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Torre de Babel Ediciones

El alma de las BESTIAS – Voltaire-Diccionario Filosófico

Bestialidad, hechicería  ◄

Voltaire – Diccionario Filosófico  

► Betsames o Bethsemesh

 

BESTIAS

Bestias - Diccionario Filosófico de VoltaireDescartes profesaba la opinión, que ha estado enseñándose en los colegios, de que las bestias sólo son máquinas que carecen de conocimiento y de sentimiento, que verifican siempre sus operaciones del mismo modo, y que nada aprenden y nada perfeccionan.

Pero esto no es verdad; el pájaro que hace el nido en semicírculo cuando lo fija en una pared, y lo construye formando un cuarto de círculo cuando lo hace en un ángulo, y forma un círculo perfecto cuando lo coloca en un plano, no hace siempre lo mismo. El perro de caza que enseñamos durante tres meses, sabe mucho más después de ese tiempo que antes de empezar a instruirle. El canario a quien enseñamos un aire cualquiera, no lo repite la primera vez que lo oye, necesita mucho tiempo para aprenderlo, y vemos que se corrige poco a poco y al fin lo canta bien.

Porque el hombre habla, ¿juzgas que tiene sentimiento, memoria e ideas? Pues bien; sin hablar observarás que entro en mi casa muy triste, que con inquietud busco un papel, que abro un cajón, porque recuerdo que allí lo encerré; observarás que lo encuentro y que lo leo con alegría. Sin hablar una sola palabra, conocerás que experimenté el sentimiento de la aflicción y el sentimiento del placer, que estoy dotado de memoria y de conocimiento. Juzga, pues, con el mismo criterio al perro que ha perdido su dueño, que lo busca por todas partes lanzando gritos de dolor, que entra en la casa agitado, inquieto, que baja y sube, que va de habitación en habitación, hasta que al fin encuentra en su gabinete al dueño que ama y atestigua la alegría que siente por medio de suaves gritos, de saltos y caricias.

Varios bárbaros se apoderan del susodicho perro, que aventaja al hombre en ser fiel a la amistad. Le clavan sobre un tablado y le disecan vivo para reconocerle las venas que tiene en medio de los intestinos, descubriendo en él los mismos órganos del sentimiento que tiene el hombre. ¿Qué nos contestarán a esto los que creen que los animales son máquinas? ¿Dirán que la Naturaleza les concedió los órganos del sentimiento con el propósito deliberado de que no sintieran? ¿Estando dotados de nervios pueden ser impasibles? ¿No sería contradecir esto las leyes de la Naturaleza?

En contraposición a los que creen que los animales son máquinas, hay otros filósofos que preguntan qué es el alma de las bestias. No comprendo esta cuestión. El árbol tiene la facultad de recibir en sus fibras la savia que circula por ellas y de abrir los botones de sus hojas y de sus frutos. ¿Por eso me habéis de preguntar qué es el alma de ese árbol? Así como el árbol ha recibido esos dones, ha recibido también el animal los dones del sentimiento, de la memoria y de un limitado número de ideas. ¿Quién creó esos dones, quién concedió esas facultades? El que hace crecer la hierba en los campos y gravitar la tierra alrededor del sol.

Las almas de las bestias son formas sustanciales; esto lo dijo Aristóteles, y después de Aristóteles, la escuela árabe; y luego de la escuela árabe, la escuela angélica; y después de la escuela angélica, la Sorbona; y luego de la Sorbona, nadie. «Las almas de las bestias son materiales», dijeron otros filósofos, y esta doctrina tuvo tan poca suerte como la de las formas sustanciales. Preguntándoles inútilmente qué significa un alma material, no puede dejar de convenir en que significa la materia que siente; pero ¿quién le concedió el don de sentir? Contestarán únicamente que la materia es la que da la sensación a la materia, y no pueden salir de ese círculo vicioso.

Escuchad lo que dicen otras bestias raciocinando sobre las bestias. Su alma es un ser espiritual que muere cuando muere el cuerpo. Pero ¿qué prueba tienen de eso? ¿Qué idea tienen de ese ser espiritual, que está dotado de sentimiento, de memoria y de cierta medida de ideas y de combinaciones, pero que nunca podrá saber lo que sabe un niño de seis años? ¿Qué fundamento tienen para creer que ese ser, que en su opinión no es corporal, muere con el cuerpo? Pero los hombres más bestias son los que han supuesto que el alma ni es corporal ni espiritual. Ése es el sistema más ridículo. Sólo podemos explicar lo que es espíritu diciendo que es algo desconocido, que no es material; de modo que el sistema de esos mal llamados filósofos viene a decir que el alma de las bestias es una sustancia que no es ni material ni corporal.

¿De dónde nacen tan contradictorios errores? De la costumbre que siempre tuvieron los hombres de examinar lo que es una cosa antes de saber si esa cosa existe. Decimos la lengüeta, la válvula de un fuelle, el alma del fuelle. ¿Qué es, pues, esta alma? Es el nombre que doy a esa válvula, que baja, deja entrar el aire, se levanta y le hace pasar por un tubo, cuando hago mover el fuelle. Esta alma no es diferente del alma de una máquina; pero ¿quién hacer mover el fuelle de los animales? Ya lo dije: el que hace mover los astros.

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