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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 18. Yasas, el joven de Benarés

Fundación del reino de la verdad

XVIII.- YASAS EL JOVEN DE BENARéS (1)

1. Había por entonces en Benarés un joven llamado Yasas, hijo de un acaudalado mercader. Une noche se levantó secretamente, con el espíritu atormentado por los disgustos del mundo, y fue cerca del Bienaventurado

2. El Bienaventurado vio venir desde lejos al joven Yasas. Y Yasas se acercó y exclamó: «¡Ah qué disgustos! ¡Qué de tribulaciones!»

3. El Bienaventurado dijo a Yasas: «Aquí no hay disgustos, ni hay tribulaciones. Ven a mí y te enseñaré la verdad, y la verdad disipará tus disgustos.»

4. Y cuando Yasas, el noble joven, oyó que no había disgustos, ni tribulaciones, su corazón respiró. Fue al lugar donde estaba el Bienaventurado y se sentó en tierra cerca de él.

5. Entonces el Bienaventurado predicó sobre la caridad y la moral. Expuso la vanidad de los deseos, su iniquidad y sus males, y le mostró el camino de la liberación.

6. En vez de un disgusto por el mundo, Yasas sintió la refrescante ola de la santa sabiduría, y habiendo obtenido el ojo puro y sin mácula de la verdad, miró su persona ricamente paramentada de perlas y de piedras preciosas, y su corazón se llenó de vergüenza.

7. El Tathagata, conociendo sus íntimos pensamientos, dijo:

8. «Aunque una persona esté adornada de joyas, su corazón puede haber vencido a los sentidos. El exterior no constituye la religión, cuando no afecta al espíritu. Así el cuerpo de un sramana puede vestirse de asceta mientras su espíritu se hunde en lo mundano (2)

9. El hombre que vive en los bosques solitarios y que, sin embargo, anhela las vanidades mundanas, es un mundano; mientras que el hombre vestido mundanamente puede colocar su corazón en las cimas de los pensamientos celestes.

10. No hay diferencia entre el laico y el religioso a condición de que ambos hayan repudiado el pensamiento de la personalidad.» (3)

11. Y viendo que Yasas estaba presto a entrar en el camino, el Bienaventurado le dijo: «¡Soy yo!» Y Yasas se unió a la Congregación, y revistiéndose con la ropa amarilla recibió la iniciación.

12. Mientras que el Bienaventurado y Yasas discurrían sobre la doctrina, el padre de Yasas pasó por allí buscando a su hijo, y al pasar preguntó al Bienaventurado: «¿Decidme, Señor, habéis visto a Yasas, mi hijo?»

13. El Buddha dijo al padre de Yasas: «Entrad, señor, y encontraréis a vuestro hijo.» Y el padre de Yasas, lleno de alegría, entró. Se sentó en tierra cerca de su hijo; pero sus ojos estaban ciegos y no le reconoció, y el Señor comenzó a predicar. Y el padre de Yasas, comprendiendo la doctrina del Bienaventurado, dijo:

14. «Gloriosa es la verdad, ¡oh Señor! El Buddha, el Santo, nuestro Maestro, pone en su punto lo que estaba cambiado; revela lo que ha estado oculto, muestra el camino al vagabundo que se halla perdido, enciende una lámpara en las tinieblas, de suerte que todos los que tienen ojos pueden distinguir las cosas que les rodean. Yo me refugio en el Buddha, nuestro Señor; me refugio en la ley revelada por él, me acojo a la Congregación que ha establecido. Que el Bienaventurado se digne a partir de este día hasta mis últimos en recibirme como un discípulo que se refugia en él.»

15. El padre de Yasas fue el primer miembro laico que se unió al Sangha

16. En cuanto el rico mercader se refugió en el Buddha sus ojos se abrieron y vio a su hijo sentado junto a él con una túnica amarilla. «Hijo mío, dijo, tu madre está abismada de tristeza. Ve a casa y devuélvela la vida.»

17. Entonces Yasas miró al Bienaventurado, y el Bienaventurado dijo: «¿Conviene que Yasas vuelva al mundo y guste como antes los placeres de la vida mundana?

13. Y el padre de Yasas respondió: «Si Yasas, mi hijo, encuentra provecho en permanecer con vosotros, que permanezca. Él se ha librado de la servidumbre del mundo.»

19. Y cuando el Bienaventurado regocijó sus corazones con palabras de verdad y de justicia, el padre de Yasas dijo: «¿Dígnase el Bienaventurado, ¡oh Señor!, de comer en mi casa con Yasas por servidor?»

20. El Bienaventurado, tomando sus vestiduras y cogiendo su cuenco de limosnas, fue con Yasas a casa del rico mercader. Y cuando llegaron, la madre y la mujer de Yasas, saludaron al Bienaventurado y se sentaron en tierra cerca de él.

21. Entonces el Bienaventurado predicó, y las mujeres comprendiendo la doctrina exclamaron: «Gloria es la verdad, ¡oh Señor! El Buddha, el Santo, nuestro Maestro, pone en su punto lo que estaba cambiado; revela lo que ha estado oculto, muestra el camino al vagabundo que se halla extraviado, enciende una lámpara en las tinieblas de suerte que todos los que tienen ojos pueden distinguir las cosas que les rodean. Nosotras nos refugiamos en el Buddha, nuestro Señor; nos refugiamos en la Ley que ha revelado, nos refugiamos en la Congregación que ha establecido. Dígnese el Bendito, a partir de este día hasta nuestros últimos, en recibirnos como discípulos que se refugian en él.

22. La madre y la mujer de Yasas, el noble joven de Benarés, fueron las primeras mujeres que como discípulos laicos se refugiaron en el Buddha

23. Por entonces había cuatro amigos de Yasas que pertenecían a las familias más opulentas de Benarés. Se llamaban Vimala, Subahú, Punyajit y Gavampati

24. Y cuando los amigos de Yasas supieron que se había cortado los cabellos y se había puesto la túnica amarilla para abandonar el mundo y errar sin hogar, pensaron: «Ciertamente que eso no puede ser una doctrina vulgar; eso debe ser una noble renuncia al mundo, si Yasas, como vemos, virtuoso y sabio, se ha cortado los cabellos y se ha puesto la túnica amarilla para abandonar el mundo y errar sin hogar.»

25. Y fueron hacia Yasas, y Yasas les presentó al Bienaventurado, diciendo: «Dígnese el Bienaventurado dispensar la exhortación y la instrucción a estos cuatro amigos míos.» Y el Bendito les predicó, y los cuatro amigos de Yasas recibieron la doctrina y se refugiaron en el Buddha, el Dharma y el Sangha

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(1) Fuente: Mahavagga, 1-7, 8-9. Fa-sho-hing-tsan-king: 1280-1296. Compárese Juan III, 2.

(2) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-khig, 1289-1290.

(3) Ídem, 1292.

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