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Torre de Babel Ediciones

Vida del filósofo griego Aristóteles – Fénelon

 

 

Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres

DIÓGENES LAERCIO

 

 

 

Compendio de las vidas de los filósofos antiguos

François Fénelon


Prólogo del traductor

TALES

SOLÓN

PÍTACO

BÍAS

PERIANDRO

QUILÓN

CLEÓBULO

EPIMÉNIDES

ANACARSIS

PITÁGORAS

HERÁCLITO

ANAXÁGORAS

DEMÓCRITO

EMPÉDOCLES

SÓCRATES

PLATÓN

ANTÍSTENES

ARISTIPO

ARISTÓTELES

JENÓCRATES

DIÓGENES

CRATES

PIRRÓN

BIÓN

EPICURO

ZENÓN

 

BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO – Catálogo

COMPENDIO DE LAS VIDAS DE LOS FILÓSOFOS ANTIGUOS

François Fénelon – Índice general
 

 

ARISTÓTELES

Nació el primer año de la Olimpiada 99; murió el tercero de la 114, de edad de 63 años.
 

Aristóteles fue uno de los más ilustres filósofos de la antigüedad. Su nombre es todavía célebre en las escuelas. Era hijo del médico Nicómaco, amigo de Amintas, rey de Macedonia, y descendía de Macaón, nieto de Esculapio. Aristóteles nació en Estagira, ciudad de Macedonia, el primer año de la Olimpiada 99. Perdió a sus padres en los primeros años de su niñez, y recibió una mala educación.

Pasó una parte de su juventud en el libertinaje, y disipó de esta manera sus bienes. Tomó partido en el ejército, pero no conviniéndole la carrera de las armas, pasó a Delfos, a consultar al oráculo, para saber qué giro había de tomar. El oráculo le respondió que fuese a Atenas a estudiar la filosofía. Tenía a la sazón 18 años. Estudió por el espacio de 20 años en la Academia, con Platón, y vivía del producto de algunos remedios que vendía. Comía poco y dormía menos. Su afición al estudio era tan grande que para que el sueño no le venciese, ponía un gran cubo de agua junto a su cama y agarraba en la mano una bola de hierro, conservando la mano fuera de la cama, de modo que cuando empezaba a dormirse, el ruido que hacia la bola al caer en el agua le despertaba. Laercio dice que tenía la voz agria, los ojos pequeños, las piernas delgadas, y que gustaba de vestirse con magnificencia. Era de ingenio muy sutil, por manera que comprendía fácilmente las cuestiones más complicadas. Hizo grandes progresos en la escuela de Platón, y no tardó en sobresalir entre todos loa Académicos, los cuales no decidían ninguna cuestión sin consultarle, aunque muchas veces su opinión era contraria a la de Platón. Sus condiscípulos le miraban como un genio extraordinario, y aun algunos preferían su opinión, contraria a la del maestro. Aristóteles se retiró de la Academia y Platón se resintió mucho.

Los atenienses le nombraron su embajador cerca de Filipo, padre de Alejandro el Grande. Permaneció algún tiempo en este encargo, y a su vuelta supo que Jenócrates había sido elegido para enseñar en la Academia. Entonces dijo que se avergonzaría de guardar silencio cuando Jenócrates hablaba, y se puso a enseñar una doctrina diferente de la de Platón. La reputación que tenía de sobresalir en todas las ciencias, y particularmente en la Filosofía, obligó a Filipo a nombrarle preceptor de Alejandro, que tenía a la sazón 14 años. Aristóteles aceptó, y estuvo ocho años con este príncipe, a quien enseñó ciertos conocimientos secretos que no descubría a nadie. No hacía vanidad de la Filosofía; se aplicaba a los negocios públicos, y tuvo mucha parte en todos los que ocurrieron en Macedonia, mientras residió en aquel imperio. Filipo, para manifestarle su aprecio, reedificó la ciudad de Estagira, que había sido destruida en la guerra. Aristóteles volvió a Atenas, donde fue muy bien recibido, en atención a las gracias que Filipo, a instancias suyas, había hecho a los atenienses. Establecía su escuela en unas hermosas calles de árboles que había en el Liceo, y como daba sus lecciones paseándose, se dio el nombre de peripatéticos a los que seguían sus doctrinas. El Liceo adquirió muy en breve gran celebridad, y la fama del fundador de aquella escuela se esparció muy en breve por toda la Grecia.

Alejandro encargó a Aristóteles que se aplicase a hacer experiencias físicas, y le dio un gran número de cazadores y pescadores, para que le llevasen los animales de que necesitase, y además 800 talentos para los gastos. Entonces publicó sus libros sobre la física y la metafísica. Alejandro se hallaba en Asia cuando lo supo y se enfadó contra Aristóteles, porque vulgarizaba unas ciencias que él sólo deseaba poseer. Le escribió una carta concebida en estos términos: «Alejandro a Aristóteles. Has hecho mal en publicar tus obras sobre las ciencias especulativas, porque nada sabremos más que los otros, si lo que nos has enseñado se comunica a toda clase de gentes. Sabe que me sería mucho más agradable sobresalir en el conocimiento de las cosas superiores que en el poder y la autoridad.» Aristóteles le respondió que había publicado su doctrina, pero que no la había dado a luz, queriendo decir que la había escrito con tanta oscuridad que nadie podría entenderla.

Aristóteles no conservó largo tiempo el favor de Alejandro: se riñó con él porque tomó con gran calor el partido del filósofo Calístenes. Éste era hijo de una sobrina de Aristóteles, quien le había educado con el mayor esmero. Cuando se separó de Alejandro le dejó en su compañía a Calístenes, y encargó al monarca que cuidase mucho de él. Calístenes no era condescendiente con Alejandro, y solía hablarle con gran libertad. Esto fue lo que hizo que los macedonios no le adorasen como un dios, a la manera en que los persas lo habían hecho. Alejandro, que le aborrecía, halló medio de vengarse, suponiendo que había tomado parte en la conjuración de su discípulo Hermolao. No le permitió que se defendiese y le mandó arrojar a los leones. Otros dicen que le mandó ahorcar, y otros que murió en la tortura.

Aristóteles se resintió mucho contra Alejandro, y éste procuró molestar e incomodar por todos los medios posibles a Aristóteles. Colmó de favores y riquezas a Jenócrates, y Aristóteles tuvo envidia. Hay quien dice que tuvo parte en la conjuración de Antipater, y que compuso el veneno que hizo morir a Alejandro.

Aunque firme en sus principios, Aristóteles tuvo algunas flaquezas en su conducta. Cuando se separó de la Academia, fue a vivir en la Corte del tirano Hermias, y las miras que en esto se llevó, según dicen, no eran muy compatibles con la pureza de las costumbres. Aristóteles se casó con la hermana, y según otros con la concubina de Hermias, y la amó con tanto extremo, que le hizo sacrificios como a una divinidad, y compuso versos en honor de Hermias, dándole gracias por haber permitido aquel enlace.

Aristóteles dividió su filosofía en práctica y teórica. La práctica es la que enseña las verdades que deben reglar las operaciones del espíritu, como la Lógica, y que nos da máximas para conducirnos en la vida, como la Moral y la Política. La Teórica es la que descubre las verdades puramente especulativas, como la Física y la Metafísica. Las cosas naturales tienen tres principios, materia, forma y privación. Para probar que la privación es un principio de las cosas naturales, dice que la materia de que se hace una cosa debe tener la privación de la forma de esta cosa. No considera la privación como un principio de composición del cuerpo, sino como un principio externo de su producción, en tanto que la producción es una mudanza por la cual la materia pasa da una forma que tenía a una forma que noAristóteles - La escuela de Atenas (detalle) - Rafael Sanzio - (c. 1510, Sala de la Signatura, Estancias de Rafael, Palacio Apostólico - Ciudad del Vaticano) tenia.

Da dos definiciones diferentes de la materia: una negativa y otra positiva. He aquí la primera: Materia es lo que no es sustancia, ni extensión, ni cualidad, ni ninguna especie de ser. Por ejemplo, la materia de leña, no es ni la sustancia de la leña, ni su extensión, ni su figura, ni su color, ni su solidez., ni su gravedad, ni su dureza, ni su sequedad, ni ninguna de los accidentes que se encuentran en la leña. La definición afirmativa es esta: La materia es aquello de que se compone y en que se resuelve una cosa. Para formar un cuerpo natural, además de la materia se necesita la forma. Según unos, Aristóteles entiende por la palabra forma la disposición de las partes; según otros, entiende una entidad sustancial, realmente distinta de la materia, de modo que, cuando se muele el trigo, por ejemplo, sobreviene una forma sustancial que se llama harina, y después otra que se llama masa, y después otra que se llama pan. Estas formas existen con infinita variedad en todos los cuerpos naturales. Así pues, en el caballo, además de los huesos, nervios, venas, cartílagos y tegumentos; además de la sangre que circulando en los vasos, alimenta todas las partes, y además de los espíritus animales que son los principios del movimiento animal, hay una forma sustancial que puede muy bien llamarse el alma del caballo. Esta forma no nace de la materia, sino de la potencia de la materia; es una entidad real distinta de la materia, y no una parte de ella, ni una de sus modificaciones.

Aristóteles opina que todos los cuerpos terrestres se componen de cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego; que la tierra y el agua son graves y propenden a acercarse al centro del mundo; al contrario, los otros dos elementos, son leves, y se alejan de este centro. Hay un quinto elemento, de que se componen los cuerpos celestes, y cuyo movimiento es siempre circular. Sobre el aire y bajo la parte cóncava de la luna, hay una esfera de fuego, a la que suben y en la que se reúnen todas las llamas, así como los ríos y arroyos bajan a reunirse al mar.

La materia es infinitamente divisible; el universo está lleno, de modo que no hay vacío en la naturaleza; el mundo es eterno, y el sol ha girado y girará siempre como lo hace ahora. Las generaciones de los hombres no tienen principio, y lo mismo sucede con los pájaros, y con las demás especies de animales. Los cielos son incorruptibles. Las cosas sublunares se corrompen, pero los elementos de que se componen no perecen jamás. De las partes disueltas de un ser se forma otro ser; así pues, el universo se conserva siempre en su integridad. La tierra es el centro del mundo; en torno de ella giran los astros, movidos por inteligencias celestes. Todo lo que está hoy cubierto con las aguas del mar ha sido tierra firme, y lo que es hoy tierra firme llegará a cubrirse con las aguas del mar. La razón de esto es que las corrientes de los ríos y arroyos están continuamente arrastrando las sustancias que cubren la superficie de la tierra; por consiguiente la mar se retira y la tierra seca se extiende, y como el tiempo es eterno, la gran mudanza llega a verificarse al cabo de muchos siglos. También se prueba esta verdad por las conchas que se ven en las cimas de muchos montes elevados, y por las anclas que han solido hallarse en las entrañas de la tierra. Estas mudanzas de mar en tierra y de tierra en mar producen el olvido de las cosas pasadas y la pérdida de la historia de los pueblos que nos han precedido. Además de estos accidentes hay otros que contribuyen al mismo resultado, como las pestes, los incendios, los terremotos, que exterminan los hombres de un país, salvándose tan solo unos pocos, que se retiran a los bosques, hacen una vida salvaje y pierden la memoria de sus antepasados; hasta que la población aumenta, y se vuelven a descubrir y encontrar las artes perdidas. Así es como se explica la eternidad del mundo, y la renovación de las generaciones, de las instituciones, de las leyes, y de los usos»

Aristóteles examina cuidadosamente todo lo que puede contribuir a la felicidad del hombre. Refuta la opinión de los voluptuosos, que cifran la felicidad en los placeres físicos, los cuales, en su opinión, causan hastío, debilitan el cuerpo, y embrutecen el espíritu. Después censura la opinión de los ambiciosos, que creen poder ser felices con los honores, y nada omiten por conseguirlos. Dice que el honor está en el que lo tributa; que el ambicioso desea ser honrado, porque se cree que existe en él lo que merece serlo; que por consiguiente la virtud es la que hace feliz al hombre. Por último contradice a los avaros, que dan el nombre de felicidad a la riqueza. Dice que ésta no es apetecible por sí misma, que hace infeliz al que la guarda y que no se atreve a hacer uso de ella; que para que la riqueza sea útil, es necesario emplearla, distribuirla, siendo así que la felicidad es una cosa estable, que se debe conservar.

En fin, la opinión de Aristóteles es que la verdadera felicidad consiste en la acción perfecta del entendimiento y en la práctica de la virtud; que la acción más noble y más digna del entendimiento es la especulación de las cosas naturales, de los cielos, de los astros, de toda la naturaleza, y principalmente del ser primero; sin embargo, para ser feliz es necesario también poseer algún bien externo, como por ejemplo, una riqueza moderada, pues el hombre destituido de todo no puede tener amigos, y sin amigos no hay felicidad. Así pues la virtud no basta para hacernos dichosos, pero el vicio basta para hacernos infelices.

La amistad, según este filósofo, es de tres clases, parentesco, inclinación y hospitalidad. Las bellas letras contribuyen a la virtud, y dan a la vejez el mayor consuelo de que puede gozar. Admite, como Platón, un primer ser y una Providencia. Dice que todas las ideas vienen de los sentidos, y que un ciego de nacimiento no puede tener idea de los colores, ni un sordo de los sonidos.

En su política dice que el gobierno monárquico es el más perfecto, y critica amargamente a los republicanos, citando los excesos que cometían los de su tiempo.

Le preguntaron que ventaja sacaban los embusteros y respondió: “Que nadie los crea cuando dicen verdad.» Lo reconvinieron porque había dado limosna a un malvado. «No se la he dado al malvado, respondió, sino al hombre.» Decía que la ciencia es con respecto al alma lo que la luz con respecto a los ojos; que sus raíces eran algunas veces amargas, pero sus frutos siempre dulces.

Se enfadaba contra los atenienses porque teniendo leyes y trigo se servían del trigo, y no hacían caso de las leyes. Decía que la esperanza es el sueño de un hombre despierto; que la diferencia entre el sabio y el ignorante es lo mismo que la que hay entre el muerto y el vivo; que la ciencia es un adorno en la prosperidad y un refugio en el infortunio; que el que educa a un hombre es más bien su padre que el que le engendra; que la hermosura es la mejor carta de recomendación; que para progresar en la filosofía es necesario alcanzar a los que preceden y no aguardar a los que vienen detrás; que los que acumulan tesoros deberían vivir siempre, y los que los disipan morir pronto; que un amigo es un alma en dos cuerpos; en fin, que debemos hacer a los amigos lo mismo que de ellos esperamos.

Muchas veces solía exclamar: «¡Amigos míos! ya no hay amigos.»

Le preguntaron por qué gustaba más de la hermosura que de la fealdad, y respondió: «Esa es pregunta de ciego.»

Aristóteles, después de haber enseñado la Filosofía durante trece años en el Liceo, con la mejor reputación, fue acusado de impiedad, y la memoria de la muerte de Sócrates le espantó de tal manera, que tomó el partido de salir de Atenas. Retiróse a Calcis de Eubea, donde dicen que murió de pesadumbre por no haber podido hallar la causa del flujo y reflujo del mar. Otros dicen que se precipitó en las olas, diciendo: «Sepúlteme el mar, puesto que no puedo comprenderlo.» Otros por fin aseguran que murió de un cólico, el año 63 de su edad, dos años después de la muerte de Alejandro.

Los estagiritas le alzaron altares como una Divinidad. Hizo testamento y nombró por albacea a Antipater. Dejó un hijo, llamado Nicómaco, y una hija que se casó con un nieto de Demarato, rey de Lacedemonia.

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