Torre de Babel Ediciones

Conclusión – 8

CAPÍTULO VIII
Conclusión

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Plan – Una más amplia ciencia del alma – Distinción de problemas – El objeto de la Psicología – El método de la Psicología; métodos objetivos y subjetivos; explicación y descripción – La vida mental; todo orgánico, no suma de elementos; cualidad-cantidad; medidas psíquicas – Psicología y Filosofía – Metafísica psicológica – Posibilidad de la Metafísica y características de ésta – Alma, espacio y tiempo – Causalidad psíquica – Substancialismo y actualismo – Paralelismo e influjo recíproco – Personalidad – Evolución psíquica – De la comunidad suprema de lo psíquico – La Parapsicología – Bibliografía

  
El carácter personal (unidad), el germen de personalidad o la potencia o capacidad de ser personal, hemos visto que era esencial al alma y que se revelaba en su actividad; lo que en cierto modo ha sido reconocido por Wundt (con sus unidades reales de voluntad, monadas-entelequias) y más aún por James (en su pluralismo): en efecto, hay perturbaciones de la personalidad; pero, como lo muestra la experiencia, el carácter personal de la vida psíquica no puede perderse totalmente nunca. Esto es algo que ha de tener en cuenta la metafísica. Nadie lo ha puesto tanto de relieve como William Stern, ya citado como psicólogo diferencial, y que se ha distinguido también en la psicología del niño.

Stern ha construido una metafísica basada en el concepto de persona. Veamos sus líneas generales. Al par espíritu y materia, debe anteponerse el más originario de persona y cosa que es natural o psicofísico (se refiere a la vez al alma y al cuerpo). «Persona es un ser que a pesar de la pluralidad de sus partes constituye una unidad característica y de valor propio y que a pesar de sus funciones parciales realiza una actividad propia unitaria y según fin.» «Cosa es un ser que consta de muchas partes sin constituir una unidad propia y tener propio valor y que desarrolla su actividad en muchas funciones parciales sin presentar una actividad unitaria y según fin.» Característico de la persona es, pues, ser fin en sí misma y poseer una autoactividad de que se sirve. El concepto de persona, tal como lo entiende Stern, incluye: el de sustancia y el de causalidad. Sustancia es unidad de acción; causalidad, actuación concreta de un ser sobre otro ser.

La persona es una unidad que encierra en sí una multiplicidad. El mundo no es un mecanismo, sino un sistema, un orden, de unidades o personales; desde cada célula, pasando por los individuos vegetales y animales y las colectividades sociales (pueblos, por ejemplo) hasta Dios (Persona total). En realidad existe, pues, una finalidad suprema a la que subordinan otras finalidades (Panteismo personal. Teleomecanismo).

Ha de hacerse notar, que el único concepto real es aquí el de persona. Los conceptos de persona y cosa nacen de dos puntos de vista distintos. Si consideramos una realidad en sí y por sí se nos presenta como persona; si la estimamos como perteneciente a una unidad superior que es en sí y por sí, se nos aparece como cosa (Paralelismo teleomecánico).

Ante el punto de vista de Stern es preciso tener en cuenta que la personalidad, como construcción unitaria de lo personal en potencia, posee grados y que no está siempre igualmente dada a manera de un átomo, sino que se hace en torno de aquel núcleo primitivo que es el Yo o la experiencia de nosotros mismos. Hay, pues, en la evolución una creación de personas, aunque las personas creadas nazcan en una subordinación. Por lo demás, lo psíquico puede existir como prepersona, como meramente en potencia personal.

El carácter evolutivo de lo psíquico es también un hecho universalmente aceptado hoy día. Todos los psicólogos lo han constatado, pero ha sido Bergson quien, como vimos, lo ha puesto enormemente de relieve; para este pensador, la evolución del espíritu aparece como evolución cósmica.

Indudablemente, todo lo que acabamos de decir supone que lo psíquico es lo que nos aparece como naturaleza. A dicha afirmación nos llevan varios motivos. En primer lugar la analogía con nuestro verdadero ser que es espiritual y la consideración de que el resto de la realidad debe ser afín a nosotros, que no es probable que seamos una excepción en el universo, sino un caso particular de lo que existe. Además, nos obligan a ello las consideraciones epistemológicas de que todo lo que conocemos es una modalidad del espíritu y de que nos es imposible pensar un ser que de alguna manera no sea análogo a lo psíquico, pues la nada es una mera negación lógica y esta nada es así también psíquica.

En la evolución espiritual las direcciones son muy varias y es preciso tenerlas en cuenta. Tales divergencias de desarrollo se ofrecen, por ejemplo, en lo normal y lo patológico, y ulteriormente en las especies de ambos tipos de desarrollo. Por último, la evolución parece inexplicable sin una dualidad de principios: un principio creador y ordenador del cual provienen todos los éxitos y un principio inhibitivo y desintegrador que explicaría las detenciones, es cierto, pasajeras. Hay, pues, en ella algo así como el desdoblamiento de un ser único, y su lucha interna por una armonía más alta.

En relación con el presente problema se halla la cuestión de la individualidad. ¿Cuál es el principio de individuación? Asimismo, se relaciona con esto el problema de la inmortalidad del alma, pues inmortalidad es evolución después de la muerte corporal.

Con respecto al último problema haremos notar que después de un período de negación de ella (entre la mayor parte de los psicólogos científicos), se hacen notar de nuevo tendencias favorables a la solución positiva de la cuestión. Recordemos en este respecto a James y Bergson. Como típico de estas tendencias de la época presente, puede citarse el libro de Scholz, La inmortalidad como problema científico.

¿Quedan aisladas, entre sí, estas unidades, en cierto grado diverso personales, creadoras, permanentes, realizándose en el tiempo? El supuesto del influjo recíproco se pronuncia en contra de un aislamiento tal, pues nos obliga a preguntamos: ¿cómo es que se siguen según ley los estados, en dos seres diferentes? Para responder a esta cuestión no tenemos otro recurso que pensar la realidad como nuestra alma, tal como se revela en su actividad consciente. Aquí también estados cualitativamente diferentes, con apariencia de relativo aislamiento, se siguen entre sí, según ley. Por consiguiente, procediendo de este modo el misterio estaría resuelto.

Hay que suponer, pues, una unidad suprema, en cierta manera (con las modificaciones que trae consigo el ser suprema, el no estar sujeta a determinación o afección externa posible) análoga a nuestra alma (Lotze, James, en parte Wundt, Lipps, Stern), en donde los estados de las diversas almas (sin embargo, espontáneos) se suceden según ley, siendo momentos de un proceso total, cósmico.

¿Cuál es la relación de la persona finita con la unidad infinita? He aquí otro problema que habría que resolver, y para el que lo que sucede en nuestra actividad psíquica puede darnos analogías remotas.

En la metafísica psicológica habría que tener en cuenta también los fenómenos metapsíquicos o parapsíquicos, que son los siguientes:

1.º Percepción a través de obstáculos (cuerpos opacos, por ejemplo), o a distancia, en contraposición a la percepción normal (videncia) y acción mecánica a distancia (telequinesia) en contraposición a la acción normal.

2.º Intercomunicación directa entre almas y no a través de signos o movimientos expresivos (telepatía).

3.º Presentimiento del futuro (profetismo).

4.º Comunicación pretendida con espíritus que han abandonado su cuerpo (espiritismo) y fenómenos afines (escritura y lenguaje automático; materialización, estados de encarnación).

La persona que posee una o varias de estas facultades, es un individuo de disposición o aptitud metapsíquica o parapsíquica. Cuando posee la capacidad de comunicación pretendida con espíritus, se suele llamar medium.

La existencia de los fenómenos parapsíquicos se discute aún. Si admitimos su realidad (para la telepatía parece obligado hacerlo) nos encontraremos con tres soluciones posibles: 1.ª, la solución física o mediante procesos físicos; pero hallándose lo psíquico en un plano de reflexión distinto de lo físico (lo último se reduce a lo primero) es inaceptable; 2.ª, la solución psíquica, admitiendo una comunicación interespiritual (W. James); la más probable; 3.ª, la espiritista (Myers) que carece de base sólida mientras no se pruebe que la anterior explicación es insuficiente.

BIBLIOGRAFÍA

THEODOR ELSENHANS, Lehrbuch der Psychlogie (Manual de Psicología); 1.er tomo, 1912-1922. En el mismo sentido ecléctico, aunque muy inferior y limitado a la psicología experimental, JOSEPH FORBES, Lehrbuch der experimentellen Psychlogie (Manual de Psicología experimental), 2.º tomo, 2.ª ed., 1923.

Para la metafísica consúltese la bibliografía de los capítulos anteriores. Además: H. LOTZE, Grundzüge der Logik und Enziklopädie der Philosophie (Resumen de Lógica y enciclopedia de Filosofía), muy interesante para orientarse en su sistema, 5.ª edición, 1912; Grundzüge der Psychlogie (Resumen de Psicología), 7.ª ed., 1912. LUDWIG BUSSE, Geist und Körper, 1903 (2.ª edición aumentada, 1911). L. WILLIAM STERN, Person und Sache, System der philosophischen Weltanschauung (Persona y cosa, Sistema de una concepción filosófica del mundo), 1906-1918 (2.ª ed., 1919); Grundgedanken der personalistischen Philosophie (Pensamientos fundamentales de la Filosofía personalista), 1918. HANS DRIESCH, Wirklichkeitslehre (Doctrina de la realidad), 1917. SCHOLZ, Der Unsterblichkeitsgedanke als philosophisches Problem (La idea de la inmortalidad como problema filosófico), 1920, 2.ª ed., refundida, 1922.
 
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