HISTORIA DE LOS TEMPLARIOS –Joaquín Bastús
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PRIMERAS ACUSACIONES Y PROCEDIMIENTOS CONTRA LOS TEMPLARIOS
Son muchos los pareceres de los historiadores acerca el modo como principiaron los procedimientos que se practicaron contra los templarios. Los más de ellos sin embargo, refieren el hecho con poca diferencia, como Gerardo Castel.
La bula referida, que Castel supone expedida en 13 de agosto de 1306, no lo fue hasta el día 24 del mismo mes y año, y estaba concebida en estos términos.
Sin embargo de lo que Su Santidad prometía por esta decretal al rey de Francia, pareciéndole a éste que el Papa obraba con demasiada lentitud, y quejoso en cierta manera de que no hubiese tomado en seguida una providencia enérgica y terminante contra los templarios, en 14 de setiembre del año de 1307 dirigió órdenes secretas a Reinaldo, Señor del Pinquon, a Juan de Varenis y al Bailio de Amiens para que inmediatamente pusiesen presos, sin distinción de personas, a todos los templarios, y que sus bienes, sin excepción ninguna, fuesen aplicados al fisco. En cumplimiento de esta real disposición, al amanecer o al salir el sol del viernes día 13 de octubre del misma año de 1307, fueron presos y encarcelados todos los templarios que en aquella sazón se hallaban en Francia, incluso el gran maestre de toda la Orden o de ultramar, que se le puso preso en la misma casa o palacio del temple en París. Al mismo tiempo Felipe IV mandó pasar las correspondientes notas a todos los príncipes y gobiernos de Europa, participándoles lo que acababa de ejecutar en Francia, invitándoles con este motivo a hacer lo mismo en sus estados respectivos. Aunque la opinión general acerca el modo como principió su causa, o se descubrieron sus verdaderos o supuestos delitos, es la referida, no obstante el Abate Fleuri y otros escritores añaden a ella ciertas particularidades. Dicen que habiendo prendido por sus delitos, en un lugar de la diócesis de Tolosa, a un hombre llamado Esquino de Floriano y un hermano suyo, apóstata que era de la religión del temple, estando juntos éstos en la prisión esperando de un día a otro recibir la muerte en castigo de sus delitos, se comunicaron recíprocamente sus faltas, como era costumbre en aquellos tiempos, y entre ellas el templario confesó muchas y gravísimas, las cuales, añadió, se cometían en la Orden a que había pertenecido. Llegó esto a noticia del rey, y habiéndole manifestado la grande utilidad que podía resultar a S. M. de que fuesen ciertas las cosas que decía aquel apóstata de los templarios, le mandó traer a su presencia. En virtud de su declaración se prendieron ya algunos caballeros, se hicieron justificaciones muy secretas y se tomaron otras providencias. Una de ellas fue dirigir una circular a nombre del rey a todas las autoridades de Francia, en la cual se les prevenía que al momento de haber recibido aquella orden, pusiesen sobre las armas todos los vasallos que estuviesen en estado de tomarlas, amenazándoles con pena de la vida si abrían hasta la noche siguiente otro pliego reservado que se les incluía. Llegada esta, es decir, la del 13 al 14 de octubre del año de 1307, pusieron en ejecución la orden del Rey, por la cual se les mandaba prender inmediatamente a todos los templarios. Cumplimentada esta real orden, dispuso S. M. se prosiguiera la averiguación de los delitos de que acusaban a estos caballeros. Parece que se prometió, a los que voluntariamente confesasen los delitos que se les imputaban, la vida y rentas suficientes con que mantenerse el resto de sus días, y a los que los negasen se les aplicaría a muy crueles tormentos. De esto, dicen, resultó que la mayor parte, entre ellos muchos comendadores, y aun se añade el mismo gran maestre, unos por interés, otros por miedo y horror a los tormentos, confesaron los delitos o parte de ellos; si bien que otros se mantuvieron firmes contra las promesas y las amenazas. Aquellos que constantes en el tormento no quisieron confesarlos, fueron quemados vivos, y se añade que murieron sin confesión, usándose tan solo de benignidad y blandura con los que confesaban cuanto querían sus acusadores o jueces, o cosas increíbles, cuya pesquisa remitió posteriormente el rey Felipe el Hermoso a Su Santidad.
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