Tautologías
Wittgenstein
da este nombre a las leyes de la lógica, leyes que son verdaderas para
todo mundo posible, y cuya verdad es consecuencia de su mera forma.
En un sentido
amplio llamamos “tautología” a toda repetición del mismo pensamiento con
distintas palabras, como cuando decimos “lo que no se puede hacer no se
puede hacer, y además es imposible”. La filosofía neopositivista
considera que los enunciados que desde Hume se han denominado analíticos
son meras tautologías: si digo “el triángulo tiene tres ángulos”,
“los solteros son las personas no casadas”, el pensamiento que aparece
en el predicado (tener tres ángulos, ser persona no casada) ya está
pensado en el sujeto (“triángulo” o “soltero”), aunque de un modo
implícito. Estos enunciados no son informativos, no dan información que
no esté ya pensada en el concepto sujeto, y su verdad es una mera
fidelidad a las leyes de la lógica, no me hace falta contrastar el
enunciado con el mundo, con la realidad para saber que es verdad.
En un sentido
más estricto, y desde que Wittgenstein acuñó el término en el “Tractatus”,
se llaman “tautologías” todas las proposiciones compuestas que cuando
se comprueba su verdad mediante las tablas de verdad toman el valor
“verdadero” para cualquiera de los valores de los enunciados
elementales. Para comprender qué se quiere decir con esto fijémonos
en los siguientes enunciados, su traducción en la lógica de enunciados,
y en sus correspondientes tablas de verdad:
Enunciado 1:
“Sócrates escribió mucho y Platón también” = “p Λ
q”
Enunciado 2: “llueve y no llueve”
= “p Λ
¬
p”
Enunciado 3: “Dios existe o Dios no
existe” = “p ν
¬ p”
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p |
q |
p Λ q |
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¬ p |
p Λ
¬ p |
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¬ p |
p ν
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Enunciado 1:
p Λ q
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Enunciado 2:
p Λ
¬ p
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Enunciado 3:
p ν
¬
p |
Estos ejemplos
muestran que si nos fijamos en los valores que aparecen en la tabla de
verdad de una fórmula o enunciado complejo puede ocurrir:
a) que sus valores
sean V o F;
b) que conste sólo de
valores F (falso);
c) que conste sólo de
valores V (verdadero).
En los
enunciados del tipo 1 se observa que su verdad (y su falsedad) es
posible sólo en alguno de los casos; la fórmula lógica establece la
posibilidad de que el enunciado sea verdadero, no que realmente lo sea;
para decidir su verdad tenemos que acudir al mundo, tenemos que observar
si cada uno de los enunciados describe algo que ocurre o ha ocurrido
(en este caso el primero es falso y el segundo es verdadero, con lo que
la proposición compleja no sólo puede ser falsa sino que de hecho lo
es). Wittgenstein considera que todas las proposiciones de este tipo
tienen significado y coinciden con la totalidad de proposiciones
empíricas (tanto las de las ciencias empíricas como las de la
experiencia corriente). Los lógicos actuales llaman “contingencias”,
“expresiones contingentes” o sencillamente “proposiciones” a este
tipo de enunciados.
En el enunciado
del tipo 2 se observa que no tiene condiciones de verdad, y ello
porque siempre es falso, porque sea cual sea la verdad de los
enunciados de los que consta, la proposición compleja siempre es falsa.
El enunciado complejo es falso para todo mundo posible: no nos
hace falta comprobar cómo es o fue el mundo para saber que es falso,
simplemente lo es como consecuencia de una exigencia lógica.
Wittgenstein llama “contradicciones” a este tipo de
proposiciones.
Con los
enunciados del tipo 3 ocurre algo semejante, pero en este caso respecto
de su verdad, pues podemos decidir su verdad a priori, sin necesidad
de observar el comportamiento del mundo: sean cuales sean los
valores de verdad de los enunciados que lo componen, el enunciado
compuesto “Dios existe o no existe” es siempre verdadero;
Wittgenstein y los lógicos actuales llaman “tautologías” a este
tipo de proposiciones. Las tautologías no tienen condiciones de verdad,
son incondicionalmente verdaderas para todo mundo posible, son
compatibles con cualquier situación posible, y ello porque en realidad
dichos enunciados no hablan acerca del mundo, simplemente describen
la forma de razonar. El número de tautologías es infinito y algunas
de ellas son precisamente las leyes de la lógica de enunciados.
Siguiendo el
programa logicista de reducción de la matemática a la lógica
iniciado por Bertrand Russell, Wittgenstein creyó que la matemática
no era una disciplina autónoma pues se fundaba en la lógica y podía
reducirse a ella; en este contexto esto implica que lo afirmado de
la lógica vale también para la matemática. Para algunos filósofos la
matemática y la lógica se obtienen mediante inducción y se refieren a
ciertos rasgos de las realidades empíricas; más éxito tiene la
interpretación de tipo platónico: la matemática y la lógica no se
alcanzan por inducción sino por una intuición no sensible, y no se
refieren a los objetos del mundo sino a entidades ideales situadas en un
mundo absoluto y atemporal. En cualquiera de los dos casos, se concibe a
la matemática y a la lógica como saberes informativos, como saberes que
hablan acerca de la realidad; la interpretación de Wittgenstein es muy
distinta: la matemática y la lógica no se obtienen ni por inducción
ni por aquella extraña intuición intelectual; tampoco se refieren a nada
real, ni a lo real empírico (objeto de la ciencia empírica) ni a lo real
trascendente e ideal; la lógica y la matemática describen la estructura
básica del lenguaje significativo, las peculiaridades formales de
nuestro lenguaje y de nuestro pensamiento. Las leyes lógicas son una
parte del total de tautologías y muestran simplemente la forma
lógica que toda proposición debe poseer para que pueda tener sentido y
representar la realidad.
La lógica es
anterior a la experiencia de las cosas, anterior a lo que sucede en el
mundo, ya que describe meramente las propiedades formales del lenguaje y
del mundo. La lógica no es una doctrina, puesto que no contiene
afirmaciones sobre el mundo, sino una actividad que muestra o refleja el
mundo como en un espejo (“Tractatus”, 5.511, 6.13). La lógica llena
el mundo, y los límites del mundo son también sus límites. (“Tractatus”,
5.61). La lógica es trascendental (“Tractatus”, 6.13).
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