la fe haya mutua correspondencia proporcional.
Ahora bien, el objeto de la fe lo constituyen, como hemos expuesto (q.1 a.1 y 4), la Verdad primera, en cuanto no vista, y las verdades a las que asentimos por ella. Según eso, la Verdad primera debe relacionarse con la fe como fin bajo el aspecto de una realidad no vista, y esto viene a parar en la razón formal de algo esperado, a tenor de las palabras del Apóstol en Rom 8,25: Esperar lo que no vemos. Efectivamente, ver una verdad equivale a poseerla, pues nadie espera lo que ya tiene, y el objeto de la esperanza es lo que no se tiene, como hemos probado (1-2 q.67 a.4).
(…)
Si alguien, pues, quisiera expresar en forma de definición estas palabras, podría decir que la fe es el hábito de la mente por el que se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al entendimiento a cosas que no ve. Con estas palabras se diferencia la fe de los demás actos que corresponden al entendimiento. Diciendo argumento se distingue la fe de la opinión, de la sospecha y de la duda, que no dan al entendimiento adhesión primera e inquebrantable a una cosa. Diciendo de cosas no vistas se distingue la fe de la ciencia y de la simple inteligencia que hacen ver. Con la expresión sustancia de las cosas que esperamos se distingue la virtud de la fe tomada en sentido general, la cual no se ordena a la bienaventuranza esperada.

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 4, artículo 1

Al hombre le es necesario aceptar por la fe no sólo lo que rebasa la razón natural, sino también cosas que podemos conocer por ella. Y esto por tres motivos. El primero, para llegar con mayor rapidez al conocimiento de la verdad divina. La ciencia, es verdad, puede probar que existe Dios y otras cosas que se refieren a El; pero es el último objeto a cuyo conocimiento llega el hombre por presuponer otras muchas ciencias. A ese conocimiento de Dios llegaría el hombre sólo después de un largo período de su vida. En segundo lugar, para que el conocimiento de Dios llegue a más personas. Muchos, en efecto, no pueden progresar en el estudio de la ciencia. Y eso por distintos motivos, como pueden ser: cortedad, ocupaciones y necesidades de la vida o indolencia en aprender. Esos tales quedarían del todo frustrados si las cosas de Dios no les fueran propuestas por medio de la fe. Por último, por la certeza. La razón humana es, en verdad, muy deficiente en las cosas divinas. Muestra de ello es el hecho de que los filósofos, investigando con la razón en las verdades humanas, incurrieron en muchos errores, y en muchos aspectos expresaron pareceres contradictorios. En consecuencia, para que tuvieran los hombres un conocimiento cierto y seguro de Dios, fue muy conveniente que les llegaran las verdades divinas a través de la fe, como verdades dichas por Dios, que no puede mentir .

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 2, artículo 4

Edición en papel:
Historia de la Filosofía. Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna.
Javier Echegoyen Olleta. Editorial Edinumen.
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