PSICOLOGÍA ELEMENTAL
José Moreno Castelló |
J. Moreno Castelló – Psicología Elemental 1ª parte – Psicología empírica – Cap. III – Del conocimiento sensible
Capítulo III. Del conocimiento sensible – Artículo único La acción material efectuada sobre el órgano; su proceso físico o transmisión al cerebro; su vuelta al órgano que primitivamente la había recibido, como procedente del objeto, ya inmediata o mediatamente, son condiciones previas, sin las cuales no podría llegar el alma a producir en sí misma la representación del objeto, que aparece con la sensación, cuando llega a su término aquella evolución material. Es evidente que si necesaria es la intervención orgánica, ella no basta para la producción del conocimiento. La prueba es muy sencilla. Los caracteres que fácilmente muestra la sensación, acreditan la presencia del alma, obrando; pues la unidad y simplicidad del misterioso fenómeno, revelan claramente la naturaleza de la causa productora; y tratándose de una acción física, no podría ser la materia, necesariamente compuesta, la engendradora, como causa, de un efecto simple; porque toda causa da a sus efectos lo que en ella existe, pero no aquello de que en absoluto carece. Los objetos que constituyen el mundo material, físico o sensible, poseen, respectivamente, un ser substancial, sobre el que descansa, por decirlo así, la variedad extraordinaria de cualidades, accidentes, estados y modificaciones, que son como otras tantas aptitudes propias de los cuerpos, con las cuales éstos obran sobre los órganos de nuestros sentidos. Y tan necesaria es la existencia del ser substancial, como base y fundamento de las aptitudes referidas, que en ningún caso se muestran en realidad desligadas de aquél. Solo el poder abstractivo de nuestra mente las considera, a veces, con separación, y por lo tanto, solamente en el orden racional puede ser alterada o vista de modo distinto de como en el orden real existen. Con efecto, por las cualidades color, sonido, sabor y resistencia, impresionan los objetos materiales a los respectivos órganos de los cinco sentidos; y dichas cualidades pertenecen a una substancia, cuya existencia hay que dar por supuesta. Concuerdan, admirablemente, las diversas aptitudes citadas con la estructura y disposición de los diferentes órganos, destinados a recibir la acción del objeto. Constante hecho y no interrumpida y sabia ley de armonía, que revela el plan asombroso de la Creación. Al producirse en cada uno de los órganos la inmutación, ocasionada por la acción de la aptitud o cualidad correspondiente, no queda, estancada en él, sino que una especie de hilo conductor, si así podernos llamar a los nervios la trasmite al centro, a donde tales hilos confluyen; y reaccionando el cerebro, la devuelve al punto de partida. Tiene entonces lugar la sensación; la acompaña la representación inmaterial del objeto y la sigue la percepción por parte del sujeto, el cual por este medio tiene conocimiento, no sólo del que podremos llamar término directo, la aptitud o cualidad sino del indirecto, cual es el propio ser substancial. Acabamos de ver que entre las condiciones necesarias para que el alma llegue al acto del conocimiento, figura la unión entre el objeto y el sujeto, por medio de una representación de aquél en el alma. Sin la expresada unión, faltaría uno de los elementos indispensables, cual es la relación que ha de establecerse entre los términos, y éstos permanecerían extraños el uno al otro. Y como en el hecho del conocimiento sensible el objeto material ha de producir un estímulo en el sujeto, para determinarle a obrar, esto se efectúa en virtud de aquella representación, que los filósofos han designado con el nombre de especie sensible. El alma pues, atendiendo a la acción física, proveniente del objeto, forma en sí misma la especie, por cuyo medio se realiza la aprehensión. Finalmente, hemos de advertir en este lugar, que el término del acto de conocer, es propiamente el objeto y no su representación. El papel que en el conocimiento, o mejor dicho, para el conocimiento, desempeña la llamada especie, queda reducido al de mediador indispensable, para que aquel se efectúe; y, por esto, no es la representación el fin y último término, que no puede ser otro que el objeto material, el cual no podría obrar sobre el alma, sujeto del conocimiento, según su propia realidad física, sino por medio de una representación inmaterial, acomodada a la naturaleza del sujeto recipiente. |
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