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Torre de Babel Ediciones

Nietzsche – Resumen mínimo de su pensamiento – Historia de la filosofía

FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)

Resumen mínimo de su pensamiento

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VITALISMO: NIETZSCHE

INTRODUCCIÓN: EL VITALISMO

Es vitalista toda teoría filosófica para la que la vida es irreductible a cualquier categoría extraña a ella misma. Esta doctrina tuvo éxito en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX y se desenvuelve en dos principales corrientes, en función de su idea de vida: la vida en el sentido biológico (Nietzsche) y la vida en el sentido biográfico e histórico (Ortega y Gasset). Para Nietzsche. la vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma; y la vida entendida en su dimensión biológica, instintiva, irracional, como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la epistemología y la ética a partir de su negación o afirmación de la vida.

A. LA CRITICA DE NIETZSCHE A LA CULTURA OCCIDENTAL

A. I. LA CONCEPCIÓN DIONISÍACA Y APOLÍNEA DE LA VIDA EN EL MUNDO GRIEGO ANTIGUO

La interpretación tradicional consideraba que la Grecia clásica era el momento de esplendor de la cultura griega, y Sócrates y Platón los iniciadores de lo mejor de la tradición occidental, la racionalidad. Frente a esta valoración, Nietzsche da más importancia a la Grecia arcaica, y pone en el siglo V a. C. el inicio de la crisis del espíritu griego. El pueblo griego antiguo aceptó las dos dimensiones básicas de la realidad, y las expresó con el culto a Apolo y a Dionisos, representando Apolo la individuación, la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional, y Dionisos la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos. Para la interpretación tradicional, toda la cultura griega era apolínea, y el pueblo griego el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional de la realidad. Nietzsche consideró válida esta interpretación para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior. La grandeza del mundo griego arcaico estribaba en armonizar ambos principios, considerando incluso que lo dionisíaco era la auténtica verdad. Sólo con el inicio de la decadencia occidental, con Sócrates y Platón, los griegos ocultan esta faceta inventándose un mundo de legalidad y racionalidad, el desprecio al mundo de lo corporal y la fe en la razón, identificando lo dionisíaco con el no ser y la irrealidad. La degeneración de la cultura por la filosofía griega triunfó en la cultura occidental con el ascenso de la moral judeocristiana y el monoteísmo, pervirtiendo de raíz el mundo occidental. Así, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se refiere a todos los ámbitos: la filosofía por inventar un mundo racional, la religión un mundo religioso y la moral un mundo moral; la decadencia del espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según Nietzsche, lo dionisíaco

A. II. LAS CRÍTICAS DE NIETZSCHE A LA CULTURA OCCIDENTAL

A la idea del conocimiento. Al afirmar la existencia de dos formas de ser, la esencia o propiedades básicas, y los rasgos accidentales que dan lugar a las diferencias entre individuos, la filosofía pudo creer que con los conceptos cabe reflejar correctamente la realidad. Pero, para Nietzsche, en el mundo no existen esencias, ni los objetos como realidades substanciales y permanentes. Por este motivo, para él, la metáfora y el arte son más adecuados para captar y expresar la realidad que el concepto preciso y la filosofía. Nietzsche rechaza la objetividad de la lógica y de la razón: la filosofía tradicional consideraba que las leyes de la razón (la lógica) son también leyes del mundo y sus principios los principios básicos de la realidad. Frente a ello, Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo: la lógica, la razón son invenciones humanas, las cosas no se someten a regularidad alguna, el mundo es la totalidad de realidades cambiantes, esencialmente distintas unas a otras, y acogen en su interior la contradicción. La filosofía tradicional creyó posible utilizar la razón desprendida de cualquier elemento subjetivo que pudiera afectar a su imparcialidad, creyó en el conocimiento objetivo del mundo, válido para todos. Nietzsche considera que esta creencia descansa en otra más básica, la creencia en algún tipo de realidad absoluta (el Mundo de las Ideas de Platón o el Dios cristiano); sin embargo si esta realidad absoluta es una fantasía humana, dicha confianza carece de sentido. Aún podemos hablar de conocimiento, concluye Nietzsche, pero aceptando su carácter relativo, subjetivo; dependiente de la perspectiva vital en la que se encuentra el individuo que lo crea; Nietzsche defiende el perspectivismo

Nietzsche criticó también las concepciones básicas de la ciencia: las leyes científicas son invenciones humanas pues no existen regularidades ni necesidad en el mundo y los hechos que lo pueblan, no hay leyes de la Naturaleza. La razón no se puede justificar a sí misma: la razón es una dimensión de la vida humana, pero junto con ella encontramos otras más básicas (imaginación, sentimientos, instinto…) y todas ellas pueden motivar nuestras creencias. Para la ciencia actual la matemática puede expresar con precisión el comportamiento de las cosas, para Nietzsche esta forma de entender el mundo es errónea pues las matemáticas no describen nada real, son invenciones humanas; en el mundo no existe ninguna de las perfectas figuras de la geometría, ni números, ni unidades. Las matemáticas prescinden de la dimensión cualitativa del mundo, de su riqueza y pluralidad.

A la metafísica. La filosofía presenta una idea del mundo totalmente inadecuada pues considera al mundo como un cosmos y cree en la racionalidad intrínseca de la realidad. La invención del Mundo Racional trae consigo la invención de los conceptos básicos de toda la metafísica tradicional (esencia, substancia, unidad, alma, Dios, permanencia…). Dado que el mundo que percibimos presenta características contrarias (corporeidad, cambio, multiplicidad, nacimiento y muerte), los filósofos acaban postulando el «platonismo», teoría que escinde la realidad en dos mundos: un mundo verdadero, dado a la razón, inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado a los sentidos, cambiante y subjetivo. Platón defendió esta tesis básica del pensamiento occidental, y, gracias al cristianismo, se ha instalado en la cultura, siendo la actitud básica de nuestra civilización. Una consecuencia de la invención del Mundo Verdadero es la valoración positiva del mundo del espíritu y negativa de la corporeidad. Encuentra Nietzsche un origen psicológico de la metafísica y del platonismo: la metafísica es un signo de tendencias antivitales, guiadas por un instinto de vida decadente, que permitió la exageración del papel de la razón, de la vida consciente; las categorías metafísicas como substancia, ser, esencia, unidad son puras invenciones para en ellas encontrar el reposo, la regularidad y calma ausentes del único mundo existente, el que se ofrece a los sentidos. Pero Nietzsche pone también en la influencia de la gramática otro origen de la metafísica; el lenguaje da lugar a una visión errónea de la realidad: la estructura sujeto-predicado, el empleo de las mismas palabras (los conceptos) para designar distintos individuos y la primacía que tienen las frases con el verbo ser, favorecen una interpretación substancialista de la realidad, la creencia en entidades dotadas de rasgos permanentes y propios, de esencias y naturalezas universales. Si nuestra gramática fuese distinta, nuestra forma de entender el mundo sería también distinta.

A la moral tradicional. El dogmatismo moral consiste en creer en la objetividad y universalidad de los valores morales: el cristianismo los sitúa en el ámbito eterno e inmutable de la mente de Dios; pero la moral tradicional, dice Nietzsche, se equivoca pues los valores morales no tienen una existencia objetiva, ni como una dimensión de las cosas, ni como realidades que estén más allá de éstas, en un mundo objetivo; los valores los crean las personas, son proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones, sentimientos e intereses. La moral tradicional creyó también que las leyes morales valen para todos los hombres y que si algo es bueno es bueno para todos. Nietzsche niega este creencia: si realmente los valores existiesen en un Mundo Verdadero y Objetivo cabría aceptar su universidad, pero no existe dicho Mundo, por lo que en realidad los valores se crean, y por ello cambian y son distintos a lo largo del tiempo y en cada cultura. Por otra parte, la moral tradicional es antivital: sus valores son contrarios a la vida, a las categorías básicas involucradas en la vida. La moral tradicional (la cristiana) es antinatural pues presenta leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida, es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural.

A la religión. Para Nietzsche la religión no es una experiencia verdadera pues Dios no existe; el estado de ánimo que promueve el éxito de las creencias religiosas, de la invención de un mundo religioso, es el de resentimiento, el de no sentirse cómodo en la vida, el afán de ocultar la dimensión trágica de la existencia. Nietzsche se enfrenta a los siguientes elementos del cristianismo: la «metafísica cristiana»: el cristianismo es «platonismo para el pueblo», comparte con Platón la incapacidad vital para aceptar todas las dimensiones de la existencia y el afán de encontrar un consuelo fuera de este mundo. El cristianismo, como Platón, escinde la realidad: por un lado el mundo verdadero, eterno, inmutable, en donde se realiza el Bien, la Verdad y la Belleza, y por otro el mundo aparente, cambiante, abocado a la muerte e imperfecto; el mundo del espíritu frente al mundo de la corporeidad. La moral cristiana: el cristianismo fomenta los valores de la «moral de esclavos» (humildad, sometimiento, debilidad, mediocridad), los valores mezquinos (obediencia, sacrificio, compasión) y la idea de culpabilidad, de pecado; es la moral vulgar, de resentimiento contra lo elevado, noble y singular; es la destrucción de los valores del mundo antiguo. El politeísmo es falso pero expresa mejor la riqueza de la realidad que el monoteísmo pues no se ha separado radicalmente de la vida; el monoteísmo representa el invento de un transmundo, la desvalorización del verdadero mundo y la máxima hostilidad a la naturaleza y a la voluntad de vida. El Dios cristiano representa los valores negativos y contrarios a la vida, mientras que el mundo divino politeísta representa los valores afirmativos, la fidelidad a la Naturaleza. La superación del cristianismo ( la «muerte de Dios») es fundamental para la transmutación de todos los valores y la recuperación de los valores de la antigüedad perdidos tras la aparición de esta religión y de la filosofía.

B. PROPUESTA FILOSÓFICA DE NIETZSCHE: REIVINDICACIÓN DE LA VIDA

B. I. POSIBILIDAD DE UNA NUEVA FILOSOFÍA

La muerte de Dios: Esta tesis señala que la creencia en Dios ha muerto, expresa el fin de toda creencia en entidades absolutas. Dios no crea al hombre sino el hombre a Dios. La creencia en Dios sirve para consolarnos de la miseria y sufrimiento existente en este mundo; es una consecuencia de la vida decadente e incapaz de aceptar el mundo en su dimensión trágica. Nietzsche se refiere al dios del cristianismo, pero también a todo aquello que puede sustituirle, pues Dios no es una entidad sino un lugar, una figura posible del pensamiento, representa lo Absoluto. Dios es la metáfora para expresar la realidad que se presenta como la Verdad y el Bien, como el supuesto ámbito objetivo que puede servir de referente a la existencia por encontrarse más allá de ésta y darle un sentido: la Naturaleza, el Progreso, la Ciencia, tomadas como realidades absolutas son el análogo a Dios. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere indicar que los hombres viven desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha vivido. Con dicha «muerte» podemos vivir sin lo Absoluto, en la «inocencia del devenir». Es la condición para la aparición del superhombre.

El nihilismo: puede ser expresión de decadencia vital: la cultura que cree en la existencia de una realidad absoluta, en la que se sitúan los valores objetivos de la Verdad y el Bien, es nihilista; la cultura cristiana y toda la cultura occidental, es nihilista pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente, (el Dios cristiano, el Mundo Racional de los filósofos), despreciando así la única realidad existente, la del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad de la vida. La otra cara de este nihilismo es el nihilismo pasivo y es una de las consecuencias de la «muerte de Dios», aparece por la consciencia del carácter infundado de la creencia en lo sobrenatural, en el mundo del espíritu: durante siglos se ha creído que la vida tiene un sentido porque algo exterior a ella se lo da; con la muerte de Dios sobreviene la crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es insostenible, vacía; el «nihilista pasivo» no cree en ningún valor, pues considera que todo valor es posible sólo si Dios existe, y Dios no existe, y puede terminan en la desesperación, la inacción o el suicidio. Nihilismo activo: es también nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada, una invención; Nietzsche es nihilista en este sentido al proponer la destrucción completa de todos los valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos; este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo momento en la historia, de una nueva moral y del superhombre.

B. II. EL PERSPECTIVISMO, UNA NUEVA FORMA DE ENTENDER EL CONOCIMIENTO

Nietzsche defiende el perspectivismo: toda representación del mundo es representación que se hace un sujeto; la idea de que podemos prescindir de la situación vital del sujeto, de sus rasgos físicos, psicológicos o biográficos, para alcanzar un conocimiento del mundo tal y como éste pueda ser (el conocimiento objetivo) es un absurdo. Nietzsche considera imposible el conocimiento de la realidad en sí misma, pues toda creencia, toda teoría del mundo, depende del punto de vista de la persona que la ha creado. Todo ser dotado de algún grado de conocimiento, de alguna capacidad para representarse el mundo, es tan buen testigo del mundo como nosotros, los seres humanos. No existe ningún dato o experiencia, ni del mundo exterior o físico ni del mundo interior, no contaminado por un punto de vista, por una interpretación; no es posible un «criterio de verdad» libre de elementos subjetivos, no existen los datos puros a partir de los cuales podamos construir un saber objetivo.

B. III. LA ÉTICA DEL SUPERHOMBRE

Nietzsche no propone el imposible vivir sin valores, propone invertir la tabla de valores: superar la moral occidental de renuncia y resentimiento hacia la vida mediante una nueva tabla en la que estén situados los valores que supongan un sí radical a la vida. Con el cristianismo prospera la moral de los débiles, de los que quieren huir del rigor de la vida inventándose un mundo objetivo y justo. La transmutación de los valores es la superación de esta “moral de esclavos” para recuperar de nuevo la “moral aristócrata”, y permite el triunfo del código moral del superhombre.

El superhombre. El hombre al que hay que superar es el que se somete a los valores tradicionales, a la “moral del rebaño”, a la moral basada en la creencia de una realidad trascendente que fomenta el desprecio por la vida, la corporeidad y la diferencia entre las personas. El superhombre sólo es posible cuando se realice hasta el final la «muerte de Dios». El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social, ni con una raza. Algunos rasgos de su conducta moral: rechaza la moral de esclavos, la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía, la obediencia a una regla exterior, el servilismo, la mezquindad; rechaza la conducta gregaria: la moral de los que siguen a la mayoría; crea valores: la mayoría de los hombres se encuentran con los valores ya creados por otros, con los estilos vitales vigentes; el superhombre inventa las normas morales a las que él mismo se somete; y los valores que crea son fieles al mundo de la vida y le permiten expresar su peculiaridad y riqueza; vive en la finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en un destino privilegiado (una raza, una nación, o un grupo); acepta la vida en su limitación, no oculta las dimensiones terribles de la existencia (el sufrimiento, la enfermedad, la muerte) es dionisíaco; le gusta el riesgo, las nuevas y difíciles experiencias, el enfrentamiento; no está preocupado ni por el placer ni por el dolor, ni propio ni ajeno, pues pone por encima de ellos el desarrollo de su voluntad y de su espíritu; es contrario al igualitarismo: ama la exuberancia de la vida, le gusta desarrollar en él mismo y en los demás lo que les es más propio; no tiene miedo a la diferencia; ama la intensidad de la vida: la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la belleza corporal y espiritual; puede ser magnánimo, como una muestra de la riqueza de su voluntad. El superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el creador y dueño de sí mismo y de su vida, es un espíritu libre

B. IV. LA VIDA, CATEGORÍA METAFÍSICA FUNDAMENTAL

Tesis del eterno retorno como signo de vitalidad. Esta concepción del tiempo consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones y cosas pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente, un número infinito de veces. Cabe entender esta tesis como la expresión de la máxima reivindicación de la vida: la vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada permanente; pero podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca sino porque se repite sin fin.

La voluntad de poder, «esencia» de la vida. Es el principio básico de la realidad a partir del cual se desarrollan todos los seres, la fuerza primordial que busca mantenerse en el ser, y ser aún más. Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el humano. Las características que para él tiene la realidad, el ser (la voluntad de poder) son: irracionalidad: la razón es sólo una dimensión superficial de la realidad pues el mundo no es racional sino caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte; la razón no tiene la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o las emociones. La fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas es inconsciente, aunque fugazmente se manifiesta de este modo en los seres humanos. Las distintas formas que toman las fuerzas de la vida no tienen ningún objetivo o finalidad, no buscan nada, son así pero nada hay en su interior que les marque un destino; Nietzsche declara con ello el carácter gratuito, contingente, de la existencia. Esta fuerza es impersonal, se trata de un cúmulo de fuerzas, no de una básica que esté a la base de todas las visibles; un cúmulo de fuerzas que buscan la existencia y el ser más, compitiendo en dicho afán entre sí, enfrentándose y aniquilándose. Nietzsche no entiende por «voluntad» lo que habitualmente llamamos con este término (la facultad del alma o de la mente) para Nietzsche esta voluntad es una manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser y una simplificación de un complejo juego de causas y efectos (deseos instintos, pulsiones, inclinaciones, que se enfrentan unas a otras). La voluntad de poder se identifica con cualquier fuerza, inorgánica, orgánica, psicológica, y tiende a su autoafirmación: no se trata de voluntad de existir, sino de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida.

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©Javier Echegoyen Olleta

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