François Marie Arouet
Voltaire (1694–1778)
«El tono volteriano, la espiritualidad corrosiva, la negación creadora que, penetrando por los intersticios de todas las formaciones dogmáticas –en política, en religión, en arte, en ciencia–, las hace reventar en una lluvia de estrellas, en polvo de oro, en átomos brilladores. La energía del cartesianismo se atomizan; y ambas sutancias, energía y razón, cambiadas en átomos, son: «l’esprit de M. Voltaire». ¿Qué ocurre al idioma? muy sencillo: el párrafo clásico, bien construído, de amplios miembros organizados, se rompe en frases sueltas. Voltaire ha pulverizado el mundo y empolva con él su peluca; ya no queda nada en pie, todo se ha derrumbado.»
José Ortega y Gasset, Personas, obras, cosas, Obras Completas, Vol. 1 p. 549
«En el siglo XVIII la historia era todavía mera narración de batallas, de combinaciones políticas entre los príncipes y de esgrimas diplomáticas. Voltarie es el primero que ensancha el panorama. De su genio se suele advertir sólo la punta en que terminaba, lo puntiagudo –sus ingeniosidades, sus maledicencias, sus trallazos verbales–, pero se olvida o se desconoce que ese genio tras de su punta se ensancha y acaba en una anchísima culata. No tuvo sólo bons mots, sino también grandes ideas. Él saca a la historia de los campos de batalla, de las cortes y las cancillerias, y la lleva a pasear por rúas y por campiñas. Desde él, este «arte» tan viejo y tan retrasado se ocupa también del «espíritu y las costumbres de las naciones». En el siglo XIX los alemanes, la mitad de los cuales se embriagaba con cerveza y la otra mitad con ideas, precisan el pensamiento de Voltare e inician la historia como historia de las ideas. Fue un gran avance. Desde enonces empieza a haber algo que vagamente sabe a historia y no a crónica o cuento.»
José Ortega y Gasset, Vives, Obras Completas, Vol. 5 p. 498