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Torre de Babel Ediciones

Santo Tomás de Aquino – Filosofía Medieval y Cristiana – Virtudes Morales


SANTO TOMÁS

Ejercicios  –  Textos

RESUMEN de su pensamiento  –  INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES

Conceptos fundamentales explicados

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Virtudes morales

Hábitos del alma que se adquieren con el ejercicio y la repetición y que la habilitan para la realización de la vida buena.

Las virtudes morales perfeccionan las facultades o potencias apetitivas, tanto las inferiores o apetitos sensibles como la voluntad. Mediante estas virtudes nuestras facultades apetitivas se inclinan hacia lo conveniente y conforme al juicio de la razón. La repetición de los actos provoca en nosotros la aparición de hábitos o disposiciones estables gracias a los cuales nuestra alma puede obrar en determinada dirección con facilidad. Cuando éstos hábitos nos predisponen adecuadamente para el cumplimiento del bien reciben el nombre de virtudes y en caso contrario de vicios

Otra tesis característica de la ética tomista consiste en la consideración de la virtud moral como el justo medio: el bien moral consiste en la conformidad del acto voluntario con la regla dictada por la razón, y la igualdad o conformidad es un medio entre el exceso y el defecto. En relación con la justicia, el medio virtuoso es objetivo o independiente de las peculiaridades del sujeto y consiste en dar a cada uno lo que se debe, ni más ni menos. En el caso de la templanza y la fortaleza,  virtudes que tienen como objeto el control de las pasiones, el medio virtuoso no es el mismo para todos los hombres sino que depende de las peculiaridades de cada persona y de las circunstancias. Para ilustrar la idea del justo medio pone Santo Tomás de Aquino el ejemplo del magnánimo; es preciso saber administrar la generosidad, pues en ella cabe el exceso y el defecto; se es magnánimo cuando se es generoso al máximo, pero se puede caer en el exceso si lo somos sin atender a las circunstancias: donde no debemos serlo, o cuando no debemos serlo, o por una razón inconveniente; y se cae en el defecto cuando no tendemos a ello cuando y donde es necesario.

Dado que las virtudes morales son perfecciones de las facultades apetitivas podemos fijarnos en el tipo de apetito para hacer una clasificación de las virtudes. El siguiente esquema describe las virtudes morales más importantes:

I. Virtud que perfecciona el apetito superior o voluntad la justicia reside en la voluntad y consiste en el hábito de dar a cada uno lo que le corresponde:

  • Cuando la justicia se refiere al bien de toda la comunidad se llama justicia general o lega
  • Cuando se refiere al bien de cada individuo se divide en
    • distributiva por ella la sociedad da a cada uno de los miembros lo que le corresponde en función de sus méritos y circunstancias;
    • y conmutativa: rige los intercambios entre los individuos y consiste en dar lo igual por lo igual.

II. Virtudes que perfeccionan el apetito inferior (irascible y concupiscible): están relacionadas con las pasiones:

  • Fortaleza: el apetito irascible es el responsable de la pasión hacia los bienes difíciles de conseguir o audacia y de la pasión hacia los males difíciles de evitar o temor; la fortaleza domina precisamente estas pasiones y nos ayuda a hacer el bien aunque alguna otra cosa nos dañe o amenace dañarnos y nos dificulte la acción buena.
  • Templanza: el apetito sensitivo concupiscible nos lleva a buscar los bienes sensibles y a huir de los males sensibles, y nos puede arrastrar hacia bienes sensibles contrarios al bien de la razón. La templanza modera este apetito y nos ayuda a seguir queriendo el bien propuesto por la razón a pesar de la atracción que podamos tener hacia un bien sensible contrario; nos permite hacer el bien aunque una cosa nos guste o no nos guste.

Es común denominar «virtudes cardinales» a las cuatro virtudes fundamentales de la vida moral: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A estas virtudes «naturales» añade Santo Tomás otras «sobrenaturales» o teologales: tienen como objetivo Dios mismo y perfeccionan la disposición humana dirigida al orden sobrenatural: fe (creer en Dios y en su palabra revelada), esperanza (confiar en la gracia de Dios para la realización de nuestra felicidad en la vida eterna)  y caridad (amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a nosotros mismos por amor de Dios). Son infundidas en nosotros por Dios.

Ver virtud y virtudes intelectuales.

Santo Tomás – Esquema de su pensamiento – Resumen de la filosofía tomista para la preparación de la PAU (prueba de acceso a la universidad)

imageTEXTOS DE SANTO TOMÁS

En el primer texto, Santo Tomás define la virtud como el hábito, sometido a la razón, que permite elegir lo correcto. En el segundo relaciona la virtud con el apetito sensitivo y con la voluntad; en el tercer texto muestra Santo Tomás la relación de la virtud con la prudencia y el entendimiento.

La virtud moral no puede ser una pasión. Ello es claro por tres razones. Primera, porque la pasión es un movimiento del apetito sensitivo, según se ha dicho anteriormente (q.22 a.3), mientras que la virtud moral no es un movimiento, sino más bien principio del movimiento apetitivo, con existencia habitual. Segunda, porque las pasiones, por sí mismas, no son buenas ni malas, pues el bien y el mal del hombre se toma de la conformidad con la razón, y de ahí que las pasiones, en sí mismas consideradas, puedan ser buenas o ser malas, según que se conformen o no con la razón. Pero eso no puede ser la virtud, pues la virtud dice orden únicamente al bien, según queda dicho (q.55 a.3). Tercera, porque, dado que alguna pasión diga, de algún modo, únicamente orden al bien o únicamente al mal, sin embargo, el movimiento de pasión, en cuanto pasión, tiene su principio en el apetito mismo, y su término en la razón, a cuya conformidad tiende el apetito. Pero con el movimiento de virtud ocurre lo contrario, pues tiene su principio en la razón y su término en el apetito, en cuanto que es movido por la razón. De ahí que en la definición de la virtud moral se diga, en el libro II Ethic., que es unhábito electivo que consiste en el medio determinado por la razón según el criterio del sabio

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 59, artículo 1

La virtud moral perfecciona la parte apetitiva del alma ordenándola al bien de la razón. Pero bien de la razón es todo aquello que está moderado u ordenado por ella. Por tanto, la virtud moral puede versar sobre todo aquello que puede ser moderado y ordenado por la razón. Ahora bien, la razón ordena no sólo las pasiones del apetito sensitivo, sino también las operaciones del apetito intelectivo, que es la voluntad, que no es sujeto de pasión, según se ha dicho anteriormente (q.22 a.3). Por consiguiente, no toda virtud moral versa sobre las pasiones, sino que unas versan sobre las pasiones, y otras versan sobre las operaciones.

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 59, artículo 4

La virtud moral puede existir, ciertamente, sin algunas de las virtudes intelectuales, como la sabiduría, la ciencia y el arte; pero no puede existir sin el entendimiento y la prudencia. No puede darse virtud moral alguna sin la prudencia, porque la virtud moral es un hábito electivo, es decir, que hace buena la elección, para lo cual se requieren dos cosas: primera, que exista la debida intención del fin, y esto se debe a la virtud moral que inclina la facultad apetitiva al bien conveniente según razón, y tal es el fin debido; segunda, que el hombre escoja rectamente los medios conducentes al fin, lo cual no se verifica sino por la razón en el uso correcto del consejo, del juicio y del imperio, cual hacen la prudencia y las virtudes anejas a la misma, según queda dicho (q.57 a.5.6). Luego la virtud moral no puede existir sin la prudencia.
En consecuencia, tampoco puede existir la virtud moral sin el entendimiento, pues por el entendimiento se poseen los principios naturalmente conocidos, tanto de orden especulativo como de orden práctico. Por tanto, así como la recta razón en el orden especulativo, en cuanto que argumenta desde los principios naturalmente conocidos, presupone el entendimiento de los principios, así también lo presupone la prudencia, que es la recta razón de lo agible.

Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 58, artículo 4

Edición en papel:
Historia de la Filosofía. Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna.
Javier Echegoyen Olleta. Editorial Edinumen.
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