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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 4. NACIMIENTO DEL BuDDHA

1. Había en Kapilavastu un rey sakya, firme en sus propósitos y reverenciado por los hombres, uno de los descendientes de Ikchvaku, que se llamaba Gotama, y personalmente Suddhodana, o Arroz-Puro.

2. Su esposa, Maya-devi, era maravillosamente bella como un lirio de agua, y de un corazón tan puro como el loto. Como la reina de los cielos vivía sobre la tierra, inmaculada y pura de deseos.

3. El rey, su marido, la reverenciaba por su santidad, y el espíritu de verdad descendió sobre ella.

4. Cuando comprendió que la hora de ser madre estaba próxima, rogó al rey que la enviase a casa de su padre, y Suddhodana, solícito por su esposa y por el hijo que nacería, accedió muy gustoso a su petición.

5. Cuando ella atravesaba el jardín de Lumbini, llegó la hora, se le preparó un lecho bajo un elevado plakcha (2), y el niño salió de la matriz como el sol naciente, radiante y perfecto.

6. Los mundos todos se inundaron de luz. Los ciegos recobraron la vista a consecuencia de su ardiente deseo de contemplar la llegada de la gloria del Señor; los sordomudos se hablaron los unos a los otros de los felices presagios, anunciando la llegada del Buddha. Los gibosos se enderezaron, los cojos echaron a andar. Todos los encarcelados vieron caer sus cadenas, y los fuegos de todos los infiernos se extinguieron (3).

7. Ni una nubecilla se veía en el cielo, y las aguas sucias se hicieron límpidas, mientras una música celeste llenaba los ámbitos y los ángeles se regocijaban de dicha. Pero no era un goce egoísta o parcial el que sentían, sino por amor a la ley; porque la creación sumergida en el océano del dolor iba por fin a dulcificar sus penas.

8. Cesaron los gritos de los animales; todos los seres dañinos recibieron un corazón amante, y la paz reinó sobre la tierra. Mara, el malo, estaba con su pena, únicamente a solas, porque no se goza nunca.

9. Los reyes de los nagas, deseando con ardor testificar su respeto por la muy excelente ley, así como prestaron su homenaje a los Buddhas anteriores, fueron a visitar al Bodhisatva, y esparcieron ante él flores de mandava, felices, llenos de una sincera alegría por hacer sus homenajes religiosos (4).

10. El real padre pesaba en su ánimo el sentido de estos presagios, alegrándose unas veces, sintiendo otras una cruel angustia.

11. La reina, contemplando a su hijo y viendo los prodigios causados por su nacimiento, sentía en su timorato corazón de mujer las angustias de la duda.

12. Cerca del lecho se acercó una anciana suplicando al cielo bendijese el niño (5).

13. En aquel tiempo vivía en el bosque el rishi Asita, que llevaba una vida de ermitaño. Era un brahmán de gran reputación, renombrado no sólo por su sabiduría y su ciencia sino también por su habilidad en interpretar los presagios. Y el rey le invitó a que fuese a ver al real infante.

14. El viejo, cuando vio al príncipe, lloró y suspiró profundamente. Y cuando el rey vio las lágrimas de Asita, alarmado por ellas, le dijo: «¿Qué habéis visto en mi hijo que os causa tanto sentimiento y tanta pena?»

15. Pero el corazón de Asita rebosaba de gozo y conociendo que el ánimo del rey estaba inquieto, dirigiéndose a él contestó:

16. «El rey, como la luna que está en su pleno, debe experimentar una gran alegría, porque ha engendrado un hijo de maravillosa nobleza.

17. »No adoro a Bhrahma, pero adoro a este niño, por quien los dioses abandonarán sus templos para venir a adorarle (6).

18. »Desecha todo temor y toda duda. Los presagios espirituales que se han ofrecido indican que el recién nacido libertará al mundo entero.

19. »Pero acordándome que soy viejo no he podido retener mis lágrimas, porque mi fin se aproxima. Tu hijo gobernará el mundo. Ha nacido para el bien de todos los seres vivos.

20. »La pureza de su doctrina se asemejará a la ribera que acoge a los náufragos. Su poder de meditación será como la frescura de un lago, y todas las criaturas, caldeadas por el ardor de la lujuria, se tranquilizarán libremente.

21. »Sobre el fuego de la concupiscencia extenderá la nube de su compasión, de suerte que la lluvia de la ley pueda extinguirla.

22. »Él abrirá las pesadas puertas de la desesperanza, y librará a todas las criaturas cogidas en la trama de las redes, que ellas mismas han seguido con su locura y su ignorancia.

23. »El rey de la ley ha aparecido para libertar de la esclavitud a todos los pobres, a los miserables y a los desesperados.»

24. Cuando el rey y la reina hubieron oído las palabras de Asila, se regocijaron en sus corazones, y dieron al niño que acababa de nacer el nombre de Siddharta, que quiere decir: «El que cumple lo que se propuso».

25. Y la reina dijo a su hermana Pradjapati: «La madre que ha dado a luz un futuro Buddha, no parirá otro hijo. Yo abandonaré muy pronto el mundo, al rey mi esposo, y a mi hijo Siddhartha. Cuando yo no exista, sé tú una madre para él».

26. Y Pradjapati, llorando, se lo prometió.

27. Cuando murió la reina, Pradjapati tomó al niño Siddhartha y lo educó. Y así como poco a poco crece la luz de la luna, el real niño creció de día en día en espíritu y en cuerpo; y la verdad y el amor residían en su corazón (7).

__________

(1) Fuente: Fo-sho-hing-Tsan-king, por S. Beal. (Sacred Books of the East XIX), I, 147.

(2) Shorea robusta.

(3) Buddhist Birth Stories, T. W. Rhys Davids, 64. Compárese: Marc. VII, 32, 37 y Mat. Xl. 5.

(4) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king, 22, 24. Compárese: Mat. II, 1.

(5) Fuente: íd.-39, 40. Compárese: Luc. 36.

(6) Fuente: Life of Buddha. W. W. Rockhíll, 150; Romantic history of Budda, S. Beal 52, Compárese: Pseudo. Mat, 13.

(7) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king, 147. Compárese: Luc. II, 52.

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