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SONÁMBULOS Y SUEÑOS- Voltaire – Diccionario Filosófico

Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano

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VOLTAIRE – DICCIONARIO FILOSÓFICO 

Índice) (B-C) (D-F) (G-N) (O-Z

Voltaire es un precursor. Es el portaantorcha
del siglo XVIII, que precede y anuncia la Revolución.
Es la estrella de ese gran mañana. Los sacerdotes
tienen razón para llamarle Lucifer.

         VÍCTOR HUGO

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Voltaire – Diccionario Filosófico  

► Suicidio

 

SONÁMBULOS Y SUEÑOS

Sonámbulos y sueños - Diccionario Filosófico de VoltaireConocí un sonámbulo que se levantaba, se vestía, hacía una reverencia, bailaba el minueto, y después se desnudaba, se volvía a acostar y continuaba durmiendo. Este sonámbulo dista mucho del sonámbulo de la Enciclopedia, que era un joven seminarista que se levantaba durmiendo para componer su sermón, lo escribía correctamente, lo leía y lo corregía; borraba algunos renglones, sustituyéndolos por otros; componía música y la anotaba exactamente en el papel pautado, colocando la letra debajo de las notas sin equivocarse.

Dícese que un arzobispo de Burdeos presenció todas estas operaciones y otras no menos sorprendentes. Sería de desear que ese prelado hubiera escrito su declaración y la hubiera firmado, o al menos que se la hubiera hecho firmar al secretario. Suponiendo que el referido sonámbulo hiciera todo lo que se le atribuye, le propondría yo las mismas cuestiones que a cualquiera que sencillamente soñara; le diría: «Habéis soñado con más intensidad que otros, pero siguiendo el mismo principio; el otro no tuvo mas que fiebre, y vos habéis tenido un arrebatamiento en el cerebro, y de uno y otro habéis recibido ideas y sensaciones que no esperabais, y habéis hecho todo lo que no teníais ganas de hacer.»

De dos que duermen, uno no tiene ni una sola idea; el otro recibe multitud de ellas; el primero es insensible como el mármol, y el segundo experimenta deseos y goces.

El seminarista a que acabamos de aludir nació con el don de la imitación; oyó cien sermones, y su cerebro estaba predispuesto a componerlos, y los escribe cuando vela, arrastrado por el talento de imitación, y los escribe hasta durmiendo. ¿En qué consiste que soñando se convierte en predicador, cuando se acostó sin tener voluntad de predicar? «Recordad —le diría yo— la primera vez que estando en vela escribisteis el extracto de un sermón, en el que no pensabais un cuarto de hora antes; estabais en vuestro cuarto entregado a un vago desvarío, sin tener ninguna idea fija, y vuestra memoria os recordó, sin intervenir para esto la voluntad, cierta fiesta; la fiesta os recordó que ese día hubo sermón; el sermón os recordó un texto, y el texto os hizo coordinar un exordio; teníais a la mano papel y tintero, y escribisteis lo que antes no pensabais haber escrito. He aquí precisamente lo que os sucedió estando sonámbulo. En una y en otra operación creísteis hacer lo que queríais, y os dirigió, sin que lo supierais, todo lo que precedió a la escritura de dicho sermón.

»Lo mismo que, cuando al salir de las vísperas, os encerrasteis en vuestra celda para meditar, sin ánimo de ocuparos de vuestra vecina; sin embargo, su imagen se pinta en vuestra imaginación cuando no pensabais en ella. Vuestra imaginación se enciende, sin que os preocupéis en apagarla; ya sabéis lo que sucede después. Lo mismo experimentáis cuando estáis durmiendo y soñando.

»¿Qué parte habéis tenido en esas modificaciones de vuestro individuo? La misma que tenéis en la circulación de la sangre por las arterias y por las venas, y en el riego de vuestros vasos linfáticos, y en los movimientos de vuestro corazón y de vuestro cerebro.»

He leído el artículo titulado Sueño de la Enciclopedia, y no he comprendido nada de él; pero cuando yo busco la causa de mis ideas y de mis actos, cuando duermo y cuando estoy despierto, tampoco la comprendo. Si me objetara un buen argumentador, probándome que cuando estoy despierto y no estoy colérico o borracho soy entonces un animal que obra, quedaría embarazado para contestarle; pero yo también le dejaría sin contestación, probándole que cuando duerme es una persona paciente, es un puro autómata. Decidme, pues: ¿cómo hemos de definir al animal, que es una máquina la mitad de su vida, que cambia de naturaleza dos veces cada veinticuatro horas?

II – De los sueños

Estando muertos todos los sentidos durante el sueño, ¿en qué consiste que hay un sentido interno que está vivo? ¿En qué consiste que cuando vuestros ojos no ven, ni vuestros oídos oyen, sin embargo, veis y oís cuando estáis soñando? El perro caza soñando, ladra, persigue su presa y se la come. El poeta compone versos durmiendo, el matemático ve figuras, el metafísico argumenta bien o mal; hay sorprendentes ejemplos de todo esto.

¿Obran solos los órganos de la máquina, o el alma pura, libre del imperio de los sentidos, goza de sus derechos con libertad? Si sólo los órganos producen los sueños que tenemos de noche, ¿por qué no producen también las ideas que tenemos de día? Si el alma pura, tranquila, cuando reposan los sentidos, obrando por sí misma, es la única causa de las ideas que tenemos durmiendo, ¿en qué consiste que todas estas ideas son casi siempre irregulares, poco razonables e incoherentes? ¿Cuando el alma está menos perturbada es cuando más perturba a la imaginación? ¿Cuando obra con libertad es cuando está loca? Si yo hubiera nacido con ideas metafísicas, como pretenden algunos filósofos, sus ideas puras y luminosas sobre el Ser, sobre el infinito, sobre todos los primeros principios, debían despertarse en ella con mayor energía cuando su cuerpo duerme, y nadie sería buen filósofo mas que soñando.

Cualquier sistema que adoptéis, cualquier esfuerzo que hagáis para probaros que la memoria excita vuestro cerebro y que vuestro cerebro excita vuestra alma, habéis de convenir en que recibís todas las ideas durante el sueño sin intervención vuestra, sin que funcione para nada vuestra voluntad. Es, pues, cierto que podéis pensar siete u ocho horas seguidas sin tener ganas de pensar y hasta sin estar seguros de que pensáis. Pensad lo que estoy diciendo y ved si podéis adivinar lo que es el hombre.

Los sueños fueron siempre motivos para tener supersticiones, y esto es muy natural. El hombre que está vivamente afectado por ver muy enferma a la mujer querida, sueña que la ve moribunda, y efectivamente muere al otro día: luego los dioses le predijeron su muerte. El general de un ejército sueña que gana una batalla; la gana al día siguiente: luego los dioses le han profetizado que sería el vencedor. Sólo se conserva la memoria de los sueños que se realizan, y se olvidan los que no se cumplen. Los sueños forman una gran parte de la historia antigua, lo mismo que los oráculos.

La Biblia traduce así uno de los versículos del Levítico: «No examinéis los sueños.» Debemos advertir que la palabra «sueño» no existe en la lengua hebrea, y que además sería muy extraño que rechazara la observación de los sueños el mismo libro que dice que José fue el bienhechor de Egipto y de su familia por haber interpretado los tres sueños.

La explicación de los sueños era tan común en la antigüedad, que no querían concretarse a entenderlos; trataban además de adivinar algunas veces lo que otro hombre había soñado. Nabucodonosor; habiéndose olvidado de un sueño que había tenido, mandó a sus magos que lo adivinaran, y los amenazó con la muerte si no podían conseguirlo; pero el judío Daniel, que pertenecía a la escuela de los magos, les salvó la vida adivinando el sueño del rey e interpretándolo. Esta historia y otras muchas sirven para probar que la ley de los judíos no prohibía la oneiromancia, o lo que es lo mismo, la ciencia de los sueños.

Voltaire – Diccionario Filosófico    

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