Historia de la Filosofía
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
JAIME BALMES (1810-1848) – Índice general |
Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo XIX – CÍNICOS
XIX – CÍNICOS
109. Los que se distinguieron en la exageración del principio de Sócrates fueron los cínicos. Su fundador, Antístenes, empezó a enseñar en un lugar llamado Cynosarges, o templo del Perro Blanco; de aquí se los llamó cínicos: perros, nombre que además se granjearon por su lengua mordaz y sus maneras desvergonzadas. 110. Sócrates había establecido que el bien supremo es la virtud, y que a ésta debe posponerse todo; pero su discípulo Antístenes exageró o más bien adulteró esta verdad, diciendo que el hombre sólo debe cuidar de la virtud, despreciando todo lo demás, inclusas las consideraciones de buena crianza. Empezó, pues, por vestirse pobremente; se dejó crecer la barba, y armándose de cayado y zurrón, emprendió la vida filosófica. Su discípulo Diógenes vive en un tonel, y allí recibe a Alejandro: «¿Qué quieres de mí ?», le dice el conquistador: «Nada; sólo que te apartes, pues me quitas el sol.» 111. ¿Quién duda que el hombre debe perderlo todo antes que la virtud, y que las riquezas, los honores, los placeres son objetos deleznables, indignos de nuestro amor? Pero inferir, como los cínicos, que nuestras casas deben ser un tonel, nuestros vasos la mano, y que para las necesidades de la vida no debemos atender a las relaciones sociales, es una exageración no prescrita por la virtud. Esta, llevada a un alto punto, puede ciertamente conducir a un desprendimiento heroico, a pobreza absoluta, a privaciones y sacrificios de toda especie; pero nunca traspasa los debidos límites, olvidándose de lo que disponen la prudencia y la decencia; una virtud imprudente e indecente no sería virtud. 112. Bajo las exageraciones cínicas se ocultaba un gran fondo de orgullo: la vanidad de despreciarlo todo es una vanidad peligrosa. Bien habló el que dijo al cínico que hacía ostentación de sus harapos: «Al través de las roturas de tu vestido descubro tu vanidad.» 113. Las exageraciones sistemáticas conducen a la locura. La escuela cínica, después de haber pasado por Orates, que vende todos sus bienes y los distribuye entre los pobres, dando un bello ejemplo de desinterés, continúa por Metrocles y acaba en Menipo y Menedemo. Este último andaba por las calles gritando que había venido del infierno para observar la vida de los hombres y dar noticia de las malas acciones a las deidades infernales. Historia de la Filosofía – Jaime Balmes Capítulo XIX – CÍNICOS Capítulo XVIII – Aristóteles Capítulo XX – Escuela cirenaica |
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