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ANTROPOMORFISMO -filosofía- Diccionario Enciclopédico Hispano-Amer.

DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANO-AMERICANO(1887-1910)

Índice

ANTROPOMORFISMO (filosofía)

ANTROPOMORFISMO

(Del gr. άντρωπος, hombre, y μορφή, forma): m. Hist. ecl. Doctrina de los antropomorfistas.

– ANTROPOMORFISMO:Filosofía. Tendencia inherente a nuestro espíritu que nos lleva a atribuir a la Divinidad los sentimientos, pasiones, ideas y actos del hombre.

Conoce el hombre su propio ser y todo lo que le rodea, en cuanto atiende a sí mismo y a los objetos que le afectan, adquiriendo conciencia de ellos. Así es que la conciencia, cuya base implícita e inmediata es el conocimiento de nuestra propia personalidad, expresa y traduce en representaciones lo que acontece en el cuerpo bajo forma de movimiento. Pero como el cuerpo a su vez recoge, mediante los órganos de los sentidos, las impresiones exteriores, se puede afirmar con Leibniz «que la conciencia es un espejo del cuerpo y mediante el cuerpo un espejo del universo». Ahora bien, si añadimos a esta consideración la no menos importante de que nuestra fantasía ejercita siempre, ante todo conocimiento, su poder imaginativo y plástico para dar forma a lo que concebimos, y que esta forma sensible o  imaginativa tiene como base imprescindible la representación de nuestro propio ser y personalidad, tendremos explicada ya (aunque no por ello se justifique) la necesidad indeclinable para el hombre de concebir, idear o  imaginar todas las cosas al modo y manera y en el grado y medida que concibe, idea o imagina su propia realidad. Tal es en efecto el origen de todo antropomorfismo, reducido a que el hombre concibe e imagina toda la realidad según la suya propia.

Sensiblemente expresado, el hombre, cuando se deja llevar por esta su tendencia antropomorfa, se coloca en el centro de la realidad y se representa la inferior como definía alguien al animal: «hombre detenido en su desarrollo,» y la superior: «Dios,» cual «hombre cuyas cualidades se elevan al grado superior de perfección que pueda representarse la imaginación». Es, pues, el antropomorfismo algo mas que lo que decía el filósofo griego, defendiendo su criterio subjetivo y proclamando el homo mensura veri; es el homo mensura de toda la realidad. Esta tendencia antropomórfica, groseramente expresada en el fetichismo oriental, con arte y belleza significada en la mitología pagana, con cierta habilidad intelectualista trasladada al espiritualismo moderno e impuesta por necesidad a todo el empirismo positivista del día, tiene como bases explicativas, una psicológica, que se refiere a toda la realidad de nuestro espíritu, y otra lógica o intelectual, que procede del ejercicio de nuestro pensamiento, ayudado siempre y con frecuencia perturbado en su ejercicio por la imaginación. La idea implícita o explícita de nuestro ser, de nuestro yo, se encuentra necesariamente en todos nuestros juicios acerca de la naturaleza de nuestros semejantes y de Dios; el hombre todo lo humaniza; es necesariamente, en pensamiento y vida, de obra y de palabra, antropomorfo. Absorto el hombre en la contemplación de sí mismo, no comunicando directamente sino con su propia persona, cada cual solicitado por los cambios e impresiones que le afectan, piensa en otros seres, en sus semejantes, en la naturaleza y en Dios y conserva en su pensamiento, aplicándola a estos objetos y aun a todo lo concebible, la forma original que ha tomado en la conciencia de sí mismo; de suerte que concibe los demás hombres como causas semejantes a la suya, y la naturaleza y los seres animados bajo el mismo modelo y como fuerzas análogas a la suya, pero a las cuales, instruido por la experiencia, les priva de los atributos que le son peculiares, aplicándoles sólo la sensibilidad y la motilidad.

Según dice Cousin, la naturaleza es hermana del hombre y como él activa, viva, animada, cualidades que convierten lo natural en inteligible. Obedeciendo a la misma ley, si concebimos merced a otros indicios siempre tomados de la conciencia que existe en el universo algo más que la naturaleza y nosotros, concebimos esta realidad superior, atribuyéndola la idea del ser tal, como y en la forma que la conciencia se ha acostumbrado a considerar (en la forma de su propio ser). Dios es un yo, una personalidad; y en vez de cercenar las cualidades de nosotros mismos, como hacemos para descender a concebir el mundo exterior, empobreciendo nuestra naturaleza para ajustarla a la relativa inferioridad de la que nos rodea, añadimos a aquella personalidad todas las perfecciones que somos capaces de concebir, suprimimos todos los obstáculos, límites e imperfecciones de nuestra actividad, y damos consistencia y vida a la idea de Dios, sublimando la de nuestro ser. De este modo procede el hombre reconociéndose él, que se ha pensado y conocido a sí mismo, en lo que le rodea, sea igual, inferior o superior, para convertirlo todo en inteligible, se empequeñece o eleva, y aplica a toda existencia la única idea de ser que es, siente y concibe, la idea de su propio ser. Ésta es la raíz psicológica del antropomorfismo, reconocido por muchos pensadores (Maine de Biran, Jouffroi, Janet y otros) como una ilusión necesaria

Además, el antropomorfismo posee una segunda base explicativa en el auxilio necesario que tiene que impetrar el pensamiento de la imaginación, la cual perturba a veces la claridad de aquél. El pensamiento concibe en efecto distinciones que la imaginación no puede representar (el concepto de lo Inefable, sin palabra y signo, cual concebía la teología judía a Jehová) y que expresa sensiblemente con errores visibles. Así, por ejemplo, la imaginación representa las relaciones de Dios con el mundo según el tipo de las relaciones de las criaturas entre sí y a veces mecánicamente, como cuando se comparan aquéllas con las que mantiene el relojero con el reloj. Pero además la imaginación representa sensiblemente estos y otros conceptos con elementos o materiales tomados de nuestro propio ser, ya que, según dice Hartmann, la llamada imaginación creadora lo es en cuanto a las formas y sus combinaciones, pero sólo puede ser reproductora del material. Se observa, pues, que por la índole propia de la conciencia y del ejercicio de nuestro pensamiento, somos y estamos siempre tocados del vicio antropomórfico. Corregir este vicio antropomórfico ha sido y será el nobilísimo empeño que, tanto en la historia de las religiones como en la evolución de las ideas, ha perseguido y perseguirá la critica, y con ella el progresivo acrecentamiento de la cultura. Merced a ella quedó desechado el antiguo fetichismo oriental, más tarde el antropomorfismo pagano, después el de una teodicea antropomorfa; al presente se corrigen y rectifican los gravísimos errores, hijos del vicio antropomórfico, conocidos con el nombre de error geocéntrico (que la tierra es el centro del mundo y cúpula y remate de la creación) y antropocéntrico (que el hombre es el fin y centro de toda realidad, y los demás seres medios para este fin) y con ellos el subjetivismo del libre albedrío cual voluntad arbitraria.

Aun queda escoria y herrumbre que barrer en este endiosamiento satánico con que el sujeto ha proyectado su propia idea al exterior, supeditando la realidad entera a su capricho. La idea del medio como complemento del individuo en lo social, la de la acción insustituible del tiempo en lo político, la de la receptividad de los elementos, según los cuales hemos de ejercitar nuestras energías, en la educación, que no se concibe ya cual llamarada genial del sujeto o ciencia infusa y de privilegio, el concepto de que a la formación del conocimiento coopera, según su naturaleza propia, el objeto cognoscible, en cuya razón y supuesto es preciso concebir las ideas, todos, todos son indicios de una objetivación del conocimiento, de las ideas y de la realidad y vida mismas, que anuncian la gradual corrección que el decurso del progreso va oponiendo a la ilusión del antropomorfismo; a medida que el ser consciente se supedita a lo que pudiéramos denominar la tutela objetiva

Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (vol. 2, págs. 352-353 – editado: 25-10-2007)                           ANTROPOMORFISMO (filosofía)