FRANCIS BACON, filósofo inglés del siglo XVI; vida y escritos (biografía)
BACON (FRANCISCO)
Biografías. Barón de Verulam, vizconde de San Albano, canciller de Inglaterra y célebre filósofo. Nació en Londres el 22 de enero de 1561; murió en la misma capital el 9 de abril de 1626. Hijo menor de Nicolás Bacon, estudió en la Universidad de Cambridge (1573-76); fue en 1577 agregado de la embajada inglesa en Francia; tuvo a su cargo algunas comisiones diplomáticas delicadas; visitó París y las principales ciudades francesas; vivió casi siempre en Poitiers; recogió informes sobre los recursos y la situación política de los diferentes países de Europa; regresó a Inglaterra (1579) al saber la muerte de su padre, que le dejó una modestísima herencia; abrazó la carrera de derecho, en la que hizo rápidos progresos; fue, desde 1587, consejero extraordinario de la reina; obtuvo del conde de Essex un dominio cuyas rentas le aseguraron una posición desahogada, y fue, en 1592, enviado al Parlamento por el condado de Middlesex. En este período de su vida observó una conducta variable, ya halagando a los ministros, ya al pueblo, ora dirigiendo a la reina Isabel opúsculos aduladores, ora escribiendo una declaración de las traiciones de Roberto, conde de Essex, su bienhechor. La miseria hizo en él presa, y dos veces se vio encarcelado por deudas. Al subir al trono Jacobo I, cambió la suerte de Bacon. En 1607 alcanzó un puesto de importancia que le atrajo una multitud de causas lucrativas y le permitió contraer un matrimonio ventajoso, y, acumulando honores sobre honores, fue en 1617 nombrado guarda-sellos, al siguiente año lord gran canciller (14 de enero), barón de Verulam y par de Inglaterra (11 de julio) y en 1620 vizconde de San Albano. Las obras de moral, política y jurisprudencia que ya había publicado extendieron su nombre por Europa. Su reputación y su gloria llegaron al apogeo; pero su imprevisión, el fausto de que se rodeaba y la necesidad creciente de dinero le obligaron a sacar ilegítimo provecho de su cargo de canciller. Las víctimas se quejaron. La Cámara de los Comunes ordenó una investigación, y probándole numerosos casos de concusión, acusóle ante la Cámara de los Pares. Buckingham y el rey comprometidos en la causa, arrancaron a Bacon la promesa de que evitaría el escándalo, y el procesado imploró la clemencia de sus jueces, que le condenaron (13 de mayo de 1621) a pagar una multa de 40.000 libras y a la pérdida de todos sus empleos, le declararon indigno de ocupar en lo sucesivo cargo público alguno y le cerraron las puertas del Parlamento. Prohibiósele residir en los lugares donde se hallase la Corte y por último fue encerrado en la Torre de Londres. El rey evitó que la prisión fuese duradera y le autorizó para volver a Londres.
Rehabilitado por Carlos I, consiguió un puesto en el Parlamento (1625). El tiempo de su desgracia lo había dedicado a revisar y completar sus obras filosóficas, que son su mejor titulo de gloria.
La reputación filosófica de Bacon ha variado radicalmente según los diversos criterios de los que le han juzgado. Los ingleses dicen que Bacon ha sido el regenerador de los estudios filosóficos. Los enciclopedistas vieron en él al genio poderoso emancipador de la humanidad. Se ha dicho por sus apologistas que fue uno de los promovedores del libre pensamiento y hasta del materialismo y del ateísmo. Los católicos, por el contrario, sostienen que fue un espíritu confuso. Los pensadores que huyen de estas opiniones extremas entienden que fue, con Galileo y otros, uno de los que presintieron y desarrollaron los métodos principales que han dado a la ciencia moderna una larga serie de descubrimientos.
Todo el pensamiento filosófico de Bacon se halla contenido en la obra que meditaba con el título de Instauratio magna y de la que apenas escribió más que las dos primeras partes tituladas De dignitate et augmentis scientiarum y Novum organum (1620). Las restantes obras que dio a la imprenta son: Ensayos de Moral y de Política (1597), escritos primero en inglés y publicados más tarde en latín con el título de Sermones fideles sive interiora rerum (1625), los opúsculos De sapientia veterum (1609), Historia ventorum; Historia Vitæ et Mortis (1622); Historia Dei et veri, Historia soni; Sylva sylvarum sive Historia naturalis (obra póstuma). |
Los Ensayos de Moral acreditan que el autor poseía un pensamiento activo y profundo, mas no son los que han influido sobre la posteridad. Los opúsculos son sumas de observaciones que debían servir de materiales al monumento imperecedero que Bacon se proponía elevar.
Aspiraba el filósofo inglés a renovar el edificio entero de la ciencia. Necesitaba para ello destruir el antiguo edificio científico, y este fin fue el que persiguió en su escrito De dignitate et augmentis scientiarum, primera parte de la Instauratio; fijar luego el método que podía permitirle llegar a la verdadera ciencia: éste fue el objeto del Novum organum; construir después la ciencia, propósito con que escribió las ultimas partes, no acabadas, de la Instauratio. Comienza Bacon su obra atacando con viveza la ciencia y filosofía escolásticas. Las combate porque se basan en la autoridad de los griegos y de Aristóteles. Proclama la necesidad de nuevos métodos, y para conocerlos entra a señalar el número y la naturaleza de las ciencias, es decir, las clasifica. Esta clasificación, que sirvió luego a Diderot para la distribución de materias de la Enciclopedia, distingue en la inteligencia humana tres facultades principales: memoria, imaginación y razón. A la primera corresponde un grupo de ciencias, las históricas; a la segunda, la poesía, y a la tercera, la filosofía. La historia puede ser natural o civil; la poesía se divide en tres clases: narrativa, dramática y parabólica; la filosofía, en tres secciones, que estudian a Dios, a la Naturaleza y al hombre. Las matemáticas son un apéndice de la ciencia de la naturaleza.
Procede luego a la edificación de las ciencias y advierte que es preciso, para afirmar una ley de la naturaleza, no sólo haber observado los hechos, sino también asegurarse de que los hechos no pueden producirse más que del modo que han sido observados; y para esto, se han de repetir y variar las observaciones. Tales el Novum organum con que Bacon quiso sustituir al Organum de Aristóteles. Los antiguos se contentaban con una serie constante y afirmativa de observaciones para reconocer la existencia de una ley: Bacon quiere que esta serie de afirmaciones sea experimentalmente comprobada por una o varias negaciones correspondientes. A los antiguos les bastaba el método de concordancia (así le llamó Stuart Mill). Bacon demostró que este método aislado no podía dar conclusiones universales y que era preciso agregar el método de diferencia
Además de los errores que nacen de un falso método, debemos evitar los que nacen de nuestra misma constitución. Estos errores, que Bacon llamaba fantasmas o ídolos de la tribu humana (idola tribus), proceden de la naturaleza humana y de la raza; de la constitución individual (idola specus); del lenguaje y comercio entre los hombres (idota fori), y de los sistemas metafísicos (idola theatri).
Bacon condenó la investigación de las causas finales y las fórmulas matemáticas con que los físicos visten sus descubrimientos; admitió la transmutación de los metales, y juzgó que el último fin de la ciencia era el descubrimiento de la piedra filosofal.
Si se pregunta cuáles fueron los descubrimientos debidos a Bacon, hay que confesar que fueron muy pocos o ninguno. Combatió el sistema de Copérnico e ignoró los descubrimientos de Kepler y de Galileo. No mereció los dictados de ateo y materialista, puesto que creía en la existencia de Dios y del alma. No fue tan grande como dicen sus apologistas ni tan pequeño como pretenden sus detractores; pero interpretó con acierto las aspiraciones de una época que rechazaba el viejo yugo de Aristóteles y de la escolástica e indicó claramente las condiciones de un método experimental sometido a rigurosa prueba, oponiendo a la inducción de otros tiempos el método adoptado por los mejores experimentalistas modernos, que le han dado con justicia el nombre de inducción baconiana