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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 21. EL SERMÓN DE RADJAGRIHA

XXI.- EL SERMÓN DE RADJAGRIHA (1)

1. Y habiendo morado algún tiempo el Bienaventurado en Uruvilva, fue a Radjagriha seguido de un gran número de bhikshus, muchos de los cuales habían sido antes jatilas, y del gran Kasyapa, que fue el jefe de ellos, y estaba con él.

2. Cuando el rey de Magadha, Sainya Bimbisara, supo la llegada de Gotama Sakyamuní, de quien el pueblo decía: «Es el Santo, el Buddha bienaventurado que guía a los hombres, como el desbravador que domeña un utrero, el Institutor de lo que hay arriba y de lo que hay abajo», salió rodeado de sus ministros y sus generales y fue donde estaba el Bhagavat.

3. Allí vieron al Bienaventurado en compañía de Kasyapa, el gran sacerdote de los jatilas, y sorprendidos de ello pensaron: «¿El gran Sakyamuní ha tomado la dirección espiritual de Kasyapa, o Kasyapa se ha hecho discípulo de Gotama

4. Y el Tathagata, leyendo los pensamientos del pueblo, dijo a Kasyapa: «¿Qué ciencia has ganado, ¡oh Kasyapal, y qué te ha determinado a renegar del fuego sagrado y dejar tus austeras penitencias?”

5. Kasyapa dijo: «El provecho que sacaba de la adoración al fuego era continuar en el círculo de la individualidad con todas sus tristezas y vanidades. He abandonado su servicio, y en vez de continuar las penitencias y los sacrificios me he dirigido al encuentro del sublime Nirvana.»

6. Y el Buddha, viendo que todos los congregados estaban como un vaso presto para recibir la doctrina, habló al rey Bimbisara:

7. «El que conoce la naturaleza de su personalidad y comprende cómo obran sus sentidos, no encuentra lugar para el «yo», y así alcanza la paz perpetua. El mundo se aferra al pensamiento del «yo», y de ahí nace la comprensión falsa.

8. Algunos dicen que el «yo» persiste después de la muerte; otros que perece. Todos están equivocados, y su error es de los más graves.

9. Así, la ventaja que se esfuerzan alcanzar los que dicen que el «yo» es perecedero, debe perecer también, y en un momento dado no habrá nada más. Esta liberación del egoísmo culpable no tiene valor.

10. Si el «yo» no perecerá nunca, como otros creen, entonces en medio de toda vida y toda muerte hay sólo una entidad sin nacimiento e inmortal. Y si tal es su «yo», entonces es perfecto e imperceptible por los actos. El «yo» duradero, imperecedero, jamás podrá cambiar. El «yo» será señor y dueño, y no habrá ninguna utilidad en perfeccionar lo perfecto; los fines morales y la salvación serían inútiles.

11. Pero ahora vemos manifestaciones de alegría y de tristeza. ¿Dónde hay alguna estabilidad? Si no es un «yo» el que hace nuestros actos, entonces no hay «yo». No hay personalidad operante tras la paz, no hay personalidad perceptora tras el saber, no hay señor tras la vida.

12. Sedme atentos y escuchad. Los sentidos encuentran el objeto, y de ese contacto nace la sensación. De ahí procede el recuerdo. También del mismo modo que a través de un cristal el poder del sol produce el fuego, por el conocimiento adquirido por los sentidos y el objeto nace ese señor que llamáis «yo». El retoño nace de la semilla; y el retoño y el grano no son un solo y mismo objeto y, sin embargo, no son diferentes. Tal es el nacimiento en la vida animal.

13. Vosotros, que sois esclavos del «yo», que desde la mañana a la noche os ponéis al servicio del «yo», que vivís con el constante terror del nacimiento, de la vejez, de la enfermedad y de la muerte, recibid la buena nueva de que vuestro cruel amo no existe.

14. El «yo» es un error, una ilusión, un sueño. Abrid los ojos y despertad. Ved las cosas tales como son y reconfortaos.

15. El que se despierta no teme ya a las pesadillas. Aquel que ha reconocido la naturaleza de la cuerda que le pareció una serpiente, cesa de temblar.

16. Y aquel que ha reconocido que no existe el «yo», se desembaraza de todas las pasiones y deseos del egoísmo.

17. El apego a las cosas, el anhelo y la sensualidad, herencias de existencias anteriores, son las causas de la miseria y de la vanidad en el mundo.

18. Repudiad la disposición ávida de vuestro egoísmo, y alcanzaréis ese estado del espíritu tranquilo y sin pecado que proporciona la paz perfecta, la bondad y la sabiduría.

19. Así como una madre hasta arriesga la propia vida protegiendo a su hijo, su hijo único, así el que ha reconocido la verdad consagra un amor sin límites a todos los seres.

20. Cultivar un amor sin medida, ilimitado, sin mezcla de idea alguna de distinciones, de preferencias a la vista del mundo entero, arriba, abajo, en todos sentidos (2).

21. Permanezca firme el hombre en ese estado de espíritu cuando despierte, cuando esté de pie, cuando dude, cuando se siente, cuando se acueste.

22. Ese estado de espíritu es el preferible al mundo. ¡Es el Nirvana!

23. No hacer el mal, llevar una vida virtuosa y purificar el corazón; tal es la religión de todos los Buddhas.» (3)

24. Cuando el Iluminado concluyó su sermón, el rey de Magadha dijo al Bienaventurado:

25. «Señor, en otro tiempo, cuando era príncipe, hice cinco propósitos. Deseé, sí, ser rey, y ese primer propósito se ha realizado. En seguida deseé: que el Santo Buddha, el Perfecto, aparezca sobre la tierra durante mi reinado, y que venga a mi reino. Ese segundo propósito se ha cumplido también. Luego deseé: que pueda rendirle mis homenajes. Y ese tercer propósito se ha realizado ahora. Mi cuarto propósito fue: que pueda el Bhagavat predicarme la doctrina. Y ahora se ha cumplido. Pero el mayor de mis propósitos ha sido el quinto: ¿podré comprender la doctrina del Bendito? Y este anhelo se ha realizado también.

26. ¡Gloriosísimo Señor! Gloriosísima es la verdad predicada por el Tathagata. Nuestro Señor el Buddha pone en su punto lo que se ha trastocado, revela lo que ha estado oculto, enseña el camino al vagabundo que se ha extraviado, enciende una lámpara en las tinieblas, de suerte que todos los que tienen ojos pueden distinguir las cosas que les rodean.

27. ¡Yo me refugio en el Buddha! ¡Yo me refugio en el Dharma! ¡Yo me refugio en el Sangha

28. Por el ejercicio de su virtud y por su sabiduría, el Tathagata mostró su poder espiritual ilimitado. Subyugó y acordó todos los espíritus. Hizo ver y recibir la verdad, y esparció por todo el reino las semillas de la virtud (4).

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(1) Fuentes: Fo-sho-hing-tsan-king, 1335-1379; Mallavagga 1, 22.

(2) Fuentes: Sutta Nipata, 148. Metta Sutra.

(3) Buddhism. T. W. Rhys Davids. 62.

(4) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king, 1733.

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