XLVII.— LA MISIÓN DEL PREDICADOR (1)
1. Y el Bienaventurado dijo a sus discípulos:
2. «Como moriré y no podré hablaros, ni edificar vuestros espíritus con discursos religiosos, escogeré entre vosotros hombres de buena familia y educación para predicar la verdad en mi puesto. Esos hombres se revestirán con las ropas del Tathagata, en su morada, y ocuparán la cátedra.
3. Las vestiduras del Tathagata son la indulgencia sublime y la paciencia. Su morada, la caridad y el amor a todos los seres. Y su cátedra es la comprensión de la buena ley en el sentido abstracto como en el de sus particulares aplicaciones.
4. El predicador ha de exponer la verdad intrépidamente. Ha de tener el espíritu de persuasión que tiene su raíz en la virtud y en una estricta fidelidad a sus votos.
5. El predicador ha de mantenerse en su propia esfera y ha de ser firme en su carrera. No debe halagar su vanidad buscando la compañía de los grandes; tampoco ha de unirse con los frívolos y los inmorales. Si es inducido en tentación, que piense constantemente en el Buddha y saldrá victorioso.
6. El predicador debe acoger con benevolencia a cuantos vayan a escuchar su doctrina, y sus sermones deben de estar exentos de toda malignidad.
7. El predicador no debe querellarse de otro o murmurar de los demás predicadores; no ha de murmurar, ni propagar palabras acerbas. No aludirá por su nombre a los discípulos para castigarlos o afear su conducta.
8. Vestido de una túnica sencilla, de buen tinte, con vestidos interiores convenientes, debe subir a la cátedra con el espíritu libre de mancha y en paz con todo el mundo.
9. No debe gozarse en discusiones de controversia, ni provocarlas para mostrar la superioridad de su talento; antes más bien debe permanecer reposado y tranquilo.
10. No abrigará en su corazón ningún sentimiento hostil, ni descaminará las intenciones caritativas que tenga. Su único objeto debe ser procurar para todos los seres el estado de Buddha.
11. Aplíquese el predicador con celo a su tarea, y el Tathagata le hará ver el cuerpo de la santa Ley en su gloria transcendente. Y será honrado como uno a quien ha bendecido el Tathagata. Y el Tathagata bendice al predicador y a los que oyen y reciben con respeto su doctrina.
12. Todos los que reciban la verdad adquirirán la inteligencia perfecta. Y, en verdad, tan grande es el poder de la Doctrina, que la lectura de un solo gatha, el hecho de recitar, escribir o recordar una sola frase de la Buena Ley, puede convertir a cualquiera a la verdad y hacerle entrar en el camino que conduce a la liberación del mal.
13. Los seres dominados por las pasiones impuras se purificarán oyendo la voz del predicador. Los ignorantes, repletos de las locuras del amor mundano, adquirirán sabiduría cuando mediten sobre la profundidad de la doctrina. Los que obran bajo el impulso del odio, si se refugian en el Buddha, quedarán llenos de buena voluntad y de amor.
14. Un predicador debe estar lleno de energía, de ardiente confianza, no debiendo desesperar nunca del éxito final.
15. Un predicador debe asemejarse al hombre que, necesitando agua, poza en un terreno árido. En cuanto ve la arena seca y blanca, comprende que el agua está muy lejos; pero no se desesperanza, ni abandona por ello su tarea. Debe sacar la arena seca para gozar más profundamente. Y con frecuencia, cuanto más se ha pozado, más fresca, más pura y más reparadora es el agua.
16. Y cuando ha pozado un buen rato, viendo que la arena es húmeda, presagia que el agua está cerca.
17. Igualmente, cuando el pueblo permanece sordo por mucho tiempo a las palabras de verdad del predicador, sabe que ha de cavar más profundamente en sus corazones; pero cuando comienza a atender sus palabras, comprende que sus oyentes alcanzarán muy pronto la iluminación de su mente.
18. A vuestras manos, hombres de buena familia y educación, que habéis hecho el voto de predicar las palabras del Tathagata, el Bendito, remito, confío y ordeno la Buena Ley de Verdad.
19. Recibid la Buena Ley de Verdad; guardadla, leedla y releedla, profundizadla, proclamadla y predicadla a todos los seres en todas las direcciones del universo.
20. El Tathagata no es avaro, ni mezquinamente celoso y desea hacer partícipes de la ciencia perfecta del Buddha a todos los que estén prestos y resueltos a recibirla. Sed como él. Imitadle y seguid su ejemplo, dando generosamente, mostrando y distribuyendo la verdad.
21. Reunid en torno vuestro a los que quieran oír las palabras consoladoras y dulces de la Ley; excitad a los infieles a recibir la verdad y llenadles de delicias y alegría. Tomadlos, edificadlos, elevadlos más y más hasta que vean la verdad frente a frente en todo su esplendor y gloria infinita.»
22. Y cuando el Bienaventurado concluyó, los discípulos dijeron:
23. «¡Oh, vos que os deleitáis en una bondad que tiene su fuente en la compasión, inmensa nube de benéficas y excelentes cualidades, extinguís el fuego que tortura los seres, al verter el néctar, la lluvia de la Ley! (2).
24. Nosotros, Señor, haremos lo que ordene el Tathagata; ejecutaremos sus órdenes. El Señor nos encontrará obedientes a sus palabras.»
25. Y este voto de los discípulos, resonando en el universo, se repetirá como un eco por todos los Bodhisatvas futuros que vengan a predicar la Buena Ley de Verdad.
26. Y el Bienaventurado dijo: «El Tathagata aseméjase a un rey poderoso que gobierna su reino con justicia, pero que atacado por enemigos envidiosos, lleva la guerra contra sus enemigos. Cuando el rey ve combatir a sus soldados, regocijase de su valor y les otorga premios de todas clases. Vosotros sois los soldados del Tathagata, y Mara, el Perverso, es el enemigo que hay que vencer. Y el Tathagata dará a sus soldados la ciudad del Nirvana, la gran capital de la Buena Ley. Y cuando el enemigo sea derrotado, el Dharmaradja, el gran rey de la verdad, dará a todos sus discípulos la preciosa corona de piedras, que procura la perfecta iluminación de la inteligencia, la suprema sabiduría y la paz inalterable y eterna.»
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(1) Fuente: Dhammapada chino, X, XIII, XXVII.
(2) Fuente: Dhammapada chino, XXIV, 22.