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Torre de Babel Ediciones

Escuela africana. Filosofía medieval. Historia de la Filosofía de Zeferino González.

Historia de la Filosofía – Tomo II – Segunda época filosófica
La filosofía cristiana

§4 – ESCUELA SEPARATISTA O AFRICANA

Si se exceptúan San Melitón de Sardes y Atenágoras, la mayor parte de los apologistas, y con particularidad los africanos, manifiestan cierta hostilidad y una repulsión universal y pronunciada contra la Filosofía greco-romana, a la que consideran inútil y hasta nociva para el cristiano. El hombre debe buscar la verdad en los libros santos que contienen la palabra de Dios; en los profetas y los Apóstoles, y no en los filósofos; en la enseñanza de la Iglesia, y no en las Academias filosóficas; en Jerusalén, y no en Atenas: Quid Athenis et Hierosolymis? escribía Tertuliano: quid Academiae et Ecclesiae?

Aunque San Ireneo, San Justino y algunos otros participaron más o menos de esta dirección separatista, es incontestable que sus más genuinos representantes son los apologistas africanos Minucio Félix, Tertuliano, Arnobio y Lactancio

Así es que vemos ya al primero en su Octavio, diálogo en que el pagano Cecilio y el cristiano Octavio discuten sobre la verdad y excelencia de sus respectivas religiones, llamar la atención sobre la inferioridad de la Filosofía pagana respecto de la doctrina cristiana, principalmente en el orden práctico. Non eloquimur magna, sed vivimus, decía, y al hablar de las opiniones y teorías de los principales filósofos gentiles, como Pitágoras y Platón, acerca del alma humana, supone que la parte de verdad que contenían era sombra y reminiscencia de la doctrina revelada y enseñada por los profetas (1), doctrina anterior y superior, de la que los filósofos gentiles sólo alcanzaron vislumbres y como una sombra e imitación: umbram interpolatae veritatis imitati sunt

 

   Pero esta tendencia separatista y de hostilidad contra la Filosofía pagana, que en Minucio Félix comienza a dibujarse de una manera concreta, adquiere cuerpo y se ostenta con decisión y energía en sus compatriotas de África, pero especialmente en Tertuliano y Lactancio, que son, a no dudarlo, los principales representantes de la Filosofía cristiana en este concepto, aunque no los únicos, puesto que el profesor de retórica Arnobio, natural de Sica, en África, se explica en el mismo sentido y sigue esta dirección en su tratado o libro Contra los gentiles 

§ 5 – TERTULIANO

Nació este grande y célebre escritor en Cartago, hacia mediados del siglo segundo después de Jesucristo. Fue educado en el paganismo, y ejerció la abogacía antes de convertirse y abrazar la religión cristiana, en la cual se ordenó de sacerdote. Sus numerosas y por lo general excelentes obras (2), demuestran la profundidad enérgica de su genio, y hacen de él uno de los escritores más notables del Cristianismo. Desgraciadamente, su rigorismo moral y el apego excesivo a sus propias opiniones le precipitaron en la herejía de los montanistas, y aunque disgustado de esta secta en los últimos años de su vida, no consta que haya vuelto al gremio de la Iglesia antes de su muerte, acaecida probablemente en el año 220 de la era cristiana. Sus ideas principales, bajo el punto de vista filosófico, son las siguientes:

a) La sabiduría humana y la Filosofía, lejos de suministrar al hombre el conocimiento de la verdad, más bien le impiden su posesión con sus contradicciones, con sus múltiples errores, con sus temeridades (temeraria interiores divinae naturae), con sus relaciones con los oráculos y demonios, que la convirtieron en artífice de errores, alejándola de toda verdad (antiqui erroris artificem, omnis veritatis avocatricem), hasta el punto de que la Filosofía puede y debe considerarse como origen de las herejías (ipsae denique haereses a Philosophia subornantur) y su principal apoyo. En el pórtico de Salomón y no entre los estoicos; en la Iglesia y no en la academia, debe buscar enseñanza, doctrina y sabiduría el cristiano, cuya Filosofía consiste en buscar a Dios con sencillez de corazón (3). De la Filosofía, y de la Filosofía platónica tan preconizada, nacieron la mayor parte de los errores de Valentino (Inde Eones et formae nescio quae, et trinitas hominis apud Valentinum: platonices erat), de Hermógenes (4) y de tantos otros herejes.

En armonía con estas ideas, Tertuliano llama a Platón omnium haereticorum condimentarium (5); busca y señala con frecuencia el origen y la razón suficiente de los errores dogmáticos que combate en las teorías de los antiguos filósofos, y añade, por último, que los escasos destellos de verdad que se observan en los poetas y filósofos gentiles son debidos a sus comunicaciones con los autores y libros del Antiguo Testamento, no habiendo hecho ellos por su parte más que oscurecer y adulterar los resultados de esas comunicaciones.

b) En realidad, existe una oposición completa y absoluta entre la sabiduría cristiana y la sabiduría pagana: lo que para ésta es absurdo e imposible, es la realidad y la verdad para el cristiano. Así, por ejemplo, la crucifixión, la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, que entrañan estupidez e imposibilidad para la razón y la ciencia del hombre, son, por lo mismo, creíbles y ciertas para el cristiano (6), cuyo único criterio de verdad es la palabra de Dios, siquiera se halle en contradicción con los juicios de la ciencia y de la razón del hombre.

c) Existe un Dios verdadero, omnipotente, dotado de inteligencia y libertad, el cual produjo o sacó de la nada este mundo visible con todos sus elementos, partes y seres. Este Dios es único (quod si Deus est, unicum sit necesse est) y singular, anterior y superior a todas las demás cosas, que le deben su origen y su ser. Sin dejar de ser espíritu, Dios es cuerpo (quis enim negabit Deum corpus esse, etsi Deus spiritus est?), como lo son también todas las demás substancias invisibles.

No es fácil determinar en qué sentido dice Tertuliano que Dios es cuerpo. Si se tiene en cuenta, por un lado, que le apellida al mismo tiempo espíritu, y por otro el pasaje arriba citado contra Hermógenes porque ponía materia en Dios, preséntase como bastante fundada y probable la hipótesis de San Agustín, según la cual, la palabra corpus en este caso sería sinónima de realidad y substancia, por oposición a la nada y al accidente o cualidad de una substancia (7), y esta opinión del Obispo de Hipona es tanto más verosímil, cuanto que se halla en consonancia con algunos pasajes del mismo Tertuliano (8), los cuales favorecen esta interpretación de San Agustín.

En todo caso, es cierto que para Tertuliano la idea de Dios no es innata propiamente, toda vez que el apologista africano rechaza explícitamente las ideas innatas de Platón; pero sí lo es en el sentido menos riguroso admitido más adelante por los escolásticos, o, como si dijéramos, in fieri próximo. La idea de Dios como ser supremo, omnipotente y soberanamente bueno, preexiste en nosotros, según Tertuliano, de una manera virtual e implícita, en estado de presentimiento intelectual de la naturaleza humana (doctrinam esse naturae congenitae), como una de aquellas aspiraciones espontáneas del alma hacia el infinito, que Tertuliano apellida eruptiones naturae, con una frase tan enérgica como original. La idea, pues, o la noción confusa e implícita de Dios, representa una especie de depósito innato o tácito de la conciencia (conscientiae tacita commissa); preexiste y se revela en el fondo del alma con anterioridad a toda enseñanza externa, con independencia de los libros y de las especulaciones filosóficas: Certe prior anima quam littera, et prior sermo quam liber, et prior sensus quam stylus, et prior homo ipse quam philosophus

c) El alma humana es una substancia simple e indivisible (neque divisibilis), pero corporal y sujeta a figura: es también inmortal (anima immortalis natura recognoscitur) de su naturaleza, inteligente, dotada de libre albedrío, y, como tal, sujeta a mutaciones, capaz de bien y mal moral, y sujeta a premios y castigos eternos en la vida futura. Aunque es invisible para nosotros y se apellida espíritu en cuanto que la consideramos como substancia uniforme y simple (uniformem el simplicem), posee, sin embargo, verdadera corpulencia, las tres dimensiones de los cuerpos, forma o figura, y hasta distinción de sexos como el cuerpo (anima in utero seminata pariter cum carne, pariter cum ipsa sortitur et sexum), con el cual se une en el útero.

d) Aunque Tertuliano parece referir el primer origen del alma a una acción inmediata de Dios (Dei flatu natam), es lo cierto que pretende explicar el origen de las almas particulares o posteriores a la primera por generación y no por creación ex nihilo, de manera que cada alma humana es veluti surculus quidam ex matrice Adam in propaginem deducta. Tertuliano rechaza y combate con energía la teoría psicológica de Platón, negando la preexistencia de las almas humanas, su trasmigración de un cuerpo a otro, su unión accidental con el cuerpo humano, y la hipótesis que hace consistir la ciencia humana en la reminiscencia. Por lo demás, el apologista cartaginés procede con perfecta lógica al rechazar todas estas ideas de Platón, incompatibles con su propia teoría traduccianista.

Si se prescinde de ésta, de los puntos confusos que se han indicado, y de ciertas tendencias e ideas excesivamente rígidas en el terreno moral, la doctrina filosófica de Tertuliano es ortodoxa, cristiana y racional en el fondo, por más que en ocasiones sea algo difícil penetrar su pensamiento a causa de la dureza, concisión y novedad relativas de su estilo.

Que si el lirinense pudo, no sin fundamento, comparar a Tertuliano con Orígenes y atribuirle el mérito de conocer a fondo la Filosofía pagana con todas sus escuelas y filósofos, y apellidarle el príncipe de los escritores latinos (9), y elogiar su vastísima erudición, también Lactancio pudo quejarse con justicia de su estilo descuidado y oscuro (minus comptus, et multum obscurus) en demasía. San Jerónimo hizo notar a su vez que la precisión o facilidad del lenguaje no correspondía a la abundancia de las ideas: Creber est in sententiis, sed difficilis in loquendo

§ 6 – LACTANCIO

Compatriota probablemente de Tertuliano y discípulo de Arnobio, fue Lactancio (Lucius Cecilius Lactantius Firmianus), que nació hacia mediados del siglo III. Después de haber enseñado retórica en Nicomedia por invitación de Diocleciano, fue nombrado por Constantino preceptor o ayo del César Crispo su hijo. Muerto éste, parece que Lactancio se retiró a su patria, dedicándose a corregir y limar algunos de sus libros y a componer otros nuevos hasta su muerte, que debió acaecer a fines del primer tercio del siglo IV.

 

      Lactancio, a quien San Jerónimo llama vir omnium suo tempore eruditissimus, y que mereció el dictado de Cicerón cristiano a causa de la elegancia y fluidez de su estilo, expuso sus ideas filosóficas en varios escritos, siendo los principales, en este concepto, el titulado De Opificio Dei, el que se intitula De ira Dei, pero sobre todo sus Institutiones divinae, que es sin disputa uno de los más bellos monumentos de la literatura cristiana del siglo IV.

He aquí un resumen de sus ideas relacionadas con los problemas de la Filosofía.

a) La posesión de la ciencia real y verdadera es una prerrogativa de la inteligencia divina, sin que la razón humana pueda llegar a su conocimiento o posesión con sus propias fuerzas. Así es que los filósofos no han hecho más que apartar y extraviar a los hombres del camino de la verdad (longe devium Philosophos iter a veritate tenuisse), sin haberles enseñado ni siquiera haber llegado ellos a conocer a Dios y darle el culto conveniente, en lo cual consiste la verdadera sabiduría del hombre (10), el cual debe buscar la verdad y poner su confianza y salvación en la palabra de Dios y no en la ciencia humana.

b) Puesto que, según las Sagradas Escrituras, son necios los pensamientos de los filósofos (cogitationes omnium Philosophorum stultas esse) todos sin distinción; puesto que ni la Física, ni la Lógica, ni la Ética de éstos pueden enseñar ni dar al hombre la verdadera felicidad, es preciso reconocer que es falsa y vana la Filosofía (apparet falsam et inanem esse Philosophiam), y que es un error considerarla como la sabiduría: sciant igitur errare se, qui Philosophiam putant esse sapientiam

En confirmación y como prueba concluyente de lo dicho en contra de la Filosofía, Lactancio alega las doctrinas morales y sociales de Platón, doctrinas cuya aplicación llevaría consigo la destrucción de la sociedad, el fomento de toda clase de crímenes y el exterminio (11) de todas las virtudes.

A pesar de todo esto y de la crudeza de ciertos pasajes, es justo reconocer que el pensamiento de Lactancio sobre la materia es menos exagerado y exclusivista que el de Tertuliano, según se desprende de algunos otros pasajes, en los cuales rechaza el escepticismo de los académicos. Confiesa que se halla alguna parte de verdad en las diferentes sectas filosóficas, y hasta afirma que si se hallara alguno capaz de reunir toda la verdad diseminada en las sectas o sistemas de los filósofos, formando con ella un cuerpo ordenado y completo, esta verdad coincidiría y se armonizaría con la verdad cristiana: Non enim sic Philosophiam nos evertimus, ut Academici solent…. Docemus nullam sectam fuisse tam deviam, nec Philosophorum quemquam tam inanem, qui non viderit aliquid ex vero…. Quod si extitisset aliquis, qui veritatem sparsam per singulos, per sectasque diffusam colligeret in unum ac redigeret in corpus, is profecto non dissentiret a nobis

c) Por lo demás, la Filosofía de Lactancio establece con decisión y demuestra con solidez las verdades fundamentales de la Filosofía cristiana, y con particularidad la existencia de Dios, su infinidad, su omnipotencia, su unidad como consecuencia lógica de su perfección infinita (Deus, si perfectos est, ut esse debet, non potest esse nisi unus), la inmortalidad del alma humana, y la posesión de Dios como destino final y complemento de su vida; pues la felicidad, dice Lactancio, no consiste ni en el placer, que es común al hombre con los animales, ni tampoco en la virtud, la cual es sólo camino y medio para llegar a los premios eternos e inmortales (ejus enim praemia quae sunt aeterna et immortalia) que Dios tiene preparados en su justicia para la virtud: virtus et mercedem suam, Deo judice, accipiet, et vivet ac semper vigebit

d) Al hablar de los esclavos, Lactancio enseña que, a pesar de su condición inferior civil o corporal, para los cristianos son hermanos y compañeros por parte del espíritu y no esclavos (nobis tamen servi non sunt), porque los cristianos miden y consideran las cosas humanas o la dignidad del hombre por el espíritu y no por el cuerpo: Omnia humana non corpore, sed spiritu metiamur

§ 7 – CRÍTICA

El movimiento de repulsión y de hostilidad que acabamos de ver en Tertuliano y Lactancio, y por punto general en la escuela africana de los primeros siglos, no terminó con ellos. A través de diferentes formas, y a intervalos más o menos largos, ha llegado hasta nuestros días. En el fondo de los varios misticismos que han aparecido en el campo de la Filosofía, y en el fondo, sobre todo, de las teorías tradicionalistas, palpita el mismo pensamiento que informaba los escritos de Tertuliano y Lactancio. A pesar de sus atenuaciones externas e internas, en relación con las vicisitudes y exigencias de los tiempos, es indudable que el misticismo y el tradicionalismo representan la continuación y la marcha a través de los siglos del movimiento de repulsión contra la ciencia humana y la Filosofía racional, iniciado por la escuela africana en los primeros siglos del Cristianismo. De manera que esta escuela representa, dentro del Cristianismo o del período cristiano, la tendencia de la razón humana a sustituir la visión a la especulación científica, el asenso espontáneo e instintivo a la investigación racional, la fe a la ciencia.

Otro defecto capital de esta escuela, o, si se quiere, una de sus notas características, es la imperfección de su psicología, saturada de tendencias e ideas materialistas y bastante inexactas, según es fácil observar, lo mismo en Tertuliano que en Minucio y Arnobio, y hasta en Lactancio, a pesar de la superioridad relativa de sus ideas psicológicas. Cualquiera que sea la opinión que se adopte para explicar la corporeidad que el primero atribuye a Dios, no puede ponerse en duda que su concepción psicológica es una concepción esencialmente materialista, toda vez que atribuye terminantemente al alma humana dimensiones in longum, latum et profundum, y habida también razón de su hipótesis traduccianista o generacianista.

Por lo que hace al maestro de Lactancio, es preciso reconocer que sus ideas psicológicas no eran ni más exactas que las de Tertuliano, ni muy espiritualistas. Arnobio, en efecto, después de afirmar que la inmortalidad conviene solamente a Dios (ingenitus, immortalis, et perpetuus solus est), supone o indica que el hombre no fue producido o creado inmediatamente por Dios (12), y concluye por enseñar que las almas humanas son una especie de substancias intermedias entre el cuerpo y el espíritu: Non inaniter credimus mediae qualitatis esse animas hominum, utpote a rebus non principalibus editas.

Ya se ha dicho que las ideas de su discípulo Lactancio sobre la materia son más exactas y más espiritualistas que las de Tertuliano y Arnobio; pero no le impidió esto adoptar el error de los milenarios (13).

En medio de estos defectos e inconvenientes, la escuela separatista tiene el mérito y la ventaja de haber llamado la atención de los hombres pensadores sobre el valor científico, o, digamos mejor, sobre la virtualidad filosófica de la idea cristiana. Al pretender que esta última bastaba por sí sola al hombre en todas sus esferas, y al anular la importancia y valor real de la Filosofía, incurría sin duda en exageraciones inadmisibles; pero al propio tiempo ponía de manifiesto que en la idea católica, en los dogmas y moral del Cristianismo, se hallaba como preformada y virtualmente contenida la solución de todos los problemas más trascendentales y difíciles de la Filosofía. En este sentido, y desde este punto de vista, la escuela separatista o africana prestó un verdadero servicio a la religión y a la Filosofía, porque fue una especie de demostración práctica de que la nueva religión, la religión de Jesucristo, llevaba en su seno el germen y los elementos, no solamente de una regeneración religiosa, sino también de una regeneración filosófica y científica.

uera.

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(1) «Animadvertis, escribe, philosophos eadem disputare quae dicimus, non quod nos simus eorum vestigia subsecuti, sed quod illi de divinis praedicationibus Prophetarum, umbram interpolatae veritatis imitati sunt. Sic conditionem renascendi, sapientium clariores Pytagoras primus, et Plato praecipuus, corrupta et dimidiata fide tradiderunt. Nam corporibus dissolutis solas animas volunt et perpetuo manere, et in alia nova corpora saepius commeare…. Non philosophi sane studio, sed mimico vitio digna ista sententia est.» Bibliotheca Patr., t. III, pág. 252.

(2) Las obras de Tertuliano deben dividirse en dos clases o series. Pertenecen a la primera las que escribió antes de abrazar el montanismo, y son: Apologeticus pro christianisAd NationesDe Testimonio animaeAd martyresDe Spectaculis.— De IdololatriaAd ScapulamDe OrationeDe BaptismoDe Poenitentia. — De PatientiaAd uxoremDe cultu foeminarum, y probablemente también el notable libro De Praescriptionibus. Después de su caída en la herejía montanista, escribió: De corona militisDe Fuga in persecutioneAdversas Gnosticos ScorpiacaeAdversas PraxeamAdversus HermogenemAdversas MarcionemAdversas ValentinianosAdversus JudaeosDe AnimaDe Carne ChristiDe Resurrectione carnisDe Velandis virginibusDe Exhortatione castitatisDe MonogamiaDe JejuniisDe PudicitiaDe Pallio

(3) «Nostra iustitutio de porticu Salomonis est, qui et ipse tradiderat, Dominum in simplicitate cordis esse quaerendum. Viderint qui stoicum, et platonicum, et dialecticum Christianismum protulerunt.» De Praescrip., cap. VII.

(4) Hablando de éste, escribe: «A Christianis enim conversus ad Philosophos, de Ecclesia in Academiam et Porticum, inde sumpsit a stoicis materiam cum Deo ponere.»

(5) San Ireneo coincide en este punto con el apologista africano: así es que al refutar y combatir las herejías, especialmente las de los gnósticos, pone especial cuidado en demostrar que los antecedentes y el origen de éstos se encuentran en los filósofos gentiles. Véase cómo se expresa al exponer la doctrina de ciertos gnósticos acerca de la eternidad de la materia: «Hoc autem quod ex subjecta materia dicunt, Fabricatorem fecisse mundum, et Anaxágoras, et Empedocles, et Plato primi ante hos dixerunt.» Adversus Haeres., lib. II, cap. XIX.

(6) «Crucifixus est Dei filius; non pudet, quia pudendum est. Et mortuus est Dei filius; prorsus credibile est, quia ineptum est. Et sepultus resurrexit; certum est, quia impossibile est.» En relación con estos textos, muy propios de la exageración del apologista africano, y como expresión de su tendencia y contenido, suele aducirse y citarse el famoso Credo, quia absurdum, que algunos atribuyen sin razón, ya a San Agustín, ya a otros Padres de la Iglesia.

(7) «Sed potuit, ut dixi, escribe el Obispo de Hipona, propterea putari corpus Deum dicere, quia non est nihil, non est inanitas, non est corporis vel animae qualitas, sed ubique totus et per Iocorum spatia ubique partitus, in sua tamen natura atque substantia immutabiliter permanet.» De Haeresib., cap. LXXXVI.

(8) Así, por ejemplo, después de haber dicho que el Verbo procede del Padre como Espíritu de Espíritu y Dios de Dios (de Spiritu Spiritus, et de Deo Deus), dice en otra parte que todo lo que es real es cuerpo a su manera: omne quod est, corpus est sui generis; nihil est incorporale, nisi quod non est. (De Carne Christ., cap. XI.) Como se ve, esta afirmación es absolutamente incompatible con la anterior, si se toma en sentido literal.
       Tampoco faltan pasajes en que Tertuliano presupone distinción real entre los cuerpos y los espíritus. «Mundi hujus moles a Deo creala fuit cum omni instrumento elementorum, corporum, spirituum.» Apolog., cap. XVII.

(9) «Sed et Tertulliani quoque eadem ratio est. Nam sicut ille (Origenes) apud Graecos, ita hic apud Latinos, nostrorum omnium facile princeps judicandus est. Quid enim hoc viro doctius, quid in divinis atque humanis rebus exercitatius? Nempe, omnem philosophiam, et cunctas Philosophorum sectas, authores, adsertoresque sectarum, omnesque eorum disciplinas, omnem historiarum ad studiorum veritatem, mira quadam mentis capacitate complexus est.» Commonit., cap. I.

(10) «Sed huc necessario divertendum fuit, ut ostenderem tot et tanta ingenia in rebus falsis esse consumpta, ne quis forte…. ad eos se conferre vellet, tamquam certi aliquid reperturus. Una igitur spes homini, una salus in hac doctrina quam defendimus, posita est. Omnis sapientia hominis in hoc uno est, ut Deum cognoscatet colat…. Hoc est illud quod Philosophi omnes in tota sua vita quaesierunt, nec unquam tamen investigare, comprehendere, tenere valuerunt; quia aut pravam Religionem tenuerunt, aut totam penitus sustulerunt.» Div. inst., lib. III, cap. últ.

(11) He aquí los epígrafes de los capítulos XXI y XXII del libro III de sus Instit. divi., de los cuales se puede inferir lo que pensaba acerca de la ciencia del que era considerado generalmente por entonces como el primer representante de la Filosofía. Cap. XXI: Quod Plato didicerit a Socrate ea, quae si obtinerent, humani generis periret societas.— Cap. XXII: Quod dogma Platonis non erat nisi criminis fons et fomes, et virtutum omnium exterminium

(12) «Sacrilegae crimen impietatis incurrit, quisquis ab eo Deo conceperit hominem esse prognatum.» Contra Gent., lib. II.

(13) «Verum ille (Dei filius) cum deleverit injustitiam, judiciumque magnun fecerit, ac justos, qui a principio fuerunt, ad vitam restauraverit, mille annis inter homines versabitur, eosque justissimo imperio reget.» Instit. divinae, lib. VII, cap. XXIV.

Antecedentes y primeros ensayos de la filosofía cristiana                                                Escuela alejandrina

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