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Torre de Babel Ediciones

Conclusión – 4

CAPÍTULO VIII
Conclusión

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Plan – Una más amplia ciencia del alma – Distinción de problemas – El objeto de la Psicología – El método de la Psicología; métodos objetivos y subjetivos; explicación y descripción – La vida mental; todo orgánico, no suma de elementos; cualidad-cantidad; medidas psíquicas – Psicología y Filosofía – Metafísica psicológica – Posibilidad de la Metafísica y características de ésta – Alma, espacio y tiempo – Causalidad psíquica – Substancialismo y actualismo – Paralelismo e influjo recíproco – Personalidad – Evolución psíquica – De la comunidad suprema de lo psíquico – La Parapsicología – Bibliografía

  
Habiendo terminado con la psicología, como ciencia empírica, debemos, según lo dicho antes, ocupamos de las cuestiones que integran lo que podremos llamar una metafísica psicológica; es decir, aquellas que se refieren a lo que es lo psíquico en su unitaria totalidad, en su unidad real (con la terminología tradicional, y nuestra, el alma) y en qué relación se halla con el resto de la realidad. También aquí nos encontraremos con oposiciones fundamentales.

Hagamos notar que, aun cuando la metafísica no fuese posible, nos veríamos obligados a confrontarnos con los puntos de vista expuestos en el curso de este libro, puntos de vista que como se vio en la exposición de las concepciones de W. Wundt o de Bergson, pertenecen a la esfera del saber a que nos referimos. Sin embargo, no nos hallamos en este caso extremo. Hoy día la mayor parte de los pensadores admiten la posibilidad de la metafísica. Debemos, pues, considerar primeramente cómo es ésta posible.

Por mucho tiempo se creyó, al menos por algunos, destruido para siempre por la crítica de Kant, todo intento de una metafísica científica. Debemos, por consiguiente, considerar lo más brevemente posible, esta crítica. Ante todo es preciso tener en cuenta que la antedicha crítica de Kant, no se dirige a un sistema determinado de metafísica, sino a una posible metafísica, tal como la habían concebido como ideal los pensadores racionalistas desde el Renacimiento: una metafísica que procediese como las matemáticas, more geométrico, una metafísica pura que no se basase en la experiencia. En el siglo XVIII, Wolff distinguía entre una psicología empírica que procedía en sus investigaciones del alma según los procedimientos de la ciencia empírica, y una psicología racional que mediante el pensar deductivo mostraba cómo el contenido de la vida psíquica arraigaba en la esencia del alma. En el mismo siglo XVIII se interpretó esta diferencia metódica de manera que se transformaba en una diversidad de ciencias: a la psicología empírica correspondía el campo de la experiencia psicológica; a la racional, las cuestiones metafísicas de la esencia del alma y su relación con el cuerpo. Pues bien; Kant. declara que puesto que una psicología metafísica como ciencia pura, no empírica, es imposible (lo que sucede a toda metafísica según él), sólo hay una psicología empírica que cuando traspasa los límites de la experiencia deja de ser científica. Únicamente la ética puede llevarnos a postular afirmaciones metafísicas como exigencias prácticas, una de las cuales es precisamente la del alma sustancia de la psicología tradicional.

Debemos exponer en concreto dicho pensamiento de Kant. Éste se pregunta de qué elementos puros, no empíricos, disponemos en la experiencia interna (o actividad de conciencia) para basar en ellos una metafísica. No se puede -responde- encontrar más que uno: la unidad de la conciencia o, como él dice, la apercepción trascendental. Lo que ahora se necesita es que este elemento puro nos permita salir de la experiencia y hacer afirmaciones sobre el ser del alma que se nos aparece en sus actividades, porque para Kant éstas son fenómenos, apariencias, de un sujeto real (pensado como real pero no conocido = noumeno). Ahora bien; la apercepción trascendental no es un ser, sino la relación suprema, la que hace posibles todas las relaciones de los conceptos puros del entendimiento y de las formas de la sensibilidad, que a su vez hacen posible el conocimiento empírico. La apercepción trascendental no es más que la más radical de las relaciones; el Yo pienso es una relación que acompaña a las otras. Sin embargo, en la psicología racional, metafísica, se pretende algo muy distinto; se supone que el Yo pienso es un ser que se conoce inmediatamente a sí mismo; se hipostasía esta relación. Todos los falsos razonamientos de la psicología racional, metafísica (paralogismos) radican en esto. No es posible, pues, afirmar por estar aquella relación vacía de datos empíricos, que hay un sujeto simple, permanente, personal e inmortal. Sólo la ética, repetimos, puede postular dicho sujeto como una exigencia vital práctica.

La crítica de Kant se dirige, ya se dijo, a una variedad de la metafísica, a una forma especial de ésta; a saber: 1.º, a la metafísica que no se basa en la experiencia; 2.º, a la metafísica que supone un sujeto remoto a sus actividades. En el último respecto debe considerarse que Leibniz procedía de la manera inversa: no hacía de la unidad de la conciencia una sustancia, sino que consideraba las substancias como almas y les daba como contenido los procesos representativos. Si partimos de los supuestos de Kant, la metafísica en efecto será imposible. El método matemático, que no necesita tener en cuenta la experiencia, vale sólo para las posibilidades de las matemáticas; pero no para el conocimiento de las realidades, que exigen la experiencia. Un sujeto remoto a sus actividades es completamente inaccesible. Ahora bien; sigue, pues, siendo posible una metafísica: 1.º, si, por el contrario, se basa en la experiencia; 2.º, si hay un sujeto (ser psíquico) presente. Todo ello es hoy día notorio.

Por lo demás, la metafísica, como construcción real unitaria de los datos empíricos, no es algo externamente unido a la psicología, y en general a la ciencia. La experiencia, aquí como en otros dominios, la exige, pues es necesario construirla real y unitariamente, y esta construcción unitaria y real trasciende de la experiencia misma. Volvamos atrás y enlacemos con los supuestos de la psicología que entonces hemos indicado: la afirmación de una multiplicidad de sujetos (entre los cuales estamos cada uno de nosotros) viviendo en un medio. Es preciso aceptar dichos supuestos si no queremos negarnos a conocernos a nosotros mismos y a conocer a los demás, y es preciso no aceptarlos como algo meramente subjetivo, sino como correspondiendo a algo en sí, ya que se nos imponen como algo que hallamos ante nosotros, que tiene sus propias leyes. En efecto, el mínimum que afirmamos es la existencia de nosotros mismos; pero esto exige ya salir de la experiencia, recurrir a la metafísica, pues inmediatamente dado, sólo lo es el momento presente o, todo lo más, los momentos presentes de lo consciente. Ahora afirmamos que todos estos momentos nos pertenecen. El sujeto que aquí aparece es ya un sujeto real y trascendente y no una ficción. Se ha dicho que el solipsismo (de solus ipse) o sea la afirmación de la propia vida mental, es lo único que se puede hacer sin metafísica; por lo que acabamos de exponer se ve que ni esto es posible. Igualmente nos obligan a afirmaciones que trascienden de la experiencia, el supuesto de una pluralidad de sujetos y de un medio en que viven. Téngase en cuenta que esto es común al realismo (afirmación de un ser independiente de pensar) y al idealismo (ser = pensar), pues el último se ve obligado a suponer un ser y como tal permanente: ya sea el espíritu subjetivo, ya un espíritu o conciencia general o como quiera llamársele.

Según todo lo anterior, la nueva metafísica (ya existente en la serie de pensadores, Fechner, Lotze, Hartmann, Wundt, Brentano, Bergson y otros) tiene ciertas características especiales. A diferencia de la antigua especulativa: 1.º, enlaza estrechamente con la experiencia y procede por una interpretación crítica y unitaria de las ciencias particulares; 2.º, es así hipotética (no subjetiva, sino objetivamente) y esto por dos motivos: 1.º, su valor depende de datos empíricos que pueden a veces corregirse o cambiarse; 2.º, partimos de la experiencia en nosotros y trasladamos su interpretación a lo que es en sí. En este segundo respecto ha indicado Max Scheler que la metafísica es sólo posible si suponemos que en toda la realidad rigen las mismas leyes y que, por lo tanto, lo que se presenta en nuestra experiencia es traducción de lo que existe en los cosmos, supuesto en absoluto aceptable.

Fijado el campo de la metafísica psicológica, debemos pasar ahora a ocuparnos de algunas cuestiones metafísicas que, o bien estaban implicadas en las teorías psicológicas estudiadas, o bien han sido expuestas en cada uno de los psicólogos. De esta manera expondremos al mismo tiempo aquellos datos fundamentales que debe tener en cuenta la metafísica psicológica. Las cuestiones que trataremos son: 1.º, relación del alma con el espacio y el tiempo; 2.º, causalidad psíquica; 3.º, sustancialismo y actualismo; 4.º, paralelismo e influjo recíproco; 5.º, personalismo; 6.º, evolución psíquica; 7.º, unidad suprema de lo psíquico. Comenzamos con el problema de la relación del alma con el espacio y el tiempo.
 
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