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Psicología de W. James – Flujo y continuidad de la conciencia

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PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

J. Vicente Viqueira

Índice general

J. Vicente Viqueira – La Psicología Contemporánea                                     Capítulo V – LA PSICOLOGÍA DE WILLIAM JAMES

 

CAPÍTULO V 
La psicología de W. James (1842-1911) ) () () () () ()

La continuidad de la conciencia - William JamesLa Psicología americana del siglo XIX – Significación de W. James – Cuestiones que hay que estudiar – El problema de la psicología – La Psicología, ciencia natural – Psicología y filosofía – Conciencia y medio – El sistema de la conciencia – Las características de la conciencia – Lo psíquico no es un agregado de partes – La conciencia tiende a ser personal – Los contenidos de conciencia se hallan en un fluir constante – Continuidad de la conciencia – La conciencia se refiere a objetos – La conciencia es selectiva – El Yo y la personalidad – Psicología de la religión – Parapsicología e inmortalidad del alma – Influjo de James – Bibliografía

Los contenidos de la conciencia se hallan en un fluir perpetuo. Esto quiere decir que ningún estado mental puede volver a ser lo que ha sido. Ofreciendo, pues, la actividad mental una novedad perpetua, no parece pueda ser objeto de investigación; pero téngase en cuenta que nada hay tampoco idéntico en la naturaleza, en la que las condiciones de los fenómenos son siempre distintas; basta, pues, que existan semejanzas para establecer leyes, y estas semejanzas si existen en el espíritu. La variabilidad de los contenidos de la conciencia ha sido explotada hasta la saciedad en la literatura (la tristeza del pasado que no vuelve, por ejemplo). Para el asociacionista no se trataría aquí más que de nuevas combinaciones; para James es un verdadero progreso el que tenemos presente e indica los motivos que nos llevan a pensar que la actividad mental es mudable y cambiante. Todos ellos pueden resumirse en el influjo del pasado sobre el presente. Ya fisiológicamente es comprensible que las sensaciones, sentimientos y el resto de lo psíquico cambien de continuo, pues el sistema nervioso, tanto los sentidos como los nervios y los centros, se va alterando con su función, y ésta es por lo menos una condición de aquellos estados de conciencia. El examen de la actividad mental misma nos lleva a apreciar un idéntico proceso de cambio. Así, en el dominio de la sensación, que parece menos sujeto a variaciones, una serie de hechos nos revela el cambio de la sensibilidad, pues son bien conocidos los efectos del contraste, de la fatiga, y cada uno de estos efectos está condicionado por otros anteriores de modo que siempre tiene que contener algo nuevo. El dominio de los afectos (sentimientos) nos ofrece aún un cambio más evidente. ¿Quién siente en la vejez lo mismo que en la adolescencia? ¿quién en la niñez lo mismo que en la edad madura? La modalidad afectiva del hombre cambia notablemente con el tiempo, como es sabido por experiencia de cada uno. En la vida superior del espíritu, o que suele llamarse superior, este mismo cambiar es evidente; no depende de nosotros ver un problema de idéntica manera. En el transcurso del tiempo cada problema va tomando diferentes aspectos y presentándose en diferentes relaciones.

La continuidad de la conciencia significa que en toda conciencia personal la vida mental es sensiblemente continua. Como es natural, la continuidad sólo puede establecerse entre los momentos del fluir de cada conciencia, no entre las diversas conciencias, que son mundos habitualmente separados entre sí. Dentro de cada conciencia la interrupción de la corriente mental puede ser doble. Por una parte, puede la interrupción consistir en un intervalo de tiempo en que nada suceda. Por otra, puede consistir en un cambio brusco de la conciencia en cuanto a la cualidad de los procesos mentales. Así, para que exista la continuidad en la conciencia, es preciso que aquellos intervalos vacíos (por ejemplo, el sueño) no cuenten para nada en la actividad del espíritu y que todo cambio cualitativo sea gradual. Ha de tenerse en cuenta que no se trata aquí de un problema de metafísica, sino de psicología, y que hemos de estudiar tan sólo los datos de la conciencia; éstos nos dirán si existen o no interrupciones en el curso de la actividad del espíritu.

En cuanto a las interrupciones temporales que consisten en fragmentos de tiempo vacíos (sueño, hipnosis, vahídos y otros), no son tales interrupciones si se las considera desde la conciencia, pues los dos momentos terminales del cesar y comenzar la conciencia se enlazan entre sí. Qué es lo que los une, intenta explicarlo W. James con una comparación: tienen un tono común, un cierto calor vital común; en resumen, diremos nosotros, una relación personal común. Tampoco existen interrupciones cualitativas; es decir, no se presenta una nueva cualidad de una vez y repentinamente a nuestra conciencia. Entre dos momentos distintos de la conciencia hay siempre un tránsito, un momento intermedio, y ese tránsito es también un elemento de la conciencia.

Que la vida mental sea un fluir perpetuo, no quiere decir que todo momento del fluir de la conciencia tenga igual valor. Hay en él elementos substantivos, acentuados, y elementos o estados transitorios. Como los primeros son los que prácticamente nos importan, fijamos en ellos la atención, y surge aquí la concepción de la vida psíquica como un agregado de elementos o momentos bien definidos. Los estados transitorios son, como es natural, muy difícilmente asequibles a la observación interna, pero son bien conocidos por cada uno de nosotros. Estados mentales transitorios son, por ejemplo, los de expectación, de busca de un determinado recuerdo. También pertenece a este grupo lo que llamamos la intención de una frase, cuando al leerla se da como anticipada, aun sin concretarse. Según James, dos tercios de nuestra actividad mental están constituidos por estados transitorios, y sin tenerlos en cuenta la actividad mental es incomprensible. Los estados transitorios que James indica son: 1.º, el estado de expectación. Al oír, por ejemplo, la palabra ¡Mira! ¡Oye! u otra análoga, tomamos una actitud expectante; sin embargo, en nuestra conciencia no hay imágenes y nada se ha concretado en ella todavía; 2,º, el buscar un recuerdo que no se presenta totalmente a la memoria; como decimos en castellano: «lo tenemos en la punta de la lengua», pero no sabemos ciertamente qué es. La imagen se halla, pues, en creación, en formación. 3.º, el grupo más importante de los fenómenos transitorios de conciencia es el de las relaciones lógicas. Este problema se halla en conexión con el de la psicología del pensar. Hay en éste puntos de apoyo concretos (preceptos, ideas); los tránsitos en él son meras relaciones. Así, las palabras Como, Cuando son claramente entendidas y no expresan más que tránsitos. Esto explica que pueda existir un pensar pobre en imágenes (con referencia a Galton).

Nada nos importan en la práctica de la vida estos estados transitorios, y por esto ni siquiera los retenemos en la memoria; pero en cambio nos importa el resultado de estos tránsitos. De aquí que la psicología los haya ignorado; sin embargo, lo capital es el fluir, que hemos de estudiar para conocer cada una de sus fases. El carácter de muchas de éstas no proviene precisamente más que de hallarse empotradas en aquel fluir. Así, el concepto surge mediante una franja psíquica, es decir, por la revivificación de imágenes que quedan en la oscuridad de la conciencia (lo que constituye una forma de la antigua teoría de Berkeley y Hume de la representación). La intención, la dirección de la conciencia se debe, también, a una franja (frange); es decir, a estados de conciencia que se despiertan, que se inician, que comienzan.

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J. Vicente Viqueira – La Psicología Contemporánea                                     Capítulo V – LA PSICOLOGÍA DE WILLIAM JAMES

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