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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 53. Identidad y no identidad

PREDICACIÓN DEL BUDDHA

LIII.— IDENTIDAD Y NO IDENTIDAD (1)

1. Kutadanta, el jefe de los brahmanes de Danamati, aproximándose respetuosamente al Bienaventurado, le saludó y le dijo: «Se me ha dicho, ¡oh sramanat, que eras el Buddha, el Santo, el Omnipotente, el Señor del mundo. Pero si fueras el Buddha, ¿no vendrías como un rey con toda tu gloria y omnipotencia?»

2. Y el Bienaventurado respondió: «Están cerrados tus ojos. Si los ojos de tu espíritu no estuviesen obscurecidos, verían la gloria y el poder de !a verdad.»

3. Kutadanta replicó: «Muéstrame la verdad y la veré. Pero tu doctrina no tiene consistencia. Si fuere consistente, duraría; pero como no la tiene, desaparecerá.»

4. Y el Bienaventurado replicó: «La verdad no pasará jamás.»

5. Kutadanta dijo: «He oído decir que enseñas la ley, y que, sin embargo, destruyes la religión. Tus discípulos menosprecian los ritos y rehúsan sacrificar, aunque no pueda manifestarse a los dioses la piedad por medio de aquéllos. La verdadera esencia de la religión, sin embargo, está en el culto y en el sacrificio.»

6. El Buddha respondió: «El sacrificio del «yo» es mucho mayor que la inmolación de los toros. El que sacrifica a los dioses sus culpables deseos comprenderá la inutilidad de hacer perecer a los animales ante el ara. La sangre no tiene ninguna virtud justificadora; en cambio, el desarraigar la lujuria purificará el corazón. Vale más obedecer a las leyes de la justicia que adorar a los dioses.»

7. Kutadanta, que era piadoso y estaba inquieto por la suerte futura de su alma y que había sacrificado innúmeras víctimas, comprendió entonces la locura de la expiación por la efusión de sangre. No estaba aún satisfecho de las enseñanzas del Tathagata y le dijo: «¿Crees, Maestro, que renace el alma; que pasa evolucionando la vida, y que sumisos a la ley del karma debemos cosechar lo que sembramos? ¡Pero tú sueñas la no existencia del alma! Tus discípulos persiguen la extinción absoluta del «yo» como la suprema felicidad del Nirvana. Si yo soy una simple combinación de samskaras, debe cesar cuando yo muera. Si soy un simple compuesto de sensaciones, de ideas y de deseos, ¿dónde podré ir después de la disolución de mi cuerpo? ¿Dónde se encuentra la infinita felicidad de que hablan tus discípulos? Es una palabra vacía de sentido, una ilusión. Yo no veo sino la nada frente a frente cuando reflexiono en tus doctrinas.»

8. Y el Bienaventurado dijo:

9. «¡Oh brahman!, tú eres religioso y tienes celo. Estás seriamente inquietado por tu alma. Sin embargo, te atormentas en vano, porque te falta la única cosa que es necesaria.

10. Únicamente por error e ignorancia los hombres se gozan en ese sueño de que sus almas sean entidades distintas y existentes por sí mismas.

11. Tu corazón, ¡oh brahman!, está todavía apegado al «yo»; tú aspiras al cielo; pero son los placeres del «yo» lo que tú buscas en el cielo, y es por eso por lo que no puedes ver la felicidad de la verdad y la inmortalidad de la verdad.

12. En verdad te digo: el Bienaventurado no ha venido para enseñar la muerte, sino para aprender la vida, y tú disciernes lo que es vivir y morir.

13. Ese cuerpo morirá y ninguna suma de sacrificios le salvará. Busca, pues, la vida del espíritu. Donde está el «yo», no puede estar la verdad; al contrario, cuando se presenta la verdad, desaparece el «yo». Por eso haz que tu espíritu repose en la verdad; propaga la verdad, pon toda tu alma en ella y extiéndela cuanto puedas. En la verdad vivirás eternamente.

14. El «yo» es la muerte y la verdad es la vida. El apego al «yo» es una muerte perpetua, mientras que moverse en la verdad es tornar una parte en el Nirvana, que es la vida eterna.»

15. Kutadanta dijo: «En qué lugar, venerable Maestro, está el Nirvana

16. «El Nirvana está en todas partes donde se observan los preceptos», respondió el Bienaventurado

17. «Te comprendo, replicó el brahman; el Nirvana no está en ninguna parte, y no estando en ninguna, no tiene realidad.»

18. «No me has entendido bien, dijo el Bienaventurado; escucha, y responde a esta pregunta: «¿Dónde habita el viento?»

19. «En ninguna parte», respondió el brahman

20. Y el Buddha replicó: «Entonces, el viento no existe?»

21. Kutadanta quedó sin responder, y el Bienaventurado le preguntó aún: «Dime, ¡oh brahman!, ¿dónde reside la sabiduría? ¿La sabiduría es un lugar?»

22. Y Kutadanta respondió: «La sabiduría no tiene designado un sitio.»

23. Y el Bhagavat dijo: « ¿Pretenderás decir que no hay sabiduría, ni iluminación, ni justicia, ni salvación porque, como el Nirvana, no tienen un lugar? Así como un viento poderoso y grande atraviesa el mundo durante el calor del día, así el Tathagata viene a soplar los espíritus de la Humanidad con soplo de amor, tan fresco, tan dulce, tan calmo y tan delicado, que los que están atormentados por la fiebre de sus sufrimientos sienten tranquilidad y se regocijan con la refrescante brisa» (2).

24. Kutadanta dijo: «Yo siento, señor, que predicas una gran doctrina, pero no puedo atraparla: Permíteme que te pregunte aún: «Dime, señor: si no hay atman, ¿cómo puede existir la inmortalidad? La actividad del espíritu se extingue, y nuestros pensamientos no existirán tampoco cuando hayamos dejado de existir.»

25. Y el Buddha respondió: «Nuestra facultad de pensar se destruye, pero nuestros pensamientos quedan. El razonamiento cesa, pero el conocimiento queda.»

26. Kutadanta dijo: «¿Cómo puede ser eso? ¿El razonamiento y el conocimiento no son una misma cosa?»

27. El Bienaventurado explicó la distinción por un ejemplo: «Es como si durante la noche un hombre tiene necesidad de enviar una carta, y después de llamar a su secretario, y hacer encender una lámpara le hace escribir la carta, y enseguida que concluye apaga la luz. Aunque la lámpara se haya apagado, la escritura estará siempre allí. Del mismo modo el razonamiento cesa y el conocimiento persiste. Así, la actividad mental cesa, pero la experiencia, la sabiduría y todos los frutos de nuestros actos continúan existiendo». (3)

28. Kutadanta replicó: «Decidme, señor, os conjuro a ello: ¿qué viene a ser la personalidad de mi «yo» cuando los samskaras se disocian? Si mis ideas se esparcen, y si mi alma emigra, mis pensamientos cesan de ser mis pensamientos y mi alma de ser mi alma. Dadme un ejemplo, señor; decidme: ¿qué viene a ser la personalidad de mi «yo»?

29. El Bienaventurado dijo: «Supón un hombre que enciende una lámpara. ¿Arderá toda la noche?»

30. «Sí; puede ocurrir», contestó Kutadanta

31. «Bien. ¿Pero la llama que arde en la primera mitad de la noche, arde en la segunda?»

32. Kutadanta vaciló, y pensó: «Sí; es la misma»; pero temiendo el peligro de un sentido oculto, y esforzándose en ser exacto, dijo: «No; no es la misma» (4).

33 «Entonces, continuó el Bhagavat, hay dos llamas; una durante la primera mitad, y otra durante la segunda.»

34. «No, señor, dijo Kutadanta; en un sentido no es la misma llama, pero en otro sí. Se produce de la misma materia, emite la misma clase de luz y sirve para el mismo fin.»

35. «Muy bien; continuó el Buddha: ¿Y tú dirás que es la misma llama la que ardió ayer y la que arde hoy en la misma lámpara, llena del mismo aceite y alumbrando el mismo sitio?»

36. «Puede haberse apagado durante el día»; apuntó Kutadanta

37. Y el Bhagavat dijo: «Supón que la llama de la primera velada ha sido extinguida durante la segunda; ¿dirás que es la misma si arde de nuevo en una tercera?»

38. Kutadanta replicó: «En un sentido es diferente, y en otro es la misma.»

39. El Tathagata preguntó aún: «¿El tiempo que ha transcurrido durante la extinción de la llama, tiene algo que ver con su identidad o su no identidad?»

40. «No, señor, respondió el brahman; el tiempo transcurrido no ha hecho nada. Hay diferencia e identidad que muchísimos años o solamente un segundo hayan transcurrido e igualmente que la lámpara haya estado apagada ese tiempo o no lo haya estado.»

41. «Bien; entonces admitimos que la llama de hoy es, en cierto sentido, la misma que la de ayer; y que en otro sentido cambia a cada instante. Además, las llamas de la misma naturaleza iluminan con un poder igual las mismas clases de lugares y son en cierto sentido las mismas.»

42. «Sí, señor.»

43. El Bienaventurado prosiguió: «Supongamos ahora que existe un hombre que siente como tú, que piensa como tú, que obra como tú. ¿Ese hombre no será el mismo que tú?»

44. «No, señor.»

45. El Buddha dijo: «¿Niega que la buena lógica, que es buena en lo que te toca, sea buena aplicación a las cosas del mundo?»

46. Después de haber reflexionado, Kutadanta respondió muy despacio: «No, yo no lo niego. La misma lógica reina universalmente; pero hay una particularidad en la que concierne a mi «yo», que le hace absolutamente distinto de las demás cosas y también del «yo» de otro. Puede haber otro hombre que sienta exactamente como yo, que piense y que obre como yo y hasta que se llame igual y que tenga los mismos bienes, pero no será «yo».

47. «Es verdad, Kutadanta, respondió el Buddha: no será tú. Pero dime: el individuo que va a la escuela, ¿es el mismo cuando ha terminado sus estudios? El que ha cometido un crimen, ¿es la misma persona que aquella a quien se castiga cortándole las manos y los pies?» (5)

48. «Son las mismas.»

49. «¿Entonces, la identidad está constituida solamente por la continuidad?», preguntó el Tathagata

50. «No sólo por la continuidad, dijo Kutadanta, sino también y, sobre todo, por la identidad de naturaleza.»

51. «Muy bien, replicó el Buddha; entonces admites que las personas pueden ser las mismas, en el mismo sentido que se dice que dos llamas son las mismas, y debes reconocer que, en ese sentido, otro hombre de la misma naturaleza producido por el mismo karma es el mismo que tú.»

52. «Sí, lo reconozco», dijo el brahman

53. Y el Buddha continuó: «Y en ese mismo sentido solamente tú eres el mismo hoy que ayer. Tu naturaleza no consiste de ningún modo en la materia de que está formado tu cuerpo, sino en las formas de tu cuerpo, de tus sensaciones, de tus pensamientos. Tu alma es una combinación de samskaras. Donde quiera que estén, estás tú. Donde se hallen, está tu alma. Así, pues, en un cierto sentido tú reconoces una identidad de tu «yo», y no en otro sentido. Pero si no se reconoce la identidad, hay que negar toda identidad y decir que aquel que discute no es tampoco la misma persona que la que un minuto después recibe la respuesta. Ahora considera la continuación de tu personalidad que se conserva en tu karma. ¿La llamarás muerte y aniquilamiento, o vida y continuación de vida?»

54. «La llamaré vida y continuación de vida, respondió Kutadanta, porque es la continuación de mi existencia: pero yo no me preocupo de ese género de continuación. De lo que yo me cuido sólo es de la continuación de la personalidad en otro sentido, que hace que todo hombre, sea idéntico a mí o no lo sea, es una persona absolutamente distinta.»

55. «Muy bien, dijo el Buddha. Esa es la que tú deseas, y ese es el apego al «yo». Ese es tu error, y él te lleva a inútiles ansiedades y a malas acciones, con sus disgustos y cuidados de toda suerte. Aquel que se apegue al «yo» debe pasar por las emigraciones sin fin de la muerte. Morirá continuamente. Porque la naturaleza del «yo» es una muerte perpetua.»

56. «¿Cómo es eso?», preguntó Kutadanta

57. «¿Dónde está tu «yo»?, preguntó el Bienaventurado. Y como Kutadanta no contestase, continuó: «Ese «yo» al que tienen en tanto es un cambio constante. Hace años eras un niño, luego un muchacho, después un joven y ahora eres un hombre. ¿Hay alguna identidad entre el niño y el hombre? No hay identidad más que en un sentido solamente. En verdad, tampoco hay identidad entre la llama de la primera velada y de la tercera, aunque la lámpara se hubiera apagado en la segunda. ¿Cuál es ahora el verdadero «yo» que reclamas y cuya preservación pides? ¿Es el de ayer, el de hoy o el de mañana?»

58. Kutadanta, perplejo, exclamó; «Señor del mundo, veo mi error; pero aún estoy confundido.»

59. El Tathagata continuó; «Procediendo por evolución es como los samskaras vienen a la existencia. Ningún samskara nace sin un comienzo gradual. Tus samskaras son el resultado de tus actos de existencias anteriores, y la combinación de tus samskaras constituye tu alma. Donde quiera que penetren emigrará allí tu alma. Tú continuarás viviendo en tus samskaras y recogerás en las futuras existencias la cosecha que has sembrado ahora y en los tiempos pasados» (6).

60. «En verdad, Señor, respondió Kutadanta, eso no es una retribución justa. Yo no admito que otros recojan tras de mí lo que yo siembro ahora.»

61. El Tathagata calló un momento y luego dijo: «¿Toda enseñanza será, pues, inútil? ¿No comprendes que esas otras personas son tú mismo? Tú mismo y no otros recogerán lo que has sembrado.

62. Supón un hombre mal educado y miserable sufriendo la bajeza de su condición. De niño fue perezoso e indolente, y siendo mayor no había aprendido ningún oficio para ganarse la vida. ¿Dirás que su miseria no es el resultado de sus propias acciones, porque el hombre adulto no es la misma persona que fue el mozo?

63. En verdad te digo que ni en los cielos, ni en las profundidades del mar, ni si penetras en las cavernas de las montañas, encontrarás un lugar donde puedas sustraerte al resultado de tus malas acciones.

64. Y de la misma manera recibirás seguramente los bienes que recompensen tus buenas obras.

65. El que regresa tras un gran viaje sano y salvo, recibe en su casa la bienvenida de sus padres, sus amigos y conocidos. Pues así los resultados de sus buenas acciones acogen al hombre que ha seguido por el camino de la justicia cuando pasa de esta vida a la otra.»

66. Kutadanta dijo: «Tengo fe en la gloria y en la excelencia de tus doctrinas. Mi ojo no puede soportar la claridad de la luz; sin embargo, comprendo ahora que el «yo» no existe y la verdad tampoco. Los sacrificios no sirven para la salvación, y las invocaciones son palabras ociosas. ¿Cómo encontraré el camino de la verdad eterna? He aprendido de memoria todas las Vedas, y no he encontrado la verdad.»

67. Y el Buddha dijo: «El saber es buena cosa, pero no sirve para nada. La verdadera ciencia no puede adquirirse sino por la práctica. Sigue esta verdad, que tu hermano es parecido a ti. Marcha por el excelente camino de la verdad, y comprenderás que el «yo» es la muerte y la verdad la inmortalidad.»

68. Y Kutadanta exclamó: «Que pueda yo refugiarme en el Buddha, en el Dharma y en la Orden. Aceptadme por discípulo, y hacedme tomar una parte de la dicha de la inmortalidad.»

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(1) Fuente: Manual of Buddhism, 280; Fo-sho-hing-tsan king, 1.682-1.683; Questions of king Milinda

(2) Fuentes: Questions of king Milinda 120,148. Compárese Juan III. 8.

(3) Fuentes: Questions of king Milinda 67.

(4) Fuente: Questions of king Milinda 73, 74.

(5) Fuente: Questions of king Milinda, 63.

(6) Fuente: Questions of king Milinda, 83-86.

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