Todas las naciones las han usado; pero ¿qué nación fue la primera que las usó? ¿Fueron los egipcios? No es creíble; probamos más de una vez que el Egipto no es un país muy antiguo, y que necesitó pasar muchos siglos para preservar su territorio de las inundaciones y hacerlo habitable. Es imposible que los egipcios sean los inventores de los signos del Zodíaco, porque las figuras que designan las épocas de nuestras sementeras y de nuestras siegas no convienen con las suyas. Cuando segamos los trigos, su región está llena de agua, y cuando nosotros sembramos, ellos están próximos a recoger las cosechas. El buey de nuestro Zodíaco y la hija que va cargada de espigas no pueden traer su origen de Egipto.
Eso es una prueba evidente de la falsedad de la paradoja nueva que afirma que los chinos son una colonia egipcia. Sus caracteres son diferentes; los chinos marcan el camino del sol por medio de veintiocho constelaciones, y los egipcios, copiándolo de los caldeos, contaban doce, lo mismo que nosotros. Las figuras que designan a los planetas son en la China y en las Indias distintas de las de Egipto y de las de Europa, y es diferente el modo de llevar la mano cuando escribimos; luego es quimérico pretender que los egipcios fueron a poblar la China.
Todas las fundaciones fabulosas, verificadas en épocas fabulosas también, hicieron perder un tiempo irreparable a multitud de sabios, que se han extraviado en sus laboriosas inquisiciones, y que hubieran podido ser útiles al género humano dedicándose al estudio de las artes verdaderas.
Pluche, en su historia, o por mejor decir, en su fábula del cielo, nos asegura que Caín, hijo de Noé, fue a reinar a Egipto, donde no había nadie; que su hijo Menes fue el mayor de los legisladores, y que Thaut era su primer ministro. En su opinión, Thaut u otro de los ministros instituyó las fiestas en honor del diluvio, y que el grito de alegría Yo Bacché, tan famoso entre los griegos, era grito de lamentación entre los egipcios. Bacché provenía de la palabra Beke, que significa sollozos, y este origen se le atribuye en una época en la que el pueblo hebreo no existía aún, y siguiendo en su explicación, diremos que alegría quiere decir tristeza, y cantar significa llorar.
Los iroqueses son más sensatos; no han procurado informarse de lo que sucedió en el lago Ontario hace ya algunos millares de años, y se dedican a la caza en vez de dedicarse a exponer sistemas.
Los mismos autores aseguran que las esfinges que adornaban el Egipto significan «superabundancia», porque los intérpretes han asegurado que la palabra hebrea spang significaba «un exceso»; como si la lengua hebraica, que en gran parte se deriva de la fenicia, hubiera servido de modelo a Egipto; y además, ¿qué relación hay entre la esfinge y la abundancia de agua? Los escoliastas futuros pueden sostener un día, con tanta verosimilitud como los escoliastas del pasado, que los mascarones que adornan la llave de las cimbras de nuestras ventanas son emblemas de nuestras mascaradas, y que esos adornos anunciaban que se daban bailes en todas las casas que decoraban.
