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Biografía de Polemón – Diógenes Laercio – Vidas de los filósofos ilustres

Diógenes Laercio – Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres                           POLEMÓN – Libro Cuarto

BIOGRAFÍA DE POLEMÓN

1. Polemón, hijo de Filóstrato, fue ateniense y natural del pueblo llamado Oiete. Siendo joven, era tan incontinente y derramado, que iba siempre prevenido de dinero para hallarse pronto a la consecución de sus deseos, y aun lo escondía en agujeros. Hasta en la Academia se hallaron junto a una columna algunos trióbolos (276) escondidos por él para semejante referido uso. Entró una vez, junto con otros jóvenes, coronado y embriagado en la escuela de Jenócrates, y éste siguió y concluyó el discurso empezado sin alterarse en nada. Hablaba Jenócrates de la templanza, y oyéndolo el mozo Polemón, volvió poco a poco sobre sí, de manera que luego después superó a los demás en el estudio y aplicación, y finalmente le sucedió en la escuela, empezando en la Olimpíada CXVI. Antígono Caristio dice en las Vidas que su padre fue uno de los primeros ciudadanos, y de los que criaban caballos de carroza. Que su mujer lo acusó en juicio de que no la trataba debidamente y corrompía los jóvenes (277). La misma vehemencia con que empezó a filosofar conservó siempre, sin que jamás mudase de costumbre y estilo (278): ni aun en la voz mudó nunca de tono, con lo cual se usurpó para sí a Crantor (279). Habiéndole mordido la rodilla un perro rabioso, no tomó el menor sobresalto. Movídose un tumulto en la ciudad y preguntándole lo que era, permaneció inmoble. En los teatros nada se conmovía, y leyéndole una vez a él y a Crates unos versos el poeta Nicostrato, apellidado Clitemnestra, Crates se movió a conmiseración, pero Polemón estuvo como si no lo oyera. En suma, fue tal como lo describe el pintor Melantio en sus libros De la pintura. Dice que «conviene refrenar la arrogancia y dureza en las operaciones igualmente que en las costumbres»; pues decía Polemón que «conviene ejercitarse en las obras y no especulaciones dialécticas, como los que meditan en cláusulas armoniosas según arte, exagerando una u otra preguntilla, y se contradicen a sí mismos en la verdadera disposición».

2. Era urbano e ingenioso, evitando lo que de Eurípides dice Aristófanes:

Agudo y arrebolado, etc.

pues según él dice,

nefanda obscenidad y abominable,

más con la mayor carne se deleita (280).

Cuando era preguntado acerca de alguna proposición, dicen que no respondía sentado, sino que se ponía a pasear, por cuya grande urbanidad y cortesía era en la ciudad muy estimado. Excepto los paseos, siempre habitaba en un huertecillo, junto al cual habían hecho los discípulos sus pequeñas chozas y habitaban cerca de la escuela y exedra. Según parece, Polemón en todo fue imitador (281) de Jenócrates, y aun amado suyo, según escribe Aristipo en el libro IV De las delicias antiguas. Hacía siempre Polemón memoria de él, revistiéndose de su inocencia, sequedad y gravedad, como la música dórica. Tenía en mucho a Sófocles, singularmente en aquellos partidos en que, según el Cómico, «parece que un perro moloso componía los versos en compañía suya», y en los que, según Frínico, no es demasiado dulce y sabroso, sino moderado y suave. Y solía decir que Homero es un Sófoc1es épico, y Sófoc1es un Homero trágico. Murió hético, siendo ya anciano, y dejó varios escritos. Mis versos a él son:

Sabe, si no lo sabes, pasajero,

que a Polemón encierra este sepulcro.

Enfermedad lo trajo,

enfermedad terrible a los mortales …

Pero ¿qué es lo que digo?

No está aquí Polemón, sino su cuerpo;

pues lo dejó en la tierra,

habiendo de volar sobre los astros.

 

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(276) Trióbolo era una moneda real y efectiva de los atenienses, que valía tres óbolos o media dracma, correspondiente a unos 8 cuartos de nuestra moneda.

(277) ώς μειραχϊοις συνόντα.

(278) La frase ώστ΄ επί ταυτοϋ σχήματοςτής μορφής πάντοτε μήνειν, puede expresarse con alguna diversidad, traduciéndola literalmente así: De manera que siempre permaneció en una misma forma y figura, o cosa semejante.

(279) θηαθϊναι, cazó, cogió, cepisse

(280) χαταπυγοσύνή τάυτά έστι πρός χρεας μέγα. Abominación semejante a la que leemos en Ezequiel, cap. XXIII, v. 20: cosa propia del obsceno Aristófanes, cuyo es el referido verso.

(281) έζηλώχει œmulatus fuit, o bien, Xenocratem œmulabatur. No he traducido fue émulo, según otros, porque las palabras siguientes indican no fue émulo, sino amigo aun más de lo que debiera.