Historia de la FilosofíaExplicación de la filosofía de los principales pensadores, resúmenes, ejercicios… HISTORIA DE LA FILOSOFÍA JAIME BALMES (1810-1848) – Índice general |
Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo VII – ESCUELA JÓNICA
VII – ESCUELA JÓNICA20. Thales de Mileto, en la Jonia, floreció por los años de 600 antes de la venida de Jesucristo, distinguiéndose por su estudio de la Naturaleza. Cultivó la geometría y la astronomía, y puede ser mirado como el fundador de la física en Occidente. Fue el primero de los griegos que pronosticó los eclipses del sol y de la luna. Figura entre los siete sabios de Grecia; éstos eran: Tales de Mileto, Quilón de Lacedemonia, Solón de Atenas, Pítaco de Mitilene, Cleóbulo de Lidia, Bias de Priema y Periandro de Corinto. Los seis últimos se ocuparon más bien de política que de filosofía. Pero Tales se dedicó muy asiduamente a ella, no perdonando fatigas ni viajes. Recorrió el Asia, la Fenicia, el Egipto, Creta; se puso en relaciones con los hombres más distinguidos de aquellos países, en particular con los sacerdotes, que eran a la sazón los depositarios de la ciencia. 21. Según Tales, el principio material de las cosas es el agua; pero la producción no pertenece a ella, sino a Dios, mente o espíritu que la fecunda. Sería, pues, injusto tenerle por ateo: Tales de Mileto, el primero que ventiló estas cuestiones, dijo que el agua era el principio de las cosas, y que Dios es la inteligencia que lo ha formado todo del agua. Tales enim milesius, qui primus de talibus rebus quaesivit aquam dixit esse initium rerum: Deum autem eam mentem quae ex aqua cuncta fingeret» (Cicero, de Natura Detrum, lib. I). Admitió la simplicidad e inmortalidad del alma. Algunos le atribuyen la famosa máxima: «Conócete a ti mismo.» 22. Tales fue contemporáneo de Ferécides, filósofo sirio, de quien dice Cicerón haber sido el primero que sostuvo por escrito la inmortalidad del alma: «ltaque credo equidem etiam alios tot saeculis: sed quoad litteris existet proditum, Pherecides syrius primum dixit animos hominum esse sempiternos» (Tusc., lib. I). 23. Ferécides fue uno de los primeros escritores de filosofía, pero Tales puede ser mirado como el primer fundador de una escuela filosófica. Veremos en seguida cómo se difundieron sus doctrinas por Grecia, siendo probable que de allí sacó también gran parte de sus luces la escuela itálica o de Pitágoras. 24. Anaximandro, discípulo de Tales, puso el origen de las cosas en el caos, confusa mezcla de todos los elementos: todo sale del caos y todo vuelve a él, por un eterno movimiento de composición y descomposición. Lejos de hacer adelantar la doctrina de su maestro, la desfiguró: ya no vemos la acción de una inteligencia que fecunda y ordena el caos, sino un movimiento ciego; ya no hallamos explicado el mundo por un sistema de principios activos o dinámicos, sino por la simple unión y separación, idea grosera, que hizo después estragos en las escuelas griegas, y que también los ha hecho en las modernas. En vez de la inteligencia suprema enseñada por Thales, admite Anaximandro una innumerable serie de dioses que nacen y mueren; así allanaba por una parte el camino del ateísmo y por otra la del politeísmo. Cuando no se reconoce un Dios inmortal e infinito, se está muy cerca de no reconocer ninguno, de ser ateo; y admitidas la generación y la muerte de los dioses, la imaginación de la Grecia no hallaba freno a sus delirios politeos. 25. Es sensible que bajo el aspecto psicológico y teológico se extraviase de tal modo el claro entendimiento de Anaximandro, a quien deben notables adelantos las ciencias geográficas y astronómicas. Se cree que fué el primero que aplicó a la astronomía la oblicuidad del zodíaco. 26. El sistema de Anaximeno se parece al de Anaximandro, su maestro; es otra corrupción del de Tales. Todo nace del aire y todo vuelve a él: todo se hace por la condensación y dilatación del mismo elemento; la diferencia entre los sólidos y los fluidos no reconoce otra causa. Si la condensación es mucha, se forman las piedras, los metales, la tierra y otros cuerpos semejantes, y si la dilatación llega al más alto punto, resulta el fuego. El aire es inmenso, infinito, está siempre en movimiento; y de aquí dimanan los fenómenos de la Naturaleza, y también el alma humana. Es notable que Anaximeno se distinguió también por sus conocimientos matemáticos y físicos; algunos le atribuyen la invención de la gnomónica, o arte de trazar los relojes solares. 27. Tanto Anaximandro como Anaximeno se parecen bastante a ciertos filósofos modernos, que se distinguían por sus talentos matemáticos y eran muy pobres en todo lo relativo a las altas cuestiones ideológicas y psicológicas. Todo lo referían a los sentidos: lo que no se podía medir geométricamente era ilusión; así llevaban a los espíritus por un camino de error y de tinieblas. A ellos se podría aplicar el dicho de Cicerón: Nihil enim animo videre poterant, ad oculos omnia referebant. Nada veían con la mente; todo lo juzgaban por los ojos (Tuscul., lib. I). 28. Diógenes de Apolonia siguió las doctrinas de su maestro Anaximeno. Atribuye al aire la plenitud del ser, pues que le hace causa de todo, incluso el alma humana. En esta idea tan grosera intenta cimentar su sistema filosófico, en el que se propone reducirlo todo a un principio único. 29. Afortunadamente para la escuela jónica, no siguió Anaxágoras de Clazomenes las huellas de Anaximeno, su maestro; siendo esta reacción tanto más saludable a la ciencia cuanto que Anaxágoras fue quien la trasladó a un teatro más vasto y expansivo: Atenas. Pertenecía a una familia rica, pero renunció a su patrimonio para consagrarse a las meditaciones filosóficas. Dedicóse muy particularmente al estudio de las ciencias naturales, con arreglo al espíritu de su escuela; opinó en favor de los planetícolas y se le atribuye la explicación del iris por la refracción de la luz. Pero su gloria principal consiste en haber defendido el espiritualismo, que perecía a manos de la escuela jónica, extraviada por Anaximandro y Anaximenes. Admitió dos principios: espíritu y materia; de ésta se forma el mundo físico, pero aquél es quien la dispone y ordena. El mundo no es hijo del acaso ni de una fuerza ciega, sino obra del poder y sabiduría de una inteligencia infinita: «omnium rerum descriptionem et modem, mentis, infinitae vi et ratione designari et confici voluit», dice Cicerón (De Nat. Deor., lib. 1). 30. La idea que Anaxágoras se formaba de Dios no tenía nada de panteísta; por el contrario, al propio tiempo que le miraba como hacedor de todo, le consideraba distinto del mundo. Cuando, pues, le hagan los panteístas el cargo de que admitía un Dios aislado del mundo, si quieren significar distinto del mundo, en vez de disminuir el mérito del ilustre filósofo de Clazomenes, le realzan en gran manera. Florecía por los años de 478 antes de la era cristiana. 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