AVERROÍSMO (filosofía: teorías y sistemas filosóficos)
AVERROÍSMO
M. Filosofía. Sistema filosófico de Averroes. Anatematizadas las doctrinas de este filósofo y perseguido el pensamiento libre entre los muslimes a fines del siglo XII, período que vio morir el mismo año al gran filósofo cordobés Aben-Beithar, a Abdel-Melic, y a Aben-Zohr, sus doctrinas se conservaron principalmente entre los judíos y los cristianos, quienes dispensaron especial consideración a sus obras filosóficas y a las concernientes a medicina. Aunque éste no sea el principal ramo de los conocimientos humanos a que se consagró nuestro sabio, ello es que son frecuentes en ellas doctrinas que se anticipan mucho a su siglo; v. gr. el cambio de aires recomendado para las calenturas pútridas, la morada en Etiopía como remedio a la tisis, astringentes, ligadura de miembros y baños para el cólera, así como la idea de que las enfermedades de la piel deban su origen a animálculos o seres organizados pequeños. Pero su principal mérito y lo que le atrajo mayor persecución de los teólogos musulmanes fue su doctrina filosófica, cifrada en un método de observación experimental positivo que, en una palabra, autorizaba lógicamente su racionalismo.
La primera filosofía árabe había sido ciertamente el aristotelismo, trasmitido o alterado por la escuela de Alejandría, cuyos últimos maestros, en especial Porfirio, combinan el neoplatonismo con la filosofía peripatética. Las doctrinas panteístas sobre el intelecto o razón universal apuntadas por Al-Kindi, siglo IX, y Al-Farabi, siglo X, crean el panteísmo indeciso, pero de gran vulgarización, expuesto por Avicena en el siglo XI. Gazali, filósofo de principios del siglo XII, combatiendo a Avicena y fundando la escuela definitiva de la dogmática musulmana, es uno de los filósofos más originales que han tenido los árabes. Como nuestro Donoso Cortés y la moderna escuela tradicionalista, combatía absolutamente la autoridad de la razón. Con tal propósito ideó fundar el dogma sobre una forma de escepticismo, negando los principios aceptados generalmente por los filósofos, entre ellos el de causalidad. «Nosotros, escribía, no percibimos más que la simultaneidad, nunca la causalidad. Estar, en el fondo, no es otra cosa que la voluntad de Dios, la cual establece sucesión entre dos cosas. Las leyes de la naturaleza no existen, o sólo expresan hechos habituales. Todo se mueve y cambia, sólo Dios es inmutable».
Empresa fue del filósofo zaragozano Avenpace el ser primero en rehabilitar contra Gazali la razón menosprecida, aspirando a probar en su libro titulado Régimen del Solitario que el hombre llega a identificarse con el intelecto activo por la ciencia y el desarrollo de sus facultades, lo cual le conduce a imaginar la utopía de una sociedad ideal en la que el hombre llegue sin esfuerzo a esta identificación. Ésta es también doctrina dominante en Aben-Tofail (Abu-bacer) en su novela Haiy-Aben-Jocdan o el filósofo autodidacto. De forma que, según advierte M. Renan (I. c. pág. 99 y 100): «La filosofía, extinguida en Oriente, en el siglo XI recibe nuevo brillo en la España musulmana por Aben-Pace y Aben-Tofail, aunque saturada de un tinte pronunciado de misticismo.»
Averroes se eleva indudablemente al primer rango entre los muslimes que han cultivado la filosofía en España, pero a la manera de lo que ocurría con todos los verdaderos filósofos del arabismo, no constituyó verdadera escuela entre los suyos, porque los árabes sólo accidentalmente y por individuos particulares han cultivado la filosofía. Nació de aquí el que sus obras pasaran los límites de la península Ibérica, y el mismo Maimónides las estudió en Egipto en 1190; pero esas obras sólo le granjearon entre los muslimes el título de un sabio celebrado por sus contemporáneos, y no influencia verdaderamente grande. El biógrafo Aben-Jalican no le consagra biografía y Hagi-Halfa, el biógrafo más distinguido de la literatura árabe, sólo le nombra por incidencia, dando cuenta solamente de algunas de sus obras de medicina. Su reputación e influencia verdadera la ejerció entre judíos y cristianos, los cuales habían cultivado el idioma árabe con mucho fruto durante el califato, en especial los primeros desde la época de Hasdai-Ben-Xaprut, no siendo raro que los mismos obispos españoles escribieran admirablemente en el idioma literario de los muslimes, como lo verificó Gotmaro II de Gerona en su Historia de los reyes francos dedicada a Al-Hacam II, ni el que compusiesen atildadas casidas que mencionan los historiadores (Gayangos, The history of the Mohammedan dynastics, t I, págs., 157-161).
En cuanto a los israelitas, y en especial los españoles, tomaron muy en serio el cultivo de la filosofía y Saadia, el maestro de la escuela de Sora (cerca de Bagdad), trabajó con buen éxito por ensayar un sistema de filosofía racional. Aclimatada en Córdoba su filosofía racional y sus puntos de vista en teología gracias a Hasdai, médico de Al-Hacam II, no tardó en tener imitadores, ofreciéndose en la primera mitad del siglo XI en Aben-Gabirol (Avicebron) el primer gran filósofo judío que tuvo España. |
Pecando la doctrina expuesta en su Macor hayyim (Fuente de la vida), en concepto de los sabios judíos que le sucedieron, de exagerado misticismo, fue sustituida durante la segunda mitad del mismo siglo por el genuino aristotelismo que les brindaban las traducciones del estagirita, trasladado hacía tiempo al idioma arábigo. Se echó de ver, con tal motivo, que la exageración con que combatían los aristotélicos la doctrina favorable a la autoridad que sostenían los Motecalim o teólogos árabes minaba sordamente los principios de la fe religiosa, por cuya razón algunos espíritus creyentes del judaísmo intentaron una reacción; cuyos efectos se encuentran en el libro titulado Cusari o Huzari de Judah Ha-Levi. El esfuerzo más importante en este sentido fue el llevado a cabo por Moisés Maimónides o Ben-Maimón, llamado el segundo Moisés, fundador de la más alta filosofía del judaísmo. Comenzó el filósofo israelita por ser discípulo de Aben-Pace, según el mismo significa en su Moré Nebuquim (II, IX), aunque no directamente, sino recibiendo la doctrina de un discípulo del insigne filósofo de Zaragoza. Siendo de edad madura en 1191, hallándose en Egipto, Maimónides leyó las obras de Averroes, que le llenaron de admiración, pues según escribe a uno de sus alumnos predilectos, en aquella sazón hacía pocos días había recibido los comentarios de aquel filósofo sobre Aristóteles (a excepción de los del libro Del sentido y de lo sensible), declarando que el comentador exponía la verdadera inteligencia con mucha exactitud. Si antes se había mostrado simpático a los filósofos racionalistas musulmanes, desde entonces fue un averroísta moderado que, si no sostuvo la eternidad de la materia, tampoco la consideró como herejía muy grande. Adoptando con todo la doctrina de los Motecalies, Maimónides no se atreve a atribuirle a Dios ni la unidad, ni la existencia, ni la eternidad, por temor de que se consideren estos atributos como algo distinto de la sustancia y se admitieran, dice, doctrinas semejantes a las de las hipóstasis cristianas. Sobre el intelecto material que depende de los sentidos admitió el intelecto adquirido, emanación del intelecto universal en acto perpetuo que es Dios mismo, sustentando que los seres separados de la relación corpórea no admiten multiplicidad, de donde se sigue que sólo hay un alma. Como estas teorías imposibilitaban la explicación de la resurrección y de la inmortalidad individual, imaginó una innovación sobre la doctrina de Averroes, individualizando la inteligencia y atribuyendo al alma un sustancia distinta. Esto no impidió que sus discípulos, entusiasmados con la lectura de Averroes que les recomendaba eficazmente el maestro, no se contuvieran en aquellos límites, antes bien afirmaban descaradamente que la materia es eterna y que Moisés, al hablar de creación, sólo había señalado una nueva ordenación o disposición de las cosas. Tales exageraciones despertaron grande oposición por los teólogos dogmáticos, entre los cuales figuró principalmente Abba-Mari de Lunel, dando lugar a la manera de excomunión lanzada en 1305 por el rabino de Barcelona Salomón Ben Adderet contra los que se consagraban prematuramente a los estudios filosóficos sin estar bien cimentados en el estudio de la teología.
A pesar de la censura, la filosofía peripatética de Maimónides y de Averroes informó la filosofía judaica subsiguiente, porque sus doctrinas habían fundado la segunda filosofía escolástica de los judíos, la cual, así como la de Santo Tomás había tenido como antecedentes en el fondo a Abelardo y a Roscelin, tuvo por introducción importantísima a Saadia, Aben-Gabirol y Judá Ha-Leví. Los judíos, emigrando de la España árabe y huyendo de las persecuciones de los almohades, se establecen en gran número en Castilla, en Aragón, en Cataluña y en Provenza, estados estos últimos regidos a la sazón bajo el cetro de un mismo soberano, como asimismo de la corte siciliana. «Judá Ben-Salomó Cohen de Toledo, protegido por Federico II, publicó en 1247 su obra de enciclopedia aristotélica según Averroes titulada Investigación de la Sabiduría. Xem-Tob Ben-Josef Ben-Fālaquera, español nacido en 1226, insertó en sus obras pasajes de los comentarios de Averroes. Pero las principales traducciones de Averroes al hebreo se hicieron en la Provenza, en cuyas comunidades era casi peregrino el árabe, cultivado y entendido a la sazón por los judíos de España, contribuyendo grandemente a esta empresa la familia andaluza de los Tibbonidas, que se trasladó allí a fines del siglo XII. Aunque el fundador de la familia, Judá Ben-Tibbón, probablemente no tradujo obra determinada del filósofo, le dio a conocer, según se cree, verificando la traducción su hijo Samuel en su obra Las opiniones de los filósofos, manera de enciclopedia de filosofía sacada de las obras de Averroes. El verdadero traductor de las obras de éste es Aben-Tibbón el nieto, llamado Moisés, que floreció hacia 1266; pero antes de él se había anticipado en la empresa de traslaciones al hebreo Jacob Ben-Abba-Mari, hijo del rabí Simeón Antoli, uno de los literatos premiados por Federico II. Jacob tradujo en 1231 el Extracto del Almagesto por Aben Roxd, y en 1232 el Organon, poseyéndose también con su nombre la traducción del Compendio de la Lógica. Entiéndese generalmente que estas traducciones se hicieron al hebreo del latín, a diferencia de las de Moisés Aben-Tibbón, quien trasladó directamente del arábigo casi todos los comentarios aristotélicos del filósofo cordobés y algunas obras médicas, como el Comentario del Argiuza. Por el mismo tiempo, en 1259, Salomón Ben-Josef Ben-Tob de Granada, establecido en Beziers, traducía el Comentario sobre el tratado del cielo y del mundo; en 1234 Zerajía Ben-Isaac, de Barcelona, volvía a traducir este libro, los Comentarios sobre la Metafísica y sobre la Física, y en 1298, Jacob Ben-Machir (Profacio), decano de la Facultad de Medicina en Montpellier, el Extracto de la Lógica, a que siguieron en 1300 los Comentarios sobre los libros XI y XII de la historia de los animales. En 1314 traducía el arelatense Calonymo, hijo de Calonymo, hijo de Meir, los Comentarios sobre los Tópicos, los Argumentos sofísticos y los segundos Analíticos, en 1317 los Comentarios sobre la Metafísica, la Física, el tratado del Cielo y del Mudo, Los Meteoros y la Generación y corrupción; y en 1321 Rabbi Samuel Ben Judá Ben Mexullan de Marsella, hijo de Miles (Emilio), el Comentario sobre la Moral a Nicómaco y la Paráfrasis de la República de Platón. Hacia 1397 Todrós Todrosi de Arles tradujo los Comentarios sobre los Tópicos, los Sofismas, la Retórica, la Poética, y los Éticos, y en el mismo siglo, según se cree, Sem Tob Ben-Isaac de Tortosa tradujo el Comentario sobre la Física y el Tratado del alma
La centuria XIV de nuestra era, época del apogeo del averroísmo entre los judíos, reemplaza en el aplauso de los Israelitas a Aristóteles por Averroes, y como al insigne filósofo cordobés se le comenta, se le extracta y se le sigue, Moisés de Narbona (Messer Vidal) en la ciudad de su apellido y Leví Ben-Gerson de Perpiñán refunden en sus respectivas obras las doctrinas de Averroes al par con sus propias opiniones. Josef Ben-Sem Tob de Segovia escribe un largo comentario sobre los Éticos de Aristóteles según el criterio averroísta, aspirando a suplir el silencio de Averroes. Ya en aquella época el averroísmo decaía entre los judíos, siendo coetáneo el último representante insigne de dicha escuela, Elía del Mendigo, profesor de Pico de la Mirándola, de Josef Albo y de Isaac Abravanel, que defienden el principio de la fe contra los extravíos de la razón y del platonismo, y que León Hebreo pone de moda entre sus correligionarios.
Los manuscritos de las primeras traducciones latinas de Averroes llevan los nombres de Miguel Scoto y de Hermann el alemán, pensionado de los Hohenstaufen, y el primer efecto de su influencia en las escuelas católicas aparece señalado en el concilio de París de 1209, en la prohibición de que se lean los Comentos (documenta) de Aristóteles. El estatuto de Roberto de Courson en 1215 prohíbe asimismo la lectura de Mauritio (Mahommad) Hispano, como igualmente la Bula de Gregorio IX en 1231. El nombre del gran comentador Averroes aparece en Guillermo de Auvernia citado con suma consideración, bajo el dictado filósofo nobilísimo, y en los escritos de Alberto el Magno; pero la forma de sus comentarios es la de Avicena, a quien cita a cada paso.
El verdadero divulgador de la doctrina averroísta entre los cristianos, tanto cuando le sigue como cuando le combate, determinando el carácter propio de la segunda época de la escolástica en Europa, es Santo Tomás de Aquino, el mejor discípulo en la forma y en el vigor dialéctico de la manera de comentar que introdujo Averroes. Santo Tomás, como el filósofo arábigo, emplea la forma del Grande comentario, no escribiendo tratados con el mismo título y asunto que Aristóteles, sin distinguir su glosa del texto del filósofo griego, antes bien examinando a parte, miembro por miembro, el texto aristotélico, analizándolo y discutiéndolo con el rigor de la dialéctica. Santo Tomás, como Dante, consideraba a Averroes no como un blasfemo execrable, sino como un pagano digno de compasión; pero extremaron su oposición a Averroes los dominicos a partir de Raimundo Martín, quien en el Pugio fidei contrapone de vez en cuando doctrinas conocidas de Algazali a favor de la autoridad contra errores averroístas.
El héroe de la cruzada contra Averroes fue Raimundo Lulio con sus viajes, con sus libros y con sus sermones (1310-1312); pero esto no impidió el triunfo de un averroísmo moderado, que se mantuvo entre las escuelas hasta la llegada de los fugitivos de Constantinopla a Italia, los cuales dirigieron el gusto particularmente a la filosofía de Platón. Entonces se atrincheró, sin embargo, el averroísmo moderado en la escuela de Padua. Santiago Zabarella expuso con respeto las opiniones de Averroes en sus lecciones dadas en aquella Universidad (1564-1589), siguiendo sus ejemplos y doctrinas Federico Pendacio de Mantua. Los tomistas, a pesar de su rigidez doctrinal, permanecían entretanto averroístas en la forma; interesante legado que dejó la filosofía árabe a la escolástica media y moderna.
Acerca de Averroes véase, entre otras obras, en primer término a M. Renán, Averroès et l’averroïsme, 2.ª edición, París 1861, y a M. Leclerc.