Asociación económica
La sociabilidad es algo más que una tendencia que nos lleva a buscar el concurso de los otros hombres, porque el vinculo que nos une a ellos es superior a la voluntad. La unidad de nuestro fin, y la igualdad de los medios con que contamos para lograrle, dan el carácter de común a toda la obra humana, y nos permiten afirmar que somos no sólo sociables, sino socios unos de otros por ley de la misma naturaleza, eficazmente sancionada con la solidaridad, que hace a todos responsables de los actos de cada uno. Por eso hay asociaciones naturales, exigidas ya por una necesidad física, como es la familia, ya por una necesidad racional, como son el Municipio, la Nación y la Humanidad, cuya existencia es condición indispensable para el cumplimiento de nuestro verdadero destino.
Esas asociaciones naturales son otros tantos centros de relaciones y vida económica. En la familia se verifican actos de producción y consumo de la riqueza, en ella se forman los trabajadores y se acumulan los ahorros, que engendran el capital, y de aquí que tengan gran interés económico todas las cuestiones relativas al régimen de los bienes en el matrimonio, a las sucesiones, etc.
El municipio, a su vez, da origen a necesidades comunes y requiere un sistema de prestaciones que sirva para atenderlas, y la nación de igual manera, aunque en escala mayor, reviste de un carácter peculiar los hechos económicos, impone también gastos colectivos y emplea para satisfacerlos la contribución y el crédito público. La asociación humanidad, aunque no constituida de una manera perfecta, se anuncia ya en lo económico por el crecimiento incesante de las relaciones de esta clase y por algunos actos internacionales, como los tratados de comercio y las exposiciones industriales. |
Además de las sociedades totales, o que abrazan en conjunto los fines de la vida, cada uno de éstos particularmente da lugar a una nueva asociación formada con todos los esfuerzos y los medios dedicados a cumplirle. La religión, la moralidad, la ciencia, el derecho, y del mismo modo la industria, deben constituir grandes círculos dentro de los cuales se organice la actividad a ellos consagrada; el movimiento para esa construcción no está más que iniciado todavía; pero su término será la consecuencia del progreso. El fundamento y las ventajas de estas asociaciones consisten en general en que nuestras facultades adquieren una gran potencia unidas a otras semejantes; y bajo el punto de vista económico, en que la multiplicidad de las necesidades humanas no permite que sean atendidas por el solo esfuerzo propio. Si cada hombre hubiese de adquirir por sí mismo todos los medios materiales que le son precisos, su existencia sería muy penosa en cuanto al trabajo y muy miserable en cuanto a satisfacciones, mientras que dedicándose cada cual a una sola industria, a aquélla cuyos agentes naturales están a su alcance y para la que tiene más aptitud, —división del trabajo—;, conseguirá cierta clase de productos en mayor cantidad de la que necesita y podrá ofrecer el sobrante, —cambio—;, a otro productor que se encuentre en el mismo caso respecto de un artículo distinto. De este modo cada uno trabaja para los demás, recibiendo de ellos servicios equivalentes, y se establece una positiva comunidad de intereses. —El orden económico es, sin duda, el que se halla más adelantado en la formación de un organismo especial, porque las industrias tienden a engranar unas con otras y el comercio mantiene y normaliza frecuentes relaciones entre todas ellas; pero aun falta muchísimo para que llegue a establecerse una verdadera cooperación en que no haya esfuerzos aislados y puramente arbitrarios, que resultan unas veces estériles por lo excesivos, y otras insuficientes para su objeto por no guardar el lugar ni la proporción a que debieran acomodarse.
Las sociedades voluntarias o creadas por el expreso consentimiento de los que entran a formarlas, se proponen la consecución de un fin concreto y especial. Los elementos necesarios para establecer una industria suelen no hallarse en manos de una sola persona, y entonces se reúnen mediante el acuerdo de sus poseedores; esto puede tener lugar de dos maneras distintas, y por eso son dos las formas de la asociación productiva voluntaria: la empresa y la sociedad propiamente dicha. En la empresa, una persona o entidad colectiva acepta toda la responsabilidad del negocio y satisface con una retribución fija los servicios del capital y del trabajo ajenos, cuyo concurso utiliza; y en la sociedad, todos los que intervienen en la producción, ya sean capitalistas o trabajadores, participan de las ganancias y de las pérdidas a que de lugar aquélla. Las sociedades industriales son de tres clases: colectivas, anónimas y comanditarias: en las primeras, el socio compromete todo su haber; en las anónimas, que se constituyen por acciones, sólo se arriesga el capital aportado, y en las comanditarias, que tienen un carácter mixto, hay socios colectivos que llevan la dirección y otros, los comanditarios, que sólo participan de las ganancias y de las pérdidas en proporción a sus aportaciones.
Una de las aplicaciones más interesantes que se han hecho de la asociación voluntaria económica consiste en la creación de las sociedades cooperativas: reuniones de obreros que tienen como objetos principales; suprimir en la industria la mediación del empresario, convirtiendo el salario en dividendo, disfrutar las ventajas del crédito, por medio de la responsabilidad colectiva y obtener a bajo precio los artículos de subsistencia, mediante la organización de los consumos en comunidad. (V. Sociedades cooperativas.)