AVESTA (literatura religiosa)
AVESTA
M. Literatura religiosa. Nombre de los libros religiosos de los antiguos parsis, adoradores del fuego, obras cuya composición se atribuye a Zaratustra o Zoroastro. Impropiamente se les designa de ordinario con el nombre de Zend-Avesta, con ser notorio que el Avesta, por su propia significación, denota el texto, y Zend el comentario que le acompaña. Según las antiguas tradiciones, dichos libros sagrados estaban originariamente divididos en treinta y dos secciones o volúmenes, hasta que Alejandro Magno mandó quemarlos, después de haber dispuesto que se extractase y tradujese cuanto decía relación con los conocimientos puramente científicos. Cuando subió al trono Ardexir, primer monarca de los sasánidas (año 220 de J. C.), dispuso reunir los textos que estaban dispersos y completar los que habían sido mutilados. Sus sucesores continuaron su obra hasta reunir en un solo cuerpo, llamado Avesta, el texto de los principales libros sagrados que han llegado hasta nosotros. En rigor, sólo constituyen el Avesta los tres libros llamados Vendidad, Vispered y Jaçna, comprendiéndose otros libros sagrados en el Jorda-Avesta o Avesta Menor. Algunos consideran el Avesta como dividido en dos partes, el Vendidad Sadé o Avesta propio, que comprende el Vendidad, el Jaçna y el Vispered, y el Bundehech, obra más moderna escrita en pehlvi y verosímilmente traducida de un texto zendo que se ha perdido. El Vendidad consta de veintidós fargars o tratados, y es un libro de Cosmogonía, ciencia religiosa y humana y código civil y religioso expuesto en la forma de un diálogo entre Aubra-Macda y Zaratustra. El Vispered y el Jaçna son libros especialmente litúrgicos. La primera traducción del Avesta se debe a Anquetil Duperrón, quien hizo un viaje a Oriente sólo con el objeto de aprender la lengua desconocida en que se hallaba un ejemplar del Avesta traído a Europa a principios del siglo pasado, el cual se guardaba en la biblioteca de la Universidad de Oxford. Después de su traducción ha sido estudiado muy particularmente por el sabio orientalista M. Emilio Bournouf. |