El príncipe Siddharta llega a Buddha
V.- LOS LAZOS DE LA VIDA (1)
1. Cuando Siddharta llegó a la adolescencia, su padre deseó casarle, y envió mensajeros a todos sus parientes, mandándoles traer las princesas sus hijas, para que el príncipe escogiese su mujer entre ellas.
2. Pero aquéllos rehusaron, diciéndole: «El príncipe es joven y delicado; no ha aprendido ninguna de las ciencias. No tendrá fuerza para proteger a nuestra hija, y si estallare una guerra, sería incapaz para ponerse frente al enemigo».
3. El príncipe no era turbulento, sino pensativo por naturaleza. Le gustaba permanecer bajo la sombra del jardín de su padre, y observaba las vías del mundo entregándose a la meditación.
4. Y el príncipe dijo a su padre: «Invita a nuestros parientes para que me vean y pongan mi fuerza a prueba». Y el padre hizo como le pidió su hijo.
5. Cuando llegaron todos, y el pueblo de Kapilavastu se reunió para juzgar del valor y de la ciencia del príncipe, él se ofreció para hacer todos los ejercicios corporales y de la mente, y no encontró ningún rival que le sobrepasara en ninguna de las pruebas del cuerpo ni del espíritu.
6. Respondió a todas las cuestiones de los sabios; pero cuando él cuestionó con ellos, hasta los más sabios de entre ellos se redujeron al silencio.
7. Entonces Siddhartha escogió una mujer. Distinguió a Yasôdharâ, su prima, la gentil hija del rey de Koli. Y Yasôdharâ se desposó con el príncipe.
8. De su matrimonio nació un hijo que llamaron Râhula, y el rey Suddhodana, feliz porque le había nacido heredero a su hijo, pensó:
9. «Habiendo engendrado el príncipe un hijo, le amará como yo le amo a él. Será un fortísimo lazo para sujetar el corazón de Siddhartha a los intereses del mundo, y el reino de los sakyas quedará bajo el cetro de mis descendientes» (2)
10. Sin un fin egoísta, sino mirando a su hijo y a su pueblo que le rodeaba, el príncipe Siddhartha cumplía sus deberes religiosos, bañaba su cuerpo en el agua santa del Ganges, y purificaba su corazón en las aguas de la ley. Así como los hombres desean asegurar la paz a sus hijos, así aspiraba él anhelosamente a dar la tranquilidad al mundo.
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(1) Fuente: Manual of Buddhism. R. Spence Hardy 156; Life of Buddha 85, Ragya-tcher Roll-pa, por F. Ed. Faucaux XII; Fo-sho-hing-tsan-king 152-156. Compárese: Luc. 11, 46 y 47.
(2) Fuente: id. 164 compárese: Mat. III. 16.