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Torre de Babel Ediciones

Ética demostrada según el orden geomético – Espinosa – Indice de la obra

BARUCH DE ESPINOSA (Spinoza, Benedictus de)

ÉTICA

Ética demostrada según el orden geométrico – Baruch de Espinosa – Índice

Título original: Ethica

Edición preparada por Vidal Peña

Traducción del latín, introducción y notas: Vidal Peña

Editorial: Editora Nacional, D.L. Madrid, 1984 (4ª ed.). 395 p.; 18 cm.

Colección: Biblioteca de la literatura y el pensamiento universales, 4

 

INTRODUCCIÓN

PARTE PRIMERA: DE DIOS

DEFINICIONES

AXIOMAS

I.-Todo lo que es, o es en sí, o en otra cosa.

II. —Lo que no puede concebirse por medio de otra cosa, debe concebirse por sí.

PROPOSICIONES

PROPOSICIÓN I – Una substancia es anterior, por naturaleza, a sus afecciones.

PROPOSICIÓN II – Dos substancias que tienen atributos distintos no tienen nada en común entre sí.

PROPOSICIÓN III – No puede una cosa ser causa de otra, si entre sí nada tienen en común.

PROPOSICIÓN IV – Dos o más cosas distintas se distinguen entre sí, o por la diversidad de los atributos de las substancias o por la diversidad de las afecciones de las mismas.

PROPOSICIÓN V – En el orden natural no pueden darse dos o más substancias de la misma naturaleza, o sea, con el mismo atributo.

PROPOSICIÓN VI – Una substancia no puede ser producida por otra substancia.

PROPOSICIÓN VII – A la naturaleza de una substancia pertenece el existir.

PROPOSICIÓN VIII – Toda substancia es necesariamente infinita.

PROPOSICIÓN IX – Cuanto más realidad o ser tiene una cosa, tantos más atributos le competen.

PROPOSICIÓN X – Cada atributo de una misma substancia debe concebirse por sí.

PROPOSICIÓN XI – Dios, o sea, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita, existe necesariamente.

PROPOSICIÓN XII – No puede verdaderamente concebirse ningún atributo de una substancia del que se siga que esa substancia puede ser dividida.

PROPOSICIÓN XIII – Una substancia absolutamente infinita es indivisible.

PROPOSICIÓN XIV – No puede darse ni concebirse substancia alguna excepto Dios.

PROPOSICIÓN XV – Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse.

PROPOSICIÓN XVI – De la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas de infinitos modos (esto es, todo lo que puede caer bajo un entendimiento infinito).

PROPOSICIÓN XVII – Dios obra en virtud de las solas leyes de su naturaleza, y no forzado por nadie.

PROPOSICIÓN XVIII – Dios es causa inmanente, pero no transitiva, de todas las cosas.

PROPOSICIÓN XIX – Dios es eterno, o sea, todos los atributos de Dios son eternos.

PROPOSICIÓN XX – La existencia de Dios y su esencia son uno y lo mismo.

PROPOSICIÓN XXI – Todo lo que se sigue de la naturaleza, tomada en términos absolutos, de algún atributo de Dios, ha debido existir siempre y ser infinito, o sea, es eterno e infinito en virtud de ese atributo.

PROPOSICIÓN XXII – Todo lo que se sigue a partir de un atributo de Dios, en cuanto afectado de una modificación tal que en virtud de dicho atributo existe necesariamente y es infinita, debe también existir necesariamente y ser infinito.

PROPOSICIÓN XXIII – Todo modo que existe necesariamente y es infinito, ha debido seguirse necesariamente, o bien de la naturaleza de algún atributo de Dios considerada en absoluto, o bien a partir de algún atributo afectado de una modificación que existe necesariamente y es infinita.

PROPOSICIÓN XXIV – La esencia de las cosas producidas por Dios no implica la existencia.

PROPOSICIÓN XXV – Dios no es sólo causa eficiente de la existencia de las cosas, sino también de su esencia.

PROPOSICIÓN XXVI – Una cosa que ha sido determinada a obrar algo, lo ha sido necesariamente por Dios; y la que no lo ha sido por Dios, no puede determinarse a sí misma a obrar.

PROPOSICIÓN XXVII – Una cosa que ha sido determinada por Dios a obrar algo, no puede convenirse a sí misma en indeterminada.

PROPOSICIÓN XXVIII – Ninguna cosa singular, o sea, ninguna cosa que es infinita y tiene una existencia determinada, puede existir, ni ser determinada a obrar, si no es determinada a existir y obrar por otra causa, que es también finita y tiene una existencia determinada; y, a su vez, dicha causa no puede tampoco existir, ni ser determinada a obrar, si no es determinada a existir y obrar por otra, que también es finita y tiene una existencia determinada, y así hasta el infinito.

PROPOSICIÓN XXIX – En la naturaleza no hay nada contingente, sino que, en virtud de la necesidad de la naturaleza divina, todo está determinado a existir y obrar de cierta manera.

PROPOSICIÓN XXX – El entendimiento finito en acto, o el infinito en acto, debe comprender los atributos de Dios y las afecciones de Dios, y nada más.

PROPOSICIÓN XXXI – El entendimiento en acto, sea finito o infinito, así como la voluntad, el deseo, el amor, etc., deben ser referidos a la Naturaleza naturada, y no a la naturante.

PROPOSICIÓN XXXII – La voluntad no puede llamarse causa libre, sino sólo causa necesaria.

PROPOSICIÓN XXXIII – Las cosas no han podido ser producidas por Dios de ninguna otra manera y en ningún otro orden que como lo han sido.

PROPOSICIÓN XXXIV – La potencia de Dios es su esencia misma.

PROPOSICIÓN XXXV – Todo lo que concebimos que está en la potestad de Dios, es necesariamente.

PROPOSICIÓN XXXVI – Nada existe de cuya naturaleza no se siga algún efecto.

APÉNDICE

PARTE SEGUNDA: DE LA NATURALEZA Y ORIGEN DEL ALMA

DEFINICIONES

AXIOMAS

I—La esencia del hombre no implica la existencia necesaria, esto es: en virtud del orden de la naturaleza, tanto puede ocurrir que este o aquel hombre exista como que no exista.

II. —El hombre piensa.

III. —Los modos de pensar, como el amor, el deseo o cualquier otro de los que son denominados «afectos del ánimo», no se dan si no se da en el mismo individuo la idea de la cosa amada, deseada, etc. Pero puede darse una idea sin que se dé ningún otro modo de pensar.

IV.—Tenemos conciencia de que un cuerpo es afectado de muchas maneras.

V.—No percibimos ni tenemos conciencia de ninguna cosa singular más que los cuerpos y los modos de pensar.

PROPOSICIONES

PROPOSICIÓN I – El Pensamiento es un atributo de Dios, o sea, Dios es una cosa pensante.

PROPOSICIÓN II – La Extensión es un atributo de Dios, o sea, Dios es una cosa extensa.

PROPOSICIÓN III – Hay en Dios necesariamente una idea, tanto de su esencia, como de todo lo que se sigue necesariamente de esa esencia.

PROPOSICIÓN IV – La idea de Dios, de la que se siguen infinitas cosas de infinitos modos, sólo puede ser única.

PROPOSICIÓN V – El ser formal de las ideas reconoce como causa a Dios, en cuanto a éste se le considera sólo como cosa pensante, y no en cuanto es explicado por otro atributo. Esto es, ni las ideas de los atributos de Dios ni las de las cosas singulares reconocen como causa eficiente suya a las cosas ideadas por ellas, o sea, a las cosas percibidas, sino a Dios mismo, en cuanto que es cosa pensante.

PROPOSICIÓN VI – Los modos de un atributo cualquiera tienen como causa a Dios sólo en cuanto se lo considera desde el atributo del que son modos, y no en cuanto se lo considera desde algún otro atributo.

PROPOSICIÓN VII – El orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas.

PROPOSICIÓN VIII – Las ideas de las cosas singulares —o sea, de los modos— no existentes deben estar comprendidas en la idea infinita de Dios, tal como las esencias formales de las cosas singulares, o sea, de los modos, están contenidas en los atributos de Dios.

PROPOSICIÓN IX – La idea de una cosa singular existente en acto tiene como causa a Dios no en cuanto es infinito, sino en cuanto se lo considera afectado por la idea de otra cosa singular existente en acto, de la que Dios es también causa en cuanto afectado por una tercera, y así hasta el infinito.

PROPOSICIÓN X – A la esencia del hombre no pertenece el ser de la substancia, o sea, no es una substancia lo que constituye la forma del hombre.

PROPOSICIÓN XI – Lo primero que constituye el ser actual del alma humana no es más que la idea de una cosa singular existente en acto.

PROPOSICIÓN XII – Todo cuanto acaece en el objeto de la idea que constituye el alma humana debe ser percibido por el alma humana o, lo que es lo mismo, habrá necesariamente una idea de ello en el alma. Es decir: si el objeto de la idea que constituye el alma humana es un cuerpo, nada podrá acaecer en ese cuerpo que no sea percibido por el alma.

PROPOSICIÓN XIII – El objeto de la idea que constituye el alma humana es un cuerpo, o sea, cierto modo de la Extensión existente en acto, y no otra cosa.

PROPOSICIÓN XIV – El alma humana es apta para percibir muchísimas cosas, y tanto más apta cuanto de más maneras pueda estar dispuesto su cuerpo.

PROPOSICIÓN XV – La idea que constituye el ser formal del alma humana no es simple, sino compuesta de muchísimas ideas.

PROPOSICIÓN XVI – La idea de la afección, cualquiera que ésta sea, en cuya virtud el cuerpo humano es afectado por los cuerpos exteriores, debe implicar la naturaleza del cuerpo humano y, a un tiempo, la del cuerpo exterior.

PROPOSICIÓN XVII – Si el cuerpo humano experimenta una afección que implica la naturaleza de algún cuerpo exterior, el alma humana considerará dicho cuerpo exterior como existente en acto, o como algo que le está presente, hasta que el cuerpo experimente una afección que excluya la existencia o presencia de ese cuerpo.

PROPOSICIÓN XVIII – Si el cuerpo humano ha sido afectado una vez por dos o más cuerpos al mismo tiempo, cuando más tarde el alma imagine a uno de ellos, recordará inmediatamente también a los otros.

PROPOSICIÓN XIX – El alma humana no conoce el cuerpo humano mismo, ni sabe que éste existe, sino por las ideas de las afecciones de que es afectado el cuerpo.

PROPOSICIÓN XX – Se da también en Dios una idea o conocimiento del alma humana, cuya idea se sigue en Dios y se refiere a Dios de la misma manera que la idea o conocimiento del cuerpo humano.

PROPOSICIÓN XXI – Esta idea del alma está unida al alma de la misma manera que el alma está unida al cuerpo.

PROPOSICIÓN XXII – El alma humana percibe, no sólo las afecciones del cuerpo, sino también las ideas de esas afecciones.

PROPOSICIÓN XXIII – El alma no se conoce a sí misma sino en cuanto percibe las ideas de las afecciones del cuerpo.

PROPOSICIÓN XXIV – El alma humana no implica el conocimiento adecuado de las Partes que componen el cuerpo humano.

PROPOSICIÓN XXV – La idea de una afección cualquiera del cuerpo humano no implica el conocimiento adecuado del cuerpo exterior.

PROPOSICIÓN XXVI – El alma humana no percibe ningún cuerpo exterior como existente en acto sino por obra de las ideas de las afecciones de su propio cuerpo.

PROPOSICIÓN XXVII – La idea de una afección cualquiera del cuerpo humano no implica el conocimiento adecuado del cuerpo humano mismo.

PROPOSICIÓN XXVIII – Las ideas de las afecciones del cuerpo humano, en cuanto referidas sólo al alma humana, no son claras y distintas, sino confusas.

PROPOSICIÓN XXIX – La idea de la idea de una afección cualquiera del cuerpo humano no implica el conocimiento adecuado del alma humana.

PROPOSICIÓN XXX – Acerca de la duración de nuestro cuerpo no podemos tener sino un conocimiento muy inadecuado.

PROPOSICIÓN XXXI – Acerca de la duración de las cosas singulares que existen fuera de nosotros no podemos tener sino un conocimiento muy inadecuado.

PROPOSICIÓN XXXII – Todas las ideas, en cuanto referidas a Dios, son verdaderas.

PROPOSICIÓN XXXIII – En las ideas no hay nada positivo en cuya virtud se digan falsas.

PROPOSICIÓN XXXIV – Toda idea que en nosotros es absoluta, o sea, adecuada y perfecta, es verdadera.

PROPOSICIÓN XXXV – La falsedad consiste en una privación de conocimiento, implícita en las ideas inadecuadas, o sea, mutiladas y confusas.

PROPOSICIÓN XXXVI – Las ideas inadecuadas y confusas se siguen unas de otras con la misma necesidad que las ideas adecuadas, es decir, claras y distintas.

PROPOSICIÓN XXXVII – Aquello que es común a todas las cosas (acerca de esto, ver anteriormente el Lema 2), y que está igualmente en la parte y en el todo, no constituye la esencia de ninguna cosa singular.

PROPOSICIÓN XXXVIII – Aquello que es común a todas las cosas, y que está igualmente en la parte y en el todo, no puede ser concebido sino adecuadamente.

PROPOSICIÓN XXXIX – De aquello que es común y propio del cuerpo humano y de cienos cuerpos exteriores por los que el cuerpo humano suele ser afectado, y que se da igualmente en la parte y en el todo de cualquiera de ellos, habrá también en el alma una idea adecuada.

PROPOSICIÓN XL – Todas las ideas que se siguen en el alma de ideas que en ella son adecuadas, son también adecuadas.

PROPOSICIÓN XLI – El conocimiento del primer género es la única causa de la falsedad; en cambio, el del segundo y el tercero es verdadero necesariamente.

PROPOSICIÓN XLII – El conocimiento del segundo y tercer género, y no el del primero, nos enseña a distinguir lo verdadero de lo falso.

PROPOSICIÓN XLIII – Quien tiene una idea verdadera, sabe al mismo tiempo que tiene una idea verdadera, y no puede dudar de la verdad de eso que conoce.

PROPOSICIÓN XLIV – No es propio de la naturaleza de la razón considerar las cosas como contingentes, sino como necesarias.

PROPOSICIÓN XLV – Cada idea de un cuerpo cualquiera, o de una cosa singular existente en acto, implica necesariamente la esencia eterna e infinita de Dios.

PROPOSICIÓN XLVI – El conocimiento de la esencia eterna e infinita de Dios, implícito en toda idea, es adecuado y perfecto.

PROPOSICIÓN XLVII – El alma humana tiene un conocimiento adecuado de la eterna e infinita esencia de Dios.

PROPOSICIÓN XLVIII – No hay en el alma ninguna voluntad absoluta o libre, sino que el alma es determinada a querer esto o aquello por una causa, que también es determinada por otra, y ésta a su vez por otra, y así hasta el infinito.

PROPOSICIÓN XLIX – En el alma no se da ninguna volición, en el sentido de afirmación y negación, aparte de aquella que está implícita en la idea en cuanto que es idea.

PARTE TERCERA: DEL ORIGEN Y NATURALEZA DE LOS AFECTOS

PREFACIO

DEFINICIONES

POSTULADOS

PROPOSICIONES

PROPOSICIÓN I – Nuestra alma obra ciertas cosas, pero padece ciertas otras; a saber: en cuanto que tiene ideas adecuadas, entonces obra necesariamente ciertas cosas, y en cuanto que tiene ideas inadecuadas, entonces padece necesariamente ciertas otras.

PROPOSICIÓN II – Ni el cuerpo puede determinar al alma a pensar, ni el alma puede determinar al cuerpo al movimiento ni al reposo, ni a otra cosa alguna (si la hay).

PROPOSICIÓN III – Las acciones del alma brotan sólo de las ideas adecuadas; las pasiones dependen sólo de las inadecuadas.

PROPOSICIÓN IV – Ninguna cosa puede ser destruida sino por una causa exterior.

PROPOSICIÓN V – Las cosas son de naturaleza contraria, es decir, no pueden darse en el mismo sujeto, en la medida en que una de ellas puede destruir a la otra.

PROPOSICIÓN VI – Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser.

PROPOSICIÓN VII – El esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no es nada distinto de la esencia actual de la cosa misma.

PROPOSICIÓN VIII – El esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no implica tiempo alguno finito, sino indefinido.

PROPOSICIÓN IX – El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo.

PROPOSICIÓN X – Una idea que excluya la existencia de nuestro cuerpo no puede darse en nuestra alma, sino que le es contraria.

PROPOSICIÓN XI – La idea de todo cuanto aumenta o disminuye, favorece o reprime la potencia de obrar de nuestro cuerpo, a su vez aumenta o disminuye, favorece o reprime, la potencia de pensar de nuestra alma.

PROPOSICIÓN XII – El alma se esfuerza, cuanto puede, en imaginarlas cosas que aumentan o favorecen la potencia de obrar del cuerpo.

PROPOSICIÓN XIII – Cuando el alma imagina aquellas cosas que disminuyen o reprimen la potencia de obrar del cuerpo, se esfuerza cuanto puede por acordarse de otras cosas que excluyan la existencia de aquéllas.

PROPOSICIÓN XIV – Si el alma ha sido afectada una vez por dos afectos al mismo tiempo, cuando más tarde sea afectada por uno de ellos, también será afectada por el otro.

PROPOSICIÓN XV – Cualquiera cosa puede ser, por accidente, causa de alegría, tristeza o deseo.

PROPOSICIÓN XVI – En virtud del solo hecho de imaginar que una cosa es semejante en algo a un objeto que suele afectar al alma de alegría o tristeza, aunque eso en que se asemejan no sea la causa eficiente de tales afectos, amaremos u odiaremos esa cosa.

PROPOSICIÓN XVII – Si imaginamos que una cosa que suele afectarnos de tristeza se asemeja en algo a otra que suele afectarnos, con igual intensidad, de alegría, la odiaremos y amaremos a la vez.

PROPOSICIÓN XVIII – El hombre es afectado por la imagen de una cosa pretérita o futura con el mismo afecto de alegría o tristeza que por la imagen de una cosa presente.

PROPOSICIÓN XIX – Quien imagina que se destruye lo que ama, se entristecerá, pero si imagina que se conserva, se alegrará.

PROPOSICIÓN XX – Quien imagina que se destruye aquello que odia, se alegrará.

PROPOSICIÓN XXI – Quien imagina lo que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza, y ambos afectos serán mayores o menores en el amante, según lo sean en la cosa amada.

PROPOSICIÓN XXII – Si imaginamos que alguien afecta de alegría a la cosa que amamos, seremos afectados de amor hacia él. Si, por contra, imaginamos que la afecta de tristeza, seremos afectados de odio contra él.

PROPOSICIÓN XXIII – Quien imagina lo que odia afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá, y ambos afectos serán mayores o menores, según lo sean sus contrarios en la cosa odiada.

PROPOSICIÓN XXIV – Si imaginamos que alguien afecta de alegría a una cosa que odiamos, seremos afectados también de odio hacia él. Si, por el contrario, imaginamos que afecta a esa cosa de tristeza, seremos afectados de amor hacia él.

PROPOSICIÓN XXV – Nos esforzamos en afirmar de nosotros y de la cosa amada todo aquello que imaginamos nos afecta o la afecta de alegría, y, al contrario, en negar todo aquello que imaginamos nos afecta o la afecta de tristeza.

PROPOSICIÓN XXVI – Nos esforzamos en afirmar, de una cosa que odiamos, todo aquello que imaginamos la afecta de tristeza, y, por contra, en negar aquello que imaginamos la afecta de alegría.

PROPOSICIÓN XXVII – Por el hecho de imaginar que experimenta algún afecto una cosa semejante a nosotros, y sobre la cual no hemos proyectado afecto alguno, experimentamos nosotros un afecto semejante.

PROPOSICIÓN XXVIII – Nos esforzamos en promover que suceda todo aquello que imaginamos conduce a la alegría, pero nos esforzamos por apartar o destruir lo que imaginamos que la repugna, o sea, que conduce a la tristeza.

PROPOSICIÓN XXIX – Nos esforzaremos también por hacer todo aquello que imaginamos que los hombres miran con alegría, y, al contrario, detestaremos hacer aquello que imaginamos que los hombres aborrecen.

PROPOSICIÓN XXX – Si alguien ha hecho algo que imagina afecta a los demás de alegría, será afectado de una alegría, acompañada de la idea de sí mismo como causa, o sea: se considerará a sí mismo con alegría. Si, por el contrario, ha hecho algo que imagina afecta a los demás de tristeza, se considerará a sí mismo con tristeza.

PROPOSICIÓN XXXI – Si imaginamos que alguien ama, o desea, u odia algo que nosotros mismos amamos, deseamos u odiamos, por eso mismo amaremos, etc., esa cosa de un modo más constante. Si, por el contrario, imaginamos que tiene aversión a lo que amamos, o a la inversa, entonces padeceremos fluctuación del ánimo.

PROPOSICIÓN XXXII – Si imaginamos que alguien goza de alguna cosa que sólo uno puede poseer, nos esforzaremos por conseguir que no posea esa cosa.

PROPOSICIÓN XXXIII – Cuando amamos una cosa semejante a nosotros, nos esforzamos cuanto podemos por conseguir que ella nos ame a su vez.

PROPOSICIÓN XXXIV – Cuanto mayor es el afecto que imaginamos experimenta hacia nosotros la cosa amada, tanto más nos gloriaremos.

PROPOSICIÓN XXXV – Si alguien imagina que la cosa amada se une a otro con el mismo vínculo de amistad, o con uno más estrecho, que aquel por el que él solo la poseía, será afectado de odio hacia la cosa amada, y envidiará a ese otro.

PROPOSICIÓN XXXVI – Quien se acuerda de una cosa por la que fue deleitado una vez, desea poseerla con las mismas circunstancias que se dieron cuando fue deleitado por ella la vez primera.

PROPOSICIÓN XXXVII – El deseo que brota de una tristeza o de una alegría, de un odio o de un amor, es tanto mayor cuanto mayor es el afecto.

PROPOSICIÓN XXXVIII – Si alguien comenzara a odiar una cosa amada, de tal modo que su amor quede enteramente suprimido, por esa causa la odiará más que si nunca la hubiera amado, y con odio tanto mayor cuanto mayor baya sido antes su amor.

PROPOSICIÓN XXXIX – El que odia a alguien se esforzará en hacerle mal, a menos que tema que de ello se origine para él un mal mayor, y, por contra, el que ama a alguien se esforzará, por la misma ley, en hacerle bien.

PROPOSICIÓN XL – Quien imagina que alguien lo odia, y no cree haberle dado causa alguna para ello, lo odiará a su vez.

PROPOSICIÓN XLI – Si alguien imagina ser amado por alguno, y no cree haberle dado causa alguna para ello (lo cual puede suceder, por el Corolario de la Proposición 15, y por la Proposición 16 de esta Parte), lo amará a su vez.

PROPOSICIÓN XLII – Quien ha, hecho bien a alguien, movido por amor o por esperanza de gloria, se entristecerá si ve que ese beneficio es recibido con ánimo ingrato.

PROPOSICIÓN XLIII – El odio aumenta con un odio recíproco, y puede, al contrario, ser destruido por el amor.

PROPOSICIÓN XLIV – El odio que es completamente vencido por el amor, se trueca en amor; y ese amor es por ello más grande que si el odio no lo hubiera precedido.

PROPOSICIÓN XLV – Si alguien que ama una cosa semejante a él imagina que otro semejante a él está afectado de odio hacia esa cosa, lo odiará.

PROPOSICIÓN XLVI – Si alguien ha sido afectado por otro, cuya clase o nación es distinta de la suya, de alegría o tristeza, acompañada como su causa por la idea de ese otro bajo el nombre genérico de la clase o de la nación, no solamente amará u odiará a ese otro, sino a todos los de su clase o nación.

PROPOSICIÓN XLVII – La alegría surgida de que imaginamos que una cosa que odiamos es destruida, o afectada de otro mal, no surge sin alguna tristeza del ánimo.

PROPOSICIÓN XLVIII – El amor y el odio hacia, por ejemplo, Pedro, son destruidos si la tristeza implícita en el segundo, y la alegría implícita en el primero, se vinculan a la idea de otra causa, y ambos disminuyen en la medida en que imaginamos que Pedro no es la única causa del uno o el otro.

PROPOSICIÓN XLIX – El amor y el odio hacia una cosa que imaginamos ser libre deben ser mayores, siendo igual la causa, que los que sentimos hacia una cosa necesaria.

PROPOSICIÓN L – Cualquier cosa puede ser, por accidente, causa de esperanza o de miedo.

PROPOSICIÓN LI – Hombres distintos pueden ser afectados de distintas maneras por un solo y mismo objeto, y un solo y mismo hombre puede, en tiempos distintos, ser afectado de distintas maneras por un solo y mismo objeto.

PROPOSICIÓN LII – Si hemos visto un objeto junto con otros, o si imaginamos que no tiene nada que no sea común a otros muchos objetos, no lo consideraremos tanto tiempo como al que imaginamos que tiene algo singular.

PROPOSICIÓN LIII – Cuando el alma se considera a sí misma y considera su potencia de obrar, se alegra, y tanto más cuanto con mayor distinción se imagina a sí misma e imagina su potencia de obrar.

PROPOSICIÓN LIV – El alma se esfuerza en imaginar sólo aquello que afirma su potencia de obrar.

PROPOSICIÓN LV – Cuando el alma imagina su impotencia, se entristece.

PROPOSICIÓN LVI – Hay tantas clases de alegría, tristeza y deseo y, consiguientemente, hay tantas clases de cada afecto compuesto de ellos —como la fluctuación del ánimo-, o derivado de ellos —amor, odio, esperanza, miedo, etc. —, como clases de objetos que nos afectan.

PROPOSICIÓN LVII – Un afecto cualquiera de un individuo difiere del afecto de otro, tanto cuanto difiere la esencia del uno de la esencia del otro.

PROPOSICIÓN LVIII – Además de aquella alegría y aquel deseo que son pasiones, hay otros afectos de alegría y de deseo que refieren a nosotros en cuanto obramos.

PROPOSICIÓN LIX – De todos los afectos que se refieren al alma en cuanto que obra, no hay ninguno que no se remita a la alegría o al deseo.

DEFINICIONES DE LOS AFECTOS

DEFINICIÓN GENERAL DE LOS AFECTOS

PARTE CUARTA: DE LA SERVIDUMBRE HUMANA, O DE LA FUERZA DE LOS AFECTOS

PREFACIO

DEFINICIONES

AXIOMA

En la naturaleza no se da ninguna cosa singular sin que se dé otra más potente y más fuerte. Dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquélla puede ser destruida.

PROPOSICIONES

PROPOSICIÓN I – Nada de lo que tiene de positivo una idea falsa es suprimido por la presencia de lo verdadero, en cuanto verdadero.

PROPOSICIÓN II – Padecemos en la medida en que somos una parte de la naturaleza que no puede concebirse por sí sola, sin las demás Partes.

PROPOSICIÓN III – La fuerza con que el hombre persevera en la existencia es limitada, y resulta infinitamente superada por la potencia de las causas exteriores.

PROPOSICIÓN IV – Es imposible que el hombre no sea una parte de la naturaleza, y que no pueda sufrir otros cambios que los inteligibles en virtud de su sola naturaleza, y de los cuales sea causa adecuada.

PROPOSICIÓN V – La fuerza y el incremento de una pasión cualquiera, así como su perseverancia en la existencia, no se definen por la potencia con que nosotros nos esforzamos por perseverar en existir, sino por la potencia de la causa exterior, comparada con la nuestra.

PROPOSICIÓN VI – La fuerza de una pasión o afecto puede superar las demás acciones del hombre, o sea, puede superar su potencia, hasta tal punto que ese afecto quede pertinazmente adherido al hombre.

PROPOSICIÓN VII – Un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario, y más fuerte que el que ha de ser reprimido.

PROPOSICIÓN VIII – El conocimiento del bien y el mal no es otra cosa que el afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos conscientes de él.

PROPOSICIÓN IX – Un afecto cuya causa imaginamos presente ante nosotros es más fuerte que si no imaginamos presente esa causa.

PROPOSICIÓN X – Experimentamos por una cosa futura, que imaginamos ha de cumplirse pronto, un afecto más intenso que si imaginamos que el tiempo de su existencia está mucho más distante del presente, y también somos afectados por la memoria de una cosa, que imaginamos haber ocurrido hace poco, más intensamente que si imaginamos que ha ocurrido hace mucho.

PROPOSICIÓN XI – El afecto que experimentamos con relación a una cosa que imaginamos como necesaria, es más intenso, en igualdad de circunstancias, que el que experimentamos con relación a una cosa posible o contingente, o sea, no necesaria.

PROPOSICIÓN XII – El afecto relacionado con una cosa que sabemos no existe en el presente, y que imaginamos como posible, es más intenso, en igualdad de circunstancias, que el relacionado con una cosa contingente.

PROPOSICIÓN XIII – El afecto experimentado con relación a una cosa contingente que sabemos no existe en el presente es menos enérgico, en igualdad de circunstancias, que el afecto experimentado con relación a una cosa pretérita.

PROPOSICIÓN XIV – El conocimiento verdadero del bien y el mal no puede reprimir ningún afecto en la medida en que ese conocimiento es verdadero, sino sólo en la medida en que es considerado él mismo como un afecto.

PROPOSICIÓN XV – El deseo que surge del conocimiento verdadero del bien y el mal puede ser extinguido o reprimido por otros muchos deseos que brotan de los afectos que nos asaltan.

PROPOSICIÓN XVI – El deseo que brota del conocimiento del bien y el mal, en cuanto que este conocimiento se refiere al futuro, puede ser reprimido o extinguido con especial facilidad por el deseo de las cosas que están presentes y son agradables.

PROPOSICIÓN XVII – El deseo que brota del conocimiento verdadero del bien y el mal, en cuanto que versa sobre cosas contingentes, puede ser reprimido con mucha mayor facilidad aún por el deseo de las cosas que están presentes.

PROPOSICIÓN XVIII – El deseo que surge de la alegría, en igualdad de circunstancias, es más fuerte que el deseo que brota de la tristeza.

PROPOSICIÓN XIX – Cada cual apetece o aborrece necesariamente, en virtud de las leyes de su naturaleza, lo que juzga bueno o malo.

PROPOSICIÓN XX – Cuanto más se esfuerza cada cual en buscar su utilidad, esto es, en conservar su ser, y cuanto más lo consigue, tanto más dotado de virtud está; y al contrario, en tanto que descuida la conservación de su utilidad -esto es, de su ser—, en esa medida es impotente.

PROPOSICIÓN XXI – Nadie puede desear ser feliz, obrar bien y vivir bien, si no desea al mismo tiempo ser, obrar y vivir, esto es, existir en acto.

PROPOSICIÓN XXII – No puede concebirse virtud alguna anterior a ésta (es decir, al esfuerzo por conservarse).

PROPOSICIÓN XXIII – No puede decirse, en absoluto, que el hombre obra según la virtud, en la medida en que es determinado a hacer algo por el hecho de tener ideas inadecuadas, sino sólo en la medida en que está determinado por el hecho de entender.

PROPOSICIÓN XXIV – En nosotros, actuar absolutamente según la virtud no es otra cosa que obrar, vivir o conservar su ser (estas tres cosas significan lo mismo) bajo la guía de la razón, poniendo como fundamento la búsqueda de la propia utilidad.

PROPOSICIÓN XXV – Nadie se esfuerza por conservar su ser a causa de otra cosa.

PROPOSICIÓN XXVI – Todo esfuerzo que realizamos según la razón no es otra cosa que conocimiento, y el alma, en la medida en que usa la razón, no juzga útil más que lo que la lleva al conocimiento.

PROPOSICIÓN XXVII – Con certeza, sólo sabemos que es bueno o malo aquello que conduce realmente al conocimiento, o aquello que puede impedir que conozcamos.

PROPOSICIÓN XXVIII – El supremo bien del alma es el conocimiento de Dios, y su suprema virtud, la de conocer a Dios.

PROPOSICIÓN XXIX – Una cosa singular cualquiera, cuya naturaleza sea completamente distinta de la nuestra, no puede favorecer ni reprimir nuestra potencia de obrar; y, en términos absolutos, ninguna cosa puede ser para nosotros buena o mala si no tiene algo común con nosotros.

PROPOSICIÓN XXX – Ninguna cosa puede ser mala por lo que tiene de común con nuestra naturaleza, sino que es mala para nosotros en la medida en que nos es contraria.

PROPOSICIÓN XXXI – En la medida en que una cosa concuerda con nuestra naturaleza, es necesariamente buena.

PROPOSICIÓN XXXII – En la medida en que los hombres están sujetos a las pasiones, no puede decirse que concuerden en naturaleza.

PROPOSICIÓN XXXIII – Los hombres pueden diferir en naturaleza en la medida en que sufren afectos que son pasiones; y, en esa misma medida, un mismo hombre es voluble e inconstante.

PROPOSICIÓN XXXIV – En la medida en que los hombres sufren afectos que son pasiones, pueden ser contrarios entre sí.

PROPOSICIÓN XXXV – Los hombres sólo concuerdan siempre necesariamente en naturaleza en la medida en que viven bajo la guía de la razón.

PROPOSICIÓN XXXVI – El supremo bien de los que siguen la virtud es común a todos, y todos pueden gozar de él igualmente.

PROPOSICIÓN XXXVII – El bien que apetece para sí todo el que sigue la virtud, lo deseará también para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de Dios.

PROPOSICIÓN XXXVIII – Aquello que propicia que el cuerpo humano sea afectado de muchísimos modos, o aquello que le hace apto para afectar de muchísimos modos a los cuerpos exteriores, es útil al hombre, y tanto más útil cuanto más apto hace al cuerpo para ser afectado, o para afectar a otros cuerpos, de muchísimas maneras; y, por contra, es nocivo lo que hace al cuerpo menos apto para ello.

PROPOSICIÓN XXXIX – Es bueno lo que provoca que la relación de movimiento y reposo que guardan entre sí las partes del cuerpo humano se conserve, y, al contrario, es malo lo que hace que las partes del cuerpo humano alteren su relación de reposo y movimiento.

PROPOSICIÓN XL – Lo que lleva a la consecución de la sociedad común de los hombres, o sea, lo que hace que los hombres vivan en concordia, es útil, y, al contrario, es malo lo que introduce la discordia en el Estado.

PROPOSICIÓN XLI – La alegría, nunca es directamente mala, sino buena; en cambio, la tristeza es directamente mala.

PROPOSICIÓN XLII – El regocijo no puede tener exceso, sino que es siempre bueno, y, por contra, la melancolía es siempre mala.

PROPOSICIÓN XLIII – El placer puede tener exceso y ser malo; el dolor puede ser bueno en la medida en que el placer, que es una alegría, sea malo.

PROPOSICIÓN XLIV – El amor y el deseo pueden tener exceso.

PROPOSICIÓN XLV – El odio nunca puede ser bueno.

PROPOSICIÓN XLVI – Quien vive bajo la guía de la razón se esfuerza cuanto puede en compensar, con amor o generosidad, el odio, la ira, el desprecio, etc., que otro le tiene.

PROPOSICIÓN XLVII – Los afectos de la esperanza y el miedo no pueden ser buenos de por sí.

PROPOSICIÓN XLVIII – Los afectos de la sobreestimación y el menosprecio son siempre malos.

PROPOSICIÓN XLIX – La sobreestimación hace soberbio con facilidad al hombre que es sobreestimado.

PROPOSICIÓN L – La conmiseración, en el hombre que vive bajo la guía de la razón, es por sí mala e inútil.

PROPOSICIÓN LI – La aprobación no repugna, a la razón, sino que puede concordar con ella y surgir de ella.

PROPOSICIÓN LII – El contento de sí mismo puede nacer de la razón, y, naciendo de ella, es el mayor contento que puede darse.

PROPOSICIÓN LIII – La humildad no es una virtud, o sea, no nace de la razón.

PROPOSICIÓN LIV – El arrepentimiento no es una virtud, o sea, no nace de la razón; el que se arrepiente de lo que ha hecho es dos veces miserable o impotente.

PROPOSICIÓN LV – La mayor soberbia, y la mayor abyección, son la mayor ignorancia de sí mismo.

PROPOSICIÓN LVI – La mayor soberbia y la mayor abyección revelan la mayor impotencia del ánimo.

PROPOSICIÓN LVII – El soberbio ama la presencia de los parásitos o de los aduladores, y odia la de los generosos.

PROPOSICIÓN LVIII – La gloria no repugna a la razón, sino que puede nacer de ella.

PROPOSICIÓN LIX – A todas las acciones a que somos determinados por un afecto que es una pasión, podemos ser determinados, sin él, por la razón.

PROPOSICIÓN LX – El deseo que nace de una alegría o tristeza que se refiere a una sola parte del cuerpo, o a varias, pero no a todas, no tiene en cuenta la utilidad del hombre entero.

PROPOSICIÓN LXI – El deseo que nace de la razón no puede tener exceso.

PROPOSICIÓN LXII – En la medida en que el alma concibe las cosas según el dictamen de la razón, es afectada igualmente por la idea de una cosa futura, que por la de una pretérita o presente.

PROPOSICIÓN LXIII – Quien se deja llevar por el miedo, y hace el bien para evitar el mal, no es guiado por la razón .

PROPOSICIÓN LXIV – El conocimiento del mal es un conocimiento inadecuado.

PROPOSICIÓN LXV – Según la guía de la razón, entre dos bienes escogeremos el mayor, y entre dos males, el menor.

PROPOSICIÓN LXVI – Según la guía de la razón, apeteceremos un bien mayor futuro más que un bien menor presente, y un mal menor presente más que un mal mayor futuro.

PROPOSICIÓN LXVII – Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida.

PROPOSICIÓN LXVIII – Si los hombres nacieran libres, no formarían, en tanto que siguieran siendo libres, concepto alguno del bien y del mal.

PROPOSICIÓN LXIX – La virtud del hombre libre se muestra tan grande cuando evita los peligros como cuando los vence.

PROPOSICIÓN LXX – El hombre libre que vive entre ignorantes procura, en la medida de lo posible, evitar sus beneficios.

PROPOSICIÓN LXXI – Sólo los hombres Ubres son entre sí muy agradecidos.

PROPOSICIÓN LXXII – Un hombre libre nunca obra dolosamente, sino siempre de buena fe.

PROPOSICIÓN LXXIII – El hombre que se guía por la razón es más libre en el Estado, donde vive según leyes que obligan a todos, que en la soledad, donde sólo se obedece a sí mismo.

APÉNDICE – Lo que en esta Parte he tratado acerca de la recta conducta en la vida, no ha sido ordenado de manera que pueda ser visto con una ojeada de conjunto, sino que lo he demostrado de un modo disperso, según las conveniencias, en cada caso, de la deducción. Por eso me he propuesto reuniría todo aquí, y resumirlo en unos capítulos que recogen lo fundamental.

Capítulo primero

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Capítulo XVI

Capítulo XVII

Capítulo XVIII

Capítulo XIX

Capítulo XX

Capítulo XXI

Capítulo XXII

Capítulo XXIII

Capítulo XXIV

Capítulo XXV

Capítulo XXVI

Capítulo XXVII

Capítulo XXVIII

Capítulo XXIX

Capítulo XXX

Capítulo XXXI

Capítulo XXXII

PARTE QUINTA: DEL PODER DEL ENTENDIMIENTO O DE LA LIBERTAD HUMANA

PREFACIO

AXIOMAS

I.—Si en un mismo sujeto son suscitadas dos acciones contrarias, deberá necesariamente producirse un cambio, en ambas o en una sola de ellas, hasta que dejen de ser contrarias.

II. — La potencia de un efecto se define por la potencia de su causa, en la medida en que su esencia se explica o define por la esencia de su causa.

PROPOSICIONES

PROPOSICIÓN I – Según están ordenados y concatenados en el alma los pensamientos y las ideas de las cosas, así están ordenadas y concatenadas, correlativamente, las afecciones o imágenes de las cosas en el cuerpo.

PROPOSICIÓN II – Si separamos una emoción del ánimo, o sea, un afecto, del pensamiento de una causa exterior, y la unimos a otros pensamientos, resultan destruidos el amor y el odio hacia la causa exterior, así como las fluctuaciones del ánimo que brotan de esos afectos.

PROPOSICIÓN III – Un afecto que es una pasión deja de ser pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta.

PROPOSICIÓN IV – No hay afección alguna del cuerpo de la que no podamos formar un concepto claro y distinto.

PROPOSICIÓN V – En igualdad de circunstancias, es máximo el afecto que experimentamos hacia una cosa que simplemente imaginamos (y no como necesaria, ni como posible, ni como contingente).

PROPOSICIÓN VI – En la medida en que el alma entiende todas las cosas como necesarias, tiene un mayor poder sobre los afectos, o sea, padece menos por causa de ellos.

PROPOSICIÓN VII – Los afectos que brotan de la razón o que son suscitados por ella, si se toma en consideración el tiempo, son más potentes que los que se refieren a cosas singulares consideradas como ausentes.

PROPOSICIÓN VIII – Cuantas más causas simultáneamente concurrentes suscitan un afecto, tanto mayor es éste.

PROPOSICIÓN IX – Un afecto que se remite a muchas causas distintas, consideradas por el alma a la vez que ese afecto, es menos nocivo, influye menos en nosotros, y cada una de sus causas nos afecta menos, que otro afecto de igual magnitud, pero referido a una sola causa, o a un número menor de ellas.

PROPOSICIÓN X – Mientras no nos dominen afectos contrarios a nuestra naturaleza, tenemos la potestad de ordenar y concatenar las afecciones del cuerpo según el orden propio del entendimiento.

PROPOSICIÓN XI – A cuantas más cosas se refiere una imagen, tanto más frecuente es, o sea, tanto más a menudo se presenta, y tanto más ocupa el alma.

PROPOSICIÓN XII – Las imágenes de las cosas se unen con mayor facilidad a las imágenes de cosas entendidas por nosotros clara y distintamente, que a las otras.

PROPOSICIÓN XIII – Tanto más frecuentemente se impone una imagen a nuestra consideración, cuanto mayor es el número de imágenes a las que está unida.

PROPOSICIÓN XIV – El alma puede conseguir que todas las afecciones del cuerpo, o sea, todas las imágenes de las cosas, se remitan a la idea de Dios.

PROPOSICIÓN XV – Quien se conoce a sí mismo clara y distintamente, y conoce de igual modo sus afectos, ama a Dios, y tanto más cuanto más se conoce a sí mismo y más conoce sus afectos.

PROPOSICIÓN XVI – Este amor a Dios debe ocupar el alma en el más alto grado.

PROPOSICIÓN XVII – Dios está libre de pasiones y no puede experimentar afecto alguno de alegría o tristeza.

PROPOSICIÓN XVIII – Nadie puede odiar a Dios.

PROPOSICIÓN XIX – Quien ama a Dios no puede esforzarse en que Dios lo ame a él.

PROPOSICIÓN XX – Este amor a Dios no puede ser manchado por el afecto de la envidia, ni por el de los celos, sino que se fomenta tanto más cuantos más hombres imaginamos unidos a Dios por el mismo vínculo del amor.

PROPOSICIÓN XXI – El alma no puede imaginar nada, ni acordarse de las cosas pretéritas, sino mientras dura el cuerpo.

PROPOSICIÓN XXII – Sin embargo, en Dios se da necesariamente una idea que expresa la esencia de tal o cual cuerpo humano desde la perspectiva de la eternidad.

PROPOSICIÓN XXIII – El alma humana no puede destruirse absolutamente con el cuerpo, sino que de ella queda algo que es eterno.

PROPOSICIÓN XXIV – Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios.

PROPOSICIÓN XXV – El supremo esfuerzo del alma, y su virtud suprema, consiste en conocer las cosas según el tercer género de conocimiento.

PROPOSICIÓN XXVI – Cuanto más apta es el alma para entender las cosas según el tercer género de conocimiento, tanto más desea entenderlas según dicho género.

PROPOSICIÓN XXVII – Nace de este tercer género de conocimiento el mayor contento posible del alma.

PROPOSICIÓN XXVIII – El esfuerzo o el deseo de conocer las cosas según el tercer género de conocimiento no puede surgir del primer género, pero sí del segundo.

PROPOSICIÓN XXIX – Nada de lo que el alma entiende desde la perspectiva de la eternidad, lo entiende en virtud de que conciba la presente y actual existencia del cuerpo, sino en virtud de que concibe la esencia del cuerpo desde la perspectiva de la eternidad.

PROPOSICIÓN XXX – Nuestra alma, en cuanto que se conoce a sí misma y conoce su cuerpo desde la perspectiva de la eternidad, en esa medida posee necesariamente el conocimiento de Dios, y sabe que ella es en Dios y se concibe por Dios.

PROPOSICIÓN XXXI – El tercer género de conocimiento depende del alma como de su causa formal, en cuanto que el alma misma es eterna.

PROPOSICIÓN XXXII – Nos deleitamos con todo cuanto entendemos según el tercer género de conocimiento, y ese deleite va acompañado por la idea de Dios como causa suya.

PROPOSICIÓN XXXIII – El amor intelectual de Dios, que nace del tercer género de conocimiento, es eterno.

PROPOSICIÓN XXXIV – El alma no está sujeta a los afectos comprendidos dentro de las pasiones sino mientras dura el cuerpo.

PROPOSICIÓN XXXV – Dios se ama a sí mismo con un amor intelectual infinito.

PROPOSICIÓN XXXVI – El amor intelectual del alma hacia Dios es el mismo amor con que Dios se ama a sí mismo, no en cuanto que Dios es infinito, sino en la medida en que puede explicarse a través de la esencia del alma humana, considerada desde la perspectiva de la eternidad, es decir, el amor intelectual del alma hacia Dios es una parte del amor infinito con que Dios se ama a sí mismo.

PROPOSICIÓN XXXVII – Nada hay en la naturaleza que sea contrario a ese amor intelectual, o sea, nada hay que pueda suprimirlo.

PROPOSICIÓN XXXVIII – Cuantas más cosas conoce el alma conforme al segundo y tercer género de conocimiento, tanto menos padece por causa de los afectos que son malos, y tanto menos teme a la muerte.

PROPOSICIÓN XXXIX – Quien tiene un cuerpo apto para muchas cosas, tiene un alma cuya mayor parte es eterna.

PROPOSICIÓN XL – Cuanta más perfección tiene una cosa, tanto más obra y tanto menos padece; y a la inversa, cuanto más obra, tanto más perfecta es.

PROPOSICIÓN XLI – Aunque no supiésemos que nuestra alma es eterna, consideraríamos como primordiales, sin embargo, la moralidad y la religión y, en términos absolutos, todo lo que hemos mostrado en la Parte cuarta, referido a la firmeza y la generosidad.

PROPOSICIÓN XLII – La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella.

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