PSICOLOGÍA ELEMENTAL
José Moreno Castelló |
J. Moreno Castelló – Psicología Elemental 1ª parte – Psicología empírica – Cap. II – Dinamilogía. Esthética
Artículo II – De la sensibilidad externa Es un hecho, de que todos tenemos conciencia, el del conocimiento del mundo material o físico. El ignorante como el sabio, con igual seguridad uno que otro, afirman la existencia de muchedumbre de seres que ocupan lugar en el espacio y que afectan a nuestro propio cuerpo, bajo muy diversos aspectos, cualidades y accidentes. Todos sabemos que vemos, oímos, olemos, gustamos y tocarnos; lo que vale tanto como decir que los cuerpos, los seres, las realidades, en fin, del mundo exterior, producen una acción, primeramente sobre nuestros órganos y después de una evolución o proceso, responde el alma con su propia actividad a la acción recibida, engendrándose el misterioso fenómeno de la sensación y seguidamente el no menos asombroso del conocimiento. Los sentidos, no distintos esencialmente del alma misma, son cinco y llevan respectivamente los nombres de vista, oído, olfato, gusto y tacto, los cuales se sirven, cuando actúan, de los órganos adecuados, que son los ojos, los oídos, la parte interna de la nariz, la cavidad de la boca y todas y cada una de las partes del cuerpo, porque todo el sirve de instrumento al sentido del tacto, si bien la mano es el órgano propio del llamado tacto activo Los continuos beneficios que el hombre recibe del ejercicio de esa variedad de medios de comunicación con el mundo físico, son necesarios a la conservación de su organismo, y por lo tanto, de su propia vida. Dirige a veces el alma su atención al ejercicio de sentidos y órganos, para recibir en mejores condiciones los datos necesarios al conocimiento sensible; y nosotros empleamos nuevas palabras significativas de aquel acto voluntario y reflexivo, aplicado a la acción física. Decimos, con efecto, mirar, para llegar a ver; escuchar como precedente de oír; olfatear, gustar o paladear y finalmente; palpar, en significación de la atención que aplica el alma al ejercicio de los sentidos. A la acción producida por un cuerpo u objeto material sobre un órgano de los enumerados, se le da el nombre de impresión. Esta es un fenómeno meramente físico, que la luz produce sobre el ojo y la onda sonora sobre el oído y la molécula olorosa sobre una membrana que reviste las fosas nasales y la substancia sápida en la boca, y el objeto, en cuanto tiene resistencia, sobre cualquiera parte de nuestro cuerpo. Dicha acción que el órgano recibe, y a la cual hemos dado el nombre de impresión, se trasmite al cerebro; éste reacciona y la devuelve al órgano que primeramente la recibió, y entonces es cuando se produce la sensación, que es un fenómeno propio de la sensibilidad, considerada en su mismo origen, o sea como medio por el cual muestra el alma su propia actividad. Puede ser definida la sensación diciéndose que es: el acto de la sensibilidad, ocasionado por el estímulo de los órganos corpóreos, por cuyo medio el alma conoce los objetos materiales El fenómeno acusa desde luego cierta complejidad, debida a la intervención necesaria de las dos partes o elementos constitutivos del hombre, el cuerpo y el alma; los órganos y la sensibilidad. Empieza en el organismo y acaba en la substancia inmaterial y activa. Por último, si atendemos a las condiciones distintas con que se efectúa la acción de los objetos materiales sobre los órganos, a la cual se designa con el nombré genérico de impresión, entenderemos fácilmente, que mientras unos exigen la unión o contacto del objeto físico, otros la reciben sin tal requisito; y de aquí se deduce una clasificación sencilla de los sentidos, en la que ocupan los tres primeros lugares los de la vista, oído y olfato, que no necesitan de la unión del objeto; y en segundo término, el gusto y el tacto, que no funcionan sin la expresada condición. |
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