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Compendio de la historia de China – Lengua y Literatura

Capítulo IX. Lengua. Literatura. Enseñanza. Grados científicos y literarios.

LENGUA

La lengua china se distingue de todas las demás, en que no tiene un verdadero alfabeto. Con doscientos catorce caracteres radicales, y un número indefinido de compuestos, manifiestan sus ideas simples o compuestas; pero sin terminaciones que indiquen los géneros, casos, nombres, voces, tiempos y personas de los verbos; esta falta completa de terminaciones gramaticales es de las menores dificultades de la lengua. Los chinos escriben colocando las líneas en columnas verticales de arriba a abajo y van de derecha a izquierda; sin relación alguna ni con el hebreo, ni con el griego, y por consiguiente no se puede aplicar reglas fundamentales que formen la base como en el griego, latín y sus derivadas. Todas las palabras son invariables e indeclinables, resultando que su posición respectiva establece solo las relaciones que deben de tener entre sí; y las dividen en tres grandes clases:

1.ª Las palabras vivas; es decir, los verbos.

2.ª Las palabras muertas; en esta denominación colocan los vocablos que nosotros llamamos sustantivos, adjetivos y adverbios.

3.ª Los auxiliares de la palabra son una multitud de partículas que reemplazan a nuestras terminaciones, tiempos, modos y casos.

Una de las particularidades que ofrece este idioma es que los caracteres escritos no representan palabras, sino ideas; de suerte que se puede comparar con las cifras árabes, que todas las naciones las comprenden, pronunciándolas de diferente modo.

Tan clara y precisa es la lengua china para el que lee, como de una oscuridad absoluta para el que escucha; y llega el caso que un mandarín letrado no comprende siempre el discurso de un orador, porque cada palabra puede recibir cinco especies de acentos, que modifican su pronunciación y significación. La lectura no tiene dificultad, porque se tiene delante el acento; pero es tan difícil a la persona que habla dar a su voz la variación voluntaria para expresar su pensamiento, como a la que escucha comprender el valor de esta variación, y por consecuencia la idea de su interlocutor; el menor error de una u otra parte hace mudar la naturaleza del concepto, pues una misma palabra pronunciada de cierto modo que manifieste un cumplimiento, viene a ser una injuria con diferente entonación.

Para escribir no usan plumas, sino pinceles, y en lugar de tomarlos oblicuamente como nuestros pintores, los llevan perpendiculares formando la punta ángulo recto con el papel: estos pinceles son de una pasta negra y compacta, mas o menos orlados de arabescos de oro; cuando un chino quiere trazar los caracteres de su lengua, toma uno de estos pinceles, moja la punta en un poco de agua, y frota sobre una tabla de mármol o marfil, y compone así la tinta, que tiene un negro vivo y brillante, y la propiedad de no extenderse mas allá de la línea trazada por el pincel.

LITERATURA

Son tan aficionados, y tienen tal respeto a la escritura, que jamás se les verá emplear un papel escrito o impreso para envolver ni hacer otro uso, y cuidando de no pisar los fragmentos de un libro usado. Su literatura es la primera del Asia, si se tiene en cuenta el número y autenticidad de sus monumentos.

En 1773 el Emperador Kian-Loug nombró una comisión encargada de redactar los libros principales sobre todos los conocimientos humanos, continuando después este trabajo sin interrupción; en 1818 había ya 78.627 volúmenes, y se calcula que faltarán todavía 82.000 para acabar esta inmensa colección.

Las producciones mas importantes y curiosas de la literatura china son: El Y-King, atribuido a Fo-Hi. Las obras clásicas denominadas King, son cinco, de la mas remota antigüedad.

El Chou-King, o libro de moral, por Confucio (que vivía el año 550 antes de Jesucristo); este libro está guardado con razón como el mejor de la antigüedad profana; uno de sus capítulos está dedicado a la descripción geográfica de la China, y es para los orientales un tesoro inestimable. A los estudios históricos se dedican en todo tiempo y con predilección los letrados chinos,

Los historiadores mas nombrados son:

Sse-Ma-Thian, que dos siglos antes de Jesucristo empezó a poner en orden las crónicas de Confucio, y recogió una multitud de comentarios y discursos que se habían librado del incendio ordenado por Tsin-Chi-Hoang-Ti.

Sse-Ma-Than, hijo del anterior; se elevó como historiador a la altura de Heródoto, y quiso, como él, visitar los lugares-testigos de grandes acontecimientos que se propuso referir. Recorrió sucesivamente todas las provincias del Imperio, estudiando los monumentos que el tiempo había respetado, y recogiendo las tradiciones locales por las investigaciones geográficas y arqueológicas. De vuelta a su casa, después de una ausencia de muchos años, coordinó los preciosos materiales que había adquirido, y compuso la gran obra denominada Sse-Ki

El Sse-Ki está dividido en cinco libros, con 130 capítulos.

El primer libro contiene la relación de los acontecimientos generales después de Hoang-Ti, hasta el sétimo Príncipe de la dinastía de Han, 122 años antes de Jesucristo.

El segundo es una especie de atlas histórico.

El tercero está consagrado a los ritos y al estado de ciencias, durante el período de veinte y dos siglos que abraza su trabajo.

El cuarto establece la genealogía de los Príncipes que han reinado, ya en la China entera, ya sobre una parte de su territorio.

Y el quinto se compone de disertaciones geográficas, biográficas y críticas.

La sencillez y constante estilo de esta obra bastan para justificar la alta estimación de que goza todavía hoy, cuando ha servido de modelo a los historiadores que le sucedieron.

Pan-Kou, y su hermano Pan-Hoci-Pan, encargados de continuarla historia de Sse-Ma-Thian.

Sse-Ma-Tching; es sensible que este autor, que escribió con gusto y elegancia, se emplease en contar historias escandalosas; vivió el año 800 antes de Jesucristo.

Sse-Ma-Kovang, compuso en 1018 una historia general que abraza un período de 1362 años.

Ma-Tovan-Lin, se dedicó a las investigaciones arqueológicas en el siglo XIII.

Entre los poetas antiguos, citaremos a Thou-Fou y Li-Tai-Pe, contemporáneos y rivales; pueden pasar por los reformadores de la poesía china, pues que ellos contribuyeron a dar las reglas que se observa en ella todavía. Sus obras gozan de la mayor celebridad y están consideradas como clásicas.

Las primeras poesías chinas, según la opinión de letrados nacionales y extranjeros, han sido canciones con acompañamiento de música. Las reglas de versificación se aproximan al griego y al latín por la cantidad, y las modernas por la consonancia. Los versos chinos son de tres palabras los mas cortos, y de siete los mas largos.

ENSEÑANZA

Aunque hay muchas escuelas públicas, la mayor parte de las familias ricas tienen maestros particulares. El estudio de los cinco libros canónicos o sagrados forma la base de la instrucción de la juventud, que pasa muchos años en copiarlos, aprenderlos, buscar el verdadero sentido y comentarlos.

Los jóvenes que se dedican a las profesiones liberales, están obligados a estudiarlos a fondo, porque para obtener los diferentes grados han de sufrir los exámenes de las materias que en gran parte tratan estos libros. El primer grado es de bachiller.

En épocas determinadas, los Gobernadores de provincia convocan asambleas de estudiantes, que se reúnen en un gran salón y redactan una composición, escogida por el Gobernador, que regularmente suele ser un comentario razonado de un capítulo, o un simple párrafo de las obras clásicas. Esta composición no es mas que un examen preparatorio para eliminar a los estudiantes que juzguen incapaces de sufrir las pruebas exigidas para el primer grado. Una lista de todos los jóvenes que han salido aprobados en este primer concurso, se pone inmediatamente al público, y se les da un título de haber figurado en ella. Al año siguiente estos aspirantes tienen que sufrir otras dos pruebas para obtener el grado de bachiller, y los conducen a un salón del palacio del Gobernador, donde son registrados por los soldados tártaros para asegurarse que no llevan libros ni papeles manuscritos, y también vigilan alrededor de las mesas para que los estudiantes que trabajan no se hablen unos a otros, ni se ausenten bajo ningún pretexto.

El cuerpo de bachilleres está dividido en cinco clases; los que adquieren la quinta categoría pueden disponerse para los exámenes que han de tener para el grado de licenciados.

El grado de licenciado tiene dos ejercicios preparatorios y una prueba decisiva. Los aspirantes a este grado son encerrados en un pequeño cuarto por término de tres días, y registrados antes a presencia del Virrey, el cual pone después su sello en la puerta; allí encuentran una plancha de madera sobre la que está grabado el tema de la composición; cuando han concluido su discurso, pasa inmediatamente a un escribano que le trascribe, y pone la copia en manos de los examinadores.

Los mandarines designados por el mismo Emperador para jueces en estos casos, son ordinariamente miembros del Colegio Imperial de Pe-King; pero han de probar que no son oriundos de la provincia donde van, ni que les liga parentesco alguno, bajo pena de nulidad; y si se dejasen ganar por dinero, en el acto de probado se exponen a ser condenados a pena capital.

El día en que se nombra un nuevo licenciado, se publica y se pone un cartel en un sitio aparente en la Metrópoli de la provincia; el Gobernador le da un gran festín, y le remite de parte del Emperador una taza de plata y un gorro con una borla encarnada; al día siguiente recibe la visita de todos los funcionarios de la ciudad, quedando obligado a pagar la gran ceremonia.

El doctorado se obtiene del mismo modo, solamente que es en Pe-King y a presencia del Emperador. Hay tres clases de doctores: la primera se compone de tres individuos propietarios de esta dignidad; las otras dos clases tienen un número ilimitado de miembros. Además hay bachilleres y doctores de armas; para el primero es suficiente sobresalir en el manejo del sable, espada y arco, saber equitación y gimnasia; y para el de doctor, tener conocimientos profundos en estrategia, mostrarse capaces de conducir un ejército, y dirigir grandes operaciones militares, como la de atacar y defender una plaza.