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El vicio de la AVARICIA – Voltaire – Diccionario Filosófico

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VOLTAIRE – DICCIONARIO FILOSÓFICO 

Índice) (B-C) (D-F) (G-N) (O-Z

Voltaire es un precursor. Es el portaantorcha
del siglo XVIII, que precede y anuncia la Revolución.
Es la estrella de ese gran mañana. Los sacerdotes
tienen razón para llamarle Lucifer.

         VÍCTOR HUGO

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Voltaire – Diccionario Filosófico  

► Aviñón

 

AVARICIA

Avaricia - Diccionario Filosófico de VoltaireAvarities, amor habendi, deseo de adquirir, codicia, concupiscencia. Estrictamente hablando, avaricia es el deseo de acumular granos, muebles, fondos o curiosidades. Existieron «avaros» antes de que se inventara la moneda.

No llamamos avaro al hombre que, siendo dueño de veinticuatro caballos de tiro, se niega a prestar un tronco a un amigo; tampoco llamamos avaro al que tiene en la bodega dos mil botellas de vino de Borgoña para su uso particular y no nos regala media docena de ellas si se las pedimos. Al que posee diamantes que valen cien mil escudos, si le pedimos que nos preste uno que valga cincuenta luises y no nos lo presta, le tendremos por hombre opulento, pero no por avaro. El que en negocios de la provisión de ejércitos o en grandiosas empresas gana dos millones anuales, llegando a adquirir más de cuarenta millones, y sin embargo de esto hace préstamos a un tanto por ciento usurario, tampoco pasa por avaro ante la opinión pública. Esto no obstante, pasó su vida atormentado por la ardiente sed de adquirir, y el demonio de la codicia, atormentándole continuamente, le hizo acumular caudales hasta el último día de su vida. Esa pasión, que pudo satisfacer siempre, nunca se llamó avaricia. Sin gastar la décima parte de la renta adquirió la reputación de hombre generoso que vivía con excesivo fausto.

Al padre de familia que reuniendo veinte mil libras de renta no gasta anualmente mas que cinco o seis mil y va acumulando sus economías para establecer a sus hijos, le suelen llamar los que le tratan avaricioso, ladrón, usurero, miserable, etc. etc… Pues bien; ese honrado padre de familia es un hombre más digno de respeto que el hombre opulento que antes puse por ejemplo, y proporcionalmente gasta tres veces más que éste; y he aquí por qué hay diferencia grande entre sus dos reputaciones. Los hombres sólo odian al que llaman avaro, porque no les puede proporcionar ninguna ganancia. El médico, el farmacéutico, el comerciante en vinos, algunas señoritas y otras gentes más, sacan utilidades del hombre opulento a que aludimos, y que es el verdadero avaro, y como no pueden sacar esas mismas utilidades del económico padre de familia, hablan contra él, le denuestan e injurian.

Los avaros, cuya pasión les arrastra a privarse de lo necesario, los entregamos a Plauto y a Molière. Un avaro de esa clase, que es vecino mío, me decía en una ocasión: «Todo el mundo habla contra nosotros, a pesar de que no somos mas que unos ricos pobres.»

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