Capítulo II. dinamilogía. Esthética – Artículo I. De la sensibilidad en general
La significación propia del nombre con que se señala la parte de la Dinamilogía, consagrada al estudio de la sensibilidad, da a conocer el acto producido en el alma como término necesario para que en ella tenga lugar el conocimiento sensible; es a saber: la sensación. Fenómeno complejo es éste, que no llega a realizarse sin la intervención del elemento corpóreo; y semejante acto da a conocer un modo de obrar de la facultad, que es su principio próximo. Pero en alguna otra forma y por el mismo conducto o instrumento, se manifiesta a veces, la actividad esencial, en actos de afección o emociones, que siguen a percepciones determinadas.
Este nuevo y admirable fenómeno, es un hecho que recoge la observación interna y que revela un modo de obrar más elevado y excelente, acusando como la existencia de una superior esfera, no desligada de la sensibilidad, pero que se relaciona y enlaza con las más altas facultades de que ha sido dotada el alma del hombre, y en donde se produce el llamado sentimiento. En la oscura y misteriosa naturaleza de la facultad se originan, pues, dos especies de fenómenos; y, bien podemos decir de ella, que es cognoscitiva y afectiva.
Atendiendo a ese doble carácter, la definiremos, diciendo que es la sensibilidad, una facultad del alma, por cuyo ejercicio ésta percibe los objetos materiales, y a veces experimenta afecciones relacionadas con dicho conocimiento.
Siempre que se manifiesta la actividad del alma por mediación de esta potencia, ese movimiento se dirige a objetos del orden físico, si obra con el carácter de cognoscitiva; y aún en muchas ocasiones con el de afectiva, y esto es bastante para revelar que se trata de una facultad orgánica. Sus instrumentos son los llamados órganos de los sentidos.
También afirmarnos que es facultad pasiva, pues aunque en el mero hecho de producir actos, siendo el principio próximo de ellos, corresponda a toda facultad el carácter de activa, empleamos aquella denominación de pasiva para significar que la facultad obra después de que sus órganos han recibido la acción del objeto material; y esto acusa como una indiferencia y pasividad, de la cual no sale sin la acción y solicitud del objeto.
Todos los que constituyen el mundo físico obran o pueden obrar sobre nuestro cuerpo, bajo muy diversas aptitudes y cualidades; y estando nuestro elemento corpóreo tan estrechamente ligado con la asombrosa variedad de seres que constituyen la Naturaleza, claro es que por el ejercicio de la facultad, que ahora ocupa nuestra atención, podemos alcanzar de aquélla, los elementos o partes convenientes a nuestra conservación y desarrollo físicos, y evitar los contrarios.
La sensibilidad, en cuanto es facultad cognoscitiva, se divide en interna y externa. La primera, valiéndose de órganos situados en el interior de nuestro cuerpo, trasmite al alma la noticia de estados y afecciones físicos, que se efectúan en el cuerpo mismo, más los datos relativos a las sensaciones correspondientes a los diferentes sentidos, que ejercita la sensibilidad externa. Y ésta comprende los cinco sentidos, llamados con poca propiedad corporales, porque lo que hay en el cuerpo, formando partes de él, son los instrumentos u órganos de que se valen los sentidos para su ejercicio. Los sentidos, por consiguiente, son del alma y los órganos son del cuerpo.
Establecida esta conveniente distinción, nos ocuparemos de la sensibilidad externa, como facultad que pone al alma en comunicación con los objetos materiales, por mediación de los instrumentos u órganos correspondientes, sin cuyo ejercicio no podría efectuarse aquella necesaria comunicación, quedando en tal caso la facultad en permanente estado de potencia, y el alma sin llegar al conocimiento de los objetos pertenecientes al orden sensible.