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Torre de Babel Ediciones

RENTA – Vocabulario de la economía

Renta

Ésta es una de las palabras que en el lenguaje económico reciben acepciones más variadas. Para algunos equivale a retribución, y significa el beneficio obtenido en la industria ya por el trabajo, ya por el capital en cualquiera de sus formas; otros la emplean para designar la retribución de todos los capitales fijos: se aplica especialmente a los beneficios del capital inmueble, se usa también como sinónima de precio en el arrendamiento y sirve para expresar la suma de las retribuciones o beneficios que alcanza en la industria por cualquier concepto una persona determinada.

Esta última acepción, la más conforme con el sentido general de la palabra, es la que hemos de adoptar nosotros, puesto que hemos establecido una nomenclatura que distingue con otros términos todas las formas de retribución. Y así entendida la renta, suscítase la cuestión de si se ha de computar del mismo modo cuando se refiere a los particulares que cuando se trata de la sociedad, o se compone en cada caso de elementos diferentes.

La renta consiste para cada uno en los beneficios que obtiene de la industria; pero como esos beneficios individuales pueden realizarse a expensas de la riqueza ya formada, representando no un acto de producción, sino un mero cambio de dueño en los valores, es necesario para determinar la renta de la sociedad y el verdadero aumento de la riqueza computar las ganancias de los unos y las pérdidas de los otros individuos. Así las utilidades que consigue un acaparador cuando falta la cosecha no significan una mejora social, porque se originan y compensan en el quebranto de los consumidores del artículo.

Más interesante es la discusión a que da lugar la renta considerada como beneficio de los poseedores del suelo.

Los principios de la escuela fisiocrática, que miraba a la agricultura como la única industria productiva y capaz de dejar un beneficio o exceso de valor después de cubiertos los gastos hechos en el cultivo, son el origen de todos los sistemas que han querido explicar la renta de la tierra considerándola como cosa distinta de las retribuciones que perciben las demás formas del capital.

Para Adam Smith la renta de la tierra no consiste ya en todo el producto de la agricultura, sino en el exceso de beneficio que obtienen los propietarios sobre los gastos de la producción y el interés corriente del capital empleado en ella. La renta no aparece, según Smith, hasta que se eleva bastante el precio de los productos agrícolas, y no es, por consiguiente, causa sino efecto de la carestía.

Sin embargo, las ideas sobre este punto del economista inglés David Ricardo son las que comúnmente se denominan teoría de la renta de la tierra, porque ese escritor es el que ha formulado una doctrina más completa, y en ella nos fijaremos principalmente.

Según Ricardo, la renta es el exceso de beneficio que obtienen los dueños de tierras muy fértiles sobre aquellos otros que las poseen de calidad inferior. La fecundidad del suelo, dice, es muy diversa, y los terrenos pueden clasificarse por razón de sus condiciones productivas en de primera calidad, segunda, tercera, etc.; el cultivo comienza por las tierras de la primera clase, y no pasa a las de segunda y tercera hasta que el desarrollo de la población y la escasez de las subsistencias obliga a roturarlas: cuando este caso llega, como las tierras menos fértiles exigen mayores gastos de cultivo y sus productos se venden al mismo precio que los de tierras superiores, los propietarios de éstas disfrutan de un beneficio cada vez más considerable. Supongamos que una tierra de primera clase dedicada a la producción de cereales requiere, para dar un producto cuyo precio es 100, gastos que importan 80, y deja al agricultor un beneficio de 20, que es el corriente en la industria; pues bien, las tierras de segunda clase, que exigen un gasto de 90 para obtener aquel mismo producto, no se cultivarán hasta que, elevándose el precio de los cereales a 110, ofrezca a los labradores el beneficio de 20; pero entonces el dueño de la primera consigue una retribución como 30, y he aquí la renta, que consiste en la diferencia de 10 que media entre ambos beneficios: las tierras de tercera clase, para formar el producto de que venimos hablando, darán lugar a un gasto como 100, y sólo serán labradas cuando los precios suban a 120, con lo cual se elevará a 30 el beneficio de las tierras de segunda, y a 40 el que corresponde a las de primera; y de este modo, según hay que acudir a terrenos menos fértiles, aparecerá la renta en los de la clase inmediatamente superior e irá creciendo indefinidamente en los que ya la gozaban. Tal es, expuesta sumariamente, la famosa teoría de Ricardo, cuyas graves consecuencias son, por una parte, la negación de todo progreso económico, ya que el precio de las subsistencias ha de aumentar continuamente haciendo la vida cada día más difícil, y por otro lado, la afirmación de que la propiedad del suelo da lugar a retribuciones excesivas e injustas, porque no se fundan en el trabajo.

Que las tierras son desigualmente fértiles es indudable; pero esto no da motivo para una clasificación absoluta, porque todos los terrenos son de primera calidad si se los dedica al cultivo propio de sus condiciones. Tampoco es cierto que la explotación agrícola se desarrolle conforme a esa clasificación; en primer lugar, porque pasa mucho tiempo antes de que el labrador sepa establecerla, y porque, aun después de conocida, no es siempre posible ni conveniente preferir las tierras más fecundas. En la actualidad vemos todavía que se hallan abandonadas tierras de primera clase, y se labran otras muy inferiores porque están cerca de las poblaciones o tienen la ventaja de una comunicación expedita.

La estadística demuestra al mismo tiempo que el precio real de los productos agrícolas desciende en vez de elevarse, y, por consiguiente, de los hechos asentados por Ricardo no queda en pie más que el de la desigualdad de las retribuciones que obtienen los propietarios. ¿Pero esto es exclusivo de la agricultura? ¿Acaso no sucede lo mismo en las demás industrias y con la retribución de los otros capitales que no son tierras?

El trabajo siempre alcanza una recompensa proporcionada a la utilidad de las cosas sobre que recae. La tierra es un agente natural, y el que se apropia un terreno fértil creará más valor que el que ejercite su esfuerzo sobre otro menos fecundo, logrará un capital más eficaz, más productivo, y realizará mayores beneficios; pero en las mismas condiciones se halla el industrial que emplea una máquina más perfecta, el fabricante que dispone de materias primeras de calidad superior, y el comerciante que goza de mayor crédito respecto de aquéllos que, dedicándose a producciones iguales, se valen, sin embargo, de elementos inferiores. La diferencia de las retribuciones, el exceso de unos sobre otros beneficios se presenta del mismo modo en todas las clases del capital.

Por eso lo mejor sería no hablar de la renta de la tierra, puesto que no siendo un fenómeno exclusivo, no existe en realidad, y suprimir esa denominación, que sólo sirve para dar lugar a errores y estériles disertaciones.

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