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AMENOFIS, reyes de Egipto -biografía- Diccionario Enciclopédico H-A

AMENOFIS I, AMENOFIS II, AMENOFIS III, AMENOFIS IV, reyes de Egipto (biografía)

Índice

AMENOFIS

– AMENOFIS I:Biografías. Rey de Egipto, segundo de la XVIII dinastía, que fue hijo y sucesor de Ahmés y de una reina negra. Su nombre egipcio era Amenhotep.

Siguió a su advenimiento al trono la conducta que había seguido su padre, a quien llamaron el Libertador. Levantó y continuó varios monumentos y sostuvo guerras con las tribus nómadas que poblaban el desierto entre Egipto y Siria (los Ichasú) y los sometió, e igualmente combatió contra los ketas o cananeos, a quienes hizo varias conquistas.

Sucedió a este rey. (V. a Maspero, ob. cit.)

– AMENOFIS II:Biografías. Rey de Egipto, séptimo de la XVIII dinastía y sucesor de Thumes o Thumosis III. Comenzó este Amenhotep su reinado con la guerra que hubo de sostener con los reyes de Siria, quienes juzgándose suficientemente defendidos por la distancia que les separaba de su señor, se declararon independientes. Salió el rey contra ellos en seguida que tuvo de esto noticia, atravesó con su ejército el Eufrates y se dirigió a Nínive.

Llegó el 26 de jybi del año I de su reinado a las orillas del río Ararat, y después de franquearle, considerándose ya en tierra enemiga, envió gentes a que reconociesen el país de Anat, después de lo cual libró una batalla en que derrotó a sus enemigos. Invernó luego en la Mesopotamia en donde continuó hasta el mes de epiphi del año II, en que renovó las hostilidades, y poco después de esta fecha se presentó ante Nínive, que se le entregó sin resistencia y que le acogió con alborozo. Siguiendo luego el curso del río Tigris, tras de algunos combates insignificantes, se apoderó de Anad donde continuó hasta el siguiente año, en que completamente vencedor de sus enemigos volvió a Egipto en una barca de cuya proa llevaba suspendidos los cadáveres de siete jefes de Takhi, a quienes él mismo había dado muerte.

Ya en Tebas, que era su capital, mandó cortar la cabeza y las manos a seis de aquellos cuerpos inermes, y ordenó fuesen expuestos en los muros de la ciudad, para que sirviese de escarmiento a los reyezuelos que pudieran tener la intención de levantarse contra el Faraón. En cuanto al otro cadáver, le envió para los mismos fines a la ciudad de Nepata.

Sucedióle su hijo Thumes IV. (V. a Maspero, Histoire de l’Orient

– AMENOFIS III:Biografías. Fue Amenhotep III el noveno rey de la XVIII dinastía y el sucesor de Thumes IV. Inauguró su reinado continuando los trabajos de sus antecesores, que tenían por objeto el embellecimiento del país, y fundando al sur de Karnak un templo consagrado al culto de Ammón, en un lugar denominado Luxor, situado en la misma orilla del Nilo.

Era este templo uno de los más notables que debió el Egipto a sus faraones, habiendo mandado colocar Amenhotep, delante de él, dos colosales estatuas. De una de éstas que se rompió por la mitad en un terremoto, hay una poética leyenda. Decíase que era la imagen de Memnón, el hijo de la Aurora, el cual, muerto Héctor en la guerra de Troya, se presentó en socorro del rey Príamo y fue muerto por Aquiles, autorizándose la opinión de que todas las mañanas cuando el sol empezaba a salir, dejaba oír la estatua, o más bien la mitad superior de la estatua, unos sonidos que parecían los melodiosos acordes de un arpa y con los cuales daba la bienvenida a su madre.

Esta leyenda llegó a extenderse tanto, que Septimio Severo, sabedor del prodigio, quiso volver a su estado primitivo la estatua del amante hijo, y con efecto, artífices por él pagados lo consiguieron sin gran trabajo; mas desde entonces, como si el contacto de las manos profanas hubiera quitado a la efigie de Memnón su virtud, enmudeció para siempre.

Amenhotep III casó con una mujer extranjera llamada Jaé, que profesaba la religión de los astros. De ella tuvo a su hijo Amenhotep IV, el que después cambió su nombre por el de Kounaten.

Amenhotep III combatió contra los negros del sur, de los cuales logré algunas victorias. Al morir, los limites de su vasto imperio estaban fijados al norte por el Eufrates, y al sur por el país de los gallas.

Este Faraón fue el mismo que tanto persiguió a los israelitas y que vio su ejército sepultado en las aguas del mar Rojo cuando le mandó en persecución de aquéllos.

Hace creer esto el coincidir la época de su reinado con la salida de Israel.

– AMENOFIS IVBiografías. Rey de Egipto, décimo de la XVIII dinastía que fue hijo y sucesor de Amenhotep III. Era hijo asimismo Amenhotep de una reina de origen extranjero, con quien se había desposado aquel faraón, la cual profesaba el culto de los astros, y desde pequeño había sabido inculcar sus creencias de tal manera al joven príncipe, que sintiendo éste una verdadera repugnancia al culto de Ammón, que era el que habían seguido sus antecesores, decidió desde su advenimiento al trono desterrarle de sus estados, si bien usando de algunos rodeos, por no ocultársele ser cosa bien difícil hacer cambiar en un día de religión a todo un pueblo.

Por desgracia pronto se apartó del camino de prudencia que al principio había seguido, y empezando por cambiar su nombre, que era en algún modo compuesto de Ammón por el de Koumaten, que significa esplendor del disco solar, acabó por prohibir terminantemente la práctica de la antigua religión y ordenar se adorase a los astros en sus estados.

Entonces sus súbditos se levantaron contra él y tuvo que salir de Tebas y trasladar la capital a Tell-el-Amarna, donde levantó grandes monumentos e  hizo diversas construcciones.

A imitación de sus predecesores hermoseó este rey las ciudades de sus estados, y así en Tebas como en Menfis, en Etiopía y en otros muchos lugares, dejó señaladas muestras de su magnificencia. Fue también gran batallador e  hizo que su autoridad se extendiese sobre la Siria, sucediéndole a su muerte su hermano de leche Ai, que estaba casado con Tais, la mayor de sus hijas.

Dícese de este rey que combatiendo en su juventud con los pueblos negros del sur fue hecho prisionero por ellos y horriblemente mutilado; a pesar de esto, como se hubiese casado muy mozo con la reina Nowertionta, tenía de ella varias hijas al ocurrir este suceso.

La anarquía de que fue causa con la introducción de la nueva religión duró bastante tiempo, y sólo poco antes del advenimiento de la siguiente dinastía, esto es, al cabo de más de cincuenta años de su muerte, desapareció gracias a la energía del rey Horemhele. (V. Maspero, ob. cit.)