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Torre de Babel Ediciones

Del raciocinio – Psicología elemental

 

PSICOLOGÍA ELEMENTAL

José Moreno Castelló

Índice general

J.  Moreno Castelló – Psicología Elemental                                                                   1ª parte – Psicología empírica – Cap. IX

Artículo V – Del raciocinio

Además de las ideas y del juicio, que acabamos de examinar, posee el entendimiento la virtud de poder inferir o deducir una verdad de otra. A esta operación intelectual, se le de signa con el nombre de raciocinio, y aunque la facultad productora es el mismo entendimiento, se llama razón cuando así obra, discurriendo o raciocinando.

El tránsito o paso de una verdad a otra supone una marcha ordenada en el conocer, según la cual la facultad va de una verdad conocida a otra que ha de serlo después.

El raciocinio es un acto complejo, una legitima operación, que llega a su término por la concurrencia de varios elementos o partes.

Dos formas o procedimientos emplea el entendimiento en esta operación. Se llaman, respectivamente, forma inductiva o inducción y forma deductiva o deducción

Usa el entendimiento la primera o inductiva cuando partiendo de los hechos asciende sube al descubrimiento de sus leyes, desde los efectos a las causas, desde lo particular a lo general.

La forma o procedimiento deductivo, por el contrario, desciende desde las leyes a los hechos, de las causas a los efectos y de lo general a lo particular.

Es una marcha doble e inversa, cuyas partes vienen a completarse recíprocamente, siendo ambas necesarias para el conocimiento científico, toda vez que éste no se constituyo con elementos aislados, con hechos y objetos puramente individuales, sino que necesita y exige la fecundación de leyes y de principios, que llegue a descubrir la mente como la causa generadora de lo que separadamente conocernos.

Lo individual es lo que de continuo provoca o excita la acción de nuestras facultades. Éstas obran en el orden gradual que pide su naturaleza, hasta descubrir lo abstracto y universal. Fácil es continuar por medio de comparación y generalización hasta hallar la acción e influencia de una ley o principio, que obra sobre todos los hechos y objetos de una misma especie; aunque éstos, considerados individualmente, muestren notables variedades, que no afectan a su esencia.

Una vez llegados a la altura de las leyes, se hace preciso descender de nuevo, desde aquello que es general a lo particular que nos rodea; desde los principios a las consecuencias, del todo a las partes. Esto constituye la segunda de las formas del raciocinio, llamada deductiva o deducción

Serían infecundas las verdades y principios generales si carecieran de aplicación a los hechos concretos y a los objetos que individualmente se ofrecen, de continuo, a nuestra observación. Tal resultado lo alcanza la forma deductiva. Por ella hacernos la aplicación conveniente, y descubrimos las relaciones ocultas y llegamos a las verdades antes ignoradas.

Para acreditar que la operación de discurrir es propia del entendimiento y que la razón es el entendimiento mismo, no tenernos más que considerar el objeto a que la facultad se dirige, en esta nueva forma de obrar.

El objeto del entendimiento es lo inteligible, y el de la razón lo es la relación de causalidad entre el principio y la conclusión; y siendo la relación un objeto inteligible, claro es que, por su misma naturaleza, es idéntico al objeto del entendimiento. La diferencia en el modo de obrar no afecta al fondo de la facultad, que es realmente una, como uno es el objeto formal de ambas. Y es así, como dice un filósofo, que, sin caer en absurdo, no se puede llamar distintas a dos potencias cuyo objeto formal es común y único, luego cualquiera que sea la diferencia que medie entre la razón y el entendimiento, no puede constituir cada cual una potencia distinta. (1)

La diferencia entre la razón y el entendimiento, refiérese, únicamente, al modo de obrar. Con efecto, la verdad misma que alcanza por su ejercicio la facultad superior del conocimiento unas veces se ofrece clara y evidente, con un tan vivo resplandor, que el entendimiento la aprehende, sin esfuerzo. En esto caso, cúadrale a la facultad en cuestión el nombre de entendimiento

En otras ocasiones, y estas son las más, la verdad perseguida no aparece, y para descubrirla, la facultad se vale de la operación raciocinio. He aquí justificado el nombre de razón con que en tal caso se la distingue.

De estos dos modos de conocimiento, el primero es llamado intuitivo, y discursivo el segundo.

Muy escaso es, ciertamente, el número de verdades propias de la intuición, y es grande, indefinido, el de aquellas otras que alcanzamos por medio del discurso. Estamos precisados, por este solo hecho, a formar repetidos raciocinios, los cuales se encadenan y dan por resultado el mejoramiento en el ejercicio de la facultad y la posesión de muchas verdades, que sin este medio no podríamos alcanzar.

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(I) J. Prisco.—Elem. de Fil. esp,— T. L- p. 276.

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