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Lotze. Psicología espiritualista. La filosofía en el siglo XIX. Historia de la Filosofía de Zeferino González.

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA                                             

ZEFERINO GONZÁLEZ (1831-1894)                                                        

Tomo ITomo IITomo IIITomo IV                                                       

 

 

Historia de la Filosofía – Tomo IV – La filosofía novísima (siglo XIX)

§21 – LA ESCUELA PSICOLÓGICO-ESPIRITUALISTA.— LOTZE

La psicología espiritualista en la Alemania de nuestro siglo ha sido afirmada y defendida por los filósofos adictos al catolicismo y por los representantes filosóficos de la derecha hegeliana. Como debemos hablar de los primeros más adelante, omitimos aquí sus nombres y sus trabajos; y por lo que hace a los segundos, citados quedan ya al tratar de la derecha hegeliana, a los cuales deben agregarse los nombres de Perty y de Harms, de los cuales el primero en su Antropología y el segundo en su Psicología, defienden, como Ulrici y Hermann Fichte, las soluciones principales de la psicología espiritualista, aunque desviándose más o menos unos y otros del espiritualismo cristiano.

 

    Estas desviaciones del espiritualismo psicológico cristiano fueron mayores en un filósofo que no hace mucho que descendió al sepulcro, y cuya doctrina psicológica vamos a exponer con la posible brevedad, porque así lo reclama su importancia científica, y sus trabajos en favor de la psicología espiritualista enfrente de la materialista.

Lotze (Rodolfo Hermann) es el nombre de este notable filósofo, que nació en 1817 en Bautzen, y que en 1839 había terminado sus estudios de medicina y de Filosofía. Discípulo por algún tiempo de Wisse, amigo y compañero de Fechner, y testigo presencial del movimiento herbartiano que se verificaba en Leipzig, Lotze supo apropiarse lo que había de bueno y verdaderamente científico en estas varias direcciones, sin incurrir en exageraciones y exclusivismos. Lotze cultivó las ramas principales del saber, y así lo demuestran sus escritos metafísicos (Metaphisik, 1841), patológicos (Allgemeine Pathologie und Therapie, 1842), de lógica y fisiología (Logik, 1843; Allgem. Physiologie dei Körperlichen Lebens), de historia natural y de filosofía de la historia (Mikrokosmus, Ideen zur Naturgeschichte, etc, 1856), de estética (Geschichte der Aestlhetik in Deutsckland), sin contar algunos otros sobre diferentes materias. Pero lo que constituye su mérito filosófico y su importancia histórico-científica, son los trabajos y escritos sobre psicología, entre los cuales sobresale su Psicología general (1), verdadero resumen de sus ideas y teorías psicológicas.

Éstas son esencialmente espiritualistas en el fondo, aunque con algunas desviaciones más o menos graves, como sucede, por punto general, en las cuestiones psicológicas y metafísicas, cuando la razón se mueve fuera de la órbita cristiana. Lotze, después de afirmar la existencia de Dios, la necesidad de la religión y de la moral en sus escritos metafísicos, afirma y prueba en su Psicología la existencia del alma espiritual en el hombre, su distinción del cuerpo, la irreductibilidad del pensamiento a las fuerzas físicas o químicas, la existencia del libre albedrío.

Pero lo que constituye el verdadero mérito de Lotze, o, digamos, su significación en la historia de la Filosofía, no es, ciertamente, la afirmación de esas verdades, sino la vigorosa e ineludible argumentación, las pruebas científicas o experimentales en que la apoya, demostrando a la vez la insuficiencia de las pruebas alegadas por el materialismo en favor de su tesis. Lotze, que se había entregado con ardor al estudio de las ciencias naturales y físicas, que ensalzaba con entusiasmo los descubrimientos realizados en estas ciencias, que ponía en práctica el método experimental, y que se hallaba al corriente de cuantos descubrimientos, observaciones y teorías circulaban en el campo de la ciencia, reunía todas las condiciones necesarias para combatir al materialismo con sus propias armas.

Así lo hizo en efecto; y quienquiera que recorra sus escritos, y principalmente su ya citada Psicología general, le verá seguir paso a paso los argumentos del materialismo, y reducirlos a menudo polvo, poniendo de manifiesto lo que en los mismos hay de aventurado, de hipotético, y, sobre todo, de sofístico. Tal acontece, por ejemplo, con el argumento capital del materialismo, cuando pretende probar que el pensamiento es una transformación del movimiento local, fundándose en la equivalencia de las fuerzas físicas y en la transformación del calor en movimiento, y viceversa. Lotze, sin salir del terreno de los hechos, y sin más que aplicar a estos la lógica, o, si se quiere, la razón natural, demuestra que «la transformación del movimiento en calor no puede en manera alguna autorizar la explicación de los estados del alma por una transformación de estados físicos».

Ya hemos indicado arriba que la psicología de Lotze, aunque espiritualista en el fondo, contiene, sin embargo, algunas ideas y afirmaciones muy poco en armonía con la psicología cristiana. Tales son las que se refieren al origen y fin del alma, es decir, aquellas cuestiones psicológicas que la razón humana, abandonada a sus propias fuerzas, sin el auxilio directo o indirecto de la revelación, difícilmente puede resolver con seguridad y omnímoda certeza. El pensamiento de Lotze flota indeciso y vago entre la afirmación de una inmortalidad interna del alma y la afirmación de una inmortalidad externa, por decirlo así, y accidental, única que en realidad admite, y aun esto no para todas. Según el psicólogo alemán, nada nos impide afirmar de una manera general que las almas son mortales; pero puede suceder, añade, que un alma sujeta de suyo a perecer, goce, sin embargo, de una existencia indefinida (mais il peut se faire qu’une âme périssable…. jouisse d’une existence indefinie, à laquelle elle n’aurait par elle-même aucun droit), de una inmortalidad efectiva, por más que no tenga derecho a ella por su propia naturaleza.

Pero donde Lotze se aparta, si no más, al menos de una manera más explícita y terminante de la psicología cristiana, es al resolver el problema referente al origen del alma humana. Cuando nace un hombre, el alma del niño ni es un alma nueva, ni procede del alma de los padres, sino que es una especie de emanación de la substancia infinita (nous dirons que l’étoffe dont cette nouvelle âme est faite…. était dans l’inépuisable substance de l’absolu) o del absoluto. Así, pues, el alma humana no debe su origen al organismo como pretende el materialismo, ni tampoco a la creación ex nihilo (on ne peut dire avec les matérialistes que l’âme naît de l’organisme, ni qu’elle sort du néant), sino que es un producto o efecto necesario de la razón universal creadora: elle est le produit nécessaire, à la production duquel la raison créatrice universelle est forcée par la forc e rétroactive d’un moment de ce cours du monde

El autor del Microkosmus nos dice, entre otras cosas, que la libertad del hombre está esencialmente relacionada con la libertad de Dios, de manera que la libertad de éste es condición y premisa necesaria de la libertad del hombre, siendo de notar que para Lotze, como para Santo Tomás, la libertad presupone y se funda en la naturaleza, y el acto libre no excluye, sino que presupone el acto necesario de la voluntad como naturaleza.

El profesor de Gotinga hace también explícitas reservas, ora acerca de las teorías excogitadas por los secuaces de la escuela psicológico-fisiologista para explicar el origen de los seres organizados o de la vida, ora acerca de las teorías de los mismos en orden a la influencia necesaria o conexión entre los caracteres de los individuos y naciones, y los caracteres o condiciones físicas, geográficas y climatológicas del país en que viven.

Retractando implícitamente, o modificando al menos, lo que había escrito en la Psicología general acerca del origen del alma, Lotze, en el capítulo que dedica en el Microkosmus a tratar de la creación del hombre, comienza por reconocer que acerca del origen y término del mundo, poco o nada nos dicen la razón humana y las ciencias naturales y de observación. Los progresos de éstas no pueden eliminar la idea de creación, ni menos demostrar que no ha intervenido en el origen del mundo. Las leyes de la naturaleza no excluyen la acción creadora, ni tampoco la acción continua y conservadora de Dios. Más todavía: no carece de fundamento, y se halla relacionada con la libertad del hombre y de Dios, la creencia en ciertas manifestaciones especiales de la intervención divina en la producción del hombre y en otros acontecimientos.

Una gran parte, y aun pudiéramos decir la principal del Microkosmas, está dedicada a la Filosofía de la historia; y como quiera que esta materia sale del cuadro de nuestra historia, sólo indicaremos que su autor establece cinco fases o formas del desenvolvimiento humano, que son: a) la forma intelectual; b) la forma industrial; c) la forma estética; d) la forma religiosa, y e) la forma política. Excusado parece advertir que Lotze subdivide cada una de estas fases en diferentes grados o épocas. Así, por ejemplo, la fase intelectual abraza una primera época, en que predomina la imaginación, y se manifiesta en la mitología; una segunda época, en que predomina la reflexión sobre la naturaleza de las cosas, y una tercera que se distingue por la aplicación del método científico.

Lotze ha sido enumerado por algunos entre los discípulos de Herbart, a pesar de sus protestas en contra; otros le han colocado entre los partidarios de Leibnitz, y otros le apellidaron discípulo de Spinoza y de Schelling. En realidad de verdad, Lotze puede ser apellidado discípulo de todos estos y de ninguno de ellos, porque en su doctrina y sus ideas hay algo que pertenece a los filósofos citados, pero amalgamado con ideas originales y con ideas de otros filósofos. Si sus teorías psicológicas y cosmológicas le acercan a Herbart y a Leibnitz, su manera de concebir y afirmar las mónadas como meras modificaciones del Absoluto (Alie Monadem sind nur Modificationen des Absoluten), le aproximan a Spinoza y Schelling, al paso que su concepción del mundo externo ofrece reminiscencias de la teoría idealista de Berkeley; porque es de saber que, para el profesor de Gotinga, el mundo del espacio y de la materia, el mundo de los cuerpos, no tiene existencia real por sí mismo, o para sí mismo, sino únicamente para las almas que dependen de aquél en la determinación de sus fenómenos psicológicos. En otros términos: los fenómenos materiales del mundo externo son manifestaciones de substancias inmateriales o ideales, y éstas, a su vez, no son más que manifestaciones del Absoluto o de Dios.

Por las indicaciones que preceden se ve que, en el terreno metafísico, Lotze se aparta de la Filosofía cristiana más que en el terreno psicológico.

__________

(1) Esta obra es la misma traducida al francés por Penjon con el titulo de Principes de psychologie physiologigue, 1876.

La escuela psicológica                               Herbart, o la escuela psicológico-realista. Movimiento herbartiano

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