ANAXÁGORAS, filósofo griego de la escuela jónica (biografía)
ANAXÁGORAS
Biografías. Filósofo griego de la escuela jónica. Nació en Clazomene el primer año de la Olimpiada 70, quinientos antes de J. C.; murió en Lampsaco en 428. Era hijo de una familia ilustre, y su padre Hegesíbulo o Eubulo le dejó grandes riquezas; pero él abandonó su hacienda, o por lo menos la administración de ella, a sus parientes, y se dedicó desde un principio con gran ardor al estudio. Parece que oyó las lecciones de Anaxímenes y que se trasladó más tarde a Atenas, donde enseñó su doctrina por espacio de 30 años, contando entre sus discípulos a Pericles y Eurípies; y según algunos, al mismo Sócrates. En sus doctrinas de física y de astronomía combatió Anaxágoras muchas supersticiones de su tiempo; y fuera efecto de la audacia de sus enseñanzas o consecuencia del cosmopolitismo exagerado que profesaba, corrigiendo lo estrecho del sentimiento patriótico y llegando a afirmar que «el hombre ha nacido para contemplar los astros,» fue condenado como herético y según unos desterrado, mientras otros dicen que huyó de Atenas; entregándose a un destierro voluntario y dejándose morir de hambre. Aunque tuvo amistad íntima con Pericles y gozó con él de gran favor, no le valieron éste ni aquélla para evitar que se excitasen los odios contra él. Algunos historiadores aseguran que también fue acusado del vicio del medismo o sea de favorecer los intereses del rey de Persia contra los sagrados de la patria. Lo que es indudable es que murió fuera de Atenas, en el destierro, el año 428 antes de J.C. Importa fijar este hecho significativo de la intolerancia de Grecia contra el testimonio de muchos historiadores (incluso el célebre Zeller) y contra el juicio general que atribuye una tolerancia al paganismo, que se ensalza cuando los cristianos comienzan a sacrificar víctimas a su ortodoxia. Sin embargo, no existía esta decantada tolerancia, pues, además del caso conocidísimo de la prisión y muerte de Sócrates y del que aquí citamos de Anaxágoras, se vieron otros varios (V. LANGE, Histoire du Materialisme, T. I., nota 2 de la primera parte). La mitología, revestida por los poetas clásicos de formas seductoras y agradables, era especie de terreno neutral, en el cual coincidían las masas populares con las clases ilustradas. La muchedumbre creía poco o nada en las divinidades de que habían los poetas poblado el Olimpo; consagraba, por el contrario, todo su culto a la divinidad propia de la ciudad o de la comarca (que siempre reviste la superstición este carácter local), cuya imagen era considerada como santa. No veneraban las muchedumbres las bellísimas estatuas de los artistas célebres, sino las antiguas toscamente talladas, pero santificadas y consagradas por la tradición. Existía por tanto entre los griegos una ortodoxia fanática, que se apoyaba en los intereses de una orgullosa casta sacerdotal y a la vez en la fe de las masas, ávidas de los favores divinos. Tal vez se hubiera olvidado todo esto si no se hubiese obligado a Sócrates a beber la cicuta. El mismo Aristóteles huyó de Atenas para evitar que esta ciudad cometiese un segundo atentado contra la filosofía. Protágoras tuvo que huir, y su escrito sobre los dioses fue quemado por orden de los magistrados. Anaxágoras escapó de la prisión para morir en el destierro y además Teodoro el ateo, y según algunos Diógenes de Apolonio, fueron perseguidos por negar la existencia de los dioses. ¡Todo esto pasó en el pueblo más humano y más culto de Grecia, en Atenas!
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Expongamos ahora la doctrina de Anaxágoras. Aunque pertenece a la escuela jónica, ocupa en ella un lugar especial. Ha sido considerado Anaxágoras como fundador del teísmo filosófico. Entiende que la materia es una masa confusa e indeterminada, que los animales proceden de la humedad y del calor de la tierra, que el hombre debe la superioridad respecto a los demás animales a la perfección de sus manos y afirma que reina el orden en la naturaleza. Este principio del orden es la característica más acentuada de la doctrina de Anaxágoras y la afirmación que más sedujo primero a Sócrates y después a Aristóteles para buscar precedentes de la concepción teológica del mundo. |
Por cima de la variedad de elementos que ofrece el mundo exterior, semejantes todos entre sí, homereios, reconoce Anaxágoras la unidad de la inteligencia (νοϋσ), principio de movimiento y de orden, simple en sí mismo y con dos atributos: el conocimiento y el movimiento. No cree Anaxágoras que el orden sea efecto de la casualidad o de acción espontánea de la naturaleza material, sino que busca su causa en la existencia de un principio inteligente, distinto del mundo exterior. «Todas las cosas, dice, se hallaban en los comienzos confundidas, y vino después la inteligencia a hacer que reinase el orden.» No es para Anaxágoras la inteligencia un atributo de la materia; es un principio independiente, separado, superior y anterior al mundo, que no ha salido en un momento dado del universo y sus transformaciones, sino que le precede como el motor y ordenador. Para Anaxágoras todo lo es este principio, menos creador, pues, según él, nada se pierde ni destruye; la materia es eterna y sólo existe reunión y separación de elementos, de tal modo que el movimiento es una agregación y la muerte una separación. Se desvía Anaxágoras del principio dinámico que proclamara Heráclito, y da una explicación mecánica de la existencia de las cosas. Con su idea de los homereios, todos los elementos entran igualmente en todo y todo está en todo. Si las cosas toman nombres diferentes, es porque varían sus relaciones en el tiempo y en el espacio, y de tal variedad resultan puntos de vista distintos. Cada objeto contiene en sí todos los demás, y lo que domina en la combinación, aquello precisamente es lo que da nombre al objeto. La mezcla primitiva e incoherente o el caos universal, tal es la materia ordenada y movida por la inteligencia, que ha introducido en aquella masa indefinida el movimiento. Desde que la inteligencia impone el orden en el mundo, la vida se esparce por toda la realidad en espirales sucesivas, que seguirán constantemente, según lo indica la rotación del cielo. Nuestra tierra, de forma cilíndrica, ocupa el centro del universo; los astros están formados de masas sólidas, separadas de la tierra por el movimiento de rotación de que participó en un principio con todas las cosas. El sol es una masa de fuego, de la extensión aproximadamente del Peloponeso, y la luna, que tiene valles y montañas, recibe la luz del sol. Fácil será ahora resumir las ideas que son propias de Anaxágoras: la idea de lo infinito, que existe en todas las cosas, la necesidad de la inteligencia para introducir el orden en lo indefinido por medio del movimiento y del carácter impersonal de la inteligencia universal, de la cual participan todos los entendimientos. El principio, concebido por Anaxágoras, es un alma motriz del mundo que obra por una serie de efectos mecánicos. La doctrina moral de Anaxágoras se reduce a estos dos puntos: contemplación de la naturaleza, y resignación ante el orden general del mundo. |