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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 40. Devadata

 

El evangelio del Buddha – Pablo Carus

 

Glosario de términos buddhistas Índice

 

 

Consolidación de la religión del Buddha

XL.- DEVADATA (1)

1. Cuando Devadata, hijo de Suprabuddha y hermano de Yasodhara, entró en el discipulado, abrigó la esperanza de alcanzar las mismas distinciones y honores que Gotama Siddhartha. Fracasó su ambición y concibió en su corazón una terrible envidia, y tratando de sobrepasar al Perfecto, encontró defectuosas sus reglas y las tachó de demasiado suaves.

2. Devadata fue a Radjagriha y alagó los oídos de Ajatasatru, el hijo del rey Bimbisara. Y Ajatasatru edificó un nuevo vihara para Devadata y fundó una secta, cuyos discípulos observaban reglas severísimas y mortificaban su cuerpo.

3. El Bienaventurado fue en seguida a Radjasgriha y se detuvo en el vihara de Venavana.

4. Y Devadata, al ver llegar al Bienaventurado, le pidió que sancionase sus vigorosas reglas, por lo que uno podía alcanzar mayor santidad. El «cuerpo, decía, se compone de treinta y dos partes y no tiene ningún atributo divino. Está concebido en el pecado y nace en la corrupción. Sus atributos le sujetan al dolor y a la disolución de lo pasajero. Es el receptáculo del karma que es la maldición de nuestras existencias anteriores; es la residencia del pecado, de las enfermedades, y constantemente sus órganos arrojan secreciones molestas. Su fin es la muerte y su término el osario. Tal es la condición del cuerpo. Conviene, pues, que le tratemos como un cascarón lleno de abominaciones y que le revistamos solamente con los harapos que pueden encontrarse en los cementerios o en las basuras» (2).

5. Y el Bienaventurado respondió: «En verdad que el cuerpo está lleno de impurezas y que termina en el osario, porque está destinado a disolver sus elementos: pero como es el receptáculo del karma si está en nuestro poder hacer de él un vaso de verdad y no de pecado. No es bueno entregarse a los placeres del cuerpo, pero no es bueno descuidar sus necesidades y arrojar manchas sobre sus impurezas. Una lámpara sucia y con poco aceite se apagará y un cuerpo abandonado, maltrecho y consumido por las penitencias, no será un receptáculo conveniente para la luz de la verdad. Vuestras reglas no guiarán a vuestros discípulos por la senda media que yo he mostrado. En verdad, no se puede impedir la práctica de las reglas más severas, pero no se deben imponer a nadie, porque son inútiles.»

6. Así fue como el Tathagata rechazó la proposición de Devadata, y Devadata se alejó del Buddha y fue al vihara «denigrando el camino de la salvación porque era demasiado suave y absolutamente ineficaz».

7. Cuando el Bienaventurado supo las intrigas de Devadata, dijo: «Entre los hombres no hay nada que no se ultraje. Se ultraja al que está sentado en silencio, al que habla, y se ultraja al hombre que predica la senda media» (3).

8. Devadata instigó a Ajatasatru a conspirar contra su padre, el rey Bimbisara, para que fuese rey en su lugar; y Bimbisara murió, dejando el reino de Magadha a su hijo Ajatasatru.

9. El nuevo rey escuchó los consejos de Devadata, y dió orden de hacer perecer al Tathagata. Sin embargo, los asesinos enviados al efecto no pudieron realizar el perverso hecho, porque se convirtieron en cuanto vieron al Bienaventurado y escucharon sus palabras. Una roca precipitada sobre el gran Maestro desde el alto de un derrumbadero, se partió en dos pedazos, que pasaron por los lados de él sin tocarle. Un elefante furioso, echado para que le hiciese pedazos al Señor, se tornó dulce en su presencia. Entonces Ajatasatru, cruelmente atormentado por sus remordimientos, fue hacia el Buddha en busca de la paz para su angustia.

10. Y el Bienaventurado le recibió con bondad y le enseñó el camino de la salvación; y Devadata trató aún de ser el fundador de una secta religiosa.

11. Devadata no renunció a sus proyectos, pera habiéndole abandonado sus discípulos, cayó enfermo, y se arrepintió. Conjuró a los que estaban que le llevasen en una silla de manos ante el Buddha, diciendo: «Llevadme; llevadme, hijos míos, hacia él. Aunque le he hecho mucho mal, soy su cuñado, y considerando nuestro parentesco, el Buddha me salvará.» Y ellos le obedecieron, aunque de mala gana.

12. Y Devadata, impaciente por ver al Bienaventurado, salió de su litera, mientras los conductores le lavaban las manos, pero le ardían los pies. Cayó al suelo, y después de recitar el elogio del Buddha, murió.

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(1) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king,1713-1734; Manual of Buddhism, 337-340.

(2) Fuente: B. B. Stories, 200.

(3) Fuentes: Dhammapada 227 y Dammapadachino 122. Compárese Mat. XI, 16, 19.

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