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CENTAURO (Bellas Artes) – DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANO-AMERICANO

CENTAURO, cuadro de Rubens y otras representaciones artísticas de estos monstruos mitológicos (bellas artes)

Índice

CENTAURO

Bellas Artes. En el Museo de Bolonia existen dos relieves en basalto de origen egipcio que demuestran cuán antigua es la representación de estos monstruos mitológicos. El arte heleno acentuó la parte humana de los centauros, realizando obras notables tales como el Combate de los centauros y los lapitas, esculpido en las metopas del Partenón por Alcamene, discípulo de Fidias, y un cuadro de Zeuxis en que figuraba una Centaura amamantando sus pequeñuelos. Como obras notables de alguna importancia merecen citarse dos mármoles de la colección Giustiniani en Roma, que reproduce a unos centauros sujetos por amorcillos y que son una maravilla de ejecución. Aparecen firmados por Aristeas y Papias de Afrodisium. En Pompeya se han descubierto pinturas semejantes. Durante la Edad Media figuran los centauros en los manuscritos de origen bizantino, de lo cual pueden verse ejemplos en la Histoire de l’Art de Agincourt. En en siglo XIV Giotto, en su célebre Apoteosis de San Francisco de Asís, colocó un centauro, con lo que algunos creen que quiso simbolizar el espíritu infernal, pues así lo hizo también Orcagna en el fresco que representa el Juicio final, en el Camposanto de Pisa. En la época moderna abundan las representaciones de los centauros, sobre todo en obras de carácter decorativo. En el Museo del Prado, a más del de Rubens que describimos por separado, existe otro lienzo de Giordano (núm. 218) que representa la Muerte del centauro Neso.

Centauros y Lapitas. Cuadro de Rubens. Museo del Prado núm. 1.579. Figuras de tamaño natural.

La composición representa el momento en que Eurito, acompañado de otro centauro, interrumpe las bodas de Piritoo e Hipodamia, apoderándose de ésta, a quien estrecha entre sus robustos brazos. La joven, apenas cubierta por un paño carmesí, se resiste con desesperado ademán a seguir a su raptor, contra el cual se precipitan furiosos Piritoo y otros dos comensales, que saltan por encima de la mesa, derribando los manjares, la vajilla y hasta los escabeles en que se hallaban sentados. En segundo término, a la izquierda, varios convidados, sobrecogidos de espanto, huyen hacia un edificio de elegante arquitectura. Entre las patas del cuarto trasero de Eurito una anciana, sin duda la madre de la desposada, medio tendida en el suelo, trata de detener a ésta. El otro centauro, que también se ha apoderado de una mujer, enarbola al propio tiempo un robusto tronco y se revuelve contra los que atacan a su compañero. Completa la escena un bellísimo paisaje. Todas las figuras aparecen movidas, animadas y en actitudes tan violentas que apenas hay alguna que no esté escorzada con gran maestría. Las fisonomías caracterizan perfectamente la situación de cada personaje y todos ellos se agrupan formando un conjunto pintoresco. Respecto al colorido, los cuerpos desnudos de las mujeres resultan superiores; como en todas las obras de Rubens, parece que la carne palpita; no así los de los hombres que, por exceso de tonos rojizos, incurren en algo de monotonía, templada, sin embargo, por la brillantez de los paños y accesorios, que están ejecutados de una manera magistral.

Perteneció este cuadro a la colección que Carlos II reunió en la Torre de la Parada.