Con este término nos referimos fundamentalmente a la teoría biológica según la cual las especies de seres vivos han cambiado a lo largo de la historia y las especies actuales descienden de otras más primitivas, de las que tenemos noticia por los restos fósiles. Esta teoría defiende la existencia de parentescos entre las distintas especies. Aunque el evolucionismo tiene un lejano antecedente en la filosofía de Anaximandro (s. V a. C.), es sólo a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando se introduce y desarrolla en la ciencia, sustituyendo a las explicaciones fixistas. Los representantes más destacados del evolucionismo en el siglo XIX fueron Lamark y Darwin. Actualmente la teoría evolutiva dominante recibe el nombre de «teoría sintética de la evolución«.
Por su parte el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) parte de los siguientes hechos:
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Como consecuencia de 1 y 2 tenemos lucha por la vida: competencia y enfrentamiento entre los animales de una misma especie y entre los animales de especies distintas por obtener los limitados recursos del medio. Selección natural: en la lucha por la subsistencia sólo sobreviven aquellos individuos que tienen mejores condiciones para la vida; la naturaleza no tiene el equivalente humano a la compasión: la lucha por la vida trae consigo la supervivencia de los más aptos (por su fuerza, habilidad, recursos físicos…) y la muerte de los menos aptos, y con ello la primacía de ciertos rasgos anatómicos en la especie y la disminución o desaparición de otros. Si encontramos ahora una especie con características anatómicas y funcionales que parecen encajar perfectamente con las posibilidades y limitaciones que impone el medio, no es porque haya algo así como una mano o voluntad oculta que otorgue a cada especie los rasgos que más les benefician para su adaptación al medio: en la selección natural no hay intención, se trata simplemente de que promueven su descendencia sólo los seres vivos mejor adaptados al medio; la selección natural no actúa de forma consciente, no hay plan alguno ni en su funcionamiento ni en los resultados que ejerce sobre los seres vivos. Junto con el mecanismo explicativo de la selección natural, Darwin se refirió también a la selección sexual para dar cuenta de la evolución. A aquella competencia por los recursos, Darwin añadió la competencia por la reproducción: hay diferencias en los rasgos de los individuos de un mismo sexo ligadas a la reproducción y que determinan la elección del miembro del otro sexo con fines procreativos. En la mayoría de las especies los machos compiten entre sí por el favor de las hembras de cara a la reproducción, y los rasgos físicos que determinan su éxito no son necesariamente los mismos que les facilitan también la supervivencia en la lucha por los recursos que ofrece el medio. Selección natural y selección sexual son, para Darwin, los mecanismos fundamentales de la evolución. Más allá de los enfrentamientos con la religión y las teorías creacionistas, la teoría evolucionista de Darwin tuvo como mayor dificultad la explicación de la aparición de rasgos nuevos en las especies: la selección natural puede dar cuenta de la disminución de un rasgo ya existente, incluso su desaparición, y el que otro rasgo se extienda en el conjunto de los individuos de una especie, en el primer caso por no ser un rasgo con el que los individuos puedan adaptarse bien al medio, y en el segundo por lo contrario, por la eficacia que provoca en el individuo que la posee para el mismo fin; sin embargo, la evolución consiste principalmente en la aparición de nuevas características y, en definitiva, de nuevas especies. Tenemos que acudir a la teoría genética actual (desconocida por Darwin) para solucionar medianamente estos problemas; en lo esencial la aportación de la genética actual consiste en señalar que el conjunto de los rasgos físicos fundamentales de las especies (su fenotipo) depende de sus genes (su genotipo) y que los cambios en el primer nivel son por lo tanto consecuencia de los cambios en el segundo. A la pregunta ¿por qué cambia el genotipo? la respuesta principal de la genética consiste en señalar que por ninguna finalidad o motivo que tenga que ver con el bien o ventajas del individuo que los sufre, sino por azar. El evolucionismo tuvo una influencia destacada en la psicología: al demostrarse que existe una relación de parentesco entre el hombre y los animales «inferiores» parecía razonable pensar, y en contra de la radical distinción que estableció el pensamiento cartesiano entre los hombres (que disponen de mente) y los animales (que carecen de ella), que hay similitudes entre ambos con interés para el psicólogo; naturalmente, había dos posibilidades:
La primer tendencia dio lugar a la psicología animal y comparada, (por ejemplo, el darwiniano ortodoxo John. Romanes, 1848-1894), que estudia las semejanzas y diferencias entre las capacidades psicológicas de las diferentes especies, principalmente las relativas a la inteligencia y la resolución de problemas, con la intención de establecer la evolución filogenética de la inteligencia. La segunda postura, en la línea de la naturalización del ser humano, se centró en la investigación de las leyes generales de la conducta, comunes a las diferentes especies, básicamente las leyes generales del aprendizaje. Como la conducta animal había sido explicada en el filosofía cartesiana en términos mecanicistas, se empleará este enfoque para dar cuenta también de la conducta humana, utilizando, además el concepto explicativo de la escuela cartesiana: el reflejo; primero la reflexología rusa con Pavlov (1849-1936) y Sechenov (1829-1905), y después el conductismo americano (John B. Watson, 1878-1958, y Skinner, 1904-1990) llevó a la psicología a la crítica de la introspección y la reivindicación del método experimental para dar cuenta también del ser humano, y al rechazo o negación de la mente. A medio camino entre una y otra tendencia tenemos el funcionalismo americano (Thorndike, 1874-1949), claramente influido por el evolucionismo y el pragmatismo, que empleó el método experimental para descubrir las facultades mentales de los animales. Tampoco sería posible entender el psicoanálisis, (con el protagonismo que da a los instintos, las pulsiones biológicas y lo inconsciente) sin la visión naturalista del hombre que promueve el evolucionismo, o la aparición de la etología y el nacimiento de la psicología diferencial de la mano del inglés Francis Galton (1822-1911), sin referirse a esta teoría biológica. Finalmente, la teoría psicológica que de modo más claro y explicito quiere recoger las aportaciones del evolucionismo y aplicarlas a la comprensión de la mente y el comportamiento humano lo tenemos en uno de los enfoques más recientes, la psicología evolucionista. |