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BULA, adorno romano -arqueología- Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano

BULA, adorno de los nobles romanos (arqueología)

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BULA

Arqueología. El distintivo que, a manera de medalla, llevaban los hijos de las familias nobles de Roma, se componía de dos placas cóncavas de oro unidas por un lazo elástico de la misma materia, de modo que venía a formar una especie de globo dentro del cual se encerraba un amuleto. Llamábase bula aurea

Con el nombre de bula se designaba también entre los romanos toda clase de adornos que tuvieran forma esférica, o casi esférica; así que se extendió este nombre a muchos ornamentos que se ponían en las puertas de las casas o de edificios suntuosos, sobre las armas y vestidos.

El uso de los clavos con cabezas redondas y doradas, sirviendo de adorno en las sillas, mesas y otros objetos, ha llegado hasta nuestros días y muchas de las puertas de edificios antiguos ostentan aún clavos de esta forma.

Virgilio en La Eneida habla de las bulas, diciendo que se acostumbraba a usarlas llevándolas pendientes del cinturón… Et notis fulserunt cingula bullis, y en otro pasaje dice que estaban hechas de oro… Aurea bullis cingula

Según Sidonio Apolinario, las bulas servían también como adorno de los tahalíes, arneses de los caballos, armas y otros objetos.

Petronio dice que el nombre de bula se aplicaba también a las señales que se hacían en los calendarios para marcar los días fastos y nefastos, y por extensión a las tablas públicas, sobre las cuales se fijaban las señales.

Estos adornos no se hicieron exclusivamente de metal; en las catacumbas de Roma se encontró una de marfil. Se conservan también algunas bulas de bronce artísticamente cincelado que decoraban las antiguas puertas del Panteón de Roma.

Llamóse también bulas a los zarcillos o pendientes que como adorno se colocaban las mujeres romanas en las orejas, y a otro adorno de uso especial de las mujeres y de las niñas. Esta última acepción de la palabra era muy frecuente y precisa. Este objeto, que a más de ser un adorno era un amuleto que protegía la infancia, se llevaba colocado sobre el pecho, colgando de un cordón que se pasaba alrededor del cuello, y algunas veces se colocaba sobre la frente de los niños. Un ejemplar de estas bulas encontrado en 1780 en Aix es de forma lenticular, de sesenta milímetros de diámetro y treinta y cinco de espesor. Forman la bula dos placas de oro muy delgadas, sin más adorno que unos globos pequeños en forma de cabezas de clavo y unos filetes unidos a un broche del mismo metal.

La mayor parte de estas bulas solían tener en la unión de las dos placas y alrededor de ella una moldura, y en su parte superior un agujero por donde se pasaba una cadenita de oro o cordón de otra materia. El interior de las placas se rellenaba de almáciga para darles consistencia. Esta pasta en ocasiones estaba consagrada, y era una especie de amuleto.

Dábase en ocasiones a estos objetos forma de corazón, y, también en esta época, las más variadas y caprichosas formas. No siempre se hicieron de oro, sino también de plata, marfil y hasta de cuero.

En Perusa se encontró una bula de cuero sobre una estatua de bronce. Valerio Máximo habla, en efecto, de estatuas adornadas de bulas. En algunos bajos relieves se ve la figura de un niño con su bula colgada del cuello.

El uso de las bulas lo hace remontar la tradición hasta el tiempo de los egipcios. Los romanos lo tomaron de los etruscos. Según Macrobio, los vencedores etruscos llevaban sobre el pecho una bula áurea y los romanos aceptaron, como señal de distinción, este símbolo del honor y de la victoria.

Plinio el naturalista refiere que las bulas áureas comenzaron a usarse en Roma en tiempo de Tarquino Prisco, quien se la concedió a los hijos de los caballeros, después de habérsela concedido a su propio hijo por el hecho heroico de haber vencido a los catorce altos de edad a un soldado sabino. Según otros autores, Tulo Hostilio la usó ya, habiéndola recibido de manos de Rómulo.

Casi todos los autores están conformes en que las bulas las usaban los jóvenes hasta los catorce o quince años o hasta los diecisiete. Se cree también que abandonaban la bula al mismo tiempo que la ropa pretexta. El día en que esto se hacía era un día de gran fiesta para el joven. Desde la víspera vestíase con una túnica blanca con listas de color de azafrán en señal de feliz augurio. Por la mañana del siguiente día consagraba su ropa pretexta a los dioses Penates y colgaba de su cuello la bula áurea que había protegido su infancia, de la misma manera que las jóvenes desposadas consagraban a Venus sus muñecas. Iba después desde el Capitolio al Foro y se vestía la toga que le hacía hombre.

Algunos autores dicen que si en un principio no se daban las bulas más que a los niños hasta cierta edad, después fueron dadas como signo distintivo desde el nacimiento. Plauto da una prueba de esto al decir: Et bulla aurea est; pater quam dedit mihi natali die

Las bulas las usaron no sólo los hijos de los caballeros, como dicen algunos autores, sino que fue sólo un signo de los ingenuitas, y la materia de que estaban hechas indicaba sólo la fortuna de las familias. Esto dice Cicerón: Ornamentum pueritiœ, indicium atque insigne fortunæ