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Torre de Babel Ediciones

PRECIO – Vocabulario de la economía

Precio

Es la relación de dos productos en el cambio, la medida de un valor en otro valor. Entre dos productos que se cambian hay equivalencia, una relación de igualdad y el uno es precio del otro.

Suele definirse el precio diciendo que es el valor expresado en dinero; pero esto es tan equivocado como si dijéramos que el peso es la gravedad expresada en kilogramos. La moneda sirve para medir los valores, interviene en el mayor número de los cambios y a ella se refiere ordinariamente el precio; pero una cosa es la estimación relativa de dos productos, y otra el instrumento que se emplea para establecerla. ¿No han existido los precios antes que la moneda? ¿No hay acaso precio en la permuta? ¿No tiene precio la moneda misma? Tanto es así que el precio en dinero es solamente nominal, y depende de la cantidad de metales preciosos que circulan. El precio real de los productos es el esfuerzo necesario para obtenerlos.

También se confunde el precio con el valor. Sin embargo, se los distingue fácilmente teniendo en cuenta que si ambos expresan una relación del producto, los términos son diferentes para cada uno de ellos: en el valor la relación es primeramente con las necesidades, en el precio con otro producto; el valor mide la utilidad, el precio es medida de los valores para el cambio. (V. Valor.)

El precio de cada producto consiste en la cantidad de riqueza necesaria para compensar los gastos hechos en su formación y retribuir al productor con el beneficio que le corresponde; pero como las relaciones del cambio se determinan en virtud de otros datos, hay, además de ese precio que se llama natural o remunerador, otro que se dice corriente, y es el valor que se ofrece para cada producto; en otros términos: precio natural es el que tiene el producto al salir de las manos del industrial, y corriente el que logra hacer efectivo en el mercado. Este último se fija por la acción de la oferta y la demanda; baja si los productos abundan, y se eleva cuando escasean.

El precio natural varía con todas las alteraciones que experimentan los gastos de la producción e influye en el precio corriente, porque el aumento de esos gastos significa una mayor dificultad para producir que reducirá la oferta; y la disminución, al contrario, que facilita la industria, llevará mayor número de productos al mercado. De aquí que el progreso económico de lugar a la baja incesante de los precios.

El precio corriente puede ser igual y mayor o menor que el natural; pero tiende siempre a nivelarse con éste. Cuando el precio corriente es mayor que el natural, el exceso de beneficio que obtienen los productores atrae nuevos capitales y brazos a la industria en que esto sucede, y aumentado la oferta, baja el precio del mercado; si el precio corriente no alcanza a cubrir el natural, la reducción del beneficio o la pérdida que sufre el productor le hacen abandonar la industria, y la restricción consiguiente de la oferta da lugar a la subida del precio.

Ésta es la ley que de hecho rige en el mercado, y por ella se gobiernan los movimientos del cambio. ¿Hasta qué punto, sin embargo, es satisfactoria esa ley y puede ser sancionada por la ciencia? Después de reconocer que hay un precio natural, ¿es dado admitir otro fortuito, arbitrario, que no se funda en las cualidades del producto ni en los esfuerzos del productor? La situación del mercado, circunstancia posterior a la formación del producto, que no influye por consiguiente en el trabajo empleado para obtenerle ni afecta tampoco a su utilidad, parece que no debiera ser la llamada a determinar los precios; la escasez de un artículo no autoriza al industrial para elevar indefinidamente su precio a expensas del consumidor, ni es razonable que éste en los casos de abundancia reduzca el precio sin limitación alguna, negando al productor la recompensa de su trabajo y el pago del servicio que le presta. No satisface, pues, como reguladora del cambio, la acción de la oferta y la demanda, que ha de dar lugar a continuas injusticias; y así sucede, en efecto, porque diariamente oímos decir, hablando de algún precio, que no vale tanto o vale más que el objeto a que se refiere.

Pero no basta decir que el precio natural es el único legítimo, porque ya hemos visto que éste se compone de dos elementos, los gastos de la producción y el beneficio; y si aquéllos pueden computarse fácilmente, no sucede así con el segundo: el beneficio es, en último resultado, un precio, el precio del trabajo, y mal puede darnos el principio que buscamos cuando hay que empezar por aplicarle a él mismo.

La dificultad no está resuelta. La economía se ha limitado hasta aquí a explicar cómo se fijan los precios, y ha creído, sin duda, innecesario investigar si debieran formarse de otro modo, o imposible de sustituir el mecanismo de la oferta y la demanda.

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