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VOLTAIRE – DICCIONARIO FILOSÓFICO 

Índice) (B-C) (D-F) (G-N) (O-Z

Voltaire es un precursor. Es el portaantorcha
del siglo XVIII, que precede y anuncia la Revolución.
Es la estrella de ese gran mañana. Los sacerdotes
tienen razón para llamarle Lucifer.

         VÍCTOR HUGO

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Voltaire – Diccionario Filosófico  

► Judea

 

JOSÉ

José interpretando los sueños del Faraón (Francisco Goya) José - Diccionario Filosófico de VoltaireLa historia de José, considerándola únicamente como cosa curiosa y bajo el punto de vista literario, es uno de los más preciosos documentos de la antigüedad que han llegado hasta nosotros. Parece que es el modelo de los escritores orientales, y resulta más conmovedora que la Odisea de Homero, porque el héroe que perdona es más atrayente que el héroe que se venga.

Creemos que los árabes fueron los primeros autores de esas ingeniosas ficciones que se han transmitido a todos los idiomas, pero yo no encuentro en ellas ninguna aventura comparable con la de José. Casi todo en ella es maravilloso, y su final puede arrancar lágrimas de ternura. José es un joven de diez y seis años, al que sus hermanos envidian, y lo venden a una caravana de negociantes ismaelitas, que se lo llevan a Egipto, en donde lo compra el eunuco del rey. Este eunuco era casado, lo que no debe sorprendernos; el Kislar-aga, eunuco perfecto, tiene hoy un serrallo en Constantinopla; sólo le dejaron los ojos y las manos, y no por eso la naturaleza perdió sus derechos en su corazón. Otros eunucos, a los que sólo les cortan los dos acompañamientos del órgano de la generación, todavía pueden emplear ese órgano, y Putifar, que compró a José, pudo muy bien pertenecer a esta clase de eunucos.

La mujer de Putifar se enamoró sensualmente del joven José, y éste, queriendo ser leal a su dueño y a su bienhechor, rechazó las caricias de la mujer apasionada, que, colérica e irritada, acusó ante su esposo a José de haberla querido seducir. La historia de la esposa de Putifar es la historia de Hipólito y de Fedra, la de Bellereponte y de Stenobea, la de Ebrus y de Damasippa, etc., etc.

Es difícil averiguar qué historia de ésas es la original; pero en la aventura de José y la mujer de Putifar hay un rasgo que es muy ingenioso. El autor supone que Putifar, dudando entre creer a José o creer a su mujer, no consideraba la túnica de éste, que su esposa había destrozado, como prueba del atentado atribuido al joven. Estaba acostado un niño en la cuna en el gabinete de la mujer, y José decía que ella le había quitado y roto la túnica en presencia del niño. Putifar se lo preguntó al niño, cuya razón se había anticipado a su edad, y el niño le dijo lo siguiente: «Mira si la túnica está rota por delante o por detrás: si está rota por delante, es prueba de que José quiso forzar a tu esposa, que se defendía del ataque; si está rota por detrás, es prueba de que tu mujer corría tras él.» Putifar, gracias a la agudeza del niño, reconoció la inocencia de su esclavo. De este modo refiere esa aventura el Corán, tomada de un antiguo autor árabe. Ese libro no se cuida de enterarnos de quién era el niño que manifestó tanto ingenio; si era hijo de la esposa de Putifar, José no sería el primero de quien se enamorara dicha mujer.

Sea de esto lo que fuere, según dice el Génesis metieron en la cárcel a José, donde encontró la compañía del copero y del panadero mayor del rey de Egipto. Esos dos prisioneros de Estado soñaron aquella noche; José explica los dos sueños, y les predice que dentro de tres días el copero recobrará la gracia perdida y el panadero será ahorcado, y se realizó su predicción.

Dos años después sueña también el rey de Egipto, y su copero le dice que está encarcelado un judío que es el primer hombre del mundo para interpretar los sueños; el rey le manda comparecer a su presencia, y José le predice que llegarán para Egipto siete años de abundancia y siete años de esterilidad.

Interrumpamos por un momento el hilo de esta historia para fijarnos en la prodigiosa antigüedad que cuenta la interpretación de los sueños. Jacob había visto en sueños una escala misteriosa, en cuyo remate estaba sentado el mismo Dios; le enseñó un sueño el método de multiplicar los ganados, método que únicamente a él le salió bien. El mismo José supo por un sueño que llegaría un día a ser más poderoso que sus hermanos; y Abimelec, mucho tiempo antes, supo por un sueño que Sara era la esposa de Abraham.

Volvamos a la historia de José. En cuanto explicó éste el sueño de Faraón, quedó en seguida nombrado primer ministro de dicho rey. No es posible encontrar en nuestros días un rey, ni aun en Asia, que concediera semejante cargo a ningún hombre por explicarle un sueño. Faraón casó a José con una hija de Putifar. Dícese que ese Putifar era un gran sacerdote de Heliópolis; no era, pues, su antiguo dueño el eunuco, o si era él, debía dársele otro título y su mujer debía haber sido madre más de una vez.

Entretanto, llegó el hambre, como José había profetizado, y éste, para seguir mereciendo el favor del rey, obligó a todo el pueblo a que vendiera sus tierras a Faraón, y la nación quedó esclava por no carecer de trigo; éste parece que sea el origen del poder despótico. Hay que confesar que el rey nunca compró tan barato; pero también hay que confesar que el pueblo no bendeciría al primer ministro.

El padre y los hermanos de José también necesitaron comprar trigo, porque «el hambre desolaba entonces toda la tierra». Creemos inútil referir el modo cariñoso con que José recibió a sus hermanos, a los que perdonó, enriqueciéndolos además. Contiene esta historia todo lo que constituye un poema épico interesante: exposición, enredo, reconocimiento, peripecia y maravilla; toda ella está marcada con el sello del genio oriental.

Lo que el buen hombre Jacob, padre de José, respondió a Faraón, debe chocar a los que saben leer. «¿Qué edad tenéis?», le preguntó el rey. «Tengo ciento treinta años —respondió el anciano—, y no he gozado ni un día feliz en mi corta peregrinación.»

Voltaire – Diccionario Filosófico    

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