DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANO-AMERICANO(1887-1910) |
CÁTULO, poeta latino; su vida y relación de sus obras (biografía)CÁTULO (C. VALERIO)Biografías. Célebre poeta latino. Nació, según la crónica de San Jerónimo, el año 667 de Roma (86 a. de J. C.); murió el 40 a. de nuestra era. Algunos sabios suponen que vio la primera luz en Sirmium, hoy Sermione, donde poseía una quinta de recreo que cantó en sus versos; pero como apoyada que está en la autoridad de Ovidio, Plinio, Ausonio y Marcial, parece más fundada la opinión de los que le suponen nacido en Verona. Entregado a los placeres sensuales, pero dotado de un temperamento de artista, fue llevado a Roma siendo muy joven, y, acogido con cariño por los ilustres amigos de su familia, contrajo amistad con Manlio, Cicerón, César, Planco, Cinna, Lucrecio y Cornelio Nepote, al cual dedicó sus obras. Éstas no son numerosas, y no poseemos más que una parte de ellas, puesto que Nonio y Servio citan versos suyos que no se encuentran en las colecciones. Terenciano transcribe poesías atribuidas a Cátulo en un metro que jamás empleó en sus producciones conocidas. Plinio el Antiguo habla de un poema de Cátulo sobre los Encantos del Amor, del que no ha llegado a nosotros un solo verso. En cambio, si todas sus composiciones auténticas no nos son conocidas, se le atribuyen también otras que conocidamente no son suyas. Entre éstas pueden citarse el Pervigilium Veneris y el poema de Ciris. Cátulo se ensayó en diversos géneros de poesía; pero siempre temió emprender trabajos largos, y jamás tuvo la paciencia necesaria para pulirlos y limarlos. Hizo lo bastante para dar muestras del profundo talento de que estaba dotado, pero no llegó a donde pudiera haber llegado ni extendió los recursos del lenguaje poético de su tiempo. Si, como se pretende, Cátulo conoció a Virgilio, no pudo aprovechar sus consejos, pues muy breve debió ser la amistad de ambos, atendiendo a que el uno comenzaba su carrera cuando el otro la terminaba. Por otra parte, la laboriosa perfección del estilo de Virgilio nunca hubiera ejercido gran influencia en el talento poco reflexivo y perezoso de Cátulo, que no parece haber tomado nunca la poesía sino como mero pasatiempo y como desahogo de su vehemente fogosidad. A veces hasta se duda que la mayor parte de sus epigramas sean del mismo elegante autor de las Bodas de Tetis, del Epitalamio, de las Odas y de las Elegías. Sus epigramas están salpicados a cada paso de imágenes oscuras y de expresiones groseras, hijas de un desvergonzado cinismo. Si es, con efecto, el pintor fiel de las costumbres de su tiempo, ¿qué era el pueblo señor del mundo? Sin embargo, algunas veces el satírico se mostraba digno de su talento. Con igual franqueza hiere la corrupción del hombre vulgar y del hombre ilustre, y de sus dardos no se escapa ni el conquistador de las Galias, a quien el padre de Cátulo había tenido el honor de recibir bajo su techo. Preciso es reconocer que si César se abandonó a bochornosas debilidades, conservó una generosidad digna de su gloria y de su genio. Él, que tenía en su mano la vida de todos los ciudadanos, sólo opuso la clemencia a la descompuesta sátira que contra él esgrimió Cátulo. «Vuestro padre me sentó más de una vez a su mesa -le escribía-; venid vos a sentaros a la mía.» El héroe y el poeta se reconciliaron con la copa en la mano, y desde entonces el satírico enmudeció. Pocos hechos se conocen de sur vida íntima; pero su inclinación a los placeres, sus ardores voluptuosos expresados en sus versos han dado lugar a diversas conjeturas, suponiéndole aventuras muy en conformidad con sus costumbres disipadas. Algunos escritores italianos, y especialmente Corradini, han hecho de Cátulo un personaje de novela dotado de valor, de fuerza y de belleza; pero esto, más que sólido apoyo para la historia, no puede pasar por otra cosa que por fantasía más o menos probable. Los pocos datos revelados por unos comentaristas han sido desmentidos por otros, no habiendo conformidad de pareceres más que en la fecha de su muerte. Algunos pretenden que murió a la edad de treinta años; y aunque Escalígero supone que vivió más de setenta y uno, Vossio y Bayle combaten este aserto. Preciso es que viviera cerca de cuarenta, puesto que habla en sus poemas de la derrota de Farnaces, rey del Ponto, de la conquista de las Islas Británicas y de la batalla de Farsalia. Su carrera no fue larga, pero vivió en un tiempo que favoreció mucho su reputación. Para los romanos se abría una nueva era. Plauto y Terencio habían ya seguido las huellas de Aristófanes y de Menandro; Lucrecio prestaba los esplendores de su genio a la filosofía de Epicuro; Cicerón reproducía a Demóstenes; Salustio a Tucídides, y Virgilio acababa de nacer para emular a Homero. En aquellos días de prosperidad de las letras latinas, Cátulo representó el lirismo antiguo y obtuvo honroso puesto en aquella pléyade inmortal. En el Panteón poético de los latinos, atendiendo al orden cronológico, Cátulo aparece al lado de Lucrecio. Aunque especialmente este último había formado su gusto estudiando los modelos griegos; uno y otro encontraban todavía su lengua llena de rudeza, su lenguaje en el vigor de su nacimiento, que tal vez se presta a las asperezas del pensamiento de Lucrecio y a su sentido directo de la naturaleza, pero que es valladar que se opone comúnmente al poeta lírico, al cantor de la voluptuosidad y de los refinamientos. Siempre se ve que está haciendo esfuerzos para domeñar la lengua en que escribe; pero aunque como hombre hábil llega a servirse del lenguaje poético que encuentra a mano, le falta constancia y fijeza para tratar de perfeccionarle. De aquí proviene que a veces le falte elegancia, que otras no pueda dar la delicadeza debida al contorno, y que la gracia que pide el sentimiento y el claro-oscuro de la poesía no informe con el poderoso y mágico influjo de la poesía muchos de los asuntos que toca. Las obras de Cátulo fueron descubiertas a principios del siglo XIV en Verona por un poeta llamado Benvenuto Campesani. Algunos de los manuscritos conocidos no se remontan más allá del siglo XV, y todos parecen provenir de un único ejemplar, probablemente incompleto y defectuoso, y hoy perdido. La primera edición data de 1442, sin designar el lugar de impresión ni el nombre del impresor. A ésta siguieron la de Parma de 1472 y las de Venecia de 1475 y 1486. Las obras de Cátulo han sido traducidas en totalidad o en parte a todos los idiomas. En francés la más antigua y la más completa es la del abad de Marolle, en prosa. |
Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (vol. 4, págs. 1005-1006) CÁTULO, poeta latino; vida y relación de sus obras (biografía) |